mercurio recibió dinero de la cia
[Peter Kornbluh] Por medio de la difusión de noticias falsas, debía contribuir a crear un clima que justificara un golpe de estado. A Agustín Edwards, dueño del diario chileno, le pagaron por sus servicios 2 millones de dólares en 1970-1971.
La operación secreta que según los propios documentos internos de la CIA, desempeñó uno de los papeles más importantes a la hora de promover un golpe de estado fue la financiación clandestina del ‘proyecto El Mercurio'. Durante todo el decenio de 1960, la agencia proporcionó dinero al mayor periódico de Chile, El Mercurio, acérrimo defensor de la derecha, colocó a reporteros y editores en nómina, escribió artículos y columnas y suministró fondos adicionales para gastos operativos. Después de que Agustín Edwards, propietario del periódico, acudiese a Washington en septiembre de 1970 para instar a Nixon a que actuara contra Allende, la CIA empleó el dinero como medio de distribución de la ingente campaña propagandística que formaba parte de las vías I y II.
Durante toda la malograda presidencia de Allende, el periódico prosiguió una inflexible campaña mediante incontables artículos y editoriales virulentos e incendiarios con los que inducía a la oposición a luchar en contra del gobierno de la Unidad Popular, a cuyo derrocamiento llegó a incitarlos en varias ocasiones. "El Mercurio sigue practicando una oposición activa al régimen -hizo saber la CIA a la Casa Blanca a principios de 1971-, publicando ataques contra Allende, sus intentos de nacionalizar las entidades bancarias, sus violaciones de la libertad de prensa y sus confiscaciones de tierras". Si bien los informes de la Agencia hacen pensar que el imperio mediático de Edwards conservó su independencia durante la época de Allende, lo cierto es que El Mercurio hubo de enfrentarse a serias dificultades financieras que iban desde la mala administración de que adolecía y problemas de crédito y solvencia hasta recortes en los anuncios, escasez de papel y disturbios laborales de los que Edwards y la CIA no dudaron en culpar al gobierno de la Unidad Popular.
En septiembre de 1971, un representante del grupo mediático de Edwards solicitó "respaldo confidencial por valor de 1.00.000 $" a la Agencia, petición que dio pie a un agitado debate interno entre los estadistas de la nación. En un informe secreto de la CIA elaborado para poner a Kissinger al corriente de las distintas opciones de que disponía y entregado al secretario de Estado el 8 de septiembre, la Agencia sugería que el diario afrontaba "restricciones económicas" y se hacía eco de la opinión del propietario según la cual "el diario necesita no menos de un millón de dólares si quiere sobrevivir uno o dos años más". Washington tenía dos "opciones básicas":
a) Suministrar amplia financiación al periódico entendiendo que esto podría no ser suficiente para impedir que el gobierno de Allende lo cierre (por ejemplo, mediante el control de las prensas, por ejemplo, o la paralización del trabajo). Esto supondría una inversión inicial de al menos 700.000 $.
b) Dejar que se hunda y dedicar todos nuestros esfuerzos a una campaña propagandística en favor de la libertad de prensa.
La CIA advertía de lo arriesgado de la opción b), ya que "Allende podría contraatacar demostrando que el cierre del periódico no es sino una consecuencia de la ineptitud financiera de quienes lo dirigen". El jefe de la base [de la CIA] en Santiago y el embajador Korry se inclinaron por la primera, aunque no faltaron en el gobierno de Nixon quienes pensasen que un millón de dólares era "un precio demasiado elevado para obtener tan poco tiempo extra" si el periódico iba a cerrar de todos modos.
