brutal respuesta de egipto
A pesar de los llamados de Bush a realizar reformas democráticas en Egipto, el presidente Mubarak desencadena una brutal represión de los políticos moderados de su país.
El lunes el presidente Bush instó nuevamente a Egipto a "dirigir el camino" hacia cambios democráticos en Oriente Medio. Aparentemente Hosni Mubarak, el presidente del país durante los últimos 24 años, no estaba escuchando. Más tarde ese mismo día, los agentes de Mubarak renovaron su "interrogatorio" de Ayman Nour, el encarcelado jefe del liberal Partido del Mañana. Seis horas más tarde -a la 1 de la tarde-, Nour, un diabético con problemas de complicaciones cardíacas, estaba "sudando, vomitando y levantando su brazo izquierdo", dijo su esposa a la agencia de noticias Reuters. Las autoridades rechazaron la petición de su doctor de que fuera hospitalizado; en lugar de eso, fue llevado el martes a la clínica de una cárcel. La Organización de Derechos Humanos de Egipto ha emitido una declaración advirtiendo que la vida de Nour está en peligro. La relación de Mubarak con Estados Unidos y la ayuda norteamericana que sostiene a su régimen también lo están.
Si Egipto acatara el llamado de Bush, Nour sería probablemente uno de los líderes. Aunque apenas en sus cuarenta, ha servido en el impotente parlamento egipcio durante una década y, como gran parte de la elite egipcia, ha insistido más firmemente en que se hagan cambios políticos. En otoño pasado, Nour logró inscribir legalmente el Partido del Mañana; las autoridades deben haber calculado que dividiría a la oposición sin captar un apoyo significativo. En lugar de eso, Nour comenzó casi de inmediato una campaña contra los planes de Mubarak de re-elegirse a sí mismo como presidente en un referéndum sin rivales más tarde este año. El movimiento que ayudó a organizar, conocido popularmente por su lema kifaya', suficiente', ha realizado manifestaciones públicas sin precedentes. La primera en diciembre reunió a 50 personas; la cuarta, el lunes en la Universidad del Cairo, a más de 500.
La acusación contra Nour, de que es culpable de haber falsificado algunas de las peticiones entregadas para la inscripción de su partido, no tiene según abogados egipcios independientes ninguna base. En verdad, está en la cárcel porque, como Rafiq Hariri, el antiguo primer ministro libanés asesinado la semana pasada, ofrecía una alternativa democrática fresca en un Oriente Medio agitado por las elecciones iraquíes y palestinas. Nour, como la gran mayoría de la oposición egipcia, no está proponiendo una revolución. Su exigencia es que Mubarak levante las represivas leyes de "emergencia" y acceda a realizar reformas constitucionales que hagan posible futuras elecciones democráticas. Muchos activistas egipcios, como Nour, estarían probablemente de acuerdo con una extensión del mandato del presidente a cambio de su compromiso a realizar cambios constitucionales. La alternativa, señalan, no es la "estabilidad" que Mubarak dice que ofrece, sino solamente más del estancamiento que ha hecho de Egipto un caldo de cultivo de los extremistas islámicos, incluyendo a muchos de los líderes de Al Qaeda.
El gobierno de Bush se ha mostrado relativamente agresivo al protestar por el encarcelamiento de Nour, pero Mubarak ha sido provocador en su desafío. La semana pasada la ministro de Asuntos Exteriores, Condoleezza Rice insinuó que podría no participar en el anunciado encuentro en Egipto de la Liga Árabe y el Grupo de los Ocho países industrializados si no se solucionaba el caso de Nour; Mubarak respondió cancelando la reunión. Su respuesta al llamado de Bush a iniciar pasos hacia una reforma ha sido ordenar una nueva ola de incitación anti-norteamericana en la prensa controlada por el estado y mandar a sus matones a golpear a un hombre que propone exactamente el cambio gradual y moderado que propone Bush -y que Egipto necesita desesperadamente. Mubarak no está retando a Bush; le está escupiendo en la cara. Es un acto temerario, quizás desesperado del déspota de 76 años que no podría sobrevivir sin los billones de dólares de subsidios norteamericanos. El futuro de Egipto -y la vida de Ayman Nour- dependen de la respuesta de Bush.
24 de febrero de 2005
26 de febrero de 2005
©washington post
©traducción mQh
Si Egipto acatara el llamado de Bush, Nour sería probablemente uno de los líderes. Aunque apenas en sus cuarenta, ha servido en el impotente parlamento egipcio durante una década y, como gran parte de la elite egipcia, ha insistido más firmemente en que se hagan cambios políticos. En otoño pasado, Nour logró inscribir legalmente el Partido del Mañana; las autoridades deben haber calculado que dividiría a la oposición sin captar un apoyo significativo. En lugar de eso, Nour comenzó casi de inmediato una campaña contra los planes de Mubarak de re-elegirse a sí mismo como presidente en un referéndum sin rivales más tarde este año. El movimiento que ayudó a organizar, conocido popularmente por su lema kifaya', suficiente', ha realizado manifestaciones públicas sin precedentes. La primera en diciembre reunió a 50 personas; la cuarta, el lunes en la Universidad del Cairo, a más de 500.
La acusación contra Nour, de que es culpable de haber falsificado algunas de las peticiones entregadas para la inscripción de su partido, no tiene según abogados egipcios independientes ninguna base. En verdad, está en la cárcel porque, como Rafiq Hariri, el antiguo primer ministro libanés asesinado la semana pasada, ofrecía una alternativa democrática fresca en un Oriente Medio agitado por las elecciones iraquíes y palestinas. Nour, como la gran mayoría de la oposición egipcia, no está proponiendo una revolución. Su exigencia es que Mubarak levante las represivas leyes de "emergencia" y acceda a realizar reformas constitucionales que hagan posible futuras elecciones democráticas. Muchos activistas egipcios, como Nour, estarían probablemente de acuerdo con una extensión del mandato del presidente a cambio de su compromiso a realizar cambios constitucionales. La alternativa, señalan, no es la "estabilidad" que Mubarak dice que ofrece, sino solamente más del estancamiento que ha hecho de Egipto un caldo de cultivo de los extremistas islámicos, incluyendo a muchos de los líderes de Al Qaeda.
El gobierno de Bush se ha mostrado relativamente agresivo al protestar por el encarcelamiento de Nour, pero Mubarak ha sido provocador en su desafío. La semana pasada la ministro de Asuntos Exteriores, Condoleezza Rice insinuó que podría no participar en el anunciado encuentro en Egipto de la Liga Árabe y el Grupo de los Ocho países industrializados si no se solucionaba el caso de Nour; Mubarak respondió cancelando la reunión. Su respuesta al llamado de Bush a iniciar pasos hacia una reforma ha sido ordenar una nueva ola de incitación anti-norteamericana en la prensa controlada por el estado y mandar a sus matones a golpear a un hombre que propone exactamente el cambio gradual y moderado que propone Bush -y que Egipto necesita desesperadamente. Mubarak no está retando a Bush; le está escupiendo en la cara. Es un acto temerario, quizás desesperado del déspota de 76 años que no podría sobrevivir sin los billones de dólares de subsidios norteamericanos. El futuro de Egipto -y la vida de Ayman Nour- dependen de la respuesta de Bush.
24 de febrero de 2005
26 de febrero de 2005
©washington post
©traducción mQh
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