mis papás fuman marihuana
[Carmen Luz Rivera] Relatos de padres que comparten esta práctica con sus hijos.
Hace mucho que dejaron la adolescencia, tienen hijos grandes, incluso nietos, y son habituales consumidores de marihuana. No creen que sea algo bueno -para todos- pero defienden su opción, porque están seguros de que con buena comunicación y controlando algunos márgenes, este consumo puede ser un gran compañero de actividades profesionales, familiares y sociales.
La primera vez que su hijo le preguntó a Rafael acerca de esos cigarros que fumaba con un olor tan especial, el menor tenía siete años. Ambos caminaban por la orilla de la playa, y como era habitual, Rafael sacó un pito de marihuana para acompañar el paseo. La respuesta no se hizo esperar, y estuvo lejos de grandes titubeos: "son cigarritos que dan risa", le contestó. Un concepto que su hijo asumió y recordó, hasta el punto de conversar sobre ellos con total normalidad en la familia.
Esto, porque Rafael, de 53 años, jamás se escondió de sus hijos para fumar marihuana. Nunca le generó conflictos. "Quería asumirlo con normalidad porque siempre iba a estar conversando con ellos, siempre iba a estar a su lado para darles las respuestas que necesitaran. Incluso, cuando estuvieron más grandes, y sabía que la iban a probar igual, les dije que prefería mil veces que fumaran en la casa antes de que lo hicieran afuera, en la calle".
Tal libertad se entiende porque siempre ha vivido bonitas experiencias con esta droga. "Una de las cosas lindas me pasó cuando los niños eran chicos, nos conectábamos súper bien, jugábamos horas, los veía felices y eso era gratificante. Además, con la marihuana me relaciono mucho mejor, soy un poquito tímido y cuando fumo me desinhibo, me pongo más conversador. Me ayuda bastante en la comunicación, también".
Rafael, aclara que su receta es que siempre ha tenido un consumo bastante controlado. "Siempre he sido más un consumidor social que otra cosa. Sé qué fumar y hasta dónde. Ahora sólo fumo los fines de semana cuando me junto a compartir con los amigos. Y si de repente un fin de semana no hay, no fumo no más. No tengo problemas con eso".
Libertad y Claridad
Claro que a pesar de toda la libertad, cuando vino la hora de la curiosidad, sus hijos buscaron otras compañías. "Ellos probaron la marihuana con sus amigos, no conmigo, pero siempre les advertí que este consumo les podía llegar a jugar en contra. Les hice saber que yo fumaba porque tenía controlada esa parte, porque no caí en otras cosas. Y que debían tener mucho cuidado porque hay gente que no se controla y la marihuana los mete en drogas más duras".
Padre de dos jóvenes de 23 y 25 años, y abuelo de dos nietos, señala que sus hijos, al igual que él, actualmente, también consumen marihuana. "He logrado que ellos tengan mayor confianza conmigo en estos temas, entonces, sé lo que están haciendo o no, porque lo conversamos. Incluso, ahora que están grandes, fumamos juntos. Conversamos, nos reímos harto, logramos un buen punto en la comunicación. Quiero que para ellos fumar pitos sea lo mismo que para mí, que disfruten de la marihuana, no que les haga mal".
Compañera Simpática
"Tengo 55 años y comencé a fumar marihuana a los 18. Era la época los hippies, de la revolución de las flores. Yo estudiaba ingeniería comercial en ese tiempo, tenía muchos amigos músicos, y la marihuana era nuestra compañera". Así rememora Alfredo sus días de juventud, cuando preso de la curiosidad, se llevó el primer pito de marihuana a la boca. Un pito que no dejó más, porque aunque reconoce que la probó para saber de qué se trataba, sus efectos le gustaron tanto que es hasta hoy es su fiel compañero.
"Yo siempre fumaba en mi casa y cuando mis hijos tuvieron como siete años, me empezaron a preguntar sobre este cigarro. Entonces, les dije que era una enfermedad, aunque a mi me parecía lo más normal del mundo. Nunca me escondí de los niños, aunque evitaba fumar frente a ellos o cuando estaban cerca".
Alfredo cuenta que acudió a esa respuesta porque tuvo temor de que sus hijos tomaran este consumo como algo tan habitual que ellos también quisieran hacerlo. "Lo que me daba miedo es que la generación de ellos, es toda muy pasadita. Es una sociedad muy individualista, muy distinta a la mía, en donde todo era colectivo: los sueños, las luchas. En cambio, ellos no comparten, hacen sus vidas solos, en la soledad, y, en ese contexto, las drogas no juegan el mismo rol, pueden llevarte a cosas más fuertes".