De hecho, cuando se preguntó la opinión de los miembros del Comité 40, cada uno de ellos adoptó una postura diferente. El ayudante de Kissinger, Arnold Nachmanoff, era partidario de "tomar ambas posiciones y unirlas". De este modo, El Mercurio recibiría setecientos mil dólares con la condición de que "emprendiese un ataque público al gobierno de Allende que lo obligue a salir de circulación". El fiscal general John Mitchell, según un resumen del debate, pensaba que debían "mantener con vida una voz potente, pero no vale la pena hacer lo mismo por una débil". Por su parte, el almirante John Moorer, representante del Pentágono, aseguró que se la estaban "jugando con un perdedor y [la] cantidad [era] descabellada", en tanto que el director de la CIA, Richard Helms, opinaba que "las perspectivas no eran buenas ni a corto ni a largo plazo".
Ante tal desacuerdo en lo referente a la puesta en marcha de una operación específica contra Allende, Kissinger optó por "presentar el asunto de una autoridad más alta". El 14 de septiembre, Nixon autorizó personalmente el pago encubierto de los setecientos mil dólares (y de una cantidad mayor en caso de que fuese necesario), lo que constituye un ejemplo muy poco frecuente de intervención presidencial en detalles tan concretos de una operación secreta. Aquella noche, Kissinger llamó a Helms para hacerle saber que:
a) el presidente acababa de dar su visto bueno a la propuesta de respaldar a El Mercurio con la cantidad de 700.000 $, y b) deseaba que el periódico siguiese funcionando, por lo que la cantidad estipulada podría sobrepasarse con el fin de alcanzar este objetivo.
Tal como dictaba la decisión del presidente, Helms dio carta blanca a la división Hemisferio Occidental para que rebasase "los 700.000 $ autorizados hasta la cantidad de 1.000.000 $, y aun más, si eso garantiza la continuidad del diario". Los setecientos mil dólares iniciales se enviaron de inmediato, y en octubre, fue Kissinger quien autorizó personalmente los trescientos mil adicionales.
Siete meses más tarde, la CIA solicitó que se pusiesen "a disposición de El Mercurio 965.000 $ adicionales", lo que hizo que se destinase en secreto un total de casi dos millones de dólares al diario en menos de un año. En una propuesta redactada por el nuevo director de la división Hemisferio Occidental, Theodore Shackley, la CIA argumentaba que la decisión de continuar financiando el periódico debía basarse "en un juicio valorativo de la importancia que reviste el tratar de garantizar la continuidad del diario por motivos políticos". El periódico ya no corría peligro de ser clausurado por el gobierno de Allende, pero estaba a punto de quedarse sin crédito. La nueva asignación, según se informó a Kissinger en un memorando marcado como ALTO SECRETO, se emplearía para:
"amortizar un préstamo, cubrir el déficit operativo mensual que pueda generarse hasta marzo de 1973 y crear un fondo de contingencia de [cantidad tachada] con objeto de satisfacer necesidades crediticias, nuevos impuestos y otras deudas bancarias que podrían surgir en breve".
Según exponía el argumento presentado por la Agencia con el fin de obtener este dinero, El Mercurio era "considerado esencial" para ayudar a los candidatos respaldados por la CIA a ganar los comicios al Congreso de marzo de 1973, que constituirían una prueba electoral de gran trascendencia para la popularidad de Allende. Y tal como reconoció William Jorden, ayudante de Kissinger, en un memorando de "acción" ultrasecreto remitido a la Casa Blanca, estaban todos de acuerdo en la importancia del periódico: "Es una espina para Allende, y ayuda a insuflar valor a las fuerzas de la oposición". Al mismo tiempo, si el diario se iba "al cuerno -recordó Jorden al secretario de Estado- nos proporcionará un pretexto inmejorable para hablar de falta de libertad de prensa allí y en el resto del hemisferio". El 11 de abril, el Departamento de Estado dio su visto bueno a la cantidad solicitada.
El Mercurio recibió dinero adicional por mediación del principal colaborador empresarial del que disponía en Chile la CIA: la ITT. Existe un memorando con fecha del 15 de mayo de 1972 que recoge la conversación mantenida entre el oficial de la Agencia, Jonathan Hanke y Hal Hendrix, empleado de la ITT, en torno a un depósito bancario de cien mil dólares que la compañía iba a hacer en secreto a Agustín Edwards. "Me dijo que el dinero destinado al grupo de Edwards debía ir a través de una cuenta en Suiza", informó Hanke a sus superiores.
