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dos reportajes chilenos


1. Alcalde de Providencia era torturador. 2 Prostitutas extranjeras en Chile.
[Miguel Paz y Javier Rebolledo] Anatolio Zárate, el ex prisionero que inculpa al alcalde de Providencia. "Yo fui torturado por Labbé". Para el 11 de septiembre de 1973, el oficial de la marina mercante Anatolio Zárate se desempeñaba como presidente y jefe de flota de la estatizada pesquera Arauco en San Antonio. Como tal, representaba al presidente Salvador Allende en el directorio de la empresa. Además, Zárate era militante del Partido Socialista, hijo de un connotado ginecólogo y amigo personal de Allende. Su hermano era ahijado del presidente. Motivos suficientes para encabezar la lista de los más buscados en el puerto.
El día del golpe de estado fue detenido en su casa de calle Luis Alberto Araya de San Antonio por un oficial de reserva del ejército y un grupo de conscriptos. Los militares allanaron la residencia, lo interrogaron por casi dos horas y le comunicaron que estaba bajo arresto domiciliario. Nueve días después, el 20 de septiembre de 1973, fue enviado al Regimiento de Ingenieros Militares de Tejas Verdes, donde permaneció detenido hasta el 30 de octubre, acusado –al igual que muchos- de participar en el falso Plan Z.
En ese recinto comenzó su calvario. En diciembre de 2004, Zárate prestó declaración ante el juez Alejandro Solís en el marco de la investigación por la querella presentada por las víctimas de Tejas Verdes.
"Al llegar al regimiento me tuvieron con la frente apoyada en un muro, las manos atadas a la espalda y las piernas separadas desde las diez de la mañana hasta las siete y media de la tarde, aproximadamente. Después (...) me llevan al campamento de prisioneros, lugar donde permanezco 15 días a la intemperie, durmiendo al aire libre".
Días después hicieron dormir a los prisioneros en mediaguas construidas por ellos mismos. En ese período, Zárate asegura haber visto al regidor y presidente de la CUT de San Antonio, Luis Norambuena, y Ceferino Santis, dirigente del PS de la ciudad, que actualmente figuran como detenidos desaparecidos.
En la declaración de 2004 que dio Zárate, uno de los últimos en ser llamado a testificar ante Solís, relata los vejámenes que escuchó y los apremios a que fue sometido: "Nos hacían esperar debajo de la sala de torturas, donde escuchábamos los gritos de los torturados, los gritos de las mujeres que pedían que no las violaran. En la sala de tortura me aplicaban electricidad, sufrí colgamientos, golpes de pies y manos y el submarino de excremento".
También nombró a otros ex detenidos de San Antonio, entre ellos Ana Becerra, Mariela Bacciarini y Luis Sepúlveda. Además, Zárate declaró ante Solís que en su último interrogatorio logró ver a "un teniente que era uno de los principales torturadores; era alto, macizo, rubio, pecoso, pelo liso, muy salvaje y sé que se llamaba teniente Labbé, no sé su nombre de pila".
Al año siguiente el ex presidente de Pesquera Arauco se querelló contra Cristián Labbé, Manuel Contreras y otros militares. En dicha presentación detalló que cuando hablaba del "teniente Labbé" se refería a Cristián Labbé Galilea.
El sumario de Tejas Verdes aun permanece abierto. Hay varios procesados, entre ellos el mayor (R) de ejército Mario Jara Seguel, el ex prefecto de Investigaciones Nelson Patricio Valdés y el doctor Vittorio Orvietto Teplizky, identificados por Zárate como las personas que lo torturaron.
Sin embargo, el juez de la causa no ha estimado pieza suficiente de convicción la declaración de Zarate de 2004 para procesar, hasta la fecha, al alcalde de Providencia. Fuentes cercanas a tribunales aseguran que Solís no ha seguido con esa línea investigativa puesto que los abogados querellantes hasta ahora no habían entregado nuevos antecedentes ni solicitado otras diligencias.

