candidato enmascarado de gira
[James C. McKinley Jr.] Es la campaña política más estrambótica de México en los últimos años.
San Cristóbal de las Casas, México. El candidato es un líder rebelde marxista que una vez empezó una guerra civil, lleva un pasamontañas, fuma pipa, tiene como mascota a un gallo tullido y no se presenta a la candidatura de ningún cargo.
Sin embargo, el inicio de un tour nacional de seis meses dirigido por un hombre conocido como el Subcomandante Marcos tiene todas las características de una campaña corriente y moliente para un cargo público: lemas, himnos, canciones, mítines grandes y pequeños, una caravana de campaña que visita en ciudades y pueblos, provoca a otros políticos, ofrece divertidas presentaciones para los niños y abrazos para líderes comunitarios locales, apretones de mano con admiradores rodeado de guardaespaldas y da ocasionalmente un obligado beso, o al menos un achuchón, a uno o dos bebés.
Marcos, un persuasivo orador que ahora se llama a sí mismo el Delegado Zero, tiene inclusive una especie de discurso, en el que acusa al "capitalismo salvaje" y a los pecados de los ricos de prácticamente todo, desde las golpizas a los homosexuales hasta el racismo y la violencia doméstica.
Tiene planeado leerlo en todo el país como adelanto de las elecciones presidenciales de julio, tratando de convencer a los votantes de que no hay verdaderas diferencias entre los tres candidatos de los principales partidos, porque todos ellos sirven los intereses de los líderes empresariales de la oligarquía.
"En los próximos días vamos a oír toneladas de promesas, de mentiras, tratando de darnos esperanzas, sí, de que las cosas van a marchar mejor si cambiamos un gobierno por otro", dijo el martes ante una multitud de 4 mil partidarios enmascarados en la plaza mayor de Palenque, un sitio arqueológico maya. "Una y otra vez, todos los años, cada tres años, cada seis, nos convencen de esa mentira".
La multitud de partidarios enmascarados, muchos de ellos campesinos que llegaron en autobús esa mañana, llevaban carteles con lemas como "Muerte al Tratado de Libre Comercio" y "Muerte a la Globalización Neoliberal". Una bandera roja con la hoz y el martillo flotaba sobre la gente. Cerca, alguien había colgado enormes retratos de Marx, Engels, Lenin y Stalin.
"Esto sólo cambiará desde abajo y desde la izquierda", prosiguió Marcos, deteniéndose en un tema recurrente. Luego prometió un mundo mejor y más igualitario, "donde se nos respete por nuestro trabajo, donde valgamos como seres humanos, y no por nuestras cuentas bancarias o, digamos, por nuestros coches, el tipo de vehículo que conducimos o la ropa que llevamos, un mundo donde los trabajadores ocupen el lugar que merecen".
Marcos lanzó lo que llama "la otra campaña" el día de Noche Vieja, sorprendiendo al país al llegar a San Cristóbal de las Casas, la ciudad montañesa que ocupó con las armas en una rebelión hace 12 años, en una moto en lugar de un caballo, su transporte habitual. La fantástica máquina estaba equipada con una caja especial para su gallo, llamado el Pingüino, porque tiene los pies deformes y cojea.
El líder del movimiento zapatista ha prometido un movimiento no violento y el presidente Fox ha garantizado su seguridad para su visita de los 31 estados de México. Sin embargo, la primera semana se ha quedado en el familiar territorio de Chiapas, donde su movimiento rebelde que empezó hace tanto tiempo dejó de ser una amenaza militar y se ha convertido en una fuente de inspiración para los idealistas de izquierda de todo el mundo.
Por razones de seguridad Marcos guarda el secreto de sus escondites nocturnos y llega a las citas con un escudo humano de partidarios, la mayoría de ellos enmascarados, entre ellos mujeres y niños.
En enero de 1994 Marcos dirigió un ejército de campesinos indios de las montaña y ocupó la parte este del estado de Chiapas, protestando por el abandono en que tenía el gobierno a las comunidades indígenas. El gobierno respondió con una inmensa ofensiva al año siguiente, empujando a los rebeldes de vuelta a la selva lacandona, que cubre la mayor parte del este de Chiapas. Las autoridades dicen que Marcos en realidad es un profesor universitario blanco, que proviene de una familia de clase media, y que su nombre es Rafael Sebastián Guillén Vicente.
Desde que se derrotara en las elecciones de 2000 al viejo y corrupto régimen de partido único, el apoyo a Marcos y al Ejército Zapatista de Liberación ha disminuido algo. El gobierno de Fox ha destinado más dinero a escuelas y proyectos para la erradicación de la pobreza, al mismo tiempo que mantiene una fuerte presencia militar en la zona.