Sostenido por una considerable afluencia de capital clandestino, el imperio mediático de Edwards se convirtió en uno de los principales agentes que propiciaron la caída de la democracia chilena. Lejos de ser una fuente de noticias, su periódico se erigió en voz de la agitación organizada en contra el gobierno. En el verano de 1973, la base de operaciones de la CIA en Santiago lo identificó, junto con la paramilitar Patria y Libertad y ciertos militantes del Partido Nacional, como una de las principales organizaciones privadas que "han adoptado por objetivo la creación de conflictos y confrontaciones capaces de desembocar en algún tipo de intervención militar". La división de acción encubierta de la CIA en el hemisferio occidental le atribuyó una función esencial a la hora de crear la ansiada atmósfera propicia para un golpe de estado. En un memorando de renovación del proyecto fechado en enero de 1974 y excesivamente censurado para su desclasificación, los agentes de la CIA subrayaban la necesidad de mantener la financiación a fin de recompensar y sostener la fuente propagandística que suponía El Mercurio, dada la importancia que había tenido en el derrocamiento de Allende.
"Antes del golpe de Estado, los medios de comunicación con que contaba el proyecto vertieron un incesante aluvión de críticas en contra del gobierno, para lo cual explotaron cualquier posible punto de fricción entre el gobierno y la oposición democrática, e hicieron hincapié en los problemas y conflictos que se estaban desarrollando entre aquél y las fuerzas armadas".
La CIA reconoció que las operaciones encubiertas de Estados Unidos habían contribuido de manera directa al derrocamiento de Allende al afirmar que las actividades propagandísticas, que contaron con El Mercurio como principal vocero, "desempeñaron un papel fundamental a la hora de crear el escenario que haría posible el golpe militar del 11 de septiembre de 1973".
Durante toda la malograda presidencia de Allende, el periódico prosiguió una inflexible campaña mediante incontables artículos y editoriales virulentos e incendiarios con los que inducía a la oposición a luchar en contra del gobierno de la Unidad Popular, a cuyo derrocamiento llegó a incitarlos en varias ocasiones. "El Mercurio sigue practicando una oposición activa al régimen -hizo saber la CIA a la Casa Blanca a principios de 1971-, publicando ataques contra Allende, sus intentos de nacionalizar las entidades bancarias, sus violaciones de la libertad de prensa y sus confiscaciones de tierras". Si bien los informes de la Agencia hacen pensar que el imperio mediático de Edwards conservó su independencia durante la época de Allende, lo cierto es que El Mercurio hubo de enfrentarse a serias dificultades financieras que iban desde la mala administración de que adolecía y problemas de crédito y solvencia hasta recortes en los anuncios, escasez de papel y disturbios laborales de los que Edwards y la CIA no dudaron en culpar al gobierno de la Unidad Popular.
En septiembre de 1971, un representante del grupo mediático de Edwards solicitó "respaldo confidencial por valor de 1.00.000 $" a la Agencia, petición que dio pie a un agitado debate interno entre los estadistas de la nación. En un informe secreto de la CIA elaborado para poner a Kissinger al corriente de las distintas opciones de que disponía y entregado al secretario de Estado el 8 de septiembre, la Agencia sugería que el diario afrontaba "restricciones económicas" y se hacía eco de la opinión del propietario según la cual "el diario necesita no menos de un millón de dólares si quiere sobrevivir uno o dos años más". Washington tenía dos "opciones básicas":
a) Suministrar amplia financiación al periódico entendiendo que esto podría no ser suficiente para impedir que el gobierno de Allende lo cierre (por ejemplo, mediante el control de las prensas, por ejemplo, o la paralización del trabajo). Esto supondría una inversión inicial de al menos 700.000 $.
b) Dejar que se hunda y dedicar todos nuestros esfuerzos a una campaña propagandística en favor de la libertad de prensa.
