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lolita, 50 años después


[Charles McGrath] Todavía inquieta.
‘Lolita', de Vladimir Nabokov, esa inquietante historia sobre un amable émigré europeo de pelo plateado que seduce a una niña americana de 12, fue publicada este mes hace 50 años, y Vintage lo está celebrando con una edición de aniversario especial. ‘Lolita' es diferente a la mayoría de los libros polémicos que, con el tiempo, pierden su filo. Mientras que ‘Ulises' y ‘El amante de Lady Chatterley', digamos, ahora nos parecen familiares e inofensivas, casi pintorescas, la obra maestra de Nabokov es, si acaso, más inquietante todavía que antes.
Quizás los escrúpulos debieron haber sugerido esperar todavía algunos años antes de conmemorarlo, ya que el libro no se publicó en Estados Unidos sino en 1958. Nabokov lo terminó en diciembre de 1953, y de acuerdo la biografía de Brian Boyd, lo envió a cinco editoriales americanas: Viking; Simon & Schuster; New Directions; Farrar, Strauss; y Doubleday. Nadie quería tocarlo; tampoco el New Yorker, revista con la que Nabokov tenía un acuerdo de primera lectura. Katharine White, la redactora de la revista para Nabokov y amiga, le dijo que ‘Lolita' la había sentirse "completamente desdichada". Pascal Covici, su editor en Viking, dijo que cualquiera que la publicara correría el riesgo de ser multado o encarcelado.
Así que el aniversario que en realidad estamos celebrando es el de la edición de París, un libro de sobrecubiertas verdes que salió de las sucias prensas de Olympia Press, que se había hecho con un lucrativo nicho publicando libros que tenían problemas con la censura en otros lugares, incluyendo títulos de Henry Miller y Jean Genet. Ellos le dieron a la editorial un cierto cachet literario, aunque la mayoría de los títulos eran del tipo ‘Until She Screams' [Hasta Que Ella Grite] y ‘There's a Whip in My Valise' [Hay un Látigo en Mi Maleta].
Inicialmente Nabokov pensaba publicar ‘Lolita' con seudónimo, aunque dejaba una huella digital que lo decía todo: la mención de un personaje llamado Vivian Darkbloom, un anagrama de Vladirmir Nabokov. Pero James Laughlin, el editor de New Directions, dijo que el estilo del libro era tan característico que no engañaría a nadie, y cuando Maurice Girodias, el editor de Olympia, instó al autor a usar su propio nombre, Nabokov consintió.
Humbert Humbert, el narrador de ‘Lolita', decía que había escrito el manuscrito en 56 días y el libro se lee de esa manera -los torrentes impetuosos, urgentes, a veces líricos, de un hombre al que se le escapaba simultáneamente una confesión y una justificación. La tarea le tomó a Nabokov mucho más tiempo, y en 1950, "agobiado con dificultades técnicas y dudas", incluso empezó a quemar el manuscrito en un incinerador en el patio, de donde fue rescatado por su esposa Vera.
El "primer pequeño pálpito" de inspiración para ‘Lolita', escribió Nabokov más tarde, lo tuvo en París a fines de 1939 o principios de 1940, y escribió un cuento, nunca publicado, sobre un hombre que se casa con una mujer que está muriendo para poder acercarse a su joven hija, a la que trata de seducir en el cuarto de un hotel antes de arrojarse debajo de un tren.
La revolucionaria idea de convertir la historia de la tercera a la primera persona ocurrió a mediados de los años cuarenta, y le dio a la novela su rasgo más distintivo, la apasionada voz de Humbert: "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas, mi pecado, mi alma. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta".
Nabokov escribió gran parte del libro en circunstancias no muy diferentes a las que vivieron Humbert y Lolita durante su año de viajes más o menos al azar por todos los 48 estados continentales: durante las vacaciones de verano a principios de los años cincuenta, esto es, cuando él, Vera y su hijo Dmitri, se amontonaron en el viejo Oldsmobile de la familia y se dirigieron hacia el oeste para que Nabokov pudiera dedicarse a su otra gran pasión: coleccionar mariposas.