Entretanto, el Congreso ha rechazado algunos de los acuerdos con los rebeldes que habrían dado mayor autonomía a las comunidades indias.
Ahora Marcos parece estar tratando de volver a ocupar el centro de la atención nacional con una campaña no violenta destinada no a ocupar un cargo sino a construir un amplio movimiento de izquierdas para presionar desde fuera a los políticos.
Su emergencia de la selva se produce en momentos en que líderes de izquierda e indígenas están volviendo al poder en muchas partes en América Latina, como recientemente en Bolivia con la elección de Evo Morales.
El miércoles Marcos volvió a esta ciudad colonial y visitó un barrio pobre de las afueras, donde se dirigió a unos cientos de personas, la mayoría de origen maya, bajo una lluvia torrencial, acusando al candidato del Partido Revolucionario Institucional de ser un ladrón y diciendo que el partido había crecido con "la sangre de los indios". Ese noche se dejó ver en un festival en la plaza mayor.
Unas 5 mil personas, muchos de ellos turistas y partidarios zapatistas expatriados, escucharon música folclórica durante horas antes de que hablara Marcos. Esta vez usó la historia de su tullido gallo como parábola de los marginados con los que espera construir una coalición: indígenas, mujeres, sindicalistas, jóvenes y desempleados, homosexuales, obreros y pequeños campesinos. Su objetivo, dice, es "transformar la sociedad", no "desde arriba sino desde abajo".
Un hábil humorista, Marcos provocó las carcajadas de la multitud cuando describió los intentos de su gallo de encontrar amor en el corral, lo que siempre terminaba en que el Pingüino se caía antes de poder aparearse.
Esa anéctoda la contó para convencer a la gente de que aceptaran otros tipos amor entre parejas del mismo sexo. Cuando alguien desde atrás de la multitud gritó algo que Marcos no pudo oír, Marcos trató el asunto como un comediante con experiencia.
"Esta bien", dijo. "Esta parte ha sido calificada con tres equis. Es mejor que no la oigan".
Pedro Cruz, un obrero de la construcción de 49 años, es típico de los votantes mexicanos que han sido atraídos hasta aquí por sus discursos. Como mucha gente de la clase trabajadora, Cruz está desencantado de la política y dice que incluso su izquierdista Partido de la Revolución Democrática será corrompido por los grandes intereses empresariales si su candidato, Andrés Manuel López Obrador, es elegido. Dice que no piensa votar.
"Creo que Marcos va a tener una gran influencia", dijo. "El hecho es que nos da esperanzas de que puede haber alguna ayuda para los pobres".
Sin embargo, el inicio de un tour nacional de seis meses dirigido por un hombre conocido como el Subcomandante Marcos tiene todas las características de una campaña corriente y moliente para un cargo público: lemas, himnos, canciones, mítines grandes y pequeños, una caravana de campaña que visita en ciudades y pueblos, provoca a otros políticos, ofrece divertidas presentaciones para los niños y abrazos para líderes comunitarios locales, apretones de mano con admiradores rodeado de guardaespaldas y da ocasionalmente un obligado beso, o al menos un achuchón, a uno o dos bebés.
Marcos, un persuasivo orador que ahora se llama a sí mismo el Delegado Zero, tiene inclusive una especie de discurso, en el que acusa al "capitalismo salvaje" y a los pecados de los ricos de prácticamente todo, desde las golpizas a los homosexuales hasta el racismo y la violencia doméstica.
Tiene planeado leerlo en todo el país como adelanto de las elecciones presidenciales de julio, tratando de convencer a los votantes de que no hay verdaderas diferencias entre los tres candidatos de los principales partidos, porque todos ellos sirven los intereses de los líderes empresariales de la oligarquía.
"En los próximos días vamos a oír toneladas de promesas, de mentiras, tratando de darnos esperanzas, sí, de que las cosas van a marchar mejor si cambiamos un gobierno por otro", dijo el martes ante una multitud de 4 mil partidarios enmascarados en la plaza mayor de Palenque, un sitio arqueológico maya. "Una y otra vez, todos los años, cada tres años, cada seis, nos convencen de esa mentira".
La multitud de partidarios enmascarados, muchos de ellos campesinos que llegaron en autobús esa mañana, llevaban carteles con lemas como "Muerte al Tratado de Libre Comercio" y "Muerte a la Globalización Neoliberal". Una bandera roja con la hoz y el martillo flotaba sobre la gente. Cerca, alguien había colgado enormes retratos de Marx, Engels, Lenin y Stalin.
"Esto sólo cambiará desde abajo y desde la izquierda", prosiguió Marcos, deteniéndose en un tema recurrente. Luego prometió un mundo mejor y más igualitario, "donde se nos respete por nuestro trabajo, donde valgamos como seres humanos, y no por nuestras cuentas bancarias o, digamos, por nuestros coches, el tipo de vehículo que conducimos o la ropa que llevamos, un mundo donde los trabajadores ocupen el lugar que merecen".