La CIA advertía de lo arriesgado de la opción b), ya que "Allende podría contraatacar demostrando que el cierre del periódico no es sino una consecuencia de la ineptitud financiera de quienes lo dirigen". El jefe de la base [de la CIA] en Santiago y el embajador Korry se inclinaron por la primera, aunque no faltaron en el gobierno de Nixon quienes pensasen que un millón de dólares era "un precio demasiado elevado para obtener tan poco tiempo extra" si el periódico iba a cerrar de todos modos.
De hecho, cuando se preguntó la opinión de los miembros del Comité 40, cada uno de ellos adoptó una postura diferente. El ayudante de Kissinger, Arnold Nachmanoff, era partidario de "tomar ambas posiciones y unirlas". De este modo, El Mercurio recibiría setecientos mil dólares con la condición de que "emprendiese un ataque público al gobierno de Allende que lo obligue a salir de circulación". El fiscal general John Mitchell, según un resumen del debate, pensaba que debían "mantener con vida una voz potente, pero no vale la pena hacer lo mismo por una débil". Por su parte, el almirante John Moorer, representante del Pentágono, aseguró que se la estaban "jugando con un perdedor y [la] cantidad [era] descabellada", en tanto que el director de la CIA, Richard Helms, opinaba que "las perspectivas no eran buenas ni a corto ni a largo plazo".
Ante tal desacuerdo en lo referente a la puesta en marcha de una operación específica contra Allende, Kissinger optó por "presentar el asunto de una autoridad más alta". El 14 de septiembre, Nixon autorizó personalmente el pago encubierto de los setecientos mil dólares (y de una cantidad mayor en caso de que fuese necesario), lo que constituye un ejemplo muy poco frecuente de intervención presidencial en detalles tan concretos de una operación secreta. Aquella noche, Kissinger llamó a Helms para hacerle saber que:
a) el presidente acababa de dar su visto bueno a la propuesta de respaldar a El Mercurio con la cantidad de 700.000 $, y b) deseaba que el periódico siguiese funcionando, por lo que la cantidad estipulada podría sobrepasarse con el fin de alcanzar este objetivo.
Tal como dictaba la decisión del presidente, Helms dio carta blanca a la división Hemisferio Occidental para que rebasase "los 700.000 $ autorizados hasta la cantidad de 1.000.000 $, y aun más, si eso garantiza la continuidad del diario". Los setecientos mil dólares iniciales se enviaron de inmediato, y en octubre, fue Kissinger quien autorizó personalmente los trescientos mil adicionales.
Siete meses más tarde, la CIA solicitó que se pusiesen "a disposición de El Mercurio 965.000 $ adicionales", lo que hizo que se destinase en secreto un total de casi dos millones de dólares al diario en menos de un año. En una propuesta redactada por el nuevo director de la división Hemisferio Occidental, Theodore Shackley, la CIA argumentaba que la decisión de continuar financiando el periódico debía basarse "en un juicio valorativo de la importancia que reviste el tratar de garantizar la continuidad del diario por motivos políticos". El periódico ya no corría peligro de ser clausurado por el gobierno de Allende, pero estaba a punto de quedarse sin crédito. La nueva asignación, según se informó a Kissinger en un memorando marcado como ALTO SECRETO, se emplearía para:
"amortizar un préstamo, cubrir el déficit operativo mensual que pueda generarse hasta marzo de 1973 y crear un fondo de contingencia de [cantidad tachada] con objeto de satisfacer necesidades crediticias, nuevos impuestos y otras deudas bancarias que podrían surgir en breve".
