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el papa alemán


Inclinaciones conservadoras de Benedicto XVI provocan quebraderos de cabeza.
La iglesia católica hizo el martes lo que menos se esperaba, haciendo lo esperado. Los dos últimos cónclaves papales parecieron retroceder ante cualquiera que fuera visto como un candidato importante.
La rápida elección del cardenal José Ratzinger lo dice todo sobre lo que los cardenales quieren del nuevo Papa: un interregnum estable después de 26 años bajo el carismático Papa Juan Pablo II. Benedicto XVI mantendrá la línea teológicamente conservadora del último Papa, pero no lo hará durante tanto tiempo, proporcionando a la iglesia un respiro para planear su futuro. A los 78, es uno de los más ancianos en asumir el papado. Justo antes de las elecciones, Ratzinger, el deán de cardenales que dirigió el funeral de Juan Pablo II, denostó contra la "dictadura del relativismo".
La iglesia está lamentablemente aplazando los cambios en visión del mundo y se obstina en conservar su enfoque eurocéntrico. Al no elegir a un Papa de América Latina o de otro lugar del mundo en desarrollo, la iglesia refuerza la impresión de que es una empresa colonial, manejada por europeos para europeos que se ven a sí mismos como los únicos capacitados para servir como interlocutores de Dios. Además, Benedicto XVI se ha opuesto firmemente al ingreso de Turquía en la Unión Europea, sobre la base de que Europa debe preservarse como una entidad cristiana.
Sobre acuciantes problemas sociales, este agresivo cardenal alemán ciertamente continuará e incluso reforzará las directrices de la iglesia contra el control de la natalidad, una posición que contribuye a los sufrimientos que causa el sida en África. Probablemente no tolerará las propuestas de aliviar la posición de la iglesia sobre el sacerdocio femenino, el divorcio y la investigación de las células madre -posiciones que han costado a la iglesia seguidores incluso durante el reinado del adorado Papa.
Sólo podemos esperar que los ataques de Benedicto XVI contra el "relativismo moral" lo conducirá a una posición todavía más severa que la de Juan Pablo II sobre los abusos cometidos por sacerdotes que han costado apoyo a la iglesia en Estados Unidos. Ciertamente este no es el único país donde se ha abusado de jóvenes víctimas. ¿Actuará el Papa para erradicar este mal tan activamente como cuando condena a los homosexuales? No necesariamente. Se cree que los cardenales buscaron una decisión rápida para minimizar la percepción de que la iglesia está dividida. De ahí la carrera para ungir al candidato favorito, el lugarteniente jefe de Juan Pablo II.
Benedicto XVI es conocido como un intelectual agudo que es probable que se ocupe del manejo de la administración que el último Papa tendió a pasar por alto. Está habituado a trabajar entre bastidores, sirviendo al Papa como un vigilante doctrinario. Como tal, ha sido en gran parte una fuerza polarizante en la iglesia, reprimiendo duramente a los líderes católicos que buscaban justicia social en América Latina o que estaban desencantados con las enseñanzas del Vaticano.
Pero ¿cómo lo hará frente a las cámaras que el Papa Juan Pablo II empleaba tan diestramente para irradiar su mensaje y su amistosa presencia? Quizás no importe. Pocos sucesores pueden esperar competir con el carisma espiritual del último Papa.
Esos son los temas del pasado y futuro de Benedicto XVI. Pero el martes las campanas tañeron y el hombre cano envuelto en la blanca sotana papal sonrió tímidamente.

21 de abril de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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