En medio del camino Alfredo se separó, por lo que dejó de vivir con sus hijos siete años. "Cuando volvieron a mi casa, más adultos, ellos ya fumaban y encontraban de lo más natural fumar delante mío: yo les dije que tenían mi autorización para fumar marihuana, porque en realidad, a mí no me había hecho mal, porque yo hice todas mis cosas igualmente en la vida: estudié, trabajé, etc. Entonces, con qué derecho se las iba a prohibir a ellos", declara.
Con sus dos hijos adultos y profesionales, Alfredo cuenta que en ocasiones comparten un pito de marihuana. "Lo enfrentamos como algo totalmente normal, como quien se fuma un cigarro o se toma un vaso de Coca Cola, tampoco es que hacemos un ritual al respecto, se da en forma natural: ¿quieres? Y si no, no nomás".
Respecto a la visión que muchos podrían tener sobre su forma de enfrentar este tema, Alfredo, responde: "Mira, ¡la hipocresía de la gente es tan grande! Entre fumarme un pito de marihuana con mi hijo y tomarme una botella de whisky, prefiero la primera, es más natural, no se rompen familias, es otra cosa".
Mi Terapia
"Normalmente fumo en la casa cuando las niñitas están durmiendo. Me encierro en el baño, pero ahora que ellas están más grandes, igual se dan cuenta de algunas cosas. A veces salgo del baño y si andan por ahí, me hacen con la mano, gestos de olor y esas cosas", comenta Mónica (40) y madre de dos niñas de 10 y 12 años.
"La visión que tengo ahora de la marihuana es súper distinta a la que tenía a los 18. En ese tiempo, lo hacía más en la onda de un carrete, ahora lo uso casi como una terapia para relajarme: cuando estoy muy estresada, cuando tengo que cumplir muchas metas, cuando me sobregiro, en vez de ponerme a llorar, me pego unas piteadas y me relajo".
Con estas palabras explica Mónica su consumo de marihuana, que según confiesa, está destinado sólo a los fines de semana. "Cuando estoy en la casa, me pego una arrancadita para andar relajada, lo hago para no meterme en mala onda, porque igual el hacer todas las cosas en la casa, barrer, limpiar, lavar, te estresa, y de repente, me he pillado media histérica y gritando y para no hacer eso, me fumo unas piteaditas".
A pesar de que sus hijas aún son pequeñas, esta madre ya se cuestiona la forma en que conversará sobre este consumo con ellas. "Quiero tratar de hacerlo lo más natural posible. Quiero que entiendan que la cuestión no es: ‘Ah, mi mamá fuma, entonces, yo también puedo fumar'. No es eso. Porque a mi también me pasó, yo me fumé el primer pito, no por saber que iba a ser rico, lo hice de mona no más. Pero, yo sé que si lo agarran mal o que si son débiles, éste puede ser el primer paso para otras drogas. Por lo mismo, trato de manejarlo, por ahora, oculto, aunque yo sé que ellas ya notan que algo me pasa a mí, que de repente la mamá anda muy buena onda y me comunico mucho mejor con ellas, porque ellas mismas me lo dicen".
"Una vez mi hija chica se metió en mi cartera y abrió una caja de crema llena de hojas con unos paquetitos. Traté de bajarle el perfil diciéndole que no se tiene que meter en mis cosas ni en mi cartera, porque está invadiendo mi privacidad". Y aunque confiesa que ésta es su única opción posible, dada la edad de las niñas, reconoce que mantenerlo oculto cada vez se hace más difícil.
Mónica aclara que estaría dispuesta a decirles que si ellas quieren pueden probarlo. "Pero, si me preguntan si a mi me gustaría que lo hicieran, tal vez no me gustaría que lo hicieran tan jóvenes. Más que nada me da miedo que no la sepan controlar o que pueda llevarlas a otras cosas, porque tú no sabes con quién se van a fumar el pito. Tú puedes conocer a sus amigos, pero siempre hay alguien que les va a meter la droga en otra onda. Todas las cosas con las drogas me preocupan en ese punto, incluso con el alcohol. Cuando tenga que explicarles, quiero que entiendan que la mamá lo hace porque se siente bien y que cambia, pero cambia para bien".
La Más Consumida
De acuerdo al VI Estudio Nacional de Drogas en la Población General, realizado por el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace) en el año 2004, la marihuana sigue siendo la droga más consumida a nivel nacional. Según este informe, se produjo un estancamiento en su consumo, según estudios anteriores, y presenta una prevalencia total de 5,29%.
