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círculo íntimo de al-qaeda 3


[Robert F. Worth] Bin Laden estuvo a punto de abandonar el movimiento yihadista.
Bin Laden y Zawahiri son ahora tan familiares debido a sus apariciones en al-Yazira que es difícil imaginar que hubiera podido ser diferente. Pero a principios de los años noventa, bin Laden casi se apartó definitivamente del terrorismo. La mayoría de los autores occidentales interesado en la trama del 11 de septiembre de 2001, dedican poca atención a este período. Wright, sin embargo, localizó a mucha de la gente que vivió y trabajó con bin Laden en sus años en Sudán, antes de que al-Qaeda tomara la decisión de atacar a Estados Unidos. La versión de Wright revela un lado inesperadamente ambivalente del carácter de bin Laden, y describe una época en que su grupo recién formado pudo haber sido disuelto, o seguido otro camino que la yihad global.
Bin Laden se trasladó a Sudán en 1992, enfadado no solamente por la presencia de tropas estadounidenses en Arabia Saudí, sino también con el recrudecimiento de la guerra civil entre señores de la guerra y grupos de muyahedines después de la retirada soviética de Afganistán en 1989. Llevó con él a sus cuatro esposas, diecisiete hijos y una naciente organización yihadista. El gobierno islámico sudanés le había ofrecido refugio y la oportunidad de seguir los pasos de su multimillonario padre convirtiéndose en un constructor de carreteras y hombre de negocios. Invirtió millones en estos negocios, fundando un holding en el centro de Khartoum. Pero fue la agricultura la que cautivó su imaginación. Pronto se convirtió en uno de los latifundistas más grandes del país, prácticamente con el monopolio total de sus exportaciones agrícolas. Aunque el adiestramiento para las acciones terroristas continuaba todavía, para entonces "al-Qaeda se había convertido en gran parte en una organización agrícola", según Wright, y bin Laden mismo "dijo que había resuelto dejar completamente al-Qaeda para convertirse en granjero".
Este período duró poco. A pesar de su reputación como financista de terroristas, bin Laden no había heredado nada del extraordinario talento de su padre para los negocios. Sus inversiones en Sudán fueron una bendición para el nuevo gobierno islámico del país, que estaba librando una guerra civil contra grupos cristianos y animistas en el sur. Pero sacó poco a cambio. Basándose en entrevistas con el yihadista sirio Abu Rida al-Suri, que fue el asesor comercial jefe de bin Laden en la época (un hombre con el que, por lo que yo sepa, no ha hablado con ningún otro escritor), Wright ofrece una asombrosa versión de la imprudencia de bin Laden. Invirtió dinero en la agricultura, en la cría de caballos, en una compañía que curtía cueros para su exportación a Italia y otros proyectos sobre los que no sabía prácticamente nada y dejó a otros encargados de su administración, gastando su tiempo recorriendo el país y recibiendo a dignatarios. Wright lo describe pasando el tiempo en el polvoriento hipódromo de Khartoum, tapándose las orejas con sus dedos para no oír a la banda. Para 1995 estaba prácticamente en la ruina. Un año más tarde el gobierno sudanés, bajo presión del gobierno de Clinton, lo obligó a dejar el país. Algunos dicen que salió del país con el equivalente de 50 mil dólares. Otros dicen que se fue con las manos vacías.
Al mismo tiempo, sufrió otro revés. En marzo de 1994, el rey Fahd anuló personalmente la nacionalidad saudí de bin Laden. Fahd fue presionado por los presidentes de Egipto, Yemen y Argelia, que creían que bin Laden era responsable de la organización de una serie de ataques terroristas en sus países. Fue un terrible golpe para un hombre cuyo padre había ayudado a construir el estado saudí, y que se veía a sí mismo como el auténtico defensor del islam saudí. Bin Laden responsabilizó a Estados Unidos de su doble expulsión, tanto de Sudán, donde había encontrado brevemente la felicidad, y del país que lo vio nacer.
Los títulos de los capítulos de Wright sobre los años en el Sudán (‘Paraíso' y ‘Paraíso perdido') conllevan el sentido teológico de exilio, retratando a bin Laden como un Satanás miltoniano que atacaría a aquellos que se habían atrevido a juzgarlo. Bin Laden, de acuerdo a Wright, había siempre visto su vida según el esquema de Mahoma. Ahora, como profeta del islam, se encargaría de sus enemigos más poderosos.
Sin embargo, a pesar de su aire de trágica inevitabilidad, esta historia está llena de sorprendentes posibilidades. ¿Qué hubiera pasado si bin Laden hubiese abandonado al-Qaeda y se hubiese convertido en un hombre de negocios más exitoso? ¿Qué habría pasado si hubiera aceptado la oferta del gobierno saudí, en 1995, de que renovara su nacionalidad y volviera a casa provisto que renunciar a criticar al rey?

Libro reseñado:
The Looming Tower: Al-Qaeda and the Road to 9/11
Lawrence Wright
Knopf
469 pp.
$27.95

10 de octubre de 2006
©new york review of books
©traducción mQh
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