madre coraje
[Marta Dillon] El coraje de combatir la trata. Estados Unidos premia a Susana Trimarco, la madre de Marita Verón.
El Departamento de Estado distinguió a la mujer que busca a su hija vendida a un burdel y desaparecida desde entonces. En su lucha, ya logró rescatar a 98 chicas. Rice entregará el premio.
Nunca lo hubiera soñado. Y de haberlo soñado, hubiera sido una pesadilla. ¿Quién puede alegrarse de que le den un premio por buscar a una hija desaparecida de la que llegan datos intermitentes y aterradores? Susana Trimarco de Verón no se alegra, se emociona, sí, pero de inmediato la ausencia de Marita, la joven que hace cinco años fue vendida a un burdel de La Rioja en 2500 pesos, se impone como una sombra que opaca el logro de ser nombrada Mujer de Coraje por la Secretaría de Estado de los Estados Unidos, una entre las once elegidas en todo el mundo, la única premiada en todo el continente americano. "Esto tendría sentido si hubiera encontrado a mi hija", dijo antes de subir al avión que la llevará a Washington, aunque el sentido del homenaje bien puede rastrearse en las 98 jóvenes que ha rescatado de diferentes redes de explotación sexual mientras trazaba el mapa de su búsqueda; y en esa constancia demostrada en estos años, capaz de hacer visible y urgente la trata de personas, el negocio clandestino más pingüe después de las armas y las drogas ilegales.
Será Condoleezza Rice quien le dé la medalla y el beso. Según el comunicado que difundió ayer la Embajada de Estados Unidos, la secretaria de Estado se maravilló "por sus esfuerzos" y porque "la señora Trimarco de Verón se ha visto envuelta en situaciones de peligro, y hasta se ha disfrazado de prostituta para andar por bares y callejones en busca de alguien que pudiera conocer el paradero de su hija". ¡Y claro que lo hizo! Así, con signos de admiración lo cuenta ella, sorprendida de que alguien pueda dudar de su temeridad. Apenas supo que Marita –23 años y una hija que no había cumplido los tres– había sido vendida a un proxeneta se calzó unos tacos, delineó su boca a fuego y detrás de unos anteojos negros discordantes a la noche salió a preguntar en los arrabales de Tucumán, Salta y Jujuy. "Al principio yo tampoco podía creer que una mujer pudiera ser vendida como mercadería, me convencí hablando con esas chicas que hace años están en el circuito a la fuerza, porque después de haber crecido entre golpes, torturas y abusos no conocen otra manera de vivir."
Y fueron esas chicas con las que esta mujer de clase media que educó a su hija y a su nieta en estricto colegio de monjas, que jamás lleva el flequillo más allá de lo que dicta la elegancia y es capaz de esconder las uñas para que no se vea el esmalte saltado que empezó a desandar las rutas de la trata; una palabra que antes del ‘caso Verón' decía poco y nada en Argentina. "La primera chica que rescatamos –rememora Susana– hacía ocho años que estaba secuestrada, creía que ya no tenía familia que la reclamara. Fue en el curso de un allanamiento en un cabaret de La Rioja en donde Marita había sido vista. Mi marido se paró en el medio del local y dijo que si había alguien ahí contra su voluntad, ése era el momento de decirlo. Hubo un silencio espantoso al principio y enseguida esta chica, Andrea D., cruzó el salón y se refugió con nosotros."
Después de Andrea D., quien se reencontró con su familia en Misiones, siguieron muchas, casi una centena. En la casa del matrimonio Verón siempre hay lugar para el momento más difícil, el de la transición, cuando se deja el cautiverio y la voluntad vuelve a ser autónoma. Pero no es gratis quitarles ‘recursos' a los tratantes de mujeres. Ellos defienden su patrimonio amenazando la vida de Susana Trimarco, que aun así sigue recorriendo el país para apoyar a esas mujeres cuyas historias de encierro y explotación todavía cuesta escuchar. "Pero a mí me tuvo que atender desde el Presidente hasta el último de los ministros. Porque igual que en Tucumán yo me siento ahí y hasta que no me escuchan no me muevo", dice para describir un método que derrumbó puertas como la gota que orada la piedra. De hecho, el proyecto de ley sobre trata que ya tiene media sanción del Senado de la Nación tomó su historia como un caso testigo. Ahora que el mundo va a mirar su cuerpo menudo y sus modales correctos cuando le entreguen el premio a las Mujeres de Coraje, 24 horas antes del Día Internacional de la Mujer, la voz de Susana sonará amplificada pidiendo por la libertad de su hija y por la de todas esas chicas que ahora mismo, en burdeles ruteros, en cabarets de cuarta o en hoteles de lujo negocian su vida por silencio; el cuerpo expropiado, el goce hecho añicos y el deseo mudo de alguna vez poder volver a decir no o sí, según su voluntad.