"Era Él"
El viernes pasado la abogada de Anatolio Zárate, Alejandra Arriaza, entregó al tribunal una declaración jurada de su cliente, agregando antecedentes que sindicarían al coronel (R) Cristián Labbé Galilea como uno de los presentes mientras lo torturaban.
"Nos parece fundamental que se determine la responsabilidad de Labbé ya que hay más de un testigo que reconoce haberlo visto en Tejas Verdes. La motivación del señor Zárate para entregar este nuevo testimonio judicial es la búsqueda de la verdad y ratificar sus dichos para que se acelere la investigación de su querella", dice Arriaza.
Anatolio Zárate vive en un departamento ubicado en Providencia, muy cerca del municipio que dirige Labbé. Hoy asegura que en una de las sesiones de tortura a las que fue sometido lo reconoció claramente: "Era el teniente Labbé que hoy es la misma persona que es el alcalde (...) Yo fui torturado por Labbé. Desde el momento que él estaba en la sala de tortura, independiente si ponía o no la corriente, él participó". Cuenta que en dicha ocasión lo tenían con las manos amarradas tras la espalda, colgando de una cuerda en la posición de tortura conocida como "la palomita". Se encontraba en el subterráneo de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes. Señala que le aplicaron golpes de electricidad: "Me ponían corriente alternada en los pezones, en el ano, en los testículos. Uno se movía mucho o sentía que se movía mucho. Cuando a uno le ponen corriente uno siente que es una llamarada que le sale desde dentro de la cabeza".
A continuación relata que después de desnudarlo le habían colocado una gruesa capucha que no dejaba entrar ni siquiera la luz eléctrica de la habitación ni le permitía respirar. El interrogador se dio cuenta que estaba en malas condiciones. "Llamó al doctor y éste me auscultó. El facultativo le ordenó a una enfermera que me soltara la capucha porque me estaba asfixiando. Ahí sentí que me entró más aire", dice a LND.
En su nuevo testimonio judicial agrega que escuchaba a sus torturadores murmurar, excepto cuando le hacían preguntas: "Sólo las preguntas claras, como dónde está el arma o qué hiciste, eran fuertes".
Los golpes de corriente se sucedían vertiginosamente. Su cuerpo se contorneaba hasta que la cuerda que lo sostenía se cortó y Zárate cayó de bruces al piso. "Instintivamente di vuelta la cara y veo al doctor [Vittorio] Orvietto y a una enfermera rubia de la Cruz Roja. Entonces doy vuelta la cara hacia el otro lado y veo al capitán Mario Jara, al teniente Cristián Labbé y a [Nelson Patricio] Valdés [de la Policía de Investigaciones]. Estaban mirando así, como que no les importaba nada que yo me hubiera golpeado brutalmente contra el suelo. Entonces viene un tipo de atrás que no supe quién fue y, ¡tap!, me dio un tacazo en la columna. Ahí me quebraron una vértebra. Después del golpe en la espalda me volvieron a colgar y siguieron las torturas", se lee en la declaración jurada
El dolor fue insoportable y la fractura marcó su destino. Debido a la gravedad de las lesiones, el 30 de octubre de 1973 fue enviado al hospital de San Antonio, donde llegó con peligro de muerte. "Pese a que la ficha clínica dice que fui trasladado al Hospital San Juan de Dios, una completa mentira", añade a LND visiblemente afectado por los recuerdos.
Nunca más volvió a pisar Tejas Verdes. Hasta esta semana, cuando lo acompañamos a ese lugar donde se enfrentó con su pasado.

Reencuentro
Lo esperaban algunos de sus ex compañeros en el campo de concentración de Tejas Verdes. No se veían desde esos ingratos días. "Tengo sentimientos encontrados", dijo Zárate momentos antes de bajar del automóvil y encontrarse con los integrantes del Comité de Derechos Humanos de San Antonio. Luis Sepúlveda, presidente del organismo, lo reconoció de inmediato. Se dieron un fuerte abrazo. Un poco más atrás estaba Ana Becerra, detenida cuando tenía sólo 17 años. A Anatolio le costó reconocerla: ahora ella tiene algunos años más.
"Soy Ana Becerra", le dice.
"Mi padre me contó que la había traído al mundo a ella y a sus hermanos", responde Zárate mientras la abraza.
Aparece un tercer ex detenido. Se trata de Luis Barrera. En una ocasión se encontraron en la enfermería de la Cárcel Pública de San Antonio.
Según Zárate, ahí fue derivado tras la fractura de su columna. Los constantes traslados se debieron a que, a los pocos días de ser internado en San Antonio, llegaron médicos de la ONU. "Los doctores se fueron satisfechos, ya que comprobaron mi estado de salud. Pero a mí de inmediato me trasladaron a la Cárcel Pública de Santiago, donde me mantuvieron escondido durante mucho tiempo".
Mientras los ex detenidos están parados sobre el puente que da al campo de concentración, los recuerdos comienzan a aflorar. "Ahí estaban las mediaguas, y los baños, allá", comentan en el preciso instante que un grupo de conscriptos realiza ejercicios de guerra en el recinto.
Más tarde, el grupo visitó el Cuartel Rocas de Santo Domingo, ubicado a pocos kilómetros y desde donde desaparecieron decenas de presos políticos. Es el único lugar que Cristián Labbé reconoce haber pisado.