La primera vez que su hijo le preguntó a Rafael acerca de esos cigarros que fumaba con un olor tan especial, el menor tenía siete años. Ambos caminaban por la orilla de la playa, y como era habitual, Rafael sacó un pito de marihuana para acompañar el paseo. La respuesta no se hizo esperar, y estuvo lejos de grandes titubeos: "son cigarritos que dan risa", le contestó. Un concepto que su hijo asumió y recordó, hasta el punto de conversar sobre ellos con total normalidad en la familia.
Esto, porque Rafael, de 53 años, jamás se escondió de sus hijos para fumar marihuana. Nunca le generó conflictos. "Quería asumirlo con normalidad porque siempre iba a estar conversando con ellos, siempre iba a estar a su lado para darles las respuestas que necesitaran. Incluso, cuando estuvieron más grandes, y sabía que la iban a probar igual, les dije que prefería mil veces que fumaran en la casa antes de que lo hicieran afuera, en la calle".
Tal libertad se entiende porque siempre ha vivido bonitas experiencias con esta droga. "Una de las cosas lindas me pasó cuando los niños eran chicos, nos conectábamos súper bien, jugábamos horas, los veía felices y eso era gratificante. Además, con la marihuana me relaciono mucho mejor, soy un poquito tímido y cuando fumo me desinhibo, me pongo más conversador. Me ayuda bastante en la comunicación, también".
Rafael, aclara que su receta es que siempre ha tenido un consumo bastante controlado. "Siempre he sido más un consumidor social que otra cosa. Sé qué fumar y hasta dónde. Ahora sólo fumo los fines de semana cuando me junto a compartir con los amigos. Y si de repente un fin de semana no hay, no fumo no más. No tengo problemas con eso".
Libertad y Claridad
Claro que a pesar de toda la libertad, cuando vino la hora de la curiosidad, sus hijos buscaron otras compañías. "Ellos probaron la marihuana con sus amigos, no conmigo, pero siempre les advertí que este consumo les podía llegar a jugar en contra. Les hice saber que yo fumaba porque tenía controlada esa parte, porque no caí en otras cosas. Y que debían tener mucho cuidado porque hay gente que no se controla y la marihuana los mete en drogas más duras".
Padre de dos jóvenes de 23 y 25 años, y abuelo de dos nietos, señala que sus hijos, al igual que él, actualmente, también consumen marihuana. "He logrado que ellos tengan mayor confianza conmigo en estos temas, entonces, sé lo que están haciendo o no, porque lo conversamos. Incluso, ahora que están grandes, fumamos juntos. Conversamos, nos reímos harto, logramos un buen punto en la comunicación. Quiero que para ellos fumar pitos sea lo mismo que para mí, que disfruten de la marihuana, no que les haga mal".
Compañera Simpática
"Tengo 55 años y comencé a fumar marihuana a los 18. Era la época los hippies, de la revolución de las flores. Yo estudiaba ingeniería comercial en ese tiempo, tenía muchos amigos músicos, y la marihuana era nuestra compañera". Así rememora Alfredo sus días de juventud, cuando preso de la curiosidad, se llevó el primer pito de marihuana a la boca. Un pito que no dejó más, porque aunque reconoce que la probó para saber de qué se trataba, sus efectos le gustaron tanto que es hasta hoy es su fiel compañero.
"Yo siempre fumaba en mi casa y cuando mis hijos tuvieron como siete años, me empezaron a preguntar sobre este cigarro. Entonces, les dije que era una enfermedad, aunque a mi me parecía lo más normal del mundo. Nunca me escondí de los niños, aunque evitaba fumar frente a ellos o cuando estaban cerca".
Alfredo cuenta que acudió a esa respuesta porque tuvo temor de que sus hijos tomaran este consumo como algo tan habitual que ellos también quisieran hacerlo. "Lo que me daba miedo es que la generación de ellos, es toda muy pasadita. Es una sociedad muy individualista, muy distinta a la mía, en donde todo era colectivo: los sueños, las luchas. En cambio, ellos no comparten, hacen sus vidas solos, en la soledad, y, en ese contexto, las drogas no juegan el mismo rol, pueden llevarte a cosas más fuertes".
En medio del camino Alfredo se separó, por lo que dejó de vivir con sus hijos siete años. "Cuando volvieron a mi casa, más adultos, ellos ya fumaban y encontraban de lo más natural fumar delante mío: yo les dije que tenían mi autorización para fumar marihuana, porque en realidad, a mí no me había hecho mal, porque yo hice todas mis cosas igualmente en la vida: estudié, trabajé, etc. Entonces, con qué derecho se las iba a prohibir a ellos", declara.
