hombres de negocios de china
[Howard W. French y Lydia Polgreen] El nuevo poder en África. Hombres de negocios de China prosperan en África.
Lilongwe, Malawi. Cuando Yang Jie se marchó de casa a los dieciocho, hizo lo que la gente en la mísera provincia de Fujian en China viene haciendo durante generaciones: emigrar a la búsqueda de una mejor vida en el extranjero.
Lo que lo hace diferente es su destinación. En lugar de las patrias adoptivas tradicionales, como Estados Unidos y África, adonde la gente de la provincia de Fujian se ha marchado en números de cientos de miles, él prefirió este pequeño país sin salida al mar en el sur de África.
"Antes de marcharme de China", dijo Yang, ahora de 25 años, "pensaba que África era un gran desierto". Así que pensó que habría una alta demanda de helados, y con dinero que reunió entre familiares y amigos, fundó su propia fábrica en las afueras de Lilongwe, la capital de Malawi. De hecho, el clima es subtropical, pero eso no ha impedido que su fábrica de helados se haya convertido en la más grande del país.
Historias como estas han hecho legión en África en los últimos cinco, a medida que cientos de miles de chinos han descubierto el continente, saliendo a hacer negocios en una parte del mundo que había sido terra incognita. Hace poco la agencia de noticias Xinhua calculaba que al menos 750 mil chinos estaban trabajando o vivían durante prolongados periodos en el continente, lo que era un reflejo de la profundidad de los lazos económicos entre China y África, que llegó a los 55 billones de dólares en el comercio en 2006, en comparación con menos de diez millones de dólares una generación antes.
Incluso cuando Yang llegó aquí en 2001, dijo, pasaban semanas en las que no veía a ningún viajero de su país. Pero tan ciertamente como han prosperado sus inversiones en el país, dijo, también se ha asentado una numerosa comunidad de inmigrantes chinos y ahora manejan todo, desde pequeñas fábricas hasta clínicas médicas y sociedades mercantiles.
Durante la ola previa de interés chino en África en los años sesenta y setenta, una época de socialismo radical y proclamas de solidaridad con el Tercer Mundo, las compañías europeas y estadounidenses dominaron las economías de la mayor parte del continente. Aquí y allá, sin embargo, los chinos hicieron notar su presencia, a menudo en cuadrillas de trabajo estatales, monótonamente vestidos, construyendo estadios, vías férreas y autopistas, machacando rocas y haciendo otros trabajos manuales.
Hoy, en muchos de los países donde se han asentado nuevos inmigrantes chinos, como el Chad, se pueden encontrar farmacias, salones de masaje y restaurantes especializados en una variedad de cocinas chinas regionales; la presencia occidental, antes dominante, ha menguado firmemente, y consiste hoy esencialmente de expertos de ayuda humanitaria de agencias internacionales o trabajadores de las petroleras, que viven detrás de altas murallas en enclaves fuertemente custodiados.
Al principio, este nuevo éxodo chino fue impulsado en gran parte boca a boca, cuando pioneros como Yang enviaban a casa noticias sobre abundantes oportunidades en una parte del mundo donde muchas economías son subdesarrolladas o están en ruinas, y donde incluso muchas cosas que se dan por sentado en los países más ricos esperan a constructores e inversores.
Condiciones como estas a menudo disuaden a inversionistas occidentales, pero para muchos de estos jóvenes empresarios chinos, las emergentes economías de África son particularmente atractivas porque son pequeñas y accesibles. La competencia es a menudo débil o no existente, y para los clientes africanos, los bajos precios de muchas mercaderías y servicios chinos los hacen más asequibles que sus equivalentes occidentales.
Expansión China
You Xianwen vendió su firma de instalación de tuberías en Chengdou, al sudoeste de China, para trasladarse a Addis Ababa, la capital de Etiopía, para unirse a una nueva compañía con un socio chino que conoció online. "Somos de una región de gente especialmente independiente", dijo You, 55. "Mis hermanos y hermanas respaldaron mi decisión de venirme aquí. De hecho, dicen que si las cosas me salen bien, ellos también se vendrán a África".
You dijo que había considerado otros países africanos antes de decidirse por Etiopía, incluyendo Zambia. "Felizmente no me marché para allá", dijo, explicando que se había asustado con las recientes protestas contra los chinos en ese país.