La familia alojaba, como Hum y Lo, en clubes de automovilistas y cabañas de turistas con paredes tan delgadas que podían oír la cisterna del retrete del vecino o las labores de las parejas en luna de miel. En las noches tranquilas Nabokov a menudo se retiraba al asiento de atrás del Olds, donde escribía ‘Lolita' en fichas. La novela, entre otras cosas, es una desvergonzada carta de amor a Estados Unidos, el país adoptivo de Nabokov, y como escribiría más tarde, un archivo de su agridulce aventura amorosa con la lengua americana. Mientras escribía el libro, leía revistas de cine, garabateaba los títulos de canciones de las máquinas de discos y se subía a buses para escuchar a hurtadillas fragmentos de conversaciones entre adolescentes.
‘Lolita', como otros muchos libros controvertidos, demostró que nada ayuda más a las ventas que un olorcillo de escándalo. La novela recibió un inesperado empujón cuando Graham Greene, escribiendo en el Sunday Times de Londres, lo mencionó como uno de los tres mejores libros de 1955, y John Gordon, el editor del Sunday Express, respondió con una diatriba, diciendo: "Sin duda alguna, es el libro más obsceno que he leído en mi vida".
Después de que el libro se publicara finalmente en Estados Unidos, por Walter Minton, un joven editor en G.P. Putnam's Sons, que aparentemente había oído de él a través de una amiga, una bailarina del Barrio Latino, lo pusiera entre los primeros de la lista de éxitos de venta, donde se quedó junto a ‘Doctor Zhivago', de Pasternak, durante seis meses. Las ventas de ‘Lolita' fueron espoloneadas sin ninguna duda por lectores jadeantes que se decepcionaron al descubrir que las partes picantes se confinaban principalmente a las primeras 140 páginas.
Pero ‘Lolita' es más que un libro verde; es un libro perturbador. Y nos incomoda más que nunca debido a que la pedofilia se ha escapado del tenebroso y poco visitado sótano de nuestra consciencia colectiva a la vanguardia de nuestra conciencia moral. Ahora sabemos que ocurre más a menudo de lo que imaginábamos, y con consecuencias mucho peores.
Y también conocemos ahora la dinámica que convierte incluso el sexo consentido en un crimen. Es verdad que es Lolita la que hace el primer avance, pero nadie en sus cabales podría escribir ahora, como hizo Robertson Davies cuando defendió ‘Lolita' en 1959, que el tema del libro "no es la perversión de una niña inocente por un adulto zorro, sino la explotación de un adulto débil por una niña perversa".
Nabokov no pretendió nunca que Humbert fuera otra cosa que un monstruo. Ante un entrevistador de Paris Review que sugirió que lo que pasó entre Humbert y Lolita no era muy diferente a, digamos, las relaciones entre magnates del cine de edad mediana y jóvenes aspirantes a estrellas, Nabokov respondió enfáticamente: "A Humbert le gustaban las ‘niñitas' -no simplemente las ‘niñas'. Las lolas son niñas, no aspirantes a estrellas ni ‘gatitas sexuales'".
Sin embargo, Humbert es también un monstruo brillante, conmovedor, a veces inclusive amoroso. Como escribió Lionel Trilling: "Humbert está perfectamente dispuesto a decir que es un monstruo; somos nosotros los estamos cada vez menos ansiosos a estar de acuerdo con él". Esa es parte de la estrategia de Humbert: quiere conmovernos.
Y al final es un monstruo moral. En la última gran escena de la novela, recuerda haber mirado desde la cima de una montaña y escuchado el ruido de los niños jugando abajo. Se da cuenta de que "lo terrible no era la ausencia de Lolita, sino la ausencia de su voz". Su gran crimen, comprende ahora, no es tanto haber pervertido a Lolita como haberla privado de su infancia, su lugar en esa plácida concordia.
Tenemos que recordar, sin embargo, que le tomó toda la novela llegar a ese punto, y en otro lugar, especialmente en el animado principio, con su cariñosa y precisa evocación de la encantadora Lo, su olor, su pelo castaño, su suave espalda y sus hombros como la miel, su cicatriz de la vacuna en forma de ocho... Humbert nos tiene en su poder.
Peor, nos lleva con él. Puede no ser enteramente verdad, como dijo Trilling, que "hemos llegado prácticamente a condonar la violación", pero seguimos leyendo, como hechizados. ‘Lolita' es un estudio de muchas seducciones, y entre ellas la del arte, que es la que no tiene nada de moral.

24 de septiembre de 2005
©new york times
©traducción mQh

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