diálogo de exiliados con ruiz
La escena bien pudo ser parte de ‘Diálogo de exiliados', la película que Raúl Ruiz filmó en 1974, a pocos meses de su arribo a París. Pero aunque tiene mucho que ver con el filme, no es de ahí, más bien es real -o al menos así la recuerda Ruiz- y ocurrió en la única sala parisina donde la película fue exhibida comercialmente. En medio de la función, un comando de exiliados chilenos asaltó el cine dispuesto a secuestrar la cinta. Pero hubo un imponderable. La proyección funcionaba sin operador, y ante la imposibilidad de sacar la cinta de la máquina proyectora, el grupo emprendió la retirada, no sin antes cerciorarse de que ese día, como los otros pocos en que se mostró esa película, muy poca gente había acudido a la sala.
Al teléfono desde su departamento en Santiago, Ruiz relata esta historia y refuta otra que cuenta Percy Matas, productor y actor de la cinta que acaba de ser publicada en DVD: una vez estrenada, en una reunión política el director habría sido condenado a muerte, por lo que una buena parte de la comunidad de exiliados consideró una flagrante traición a la causa de la izquierda chilena.
Habían transcurrido unos meses desde el golpe de estado y la capital francesa era refugio para decenas de chilenos que llegaban con lo puesto, sin un lugar definido donde dormir ni trabajar y muy pocos hablando el idioma local. Ruiz era parte del grupo. La idea de su partido, el Socialista -que había comprometido fondos a través de la distribución de la película en países de la órbita soviética-, era retratar esa realidad y, de paso, denunciar lo que estaba ocurriendo en Chile,. Pero Ruiz tenía otra idea. Mostrar esa realidad, pero sin consignas ni maquillajes épicos: un fresco de los exiliados chilenos recién llegados a París, a través de una película de ficción que tiene mucho de documental.
Lo que resultó fue un descarnado retrato en el que exiliados se trenzan a golpes entre ellos, organizan asambleas por las cosas más insignificantes y pedestres, se apropian de los fondos de la solidaridad internacional y viven con la ilusión de que su situación es transitoria y que en cualquier momento el régimen militar se vendrá abajo.
A diferencia de otros filmes de cineastas chilenos en el exilio que por esa época exponen las consecuencias del golpe de estado -como ‘Pinochet: Fascista, Asesino, Traidor, Agente del Imperialismo' (de Sergio Castilla) y ‘La canción no muere, generales' (de Claudio Sapiaín)-, la mirada de Ruiz no tiene filtros ni eslóganes. La suya es cruda, brutal -"un poco cruel, involuntariamente", dice su director, aunque en su caso el exilio sirve como pretexto para extenderse sobre el tema de la identidad chilena que el autor venía trabajando desde ‘Tres tristes tigre' (1968).
En su óptica Chile es una existencia de los chilenos, un país aparte, imaginario, lo que en ‘Diálogo de exiliados' queda de manifiesto cuando un compatriota, al ser encarado por otro que le reprocha haber ventilado asuntos políticos frente a la profesora de francés, que por cierto entiende el castellano, se justifica: "¡Pero si eso que hablamos nosotros no es castellano!"
Ilusa Esperanza
‘Diálogo de exiliados' fue realizada "a la chilena", a pulso, con buena voluntad y escasos recursos económicos, provenientes principalmente de una productora cercana al Partido Comunista francés, del cineasta Constantin Costa-Gavras y la promesa de fondos comprometidos por el PS chileno. Ninguno de los técnicos y actores cobró por su trabajo, ni los chilenos ni los franceses, y de estos últimos, con excepción de Carla Cristi y Sergio Hernández (quien interpreta magistralmente a un cantante enviado por la junta para contar "la verdad de Chile" y que es "raptado" por sus compatriotas), ninguno era actor profesional. Más bien, si se trata de definirlos, son exiliados, y en la película no hacen más que representarse a sí mismos.
Tal como se muestra en el filme, por esos días los chilenos vivían pendientes de las noticias de Le Monde, esperanzados de que cualquier día el matutino anuncie la caída del régimen. Uno de los expatriados, al leer que el cardenal Raúl Silva Henríquez condena públicamente las violaciones a los derechos humanos en Chile, sentencia con toda seguridad: "Ya, cagaron estos huevones, tienen los días contados".