Su nueva empresa, ABC Bioenergy, construye aparatos que generan gas combustible de residuos corrientes, proporcionando lo que You dijo que sería una fuente barata de energía alternativa en un país donde el suministro de electricidad es errático y caro.
El socio de You aquí, Mei Haijun, llegó primero a Etiopía hace diez años a trabajar en una fábrica de textiles de construcción china y desde entonces se casó con una mujer etiope, con la que tiene un hijo. "Cuando llegué aquí podías pasarte dos meses sin ver a otro chino", dijo. "Pero ahora es otra época. Hay vuelos a China todos los días".
El aumento del tráfico aéreo entre China y países como Etiopía tiene ahora a las compañías chinas peleándose por agregar nuevas rutas, a medida que el gobierno chino y las grandes compañías chinas aumentan sus intereses en África.
Gran parte de esa actividad refleja un intenso apetito por el petróleo y los recursos naturales africanos que China necesita para su sector manufacturero, aunque las grandes compañías chinas se han convertido en formidables competidores también en otros sectores, especialmente en caros contratos de obras públicas. China está construyendo importantes vías férreas en Nigeria y Angola, grandes represas en Sudán, aeropuertos en varios países y nuevas carreteras casi en todas partes.
Uno de los grandes constructores de carreteras, China Road and Bridge Construction [Constructora de Puentes y Caminos], ha empezado donde las brigadas de solidaridad de una generación anterior dejaron las cosas. La compañía, propiedad del gobierno chino, tiene 29 proyectos en África, muchos de ellos financiados por el Banco Mundial y otros prestamistas, y tiene oficinas en 22 países africanos.
En un reciente vuelo de Aerolíneas Etiopes de Addis Ababa a Pekín colmado de contratistas chinos, trabajadores de Road and Bridge y otras compañías intercambiaron notas sobre las sorpresas que les aguardan en los países en los que trabajan, y discutieron sobre las dificultades en el aprendizaje del portugués y francés en lugares como Mozambique y la Costa de Marfil.
Los africanos ven el flujo de chinos con una mezcla de anticipación y temor. Los dirigentes empresariales en Chad, un país de África central con vínculos petrolíferos profundos con China, se están preparando para lo que sospechan que será un ejército de trabajadores e inversores chinos.
"Estamos esperando un gran flujo de al menos cuarenta mil chinos en los próximos años", dijo Renaud Dinguemnaial, director de la Cámara de Comercio del Chad. "Esta llegada masiva puede ser una ventaja para la economía, pero también estamos preocupados. Cuando lleguen, ¿traerán sus propios trabajadores, se quedarán en sus casas, enviarán el dinero a casa?"
En Zambia, donde en los últimos años han surgido sentimientos antichinos, los comerciantes en el mercado central de Lusaka, la capital, dijeron que si los chinos quieren venir al África, deberían hacerlo como inversores, para construir fábricas, y no como pequeños comerciantes que compitan por clientes que ya son escasos por artículos baratos como chancletas y camisetas.
"Los chinos dicen que vienen aquí como inversores, pero están haciendo negocios como nosotros", dijo Dorothy Mainga, que vende zapatillas Puma y camisetas Harley Davidson de imitación en el Mercado de Kamwala en Lusaka. "Están vendiendo las mismas cosas que vendemos nosotros a precios baratos. Nosotros pagamos aranceles e impuestos, y ellos usan sus conexiones para evadir el pago de impuestos".
Aunque los trabajadores chinos del petróleo han sido secuestrados en Nigeria e Etiopía, donde en mayo un movimiento armado separatista mató a nueve de ellos, la creciente presencia china en el continente ha provocado pocos incidentes serios.
Sin embargo, los malentendidos son comunes, e inevitablemente surgen resentimientos. En muchos países los africanos se quejan de que los trabajadores chinos hagan trabajos para los cuales los trabajadores locales están mejor calificados o podrían ser rápidamente adiestrados. "Nos contenta saber que hay chinos aquí", dijo Dennis Phiri, 21, estudiante universitario en Malawi, que está estudiando para ingeniero. "El problema con las compañías chinas es que reservan las buenas posiciones para su propia gente. Los africanos son contratados solamente para funciones insignificantes".
Otra crítica frecuente es que los chinos forman clanes, protegiéndose unos a otros noche y día.