La Versión del Alcalde
En varias ocasiones, Cristián Labbé ha declarado por el caso Tejas Verdes. En su declaración del 22 de diciembre de 2003 ante Solís negó haber estado allí. El 2005 fue llamado a declarar nuevamente. Reiteró que nunca visitó el centro de detención.
Este medio accedió al testimonio de Raúl Humberto Quilodrán Alcayaga, prisionero en Tejas Verdes y querellante en la misma causa que sustancia Alejandro Solís, que lo contradice. En su declaración del 14 de enero de 2005 señala: "El 11 de Enero [de 1974] nos sacan de la celda y nos forman en el patio y un señor con voz enérgica nos dice: ‘Por órdenes superiores, a contar de este momento quedarán en libre plática', y ordena que nos saquen la venda. Es así como los soldados nos quitan la venda y logro ver que la persona que se dirigió a nosotros era Manuel Contreras Sepúlveda y al lado de él, para ser más exacto, al lado izquierdo de Contreras, se encontraba Cristián Labbé y varios funcionarios más, todos vestían uniformes. De eso estoy seguro porque son rostros inolvidables para mí por la situación que estaba viviendo".
Aunque han transcurrido más de tres décadas de ese capítulo, Quilodrán recuerda el hecho como si fuera hoy. Consultado por este medio recordó que el encuentro con Labbé relatado en su declaración tuvo sentido años más tarde un día frente a la televisión: "Estaba en una campaña política y al verlo no me cupo duda. Estaba un poco más viejo, pero sus facciones, como el lunar en la cara, son inconfundibles. Estoy seguro que la persona que vi es el actual alcalde de Providencia, el señor Cristián Labbé, que estaba al lado de Contreras. En Tejas Verdes los dos parecían muy cercanos. No portaban las armas. Dos soldados rasos a su lado eran los que se encargaban de eso".

En las Rocas
En su declaración por el caso Tejas Verdes del 22 de diciembre de 2003, Labbé señaló que estuvo en el Cuartel Rocas de Santo Domingo para hacer clases de educación física. "Pero sólo permanecí dos o tres días (...) Luego de este período fui nuevamente enviado a Santiago, para hacerme cargo de la seguridad del presidente Pinochet".
Su aseveración es retrucada por Samuel Fuenzalida Devia, ex agente de la DINA y uno de sus "alumnos" en Santo Domingo. Fuenzalida ha sido uno de los principales testigos en causas que comprometen a la organización que dirigía el general (R) Manuel Contreras. En octubre de 1976 huyó a Francia, desde donde comenzó a colaborar con la justicia. Afirma que los dichos de Labbé no son verídicos. "Él estuvo bastante tiempo más [en Rocas de Santo Domingo]. Éramos cerca de 600 alumnos de la DINA. Mi instrucción fue en diciembre de 1973 y duró unas tres semanas".
Fuenzalida dice que el trabajo de Labbé no se limitaba a las clases de educación física. Algo negado por el alcalde cuando fue careado con él. "El curso que me dictó era de inteligencia: cómo registrar, cómo seguir y reducir a una persona. En este trabajo funcionaba de la mano y coordinado con Miguel Krassnoff e Ingrid Olderock. Todos usaban el mismo manual que presentó Krassnoff en su defensa", dice Fuenzalida.
Se refiere a la argumentación del abogado de Krassnoff, Luis Valentín Ferrada, cuando presentó en 2004 estos manuales ante la justicia para probar que su cliente recibía órdenes del Ejército y que las torturas no fueron excesos individuales, sino una política de Estado. Ferrada entregó 19 documentos originales y mostró varios dibujos que explicitan el trato a los prisioneros y técnicas de tortura.
Fuenzalida recuerda que algunos de sus compañeros de generación en Rocas de Santo Domingo, durante diciembre de 1973, fueron Basclay Zapata, Luis Torres Méndez, Luis Pampillioni, Luis Escobar, Raúl Toro Montes, Luis Espinace y Luis Gordillo, todos agentes de la DINA, que después fueron destinados a centros de tortura como La Venda Sexy, Londres 38 y Villa Grimaldi. Algunos de ellos se hicieron célebres por el nivel de crueldad que alcanzaron.
"Labbé visitaba constantemente los centros de la DINA durante 1974", dice Fuenzalida. "Lo vi en Marcoleta 90, el cuartel general, en Villa Grimaldi y en Londres 38". No lo vio entrar a sesiones de tortura debido a que generalmente él estaba en la puerta. Agrega que Labbé pasaba directamente a las oficinas de las autoridades de cada uno de esos lugares.
Otro ex agente de la DINA, a condición de resguardar su identidad, afirma que recibió instrucción de Labbé y que éste permaneció al menos entre uno y dos meses en Rocas de Santo Domingo. En su caso, las clases fueron sólo de educación física.

