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tensiones policiales en tijuana


[Richard Marosi] Con una delincuencia desenfrenada, las rivalidades políticas alimentan los conflictos armados entre las fuerzas policiales de la ciudad y del estado.
Tijuana, México. Los dos cuerpos policiales se midieron con la mirada en una estrecha calle del centro de la ciudad. A un lado de la Calle 8, los agentes de la ciudad formaban una línea frente a su cuartel general.
En la acera de enfrente, treinta agentes de la policía estatal, enmascarados y vestidos de negro, les hacían frente, con sus armas en la mano.
La policía de la ciudad había detenido a dos agentes de la policía nacional presuntamente por amenazar a los guardaespaldas del alcalde.
La policía del estado había llegado a liberar a esos dos. Avanzaron hacia la acera de enfrente y trataron de hacerse camino con sus hombros hacia el interior del edificio.
El enfrentamiento el año pasado, que terminó cuando la policía municipal entregó a los agentes, fue uno de los varios incidentes que han colocado a un cuerpo policial contra otro en un conflicto que parece hacerse más profundo con cada persecución en coche y allanamiento que ocurre.
Los choques armados entre las agencias de orden no son nada nuevo en México, donde la policía a menudo toma partido por alguno de los carteles de la droga rivales. Pero en Tijuana la fricción es, al menos parcialmente, una lucha política entre el Partido de Acción Nacional, conocido como PAN, y el Partido Revolucionario Institucional, PRI.
Un período de relativa calma fue roto cuando Jorge Hank Rhon, el candidato del PRI, asumió como alcalde a fines de 2004 y nombró a su propio jefe de policía para dirigir el cuerpo municipal de 2.750 miembros, que había sido controlado por el PAN durante más de diez años. El gobernador de Baja California, Eugenio Elorduy Walther, del PAN, quedó a cargo de la fuerza policial del estado de Tijuana, que comprende 450 detectives y un destacamento de respuesta rápida altamente preparado.
Los partidos rivales han dicho que forman un frente unido contra las bandas de tráfico de drogas, pero la rivalidad policial ha dejado al descubierto un inquietante nivel de desorganización.
Las dos fuerzas policiales han actuado con dureza. En marzo de 2005 la policía municipal cercó la sede de la policía del estado y liberó a punta de pistola a dos de sus agentes que habían sido detenidos en el marco de la investigación de un homicidio.
El mes pasado, los agentes municipales volvieron a rodear el edificio de la policía nacional después de que sus agentes detuvieran a un policía municipal. Y en el último año y medio, ha habido al menos una docena de enfrentamientos entre agentes del estado y de la policía municipal asignados a la protección de Rhon.
La lucha entre cuerpos policiales no podía ocurrir en peores circunstancias. En la ciudad de un millón y medio de habitantes, los carteles de la droga están luchando por el control de las lucrativas rutas de transporte. Muchos vecinos de clase alta y media se están marchando de la ciudad para evitar ser blanco de secuestros por rescate. Una drogadicción sin freno explicaría el aumento de los robos de coches y asaltos.
Debido a que la seguridad pública sigue siendo el problema más importante de los habitantes, la opinión sobre la policía puede determinar destinos políticos, provocando que las agencias traten de superarse o de provocar el fracaso de la otra. "Cada cuerpo policial trata de mostrar progresos y logros mientras critica y pone en ridículo a la otra... y los únicos que se benefician de esta situación son las bandas criminales", dijo José María Ramos, director de la escuela de administración pública del Colegio de la Frontera Norte de Tijuana.
Después de que asumiera el jefe de la policía municipal de Rhon, las áreas de responsabilidad de las agencias empezaron a confundirse. Las autoridades del estado están a cargo de las investigaciones, pero los policías municipales empezaron a extender su territorio y a realizar sus propias pesquisas en un intento de ganarse a la opinión pública. Dijeron que tenían que mostrarse más agresivos en una ciudad dominada por la delincuencia.
El conflicto estalló en transitadas avenidas cuando los agentes de la policía nacional empezaron a interceptar la escolta de todoterrenos del alcalde, que iban repletos de guardaespaldas fuertemente armados. Los partidarios del alcalde calificaron la acción de acoso, pero la policía del estado dijo que los coches no estaban inscritos. Dijeron que tenían que controlar estrechamente esas escoltas porque se ajustaban a la descripción de equipos de asesinos a sueldo del crimen organizado que cometen secuestros y asesinatos en toda la ciudad.
Cada enfrentamiento entre las fuerzas policiales ha recibido una amplia cobertura en la prensa local, y algunos políticos del PRI calificaron las paradas como una campaña orquestada para molestar al alcalde.
Las relaciones entre los cuerpos policiales empeoraron en enero cuando el presidente mexicano Felipe Calderón despachó a la ciudad miles de soldados y agentes federales. El general a cargo de la Operación Tijuana ordenó a la policía municipal que entregasen sus armas mientras los agentes eran pesquisados por posibles vínculos con el crimen organizado.
La policía municipal protestó patrullando con tirachinas colgando de sus pistoleras, quejándose de que las inspecciones anticorrupción deberían extenderse también a la policía nacional.
Rhon renunció a la alcaldía en febrero, poniendo fin a sus tensos recorridos de su escolta en la ciudad -y desde entonces las cosas se han calmado, dijo Víctor Manuel Zataraín, el jefe de la policía municipal. Él y otros funcionarios policiales dicen que la cooperación y coordinación entre las agencias ha mejorado, especialmente en situaciones de emergencia.
Pero algunos expertos dicen que las profundas divisiones todavía estropean los esfuerzos de represión del crimen organizado. Cuando varios hombres armados irrumpieron en abril el Hospital General de Tijuana para liberar a un colega herido, por ejemplo, la mayoría de ellos lograron escapar, pese a una supuesta operación conjunta de las policías municipal y nacional.
Cuando este verano empezó la campaña por la gobernación del estado, algunos expertos dijeron que era probable que las relaciones se volvieran a poner tensas. Incidentes menores todavía estallan y se convierten en tensos enfrentamientos, como se hizo evidente el mes pasado cuando agentes nacionales detuvieron a un agente municipal presuntamente por portar un arma sin permiso. Cuando Zataraín visitó el edificio de la policía del estado para aclarar las cosas, lo hizo con varios guardaespaldas. Unas dos docenas de agentes municipales rodearon el edificio y bloquearon las calles aledañas, dijo la policía nacional.
Poco después de que la policía municipal tomara posiciones, llegaron al lugar unos cincuenta refuerzos de la policía nacional y los dos cuerpos fuertemente armados terminaron mirándose y midiéndose en el sitio durante alrededor de una hora en la acera del edificio.

richard.marosi@latimes.com

6 de junio de 2007
4 de junio de 2007
los angeles times
©traducción mQh
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