Marcos lanzó lo que llama "la otra campaña" el día de Noche Vieja, sorprendiendo al país al llegar a San Cristóbal de las Casas, la ciudad montañesa que ocupó con las armas en una rebelión hace 12 años, en una moto en lugar de un caballo, su transporte habitual. La fantástica máquina estaba equipada con una caja especial para su gallo, llamado el Pingüino, porque tiene los pies deformes y cojea.
El líder del movimiento zapatista ha prometido un movimiento no violento y el presidente Fox ha garantizado su seguridad para su visita de los 31 estados de México. Sin embargo, la primera semana se ha quedado en el familiar territorio de Chiapas, donde su movimiento rebelde que empezó hace tanto tiempo dejó de ser una amenaza militar y se ha convertido en una fuente de inspiración para los idealistas de izquierda de todo el mundo.
Por razones de seguridad Marcos guarda el secreto de sus escondites nocturnos y llega a las citas con un escudo humano de partidarios, la mayoría de ellos enmascarados, entre ellos mujeres y niños.
En enero de 1994 Marcos dirigió un ejército de campesinos indios de las montaña y ocupó la parte este del estado de Chiapas, protestando por el abandono en que tenía el gobierno a las comunidades indígenas. El gobierno respondió con una inmensa ofensiva al año siguiente, empujando a los rebeldes de vuelta a la selva lacandona, que cubre la mayor parte del este de Chiapas. Las autoridades dicen que Marcos en realidad es un profesor universitario blanco, que proviene de una familia de clase media, y que su nombre es Rafael Sebastián Guillén Vicente.
Desde que se derrotara en las elecciones de 2000 al viejo y corrupto régimen de partido único, el apoyo a Marcos y al Ejército Zapatista de Liberación ha disminuido algo. El gobierno de Fox ha destinado más dinero a escuelas y proyectos para la erradicación de la pobreza, al mismo tiempo que mantiene una fuerte presencia militar en la zona.
Entretanto, el Congreso ha rechazado algunos de los acuerdos con los rebeldes que habrían dado mayor autonomía a las comunidades indias.
Ahora Marcos parece estar tratando de volver a ocupar el centro de la atención nacional con una campaña no violenta destinada no a ocupar un cargo sino a construir un amplio movimiento de izquierdas para presionar desde fuera a los políticos.
Su emergencia de la selva se produce en momentos en que líderes de izquierda e indígenas están volviendo al poder en muchas partes en América Latina, como recientemente en Bolivia con la elección de Evo Morales.
El miércoles Marcos volvió a esta ciudad colonial y visitó un barrio pobre de las afueras, donde se dirigió a unos cientos de personas, la mayoría de origen maya, bajo una lluvia torrencial, acusando al candidato del Partido Revolucionario Institucional de ser un ladrón y diciendo que el partido había crecido con "la sangre de los indios". Ese noche se dejó ver en un festival en la plaza mayor.
Unas 5 mil personas, muchos de ellos turistas y partidarios zapatistas expatriados, escucharon música folclórica durante horas antes de que hablara Marcos. Esta vez usó la historia de su tullido gallo como parábola de los marginados con los que espera construir una coalición: indígenas, mujeres, sindicalistas, jóvenes y desempleados, homosexuales, obreros y pequeños campesinos. Su objetivo, dice, es "transformar la sociedad", no "desde arriba sino desde abajo".
Un hábil humorista, Marcos provocó las carcajadas de la multitud cuando describió los intentos de su gallo de encontrar amor en el corral, lo que siempre terminaba en que el Pingüino se caía antes de poder aparearse.
Esa anéctoda la contó para convencer a la gente de que aceptaran otros tipos amor entre parejas del mismo sexo. Cuando alguien desde atrás de la multitud gritó algo que Marcos no pudo oír, Marcos trató el asunto como un comediante con experiencia.
"Esta bien", dijo. "Esta parte ha sido calificada con tres equis. Es mejor que no la oigan".
Pedro Cruz, un obrero de la construcción de 49 años, es típico de los votantes mexicanos que han sido atraídos hasta aquí por sus discursos. Como mucha gente de la clase trabajadora, Cruz está desencantado de la política y dice que incluso su izquierdista Partido de la Revolución Democrática será corrompido por los grandes intereses empresariales si su candidato, Andrés Manuel López Obrador, es elegido. Dice que no piensa votar.
"Creo que Marcos va a tener una gran influencia", dijo. "El hecho es que nos da esperanzas de que puede haber alguna ayuda para los pobres".
6 de enero de 2006
©new york times
©traducción mQh
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