persiguiendo a los hijos
[José Miguel Jaque]¿Cuánto pagaría por seguir a su hijo? La última tendencia: padres que contratan detectives para que investiguen a sus ‘pequeños'.
Cristián vivió en carne propia la persecución de su madre. Ella desembolsó 450 mil pesos por seguir sus pasos. Y no es la única. Incluso más de 500 mil pesos cobran empresas de espionaje a los padres que quieren conocer exactamente qué les ocultan sus hijos. La mayoría de las veces buscan saber si son drogadictos u homosexuales.
Una de las cosas que le gusta a Cristián Díaz es jugar con su play station 2. El joven de 24 años recuerda que una vez el aparato se echó a perder, entonces tomó una micro y lo llevó a un local del Eurocentro para que se lo arreglaran. De pronto, en uno de los pasillos de esa galería se encontró de frente con su madre. "Me la topé en el subterráneo y muy caradura me dijo: es que te seguí porque pensé que lo ibas a vender", cuenta entre risas.
Hoy la anécdota le provoca gracia. Pero ese día, la conversación con Verónica -su madre- no fue en términos risibles ni amables. "Le dije lo típico: que estaba puro hueveando al seguirme y que cómo se le ocurrían esas cosas". En otras ocasiones también se sintió perseguido. Incluso un día descubrió que un tío lo seguía en un centro comercial.
Cristián y Verónica sólo intercambiaban frases para discutir. Hasta septiembre del año pasado, cuando él se aburrió. Tomó sus cosas y se fue a Concepción sin decir una palabra. No dejó una carta ni la llamó por teléfono. Verónica no pudo seguir jugando a la espía. Esta vez, llamó a una agencia de investigadores privados. Pagó 450 mil pesos para que le dieran pistas de su hijo.
Verónica se contactó con la agencia A.J.M. Para su directora, María Angélica Martínez, el trabajo con jóvenes se convirtió en algo común: sólo el último mes debió seguir a siete por encargo de los padres. "Está de moda desde que empezaron las carreras de autos clandestinas en las calles", comenta para explicar el nuevo fenómeno. "Luego, de las carreras se pasó a la preocupación por el consumo de drogas o para saber qué hacen en las discoteques".
Nelson Navarro, gerente de N.N. Investigadores, cuenta que los padres se ponen desconfiados cuando aprecian cambios de conducta en sus hijos. "Muchos papás de provincia nos explican que su hijo se vino a estudiar a Santiago y ya el primer fin de semana que volvió a la casa era otra persona. Santiago les abre los ojos a los jóvenes y ya no se peinan a la gomina ni son tan ordenaditos. Y los papás quieren saber qué cambió a sus hijos o en qué gastan la mesada", comenta Navarro. Incluso, a esta agencia han llegado pedidos de ‘babysitter': vigilar a los jóvenes el fin de semana cuando los papás se van a la playa. Este servicio cuesta entre 200 mil y 300 mil pesos.
A la hora de entregar las pruebas a los padres, predominan las pruebas en imágenes: fotos y especialmente videos. "Ahí entra a jugar el criterio: sabemos hasta dónde mostrar", cuenta María Angélica Martínez.
El Método
Quince días demoró la agencia A.J.M. en encontrar a Cristián: trabajaba en un local de arriendo de videojuegos en Concepción y vivía en una pieza del lugar. "Infiltramos a uno de los nuestros para que nos contara todo sobre él", cuenta Martínez. Cristián cayó en el juego. Hasta que comenzó a sospechar: "Llegaba un tipo que no era común ver en el local: bien vestido, con el pelo corto y que hablaba correctamente". Pero nunca pensó que se trataba de alguien contratado por su madre para seguirlo. Si Cristián esperaba a alguien, era a la propia Verónica cruzando la puerta del local.
"Es Su Trabajo"
Cristián recuerda que el infiltrado fue cada vez fue más seguido al local. Hasta que un día se apareció la propia María Angélica. "Empezaba a ver las películas, preguntaba cómo hacerse socia. Nos pusimos a conversar y nos hicimos amigos", recuerda Cristián. No sospechó nada hasta que se empezaron a repetir las preguntas: si vivía solo, cómo se las arreglaba en Conce o si echaba de menos su casa.