Según exponía el argumento presentado por la Agencia con el fin de obtener este dinero, El Mercurio era "considerado esencial" para ayudar a los candidatos respaldados por la CIA a ganar los comicios al Congreso de marzo de 1973, que constituirían una prueba electoral de gran trascendencia para la popularidad de Allende. Y tal como reconoció William Jorden, ayudante de Kissinger, en un memorando de "acción" ultrasecreto remitido a la Casa Blanca, estaban todos de acuerdo en la importancia del periódico: "Es una espina para Allende, y ayuda a insuflar valor a las fuerzas de la oposición". Al mismo tiempo, si el diario se iba "al cuerno -recordó Jorden al secretario de Estado- nos proporcionará un pretexto inmejorable para hablar de falta de libertad de prensa allí y en el resto del hemisferio". El 11 de abril, el Departamento de Estado dio su visto bueno a la cantidad solicitada.
El Mercurio recibió dinero adicional por mediación del principal colaborador empresarial del que disponía en Chile la CIA: la ITT. Existe un memorando con fecha del 15 de mayo de 1972 que recoge la conversación mantenida entre el oficial de la Agencia, Jonathan Hanke y Hal Hendrix, empleado de la ITT, en torno a un depósito bancario de cien mil dólares que la compañía iba a hacer en secreto a Agustín Edwards. "Me dijo que el dinero destinado al grupo de Edwards debía ir a través de una cuenta en Suiza", informó Hanke a sus superiores.
Sostenido por una considerable afluencia de capital clandestino, el imperio mediático de Edwards se convirtió en uno de los principales agentes que propiciaron la caída de la democracia chilena. Lejos de ser una fuente de noticias, su periódico se erigió en voz de la agitación organizada en contra el gobierno. En el verano de 1973, la base de operaciones de la CIA en Santiago lo identificó, junto con la paramilitar Patria y Libertad y ciertos militantes del Partido Nacional, como una de las principales organizaciones privadas que "han adoptado por objetivo la creación de conflictos y confrontaciones capaces de desembocar en algún tipo de intervención militar". La división de acción encubierta de la CIA en el hemisferio occidental le atribuyó una función esencial a la hora de crear la ansiada atmósfera propicia para un golpe de estado. En un memorando de renovación del proyecto fechado en enero de 1974 y excesivamente censurado para su desclasificación, los agentes de la CIA subrayaban la necesidad de mantener la financiación a fin de recompensar y sostener la fuente propagandística que suponía El Mercurio, dada la importancia que había tenido en el derrocamiento de Allende.
"Antes del golpe de Estado, los medios de comunicación con que contaba el proyecto vertieron un incesante aluvión de críticas en contra del gobierno, para lo cual explotaron cualquier posible punto de fricción entre el gobierno y la oposición democrática, e hicieron hincapié en los problemas y conflictos que se estaban desarrollando entre aquél y las fuerzas armadas".
La CIA reconoció que las operaciones encubiertas de Estados Unidos habían contribuido de manera directa al derrocamiento de Allende al afirmar que las actividades propagandísticas, que contaron con El Mercurio como principal vocero, "desempeñaron un papel fundamental a la hora de crear el escenario que haría posible el golpe militar del 11 de septiembre de 1973".
[Vía I: la creación de un fondo en 1970 con el objetivo de sobornar a miembros del congreso chileno para que impidieran la confirmación de Allende en el parlamento. Vía II: campaña de descrédito contra Allende, que incluía operaciones terroristas para desestabilizar al país y justificar la intervención militar por orden norteamericana].
5 de marzo de 2007
©National Security Archive
©Crítica
[Capítulo del libro ‘Pinochet: los archivos secretos', de Peter Kornbluh, Memoria Crítica, Barcelona, 2004. Kornbluh es director del National Security Archive's Chile Documentation Project. A pesar de las evidencias que señalan que el señor Agustín Edwards, lo mismo que Augusto Pinochet, se pusieron al servicio de una potencia extranjera al aceptar órdenes del gobierno norteamericano para derribar el sistema democrático y asesinar a prominentes figuras políticas del país, ninguno de los dos fue nunca acusado formalmente de traición a la patria].
0 comentarios