Nunca lo hubiera soñado. Y de haberlo soñado, hubiera sido una pesadilla. ¿Quién puede alegrarse de que le den un premio por buscar a una hija desaparecida de la que llegan datos intermitentes y aterradores? Susana Trimarco de Verón no se alegra, se emociona, sí, pero de inmediato la ausencia de Marita, la joven que hace cinco años fue vendida a un burdel de La Rioja en 2500 pesos, se impone como una sombra que opaca el logro de ser nombrada Mujer de Coraje por la Secretaría de Estado de los Estados Unidos, una entre las once elegidas en todo el mundo, la única premiada en todo el continente americano. "Esto tendría sentido si hubiera encontrado a mi hija", dijo antes de subir al avión que la llevará a Washington, aunque el sentido del homenaje bien puede rastrearse en las 98 jóvenes que ha rescatado de diferentes redes de explotación sexual mientras trazaba el mapa de su búsqueda; y en esa constancia demostrada en estos años, capaz de hacer visible y urgente la trata de personas, el negocio clandestino más pingüe después de las armas y las drogas ilegales.
Será Condoleezza Rice quien le dé la medalla y el beso. Según el comunicado que difundió ayer la Embajada de Estados Unidos, la secretaria de Estado se maravilló "por sus esfuerzos" y porque "la señora Trimarco de Verón se ha visto envuelta en situaciones de peligro, y hasta se ha disfrazado de prostituta para andar por bares y callejones en busca de alguien que pudiera conocer el paradero de su hija". ¡Y claro que lo hizo! Así, con signos de admiración lo cuenta ella, sorprendida de que alguien pueda dudar de su temeridad. Apenas supo que Marita –23 años y una hija que no había cumplido los tres– había sido vendida a un proxeneta se calzó unos tacos, delineó su boca a fuego y detrás de unos anteojos negros discordantes a la noche salió a preguntar en los arrabales de Tucumán, Salta y Jujuy. "Al principio yo tampoco podía creer que una mujer pudiera ser vendida como mercadería, me convencí hablando con esas chicas que hace años están en el circuito a la fuerza, porque después de haber crecido entre golpes, torturas y abusos no conocen otra manera de vivir."
Y fueron esas chicas con las que esta mujer de clase media que educó a su hija y a su nieta en estricto colegio de monjas, que jamás lleva el flequillo más allá de lo que dicta la elegancia y es capaz de esconder las uñas para que no se vea el esmalte saltado que empezó a desandar las rutas de la trata; una palabra que antes del ‘caso Verón' decía poco y nada en Argentina. "La primera chica que rescatamos –rememora Susana– hacía ocho años que estaba secuestrada, creía que ya no tenía familia que la reclamara. Fue en el curso de un allanamiento en un cabaret de La Rioja en donde Marita había sido vista. Mi marido se paró en el medio del local y dijo que si había alguien ahí contra su voluntad, ése era el momento de decirlo. Hubo un silencio espantoso al principio y enseguida esta chica, Andrea D., cruzó el salón y se refugió con nosotros."
Después de Andrea D., quien se reencontró con su familia en Misiones, siguieron muchas, casi una centena. En la casa del matrimonio Verón siempre hay lugar para el momento más difícil, el de la transición, cuando se deja el cautiverio y la voluntad vuelve a ser autónoma. Pero no es gratis quitarles ‘recursos' a los tratantes de mujeres. Ellos defienden su patrimonio amenazando la vida de Susana Trimarco, que aun así sigue recorriendo el país para apoyar a esas mujeres cuyas historias de encierro y explotación todavía cuesta escuchar. "Pero a mí me tuvo que atender desde el Presidente hasta el último de los ministros. Porque igual que en Tucumán yo me siento ahí y hasta que no me escuchan no me muevo", dice para describir un método que derrumbó puertas como la gota que orada la piedra. De hecho, el proyecto de ley sobre trata que ya tiene media sanción del Senado de la Nación tomó su historia como un caso testigo. Ahora que el mundo va a mirar su cuerpo menudo y sus modales correctos cuando le entreguen el premio a las Mujeres de Coraje, 24 horas antes del Día Internacional de la Mujer, la voz de Susana sonará amplificada pidiendo por la libertad de su hija y por la de todas esas chicas que ahora mismo, en burdeles ruteros, en cabarets de cuarta o en hoteles de lujo negocian su vida por silencio; el cuerpo expropiado, el goce hecho añicos y el deseo mudo de alguna vez poder volver a decir no o sí, según su voluntad.
6 de marzo de 2007
©página 12
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