Cuando Cristián descubrió la verdadera identidad de María Angélica, no le pasó lo mismo con Verónica. Al principio se enojó porque sentía que el tiempo que no tenía para él en el día, "lo perdía contratando servicios secretos de investigación".
"Que me mandara a seguir no echó por tierra mis razones para irme, pero confirmó una cosa: que sean cuales fueren los problemas que tengamos, mi mamá siempre me va a querer".
Martínez entregó sus conclusiones a Verónica. "Le hicimos entender al cliente que su hijo no estaba en malos pasos, sólo quería estar lejos de su casa. Y la mamá quería encontrarlo y que volviera". Cristián, de hecho, regresó.
Las sospechas de Verónica no eran ciertas. Sin embargo, los padres que mandan a seguir a sus hijos confirman sus dudas en un alto porcentaje. "Más del 80 por ciento de los papás tiene la razón", cuenta Nelson Navarro. "Cuando nos llaman es porque buscan la confirmación no más. Ya tienen sospechas fundadas y recurren a nosotros como última instancia"
Los investigadores mantienen contacto permanente con los padres, "Les pedimos que no conversen con sus hijos hasta que las sospechas no sean totalmente confirmadas", cuenta el director de la Casa del Investigador J.R., Rodolfo Huenulef.
Esta última agencia es la que más casos declara tener: 17 seguimientos a jóvenes de hasta 19 años en los últimos dos meses. Si se trata de un trabajo por todo un mes, Huenulef habla de 560 mil pesos más IVA. Si sólo hay que buscar pruebas precisas, el precio baja a la mitad.
Entre sus últimos casos Huenulef recuerda que tuvo que confirmar las sospechas de unos padres. Su hijo era gay. "Tuvieron una reacción fuerte. La mamá se puso a llorar y el papá empezó a culparse. Decía ‘en qué fallamos' y esas cosas", recuerda Huenulef. "Como que se desahogan con uno y ahí uno los orienta para que pidan ayuda de profesionales. Si hasta de sicólogos hay que hacerla a veces".
Una de las cosas que le gusta a Cristián Díaz es jugar con su play station 2. El joven de 24 años recuerda que una vez el aparato se echó a perder, entonces tomó una micro y lo llevó a un local del Eurocentro para que se lo arreglaran. De pronto, en uno de los pasillos de esa galería se encontró de frente con su madre. "Me la topé en el subterráneo y muy caradura me dijo: es que te seguí porque pensé que lo ibas a vender", cuenta entre risas.
Hoy la anécdota le provoca gracia. Pero ese día, la conversación con Verónica -su madre- no fue en términos risibles ni amables. "Le dije lo típico: que estaba puro hueveando al seguirme y que cómo se le ocurrían esas cosas". En otras ocasiones también se sintió perseguido. Incluso un día descubrió que un tío lo seguía en un centro comercial.
Cristián y Verónica sólo intercambiaban frases para discutir. Hasta septiembre del año pasado, cuando él se aburrió. Tomó sus cosas y se fue a Concepción sin decir una palabra. No dejó una carta ni la llamó por teléfono. Verónica no pudo seguir jugando a la espía. Esta vez, llamó a una agencia de investigadores privados. Pagó 450 mil pesos para que le dieran pistas de su hijo.
Verónica se contactó con la agencia A.J.M. Para su directora, María Angélica Martínez, el trabajo con jóvenes se convirtió en algo común: sólo el último mes debió seguir a siete por encargo de los padres. "Está de moda desde que empezaron las carreras de autos clandestinas en las calles", comenta para explicar el nuevo fenómeno. "Luego, de las carreras se pasó a la preocupación por el consumo de drogas o para saber qué hacen en las discoteques".