Jacqueline Mouesca, historiadora del cine chileno, supo tanto de exiliados como de la película, que viene a ser lo mismo. Fue convocada por Ruiz para representar el papel de una burguesa con conciencia social, esposa del personaje de Percy Matas, y presenció el "drama de tipos desesperados, angustiados, gente que había tenido el poder y que en Francia no eran nada. Sin que te dieras cuenta, Ruiz filmaba esa realidad. No tenía guión, sobre la marcha te decía di esto y muévete hasta acá".
El asunto era tan imprevisto que cuando Mouesca anunció que no podría asistir al rodaje por razones laborales, el director le propuso integrar a sus compañeros de trabajo al elenco. Así fue como, al día siguiente, el sociólogo francés Étienne Bollo encarnó a un médico que asiste a un chileno en huelga de hambre.
El nombre del huelguista es Francisco, y en la última escena de la película, cuando por fin ha conseguido los papeles de residencia y ha vuelto a tragar alimento, escucha la advertencia de un compañero de un estrato social más acomodado. En adelante, le dice este último, las cosas serán distintas. Ahora deberá rascarse con sus propias uñas, y probablemente comenzarán a verse menos seguido.
El Infiltrado
Que haya habido una operación para secuestrar la película, o que hipotéticamente su director haya sido condenado a muerte en alguna asamblea celebrada al calor del vino tinto, son anécdotas. El caso es que, pese a la escasísima difusión, ‘Diálogo de exiliados' cayó pésimo entre los retratados. O sea, buena parte de los chilenos que habían sido compañeros de Ruiz.
Raúl Ruiz recuerda que el periodista Eugenio Lira Massi, que por ese entonces vivía exiliado en París, le comentó que "por hacer una película a favor, te salió en contra", y que un amigo francés le dijo que el problema estaba en que "los amigos chilenos quería que dijera que salieron arrancando como leones". Y aparte del capítulo de intento de secuestro de la cinta, hubo un dirigente político chileno de izquierda -"que es muy, pero muy moderado", y que en su momento "demostró un estalinismo ejemplar"- que increpó duramente al realizador en el Festival de Pesaro, Italia, donde se mostró la película. "La izquierda chilena, que era particularmente estúpida -y que no se le ha quitado mucho- reivindicó la generosidad de propósitos... Llegaron al extremo abyecto de acusarme de que había sido pagado por la junta. En ese caso hubiera preferido que me pagara la CIA, en dólares, y no en pesos chilenos".
La consecuencia inmediata del repudio fue financiera. Cuenta el director que al ver la película, en el PS chileno decidieron no comprarla ni patrocinar su distribución en países como Bulgaria, Argelia y la República Democrática Alemana. "Fue una chuecura, son artes en las que el PS es excelso y ha ido perfeccionando con los años".
‘Diálogo de exiliados' no sólo marcó "una descomunión no declarada" entre su director y su antigua colectividad, sino también el comienzo de su vínculo con el cine francés. "Estuve obligado a aprender francés, mientras la mayoría de los cineastas chilenos se quedaron haciendo cine militante, lo que no deja de ser triste".
Y con la perspectiva del tiempo, ¿cómo evalúa la película?
No te puedo decir nada, no la he visto hace mucho tiempo. Tengo que comprar el DVD.
21 de mayo de 2006
©la tercera
7 comentarios
Carlos Mario Pineda E. -
Es muy interesante cómo emplea el espacio y sin hacer transiciones puede cambiar el tema, hacer que aparezcan aspectos simultáneos sin interferencia entre ellos. Y sí, la actuación del "cantante" es sorprendente.
Es una película para ver una vez más con los ojos puestos no sólo en las relaciones del argumento, sino también en los recursos narrativos, independiente de la ausencia de "belleza" visual en la fotografía...
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Tu comentario me parece insensato. Los exilios no se disfrutan exactamente. Y los nazis exiliados no han sido ni serán nunca considerados buenos. Y no veo cómo una visión sensiblera pudiera al mismo tiempo ser un intento de imposición de alguna verdad. Sin sentido puro. Piénsalo mejor, Global Risk.
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