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hora de hacer justicia en iraq


Muchos se oponen a que se enjuicie a Saddam Hussein mientras no haya en Iraq un sistema judicial más acorde con normas jurídicas internacionales. Para un editorial de Los Angeles Times esa deficiencia no debería ser obstáculo para iniciar los procesos antes de las elecciones.
Hay un montón de complicaciones en el proceso de Saddam Hussein y otros de su régimen por los crímenes cometidos contra el pueblo iraquí, pero ninguna que justifique más retrasos. El primer ministro interino Ayad Allawi decidió correctamente anunciar que algunos de los procesos por crímenes de guerra comenzarían la próxima semana, incluyendo el de Ali Hassan Majid, conocido como ‘Ali el Químico', un primo de Hussein del que se cree que utilizó gases tóxicos para matar a miles de kurdos.
Si los juicios no comienzan ahora, Hussein y sus matones podrían escapar a la justicia. Es verdad que las medidas de Allawi en las preliminares de las elecciones del 30 de enero están motivadas políticamente, especialmente ahora que ha anunciado su propia candidatura. Pero puede ser una larga espera a que un gobierno democrático con más legitimidad pueda iniciar esos procesos, y los acusados, en su mayor parte sunníes, seguirán acusando a la mayoría chií de no ser imparciales. En realidad, las garantías legales otorgadas a los acusados, combinadas con el peso de las pruebas, determinará si esos juicios son considerados creíbles. Por esa razón, el gobierno debería transmitir por televisión esos juicios.
También es un asunto de honestidad básica y de proceso debido. Mantener a los lugartenientes de Hussein encerrados indefinidamente sin formular cargos es difícilmente la manera de lanzar una nueva democracia, incluso si Washington ha sentado un mal ejemplo en Bahía Guantánamo.
Es casi inevitable, como mostraron los juicios por crímenes de guerra en Nurenberg, que estos procesos sean vistos de alguna manera como "justicia de los vencedores". En 1945, el presidente de la Corte Suprema estadounidense, el juez Harlan Fiske Stone llamó los procesos dirigidos por su colega Robert Jackson, "un linchamiento de calidad superior".
Que Hussein y sus cohortes son, como los nazis, culpables de horrendos crímenes es una conclusión que se sabe de antemano. Los objetivos del tribunal de Nurenberg fueron choquear y re-educar a los alemanes, haciendo un recuento documental de los crímenes y atrocidades del régimen nazi. En un Iraq traumatizado, estos juicios pueden tener un efecto catártico similar.
La verdadera pregunta es si los jueces iraquíes serán capaces de llevar los juicios. Los fiscales tendrán que hacerse camino entre montañas de documentos y prepararse cuidadosamente para hacer frente a acusados belicosos, especialmente el redomado Hussein, que hará todo lo posible para entorpecer el proceso y transformarlo en un circo.
El gobierno de Bush, que se ha negado a reconocer la jurisdicción del Tribunal Internacional Permanente de La Haya, ha solicitado la ayuda de Naciones Unidas para asistir a los fiscales y jueces. El secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, ha negado ignominiosamente esa ayuda, aduciendo que la pena de muerte en Iraq impide que Naciones Unidas participe en el asunto. Pero no le ha impedido participar en la reforma judicial de Ruanda y Afganistán, que conocen ambos la pena de muerte.
Los que quieren posponer la justicia podrán indicar siempre alguna razón logística o política para aplazar los procesos. Pero dada su extensión -el principal tribunal por crímenes de guerra en Nurenberg se estiró durante más de un año, y el antiguo dictador serbio Slobodan Milosevic continúa entorpeciendo el proceso en La Haya- Allawi tiene razón en empezarlos desde ya.

18 de diciembre de 2004
©los angeles times
©traducción mQh

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