Nelson Navarro, gerente de N.N. Investigadores, cuenta que los padres se ponen desconfiados cuando aprecian cambios de conducta en sus hijos. "Muchos papás de provincia nos explican que su hijo se vino a estudiar a Santiago y ya el primer fin de semana que volvió a la casa era otra persona. Santiago les abre los ojos a los jóvenes y ya no se peinan a la gomina ni son tan ordenaditos. Y los papás quieren saber qué cambió a sus hijos o en qué gastan la mesada", comenta Navarro. Incluso, a esta agencia han llegado pedidos de ‘babysitter': vigilar a los jóvenes el fin de semana cuando los papás se van a la playa. Este servicio cuesta entre 200 mil y 300 mil pesos.
A la hora de entregar las pruebas a los padres, predominan las pruebas en imágenes: fotos y especialmente videos. "Ahí entra a jugar el criterio: sabemos hasta dónde mostrar", cuenta María Angélica Martínez.
El Método
Quince días demoró la agencia A.J.M. en encontrar a Cristián: trabajaba en un local de arriendo de videojuegos en Concepción y vivía en una pieza del lugar. "Infiltramos a uno de los nuestros para que nos contara todo sobre él", cuenta Martínez. Cristián cayó en el juego. Hasta que comenzó a sospechar: "Llegaba un tipo que no era común ver en el local: bien vestido, con el pelo corto y que hablaba correctamente". Pero nunca pensó que se trataba de alguien contratado por su madre para seguirlo. Si Cristián esperaba a alguien, era a la propia Verónica cruzando la puerta del local.
"Es Su Trabajo"
Cristián recuerda que el infiltrado fue cada vez fue más seguido al local. Hasta que un día se apareció la propia María Angélica. "Empezaba a ver las películas, preguntaba cómo hacerse socia. Nos pusimos a conversar y nos hicimos amigos", recuerda Cristián. No sospechó nada hasta que se empezaron a repetir las preguntas: si vivía solo, cómo se las arreglaba en Conce o si echaba de menos su casa.
Cuando Cristián descubrió la verdadera identidad de María Angélica, no le pasó lo mismo con Verónica. Al principio se enojó porque sentía que el tiempo que no tenía para él en el día, "lo perdía contratando servicios secretos de investigación".
"Que me mandara a seguir no echó por tierra mis razones para irme, pero confirmó una cosa: que sean cuales fueren los problemas que tengamos, mi mamá siempre me va a querer".
Martínez entregó sus conclusiones a Verónica. "Le hicimos entender al cliente que su hijo no estaba en malos pasos, sólo quería estar lejos de su casa. Y la mamá quería encontrarlo y que volviera". Cristián, de hecho, regresó.
Las sospechas de Verónica no eran ciertas. Sin embargo, los padres que mandan a seguir a sus hijos confirman sus dudas en un alto porcentaje. "Más del 80 por ciento de los papás tiene la razón", cuenta Nelson Navarro. "Cuando nos llaman es porque buscan la confirmación no más. Ya tienen sospechas fundadas y recurren a nosotros como última instancia"
Los investigadores mantienen contacto permanente con los padres, "Les pedimos que no conversen con sus hijos hasta que las sospechas no sean totalmente confirmadas", cuenta el director de la Casa del Investigador J.R., Rodolfo Huenulef.
Esta última agencia es la que más casos declara tener: 17 seguimientos a jóvenes de hasta 19 años en los últimos dos meses. Si se trata de un trabajo por todo un mes, Huenulef habla de 560 mil pesos más IVA. Si sólo hay que buscar pruebas precisas, el precio baja a la mitad.
Entre sus últimos casos Huenulef recuerda que tuvo que confirmar las sospechas de unos padres. Su hijo era gay. "Tuvieron una reacción fuerte. La mamá se puso a llorar y el papá empezó a culparse. Decía ‘en qué fallamos' y esas cosas", recuerda Huenulef. "Como que se desahogan con uno y ahí uno los orienta para que pidan ayuda de profesionales. Si hasta de sicólogos hay que hacerla a veces".
31 de octubre de 2006
©la nación
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