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pueblo de forajidos


[Clifford Krauss] Yukón está poblado por convictos y fantasmas.
Dawson, Territorio de Yukón, Canadá. La gente aquí todavía lía sus propios cigarrillos, beben montones y juegan en un casino donde el ritmo sincopado se toca en un piano de pared. Ha sido así desde que hace un siglo la gran fiebre del oro de Klondike llenó en pocos meses Dawson de 30.000 mineros enloquecidos por el oro, bailarinas y una gran variedad de gamberros.
En estos días el pueblo cuenta con 1.200 habitantes y el gobierno municipal se encuentra en bancarrota, a pesar de una creciente industria turística y una colonia de artistas. Pero en el remoto Yukón algunas cosas nunca cambian.
Las calles siguen sin pavimentar, las aceras son de madera, los edificios clásicos son de madera y muchas casas son poco más que cabañas de troncos, sin agua corriente ni electricidad. Las agua del alcantarillado municipal todavía corren sin tratar hacia el río Yukón, para horror de los ecologistas e indios que viven corriente abajo, hasta en Alaska.
Este área se llamaba el Salvaje Oeste. Dawson, que muchos residentes todavía llaman Dawson City, todavía lo es. Apenas el otro día un hombre incendió un garaje de la sede de la Real Policía Montada de Canadá, destruyendo una lancha de propulsión a chorro, sin motivo aparente.
Se rumorea que en un hotel en el centro acechan los fantasmas y otro rumor sigue la vieja tradición de mezclar las bebidas con dedos humanos en salmuera (el local dice que son deshidratados y conservados en sal) donados por la gente en sus testamentos o por los desafortunados que sufren congelamientos en invierno. (Los que las beben son inscritos en el ‘Club del Cóctel del Dedo Agrio').
El gusano del oro tarda en morir, y mucha gente aquí todavía trabaja en la minería en los ríos y manantiales circundantes. Montones de vecinos, incluyendo a sus principales políticos, tienen antecedentes criminales. E incluso los que no parecen venir escapando de algo o que simplemente buscan el tipo de libertad que no se encuentra en lugares corrientes.
"Una cosa sobre Yukón: el pasado lo dejas en la puerta", dijo Bob Hilliard, 53, el pianista de Dawson, mejor conocido como Barnacle Bob. "Hay un montón de historias personales que es mejor dejar fuera del territorio".
Entre los grandes estafadores, dicen algunos, se encuentran los líderes municipales de Dawson. Peter Jenkins, que fue alcalde de 1980 a 1994, es conocido aquí como ‘Pete el Pirata' porque -lo admite espontáneamente- pirateaba las señales de satélite y distribuía televisión gratuitamente a la gente del pueblo.
"Ayudé a traer la televisión a mi comunidad", dijo Jenkins, sonriendo, hace poco. Sin una pizca de remordimiento, explicó cómo el pueblo se subscribió a la televisión por satélite pagando tasas residenciales inscribiendo los nombres de gente muerta, pioneros como Tagish Charley y Skookum Jim.
Jenkins, ahora jefe adjunto de todo Yukón, ganó las elecciones de alcalde aunque había sido condenado por perjurio en los años setenta, cuando se descubrió que su hotel estaba robando electricidad. Aprendió a volar cuando estuvo en la cárcel de seguridad mínima en Whitehorse. El premier de Yukón, Dennis Fentie, fue condenado por tráfico de drogas en 1975 y pasó 17 meses en una penitenciaría federal antes de ser indultado.
"En Yukón, todo es transparente", dijo Jenkins en una entrevista. "No existen los secretos".
La política de Dawson es dominada por la enemistad entre Jenkins y Glen Everitt, que fue alcalde e 1996 hasta abril de 2004, cuando el gobierno territorial despidió al ayuntamiento debido a irregularidades fiscales, acusaciones de corrupción y crecientes deudas. Una nueva intervención de cuentas y una revisión financiera mostró que casi 200.000 dólares fueron hechos desaparecer o fueron malgastados por importantes funcionarios del ayuntamiento. "El abuso de las tarjetas de crédito de la municipalidad de parte de funcionarios de Dawson era un secreto público", dice el informe.
Everitt está siendo investigado por la Real Policía Montada de Canadá, y ha admitido públicamente ante la Compañía de Radiodifusión Canadiense haber presentado una cuenta de un bar de más de 2.000 dólares, a cargo de la municipalidad, que estaba escrita en una servilleta y firmada por una camarera. Su explicación al CBC fue que era "un asunto promocional".
Pero en una entrevista culpó del escándalo a sus enemigos políticos.
Everitt dijo que estaba considerando presentarse nuevamente al cargo de alcalde, dependiendo de quién se presente cuando se restablezca el gobierno democrático.
"Aquí la mayoría de la gente perdona los errores de los otros", dijo Everitt. "La gente no juzga a los otros por su pasado. Se concentran en lo que ofrecen en el presente".
Para sus vecinos y visitantes habituales, Dawson tiene una poderosa cualidad redentora, un lugar donde todos tienen una segunda posibilidad, y gente de todo tipo, edades y profesiones se sienten protegidos y aceptados por los otros.
"En una ciudad, un tipo como yo sería considerado un vagabundo y la gente rica no sabría qué hacer conmigo", dijo Bill Donaldson, 41, que es aquí mejor conocido como ‘Bill el Cavernario', porque vive en una caverna al otro lado del río. "Aquí puede beber con cualquiera y le escucharán, y si no nos conocieras no sabrías quiénes son los ricos y quiénes los vagabundos. Nos vemos todos iguales".
La sensación de que están todos juntos en Dawson sorprendió a Wade Simon, propietario de uno de los restaurantes más importantes del pueblo, cuando fue detenido en 1997. Un policía montado entró al restaurante, el Klondike Kate's, y lo detuvo por rompimiento de la libertad condicional tras pasar un tiempo en la cárcel por agresión en Quebec hace 17 años.
El pueblo se unió en torno a Simon, y los vecinos escribieron docenas de cartas a la comisión local de libertad condicional defendiendo su causa. Fue liberado rápidamente y volvió a su restaurante. Su novia, que no conocía los detalles más oscuros de su vida anterior, se casó con él de todos modos.
Después de que Simon fuera liberado, recordó que "un montón de gente del pueblo me vino a ver y me contaron sus historias".
"También han hecho cosas", dijo. "Yo era el sacerdote en la cabina".
Ahora está contento de haber sido atrapado y puede vivir su vida sin mirar sobre sus hombros. "Aquí es donde terminó todo, y donde comenzó todo", dijo durante una entrevista en la ordenada terraza de su restaurante. "En este lugar me siento en casa".

1 de septiembre de 2005
17 de junio de 2005
©new york times
©traducción mQh


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