Casa de Verano
Después de tantos años, el lugar donde Krassnoff y Labbé hicieron clases parece abandonado. El grupo de ex detenidos está expectante. Desde afuera se ve el conjunto de cabañas "A" que antes del golpe servía de centro de veraneo para los trabajadores de la CUT. Más tarde se transformó en uno de los más cruentos centros de tortura de Chile. El recinto sigue perteneciendo al Ejército y hasta hace dos años era utilizado como lugar de esparcimiento para el personal castrense. Dos de las integrantes de la agrupación que acompañan a Zárate en su visita al lugar, Ana Becerra y Teresa Soto, fueron torturadas ahí. "Pídeme que te hable de las torturas de Tejas Verdes, pero no en las Rocas de Santo Domingo. Es demasiado duro", dice Becerra.
Las puertas de las cabañas están abiertas. Ana y Teresa se cuelan hacia el interior. Antes de ingresar, Ana dice: "Recuerdo que aquí estaban los camarotes". Y ahí están todavía. Se acuesta sobre una cama. Le parece estar sobre el mismo somier. Lo recuerda bien porque durante un mes estuvo casi siempre tendida ahí. Teresa se sienta en una silla. Por la altura y ancho del respaldo, la siente como su silla de tortura. Extrañamente, tiene un hermoso tallado del rostro de Cristo.

20 de agosto de 2006
©la nación
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sexo transnacional


[Felipe Saleh] El continente ve a Chile como la tierra de las oportunidades. Muchas mujeres traen el cuerpo como capital. Algunas trabajan en schoperías nortinas. Otras se suman a las cartas de saunas y clubes nocturnos.
Las dos son nuevas en el negocio. Así lo asegura Cassandra, dando la sensación de que su experiencia ha sido una fiesta interminable. Paloma jura lo mismo, pero agacha la cabeza y no mira a la cara. La primera es ecuatoriana y la segunda colombiana, y antes de trabajar en la noche lo hacían en un mall. Cassandra en un shoping de Guayaquil y Paloma en una tienda de Almacenes París, adonde llegó desde Buenaventura.
Según datos extraoficiales de la Gobernación Provincial de Iquique, a diario cruzan hacia Chile unas seis mujeres de raza negra. Habitualmente, por los pasos de Chacalluta y Colchane, en la I Región.
Paloma, estuvo unos meses en el norte, donde "me sentí discriminada y porque todos creen que las negras somos prostitutas", dice. Compró pasajes a Santiago. Consiguió trabajo en la multitienda. Al año tuvo un hijo con un compañero de la sección para caballeros, al que ya no ve. Se encontró con el Chile real, donde su sueldo de 150 mil pesos le alcanzaba para enviar a su familia –donde lo multiplican por cuatro–, pero no para mantener al niño.
En cambio, es fácil entender la felicidad sin contrapeso de Cassandra. Llegó "hace unas semanas" pero ya conoce Valle Nevado y Viña del Mar. "Quedé impresionada con el brillo de la nieve", comenta. Trabajará hasta diciembre en el Platinum, un búnker emplazado en el subterráneo del centro comercial Plaza Lo Castillo. El club se preocupa de arrendar un departamento para ella en El Golf. Dice ganar unos dos millones de pesos mensuales.

Otras Compañeritas
Paloma vive en un departamento de dos dormitorios en el barrio Yungay. Trabaja "hace tres semanas" en un conocido sauna de la Alameda, cerca de plaza Italia, donde las paredes son tabiques de internit y el pasillo no tiene alfombra roja. Tampoco hay un ascensor hacia el subterráneo por el que bajan los clientes de Platinum, escoltados por guardias de traje negro y una "muela" en el oído. Aquí, la escolta es el par de jóvenes que enganchan público en la calle ofreciendo mujeres y cocaína. Acá, Paloma es "la negra". Se puede estar con ella por 20 mil pesos la hora. El color de su piel es una ventaja que le permite obtener unos 650 mil pesos al mes.
Después de las fiestas de fin de año, Cassandra viajará a Guayaquil para traer a "otras compañeritas", dispuestas a tener una hora de sexo por 150 mil pesos, y ser parte del "mejor club de Latinoamérica". Así lo asegura el administrador de Platinum, Rubén Gottelli. Él es odontólogo de profesión, pero le "apasiona" su actual trabajo. "Es problema de ellas lo que hagan fuera, a nosotros nos interesa que la chica saque harto trago", explica el tránsfuga dentista. Cualquier brebaje, igual que la entrada, vale 18 mil pesos. El encargado afirma que "el 80% de las chicas son chilenas, aunque las más exuberantes son las extranjeras". Pero la evidencia demuestra lo contrario. De cinco que se acercan, tres son foráneas: República Dominicana, Ecuador y Argentina, en ese orden. Dos compatriotas ofrecen irse con el cliente por el precio de una. "Estamos baratitas", dicen picaronas. Quizás porque no tienen deuda de bisturí, como Cassandra, que tiene dos globos imposibles de obviar. Según Gotelli, las nacionales no asisten a las charlas de cirugía plástica que "in situ" les brinda una clínica que ofrece precios especiales. Pero como todas, las criollas sí aprovechan los convenios para solárium, peluquería y tratamiento dental.
Paloma necesitaría un tratamiento de ortodoncia. Igual, su busto es grande pero no a partir de silicona, sino de los carbohidratos que al parecer dominan su dieta. Jamás podría hacer la "tarima" –el clásico barrote cromado de club nocturno–, porque su cuerpo no califica en la norma de un abdomen plano.
Tampoco sus clientes serán extranjeros de paso que le hablarán a veces en otro idioma de los excedentes del cobre y su influencia en los resultados macroeconómicos de Chile. Aunque su lugar de trabajo está frente al hotel Crowne Plaza, el público de Paloma es menos selecto de lo que ella quisiera: "Le pedí a uno que se lavara porque estaba fétido", cuenta. A pesar del contrapunto evidente, Paloma y Cassandra tienen en común que ninguna de las dos llegó engañada. En caso contrario, la migración de estas mujeres sería un delito, tipificado como trata de personas.