En Addis Ababa, en lo que es un arreglo típico de la mayoría de las grandes compañías, los doscientos trabajadores chinos de la Road and Bridge Corporation viven en un recinto comunal, comen alimentos preparados por cocineros traídos desde China y reciben servicios médicos básicos de un doctor chino.
"Después de un día te preguntas qué estás haciendo aquí, así que seguimos trabajando", dijo Cheng Qian, el gerente nacional de la compañía constructora de caminos en Etiopía. Agregó que su familia no lo había visitado nunca en siete años que llevaba trabajando aquí.
Ambivalencia Africana
A veces el estilo chino ha creado serias fricciones con trabajadores africanos. En un importante hotel aquí en Lilongwe, los huéspedes del desayuno miraban asombrados a un agitado vendedor viajero chino que, transpirando profusamente, gritaba a sus empleados minutos antes de que empezaran sus tiradas sobre los suplementos nutritivos.
"Vosotros decís que no es vuestra culpa, pero el modo en que estáis haciendo las cosas es simplemente estúpida, estúpida", barboteó el hombre frente a un puñado de ayudantes africanos, que se veían humillados. "Es que sois increíbles".
Cuando el vendedor finalmente salió del salón, los miembros del personal del restaurante se reunieron cerca de la puerta y ventilaron su disgusto. "No necesitamos que gente como esa venga aquí y nos colonicen de nuevo", dijo uno.
Después de casi siete años en Malawi, Yang Jie, el fabricante de helados, parecía saberlo mejor. Saludando a sus trabajadores en la fábrica de helados, empieza el día preguntando: "¿Cómo dormisteis anoche?"
Uno respondió rápidamente: "Muy bien", sonando un tanto formal.
"No me mientas", respondió Yang, con una maliciosa y amistosa sonrisa. "Está bien si me cuentas tus problemas".
Lo que lo hace diferente es su destinación. En lugar de las patrias adoptivas tradicionales, como Estados Unidos y África, adonde la gente de la provincia de Fujian se ha marchado en números de cientos de miles, él prefirió este pequeño país sin salida al mar en el sur de África.
"Antes de marcharme de China", dijo Yang, ahora de 25 años, "pensaba que África era un gran desierto". Así que pensó que habría una alta demanda de helados, y con dinero que reunió entre familiares y amigos, fundó su propia fábrica en las afueras de Lilongwe, la capital de Malawi. De hecho, el clima es subtropical, pero eso no ha impedido que su fábrica de helados se haya convertido en la más grande del país.
Historias como estas han hecho legión en África en los últimos cinco, a medida que cientos de miles de chinos han descubierto el continente, saliendo a hacer negocios en una parte del mundo que había sido terra incognita. Hace poco la agencia de noticias Xinhua calculaba que al menos 750 mil chinos estaban trabajando o vivían durante prolongados periodos en el continente, lo que era un reflejo de la profundidad de los lazos económicos entre China y África, que llegó a los 55 billones de dólares en el comercio en 2006, en comparación con menos de diez millones de dólares una generación antes.
Incluso cuando Yang llegó aquí en 2001, dijo, pasaban semanas en las que no veía a ningún viajero de su país. Pero tan ciertamente como han prosperado sus inversiones en el país, dijo, también se ha asentado una numerosa comunidad de inmigrantes chinos y ahora manejan todo, desde pequeñas fábricas hasta clínicas médicas y sociedades mercantiles.
Durante la ola previa de interés chino en África en los años sesenta y setenta, una época de socialismo radical y proclamas de solidaridad con el Tercer Mundo, las compañías europeas y estadounidenses dominaron las economías de la mayor parte del continente. Aquí y allá, sin embargo, los chinos hicieron notar su presencia, a menudo en cuadrillas de trabajo estatales, monótonamente vestidos, construyendo estadios, vías férreas y autopistas, machacando rocas y haciendo otros trabajos manuales.
Hoy, en muchos de los países donde se han asentado nuevos inmigrantes chinos, como el Chad, se pueden encontrar farmacias, salones de masaje y restaurantes especializados en una variedad de cocinas chinas regionales; la presencia occidental, antes dominante, ha menguado firmemente, y consiste hoy esencialmente de expertos de ayuda humanitaria de agencias internacionales o trabajadores de las petroleras, que viven detrás de altas murallas en enclaