nudo boliviano en torno a la coca
[Juan Forero] No a la cocaína, pero sí a la coca.
Villa Tunari, Bolivia. Hace apenas unas semanas, tropas del ejército boliviano allanaron la granja de Seberino Marquina y, una por una, arrancaron todas sus plantas de coca.
"El comandante les dijo: ‘Corten esto’, y lo hicieron", dijo Marquina, 54, blandiendo su machete en su pequeño terreno en el Chapare, una región de cultivo de coca del tamaño de Nueva Jersey en el centro de Bolivia.
Pero después de la investidura del presidente Evo Morales el 22 de enero, conscriptos del ejército asignados a erradicar las hojas de coca aquí como parte de una guerra contra las drogas financiada por Estados Unidos, pasaban sus días ociosos en bases aisladas junto a las carreteras, tratando de mantenerse frescos bajo el ardiente sol. "Estamos esperando órdenes del presidente", dijo el capitán César Cautín, comandante de un grupo de sesenta soldados.
Marquina también está esperando, y esperando que el nuevo presidente le deje aumentar su floreciente cosecha de plantas de coca al otro lado del estero que cruza su granja de 10 hectáreas.
Pero si es o no probable, no está claro.
Morales, 46, un indio aimara que creció en la pobreza en el altiplano y se convirtió en cocalero en esta verde región selvática, todavía no proporciona demasiados detalles sobre las medidas que tomará en torno a la coca, excepto que ha dicho que su gobierno "despenalizará" el cultivo de coca y que mostrará tolerancia cero para el tráfico de cocaína, "sí a la coca, no a la cocaína".
Se ha opuesto durante largo tiempo a los intentos de erradicación estadounidenses y ha defendido a la hoja de coca, que sin un complejo proceso no tiene efectos que alteren la conciencia y es masticada aquí para mitigar el hambre y aumentar la resistencia. Ha jurado presionar a gobiernos extranjeros para que abran sus mercados a muchos de los productos legales que se hacen a base de hojas de coca, como jabón, champú, pasta de dientes y harina. También quiere abrir el mercado para el té de coca, que es legal y popular en los Andes. Desde 1961, Naciones Unidas ha prohibido toda forma de coca, que tiene un suave efecto estimulante.
Morales también dijo que 23 mil campesinos del Chapare podrán continuar cultivando coca en un tercio de acre de su tierra, como lo permite una acuerdo de 2004 con Carlos Mesa, entonces presidente, y que no ha sido nunca reconocido por Washington. Está esperando los resultados de un estudio financiado por la Unión Europea para determinar precisamente cuánta coca necesitan los bolivianos para sus usos tradicionales y legales, antes de decidir si autorizar o no un aumento en la producción de coca.
Sin embargo, para mantener buenas relaciones internacionales y atraer a inversionistas, Morales también debe encontrar un modo de garantizar a gobiernos e inversores extranjeros que Bolivia controlará el tráfico -especialmente a vecinos como Brasil, que, después de Estados Unidos, es el segundo consumidor de cocaína del mundo, y como Estados Unidos, que gasta hasta mil millones de dólares al año en la lucha contra la cocaína en Los Andes. De partida, Morales nombró a Felipe Cáceres, un ex alcalde en el Chapare y pequeño cocalero, en el nuevo cargo de vice-ministro de la coca, para, esencialmente, supervisar la lucha contra el tráfico de coca, un nombramiento que fue apoyado por Washington.
El gobierno estadounidense, que durante varias administraciones ha sostenido que sólo una erradicación agresiva y la prohibición controlarán el tráfico, se burla de la posición de Morales de "sí a la coca, no a la cocaína".
"Es difícil considerar la idea de que va a perseguir a los traficantes, pero dejar que crezca la coca, como algo operacional", dice un ayudante de alto rango del Congreso en Washington que colabora en la redacción de medidas anti-drogas, que habló a condición de conservar el anonimato debido a que no está autorizado a hacer declaraciones. "Es un enfoque ingenuo, un castillo en el aire, pensar que puedes dejar cultivar flores, pero prohibir los ramos".
Los políticos estadounidenses temen que los progresos logrados contra la coca en Colombia -donde se ha reducido considerablemente su cultivo- puedan ser neutralizados por un estallido del cultivo en Bolivia, y el acompañante aumento del contrabando. Ahora se estima que hay 26 mil hectáreas de coca en Bolivia, casi la mitad de esta producida para usos tradicionales.
"La pregunta de 64 mil dólares con Morales es: ¿Se trasladarán los problemas hacia el sur, hacia Bolivia, y tendremos que empezar de cero?", se pregunta el ayudante.
Y funcionarios estadounidenses se muestran profundamente preocupados por el hecho de que una parte central de su cara campaña andina -de erradicación- ha sido suspendida en Bolivia.
El embajador estadounidense, David N. Greenlee, aunque está implementando una política de no criticar abiertamente al gobierno, lamentó la situación. "No hay erradicación, y en este momento, eso me preocupa", dijo hace poco antes de una reunión con el nuevo ministro de asuntos exteriores, David Choquehuanca, que ha llamado a la coca "una hoja sagrada".
Bolivia, a la que muchos en Washington ven como símbolo de éxito en la guerra contra las drogas, era un país paria hace apenas 15 años, con 50 mil hectáreas de coca bajo cultivo. En 1988 el país criminalizó la coca y empezó el programa de erradicación estadounidense. La producción bajó a 20 mil hectáreas en 2000. Bolivia pasó de ser el segundo productor de coca, enviando gran parte de su cocaína a Estados Unidos, a un distante tercer lugar después de Colombia y Perú, con la mayoría de su producción de droga enviada a Brasil.
La erradicación de un cultivo tan lucrativo, sin embargo, tuvo serias repercusiones sociales y políticas en un país desesperadamente pobre donde la coca y la cocaína se habían convertido en las principales industrias. Con pérdidas de varios cientos de millones de dólares, los campesinos del Chapare, a menudo dirigidos por Morales, protestaron, bloquearon las carreteras y lucharon contra las fuerzas de seguridad, a veces con fatales consecuencias.
El descontento debilitó de tal manera al estado central que dos presidentes fueron obligados a renunciar en un período de 20 meses, que terminó en junio de 2005. Los estadounidenses respondieron a la creciente popularidad de Morales tratando de marginarlo de la política y calificándolo de aliado de los traficantes, aunque presentaron pocas pruebas. Esos intentos sólo aumentaron su popularidad entre los bolivianos, y ganó las elecciones con más del 52 por ciento de los votos, la victoria electoral más grande desde que Bolivia emergiera de una dictadura en 1982.
Ahora, en deferencia a Morales, un presidente que tiene una tasa de aprobación del 74 por ciento, algunos endurecidos guerreros antidroga bolivianos están diciendo que hay que darle una oportunidad. "En sus discursos Evo Morales maneja algunas variables que son muy interesantes", dijo el general Luis Caballero, que hasta el mes pasado dirigió una brigada especial de la policía boliviana anti-narcóticos de 1500 hombres. "Creo que puede dar resultados, si hay una estrategia coherente".
Y algunos especialistas antidroga están llamando a gobiernos e inversores extranjeros a considerar el plan de Morales, incluso si es una batalla cuesta arriba que choca contra los sentimientos antidroga de Occidente.
"Si hay algo que la comunidad internacional debería hacer, aunque fuese sólo por respeto hacia el que ganó las elecciones, es tomar en serio sus argumentos de que los productos de la coca tengan un hueco en el mercado internacional", dijo Ethan Nadelmann, presidente de la Drug Policy Alliance, un grupo consultor independiente que dice que la guerra contra las drogas ha sido contraproducente.
En una reciente feria cocalera en La Paz, dos docenas de pequeñas compañías bolivianas y peruanas exhibieron productos a base de coca que dijeron que esperaban que fueran aceptadas algún día en el mundo. Además del jabón, el champú y la pasta de dientes, había pócimas digestivas presentadas como suplementos de calcio y hierro, o, alternativamente, como curas contra la calvicie o como un suplemento dietético. Y había una harina ligeramente verde, para hacer pan.
"Uno de nuestros productos más importantes es la granola, fortificada con coca", dijo Marco Alarcón, de elegante chaleco y corbata, sobre su firma de cuatro años, Caravani. "Ahora mismo en Bolivia vendemos de todo, pero esperamos poder vender en China".
Unos puestos más allá, Angélica Quisberth, 25, vendía galletas y pan hechos con coca. "Lo que queremos mostrar es que la hoja de coca no sólo sirve para la cocaína", dijo, "sino que puedes hacer con ella un montón de cosas y generar empleo".
En contraste con el Chapare, el epicentro de las campañas de erradicación en Bolivia, en la vasta región de Yungas la coca se cultiva legalmente, y los campesinos plantan en terrazas milenarias en las laderas de los Andes y venden sus cosechas en mercados supervisados por el gobierno en La Paz, justo al sur de la ciudad. En un viaje reciente a través de Yungas, donde se cultiva tres cuartos de la coca boliviana, era común ver a los campesinos cultivando en grupos, con camisas de manga larga para protegerse del sol.
Sacando las pequeñas y brillantes hojas de una rama, Pascuale Quispe, 53, dueño de un campo de 3 hectáreas, explicó que ella y otros campesinos veían la coca casi en términos espirituales. "La coca es nuestro pan de todos los días, la que nos da trabajo, la que nos da nuestra subsistencia", dijo. "En otros países dicen que la coca es droga, pero nosotros no usamos drogas. Son los gringos los que usan drogas".
Pero con tanta coca que se produce en Yungas, las autoridades dicen que creen que gran parte de ella termina como cocaína. En un estrecho paso en la montaña, a la sombra de escarpados picos, el teniente coronel Julio Cruz y su unidad de policía detienen a los vehículos en dirección a Yungas, revisando los sacos de 23 kilos de hojas de coca y asegurándose de que lleguen al mercado legal. Algunos días 500 vehículos pasan por el puesto de control aquí, transportando más de 70 mil kilos de hoja de coca, dijo el coronel Cruz.
Pero después de este puesto de control, dice la policía, no hay modo de saber cuánto de la coca es desviada para propósitos ilegales. "La hoja sale legalmente", dijo el coronel Cruz. "Pero una vez fuera, se va a los laboratorios de cocaína. Y nosotros no podemos escoltar cada camión hasta el mercado".
Pacífico Olivares, 49, líder regional de los cocaleros, dijo que los campesinos saben que la coca se destina a la cocaína, pero agregó que no deberían ser considerados responsables. "¿Qué culpa tenemos si no hacemos cocaína?", dijo. "Deberían perseguir a la gente que fabrica cocaína".
"El comandante les dijo: ‘Corten esto’, y lo hicieron", dijo Marquina, 54, blandiendo su machete en su pequeño terreno en el Chapare, una región de cultivo de coca del tamaño de Nueva Jersey en el centro de Bolivia.
Pero después de la investidura del presidente Evo Morales el 22 de enero, conscriptos del ejército asignados a erradicar las hojas de coca aquí como parte de una guerra contra las drogas financiada por Estados Unidos, pasaban sus días ociosos en bases aisladas junto a las carreteras, tratando de mantenerse frescos bajo el ardiente sol. "Estamos esperando órdenes del presidente", dijo el capitán César Cautín, comandante de un grupo de sesenta soldados.
Marquina también está esperando, y esperando que el nuevo presidente le deje aumentar su floreciente cosecha de plantas de coca al otro lado del estero que cruza su granja de 10 hectáreas.
Pero si es o no probable, no está claro.
Morales, 46, un indio aimara que creció en la pobreza en el altiplano y se convirtió en cocalero en esta verde región selvática, todavía no proporciona demasiados detalles sobre las medidas que tomará en torno a la coca, excepto que ha dicho que su gobierno "despenalizará" el cultivo de coca y que mostrará tolerancia cero para el tráfico de cocaína, "sí a la coca, no a la cocaína".
Se ha opuesto durante largo tiempo a los intentos de erradicación estadounidenses y ha defendido a la hoja de coca, que sin un complejo proceso no tiene efectos que alteren la conciencia y es masticada aquí para mitigar el hambre y aumentar la resistencia. Ha jurado presionar a gobiernos extranjeros para que abran sus mercados a muchos de los productos legales que se hacen a base de hojas de coca, como jabón, champú, pasta de dientes y harina. También quiere abrir el mercado para el té de coca, que es legal y popular en los Andes. Desde 1961, Naciones Unidas ha prohibido toda forma de coca, que tiene un suave efecto estimulante.
Morales también dijo que 23 mil campesinos del Chapare podrán continuar cultivando coca en un tercio de acre de su tierra, como lo permite una acuerdo de 2004 con Carlos Mesa, entonces presidente, y que no ha sido nunca reconocido por Washington. Está esperando los resultados de un estudio financiado por la Unión Europea para determinar precisamente cuánta coca necesitan los bolivianos para sus usos tradicionales y legales, antes de decidir si autorizar o no un aumento en la producción de coca.
Sin embargo, para mantener buenas relaciones internacionales y atraer a inversionistas, Morales también debe encontrar un modo de garantizar a gobiernos e inversores extranjeros que Bolivia controlará el tráfico -especialmente a vecinos como Brasil, que, después de Estados Unidos, es el segundo consumidor de cocaína del mundo, y como Estados Unidos, que gasta hasta mil millones de dólares al año en la lucha contra la cocaína en Los Andes. De partida, Morales nombró a Felipe Cáceres, un ex alcalde en el Chapare y pequeño cocalero, en el nuevo cargo de vice-ministro de la coca, para, esencialmente, supervisar la lucha contra el tráfico de coca, un nombramiento que fue apoyado por Washington.
El gobierno estadounidense, que durante varias administraciones ha sostenido que sólo una erradicación agresiva y la prohibición controlarán el tráfico, se burla de la posición de Morales de "sí a la coca, no a la cocaína".
"Es difícil considerar la idea de que va a perseguir a los traficantes, pero dejar que crezca la coca, como algo operacional", dice un ayudante de alto rango del Congreso en Washington que colabora en la redacción de medidas anti-drogas, que habló a condición de conservar el anonimato debido a que no está autorizado a hacer declaraciones. "Es un enfoque ingenuo, un castillo en el aire, pensar que puedes dejar cultivar flores, pero prohibir los ramos".
Los políticos estadounidenses temen que los progresos logrados contra la coca en Colombia -donde se ha reducido considerablemente su cultivo- puedan ser neutralizados por un estallido del cultivo en Bolivia, y el acompañante aumento del contrabando. Ahora se estima que hay 26 mil hectáreas de coca en Bolivia, casi la mitad de esta producida para usos tradicionales.
"La pregunta de 64 mil dólares con Morales es: ¿Se trasladarán los problemas hacia el sur, hacia Bolivia, y tendremos que empezar de cero?", se pregunta el ayudante.
Y funcionarios estadounidenses se muestran profundamente preocupados por el hecho de que una parte central de su cara campaña andina -de erradicación- ha sido suspendida en Bolivia.
El embajador estadounidense, David N. Greenlee, aunque está implementando una política de no criticar abiertamente al gobierno, lamentó la situación. "No hay erradicación, y en este momento, eso me preocupa", dijo hace poco antes de una reunión con el nuevo ministro de asuntos exteriores, David Choquehuanca, que ha llamado a la coca "una hoja sagrada".
Bolivia, a la que muchos en Washington ven como símbolo de éxito en la guerra contra las drogas, era un país paria hace apenas 15 años, con 50 mil hectáreas de coca bajo cultivo. En 1988 el país criminalizó la coca y empezó el programa de erradicación estadounidense. La producción bajó a 20 mil hectáreas en 2000. Bolivia pasó de ser el segundo productor de coca, enviando gran parte de su cocaína a Estados Unidos, a un distante tercer lugar después de Colombia y Perú, con la mayoría de su producción de droga enviada a Brasil.
La erradicación de un cultivo tan lucrativo, sin embargo, tuvo serias repercusiones sociales y políticas en un país desesperadamente pobre donde la coca y la cocaína se habían convertido en las principales industrias. Con pérdidas de varios cientos de millones de dólares, los campesinos del Chapare, a menudo dirigidos por Morales, protestaron, bloquearon las carreteras y lucharon contra las fuerzas de seguridad, a veces con fatales consecuencias.
El descontento debilitó de tal manera al estado central que dos presidentes fueron obligados a renunciar en un período de 20 meses, que terminó en junio de 2005. Los estadounidenses respondieron a la creciente popularidad de Morales tratando de marginarlo de la política y calificándolo de aliado de los traficantes, aunque presentaron pocas pruebas. Esos intentos sólo aumentaron su popularidad entre los bolivianos, y ganó las elecciones con más del 52 por ciento de los votos, la victoria electoral más grande desde que Bolivia emergiera de una dictadura en 1982.
Ahora, en deferencia a Morales, un presidente que tiene una tasa de aprobación del 74 por ciento, algunos endurecidos guerreros antidroga bolivianos están diciendo que hay que darle una oportunidad. "En sus discursos Evo Morales maneja algunas variables que son muy interesantes", dijo el general Luis Caballero, que hasta el mes pasado dirigió una brigada especial de la policía boliviana anti-narcóticos de 1500 hombres. "Creo que puede dar resultados, si hay una estrategia coherente".
Y algunos especialistas antidroga están llamando a gobiernos e inversores extranjeros a considerar el plan de Morales, incluso si es una batalla cuesta arriba que choca contra los sentimientos antidroga de Occidente.
"Si hay algo que la comunidad internacional debería hacer, aunque fuese sólo por respeto hacia el que ganó las elecciones, es tomar en serio sus argumentos de que los productos de la coca tengan un hueco en el mercado internacional", dijo Ethan Nadelmann, presidente de la Drug Policy Alliance, un grupo consultor independiente que dice que la guerra contra las drogas ha sido contraproducente.
En una reciente feria cocalera en La Paz, dos docenas de pequeñas compañías bolivianas y peruanas exhibieron productos a base de coca que dijeron que esperaban que fueran aceptadas algún día en el mundo. Además del jabón, el champú y la pasta de dientes, había pócimas digestivas presentadas como suplementos de calcio y hierro, o, alternativamente, como curas contra la calvicie o como un suplemento dietético. Y había una harina ligeramente verde, para hacer pan.
"Uno de nuestros productos más importantes es la granola, fortificada con coca", dijo Marco Alarcón, de elegante chaleco y corbata, sobre su firma de cuatro años, Caravani. "Ahora mismo en Bolivia vendemos de todo, pero esperamos poder vender en China".
Unos puestos más allá, Angélica Quisberth, 25, vendía galletas y pan hechos con coca. "Lo que queremos mostrar es que la hoja de coca no sólo sirve para la cocaína", dijo, "sino que puedes hacer con ella un montón de cosas y generar empleo".
En contraste con el Chapare, el epicentro de las campañas de erradicación en Bolivia, en la vasta región de Yungas la coca se cultiva legalmente, y los campesinos plantan en terrazas milenarias en las laderas de los Andes y venden sus cosechas en mercados supervisados por el gobierno en La Paz, justo al sur de la ciudad. En un viaje reciente a través de Yungas, donde se cultiva tres cuartos de la coca boliviana, era común ver a los campesinos cultivando en grupos, con camisas de manga larga para protegerse del sol.
Sacando las pequeñas y brillantes hojas de una rama, Pascuale Quispe, 53, dueño de un campo de 3 hectáreas, explicó que ella y otros campesinos veían la coca casi en términos espirituales. "La coca es nuestro pan de todos los días, la que nos da trabajo, la que nos da nuestra subsistencia", dijo. "En otros países dicen que la coca es droga, pero nosotros no usamos drogas. Son los gringos los que usan drogas".
Pero con tanta coca que se produce en Yungas, las autoridades dicen que creen que gran parte de ella termina como cocaína. En un estrecho paso en la montaña, a la sombra de escarpados picos, el teniente coronel Julio Cruz y su unidad de policía detienen a los vehículos en dirección a Yungas, revisando los sacos de 23 kilos de hojas de coca y asegurándose de que lleguen al mercado legal. Algunos días 500 vehículos pasan por el puesto de control aquí, transportando más de 70 mil kilos de hoja de coca, dijo el coronel Cruz.
Pero después de este puesto de control, dice la policía, no hay modo de saber cuánto de la coca es desviada para propósitos ilegales. "La hoja sale legalmente", dijo el coronel Cruz. "Pero una vez fuera, se va a los laboratorios de cocaína. Y nosotros no podemos escoltar cada camión hasta el mercado".
Pacífico Olivares, 49, líder regional de los cocaleros, dijo que los campesinos saben que la coca se destina a la cocaína, pero agregó que no deberían ser considerados responsables. "¿Qué culpa tenemos si no hacemos cocaína?", dijo. "Deberían perseguir a la gente que fabrica cocaína".
12 de febrero de 2006
©new york times
©traducción mQh
1 comentario
Ricardo -