Con sus dos hijos adultos y profesionales, Alfredo cuenta que en ocasiones comparten un pito de marihuana. "Lo enfrentamos como algo totalmente normal, como quien se fuma un cigarro o se toma un vaso de Coca Cola, tampoco es que hacemos un ritual al respecto, se da en forma natural: ¿quieres? Y si no, no nomás".
Respecto a la visión que muchos podrían tener sobre su forma de enfrentar este tema, Alfredo, responde: "Mira, ¡la hipocresía de la gente es tan grande! Entre fumarme un pito de marihuana con mi hijo y tomarme una botella de whisky, prefiero la primera, es más natural, no se rompen familias, es otra cosa".
Mi Terapia
"Normalmente fumo en la casa cuando las niñitas están durmiendo. Me encierro en el baño, pero ahora que ellas están más grandes, igual se dan cuenta de algunas cosas. A veces salgo del baño y si andan por ahí, me hacen con la mano, gestos de olor y esas cosas", comenta Mónica (40) y madre de dos niñas de 10 y 12 años.
"La visión que tengo ahora de la marihuana es súper distinta a la que tenía a los 18. En ese tiempo, lo hacía más en la onda de un carrete, ahora lo uso casi como una terapia para relajarme: cuando estoy muy estresada, cuando tengo que cumplir muchas metas, cuando me sobregiro, en vez de ponerme a llorar, me pego unas piteadas y me relajo".
Con estas palabras explica Mónica su consumo de marihuana, que según confiesa, está destinado sólo a los fines de semana. "Cuando estoy en la casa, me pego una arrancadita para andar relajada, lo hago para no meterme en mala onda, porque igual el hacer todas las cosas en la casa, barrer, limpiar, lavar, te estresa, y de repente, me he pillado media histérica y gritando y para no hacer eso, me fumo unas piteaditas".
A pesar de que sus hijas aún son pequeñas, esta madre ya se cuestiona la forma en que conversará sobre este consumo con ellas. "Quiero tratar de hacerlo lo más natural posible. Quiero que entiendan que la cuestión no es: ‘Ah, mi mamá fuma, entonces, yo también puedo fumar'. No es eso. Porque a mi también me pasó, yo me fumé el primer pito, no por saber que iba a ser rico, lo hice de mona no más. Pero, yo sé que si lo agarran mal o que si son débiles, éste puede ser el primer paso para otras drogas. Por lo mismo, trato de manejarlo, por ahora, oculto, aunque yo sé que ellas ya notan que algo me pasa a mí, que de repente la mamá anda muy buena onda y me comunico mucho mejor con ellas, porque ellas mismas me lo dicen".
"Una vez mi hija chica se metió en mi cartera y abrió una caja de crema llena de hojas con unos paquetitos. Traté de bajarle el perfil diciéndole que no se tiene que meter en mis cosas ni en mi cartera, porque está invadiendo mi privacidad". Y aunque confiesa que ésta es su única opción posible, dada la edad de las niñas, reconoce que mantenerlo oculto cada vez se hace más difícil.
Mónica aclara que estaría dispuesta a decirles que si ellas quieren pueden probarlo. "Pero, si me preguntan si a mi me gustaría que lo hicieran, tal vez no me gustaría que lo hicieran tan jóvenes. Más que nada me da miedo que no la sepan controlar o que pueda llevarlas a otras cosas, porque tú no sabes con quién se van a fumar el pito. Tú puedes conocer a sus amigos, pero siempre hay alguien que les va a meter la droga en otra onda. Todas las cosas con las drogas me preocupan en ese punto, incluso con el alcohol. Cuando tenga que explicarles, quiero que entiendan que la mamá lo hace porque se siente bien y que cambia, pero cambia para bien".
La Más Consumida
De acuerdo al VI Estudio Nacional de Drogas en la Población General, realizado por el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace) en el año 2004, la marihuana sigue siendo la droga más consumida a nivel nacional. Según este informe, se produjo un estancamiento en su consumo, según estudios anteriores, y presenta una prevalencia total de 5,29%.
20 de septiembre de 2006
©la nación
2 comentarios
WESKAR -
catalina -
Aunque ya haya pasado tiempo desde que se escribio, realmente es muy interesante lo que he leido me han dado fuerza para continuar adelante y sin avergonzarme...esperare el momento y ojala cuando ese dia llegue tenga la mejor respuesta del mundo para mi hija... Espero poder contarles en un futuro como afronte la situacion.