Por 500 Dólares
Ximena Castillo, prefecto inspector de la Policía de Investigaciones, al frente de la Jefatura Nacional de Delitos contra la Familia (Jenafam), reconoce que en los últimos dos años se incrementó el ingreso de mujeres desde diversos países de Sudamérica. "Sobre todo de Ecuador, Colombia y Paraguay", afirma. Se instalan en las ciudades mineras, como Iquique, Calama y Antofagasta.
"Les ofrecen trabajo como meseras en bares o schoperías, pero cuando llegan las obligan a prostituirse, quitándoles los documentos. Así no pueden salir a la calle sin riesgo de ser detenidas por infringir la Ley de Extranjería. Entonces, no existe la instancia para que puedan denunciar", dice la prefecto Castillo.
Otra forma de amarre es la deuda que tienen con la organización que les pagó los pasajes y les da alojamiento. Los 250 ó 300 mil pesos que ganan a la semana "los gastan en arriendo, comisiones y otros intereses, y se quedan sin plata", cuenta un efectivo policial que investiga este tipo de redes. Según el funcionario, las contratan por tres meses, después de los cuales regresan a su país. Algunas vuelven a Chile porque "es una buena fuente de ingresos y ya conocen el negocio".
La experiencia policial demuestra que la trata de personas es un delito muy difícil de controlar. Aun así, este año se han aclarado dos casos. El primero involucra a la ciudadana boliviana Nelly Condori, que a través de una agencia de empleos en Tacna reclutó mujeres peruanas a las que alojó en la residencial Los Tajibos, ubicada en calle los Héroes de la Concepción, en Iquique. Dos de las víctimas, universitarias peruanas, lograron escapar y denunciar su situación. Teresa fue una de ellas. Estudiante de enfermería en Tacna y madre de un niño, declaró en el proceso que una agencia de empleos, Condori, les ofreció a ella y su amiga 500 dólares mensuales por atender una shopería en Iquique.
"Ella se hizo cargo de los gastos del viaje, pero nos quitó nuestros documentos. En Arica comimos algo y luego seguimos en un bus hasta Iquique. Llegamos a un hotel y hasta ahí todo era normal. Al otro día fuimos a comprar ropa y nos pagó una peluquera, pero insistía que esos gastos los teníamos que devolver y que debíamos atender muy bien a los clientes", relató la joven en el proceso. Llorando, reconoció que "me obligaron a entrar en un motel cerca de la playa. Ahí me eligió un extranjero y pagó por una hora. Traté que se pasara el tiempo rápido, conversé y le dije que tenía una infección. Pero al otro día llegó un grupo de borrachos hasta la residencial y volvieron a elegirme. Traté de hacer lo mismo, pero fue más violento y me tomó a la fuerza", declaró. La investigación conjunta –de la Brigada de Delitos Sexuales y la Fiscalía Provincial de Tacna– está cerrada y la sentencia debería conocerse el 28 de agosto.
En febrero, tres argentinas de Salta lograron arrancarse del restaurante donde vivían hacinadas en Antofagasta con otras compatriotas. La policía consiguió una orden del Ministerio Público para allanar el lugar, donde luego del almuerzo las meseras ofrecían ‘postre', eufemismo para referirse al sexo oral, que practicaban debajo de las mesas por siete mil pesos.
En la capital de la I Región hay 25 schoperías sólo en el centro de la ciudad. En algunas de ellas, donde la atención es tipo ‘café con piernas', pero con cerveza, es posible conseguir sexo en un ‘privado'.
La nutrida oferta de extranjeras provoca la ira de las prostitutas criollas, a quienes se les sindica como autoras del mito urbano de que una estupenda mulata colombiana contagió de sida a todo un turno (76 mineros) de la cuprífera Doña Inés de Collahuasi. La minera jamás se ha referido al tema y en el Servicio de Salud de la I Región niegan que haya existido o se pueda monitorear un contagio de tal magnitud.

Proxeneta Aficionado
El negocio es redondo y muy tentador. Así le pareció a Pedro (32), un ingeniero civil que hasta junio pasado mantuvo un prostíbulo en un departamento en Providencia "Estaba acogotado de deudas. Mi polola es argentina y un día, medio en broma, se lo propuse y a ella le encantó la idea. Hicimos los cálculos, partimos a Buenos Aires y pusimos un aviso en ‘Clarín'". Pedro hizo un ‘casting' y seleccionaron a siete. Todas viajaron con visa de turista a Santiago. Se instalaron en un departamento de Seminario, donde las niñas vivían y él llegaba a recoger la plata. Dice que le costó cumplir el compromiso con su polola de no meterse con ninguna "Cada vez que iba por la recaudación, me ofrecían quedarme a una fiestecita", cuenta.
El celular que compró para el negocio sonaba día y noche, a cualquier hora. "Fueron cinco meses casi sin dormir". La tarifa era de 120 mil pesos la hora y cuarto. Ellas debían atender ocho clientes y se quedaban con 50 mil por atención. "Tres veces cambié el departamento porque los vecinos avisaban a los pacos", dice.
El riesgo no le importó. Ganaba casi seis millones mensuales, pero entró en pánico el 15 de junio cuando leyó en la prensa que la policía desbarató la red encabezada por Myriam Gauto, una paraguaya que llegó a las oficinas de Extranjería para regularizar sus papeles. En el lugar fue reconocida por un detective que investiga estas organizaciones y habitualmente ingresa a la página sexo.cl, la misma donde Pedro ponía de carnada una foto de su polola argentina. Los interesados llamaban y les ofrecía a otras con la excusa de que la niña de la foto estaba ocupada. "En dos días desarmé todo el departamento, y el celular lo rompí. Las minas se fueron con otra gente, les quedó gustando el negocio. Algunas me han llamado para que trabaje con ellas. Me dicen que las trataba bien".

20 de agosto de 2006
©la nación
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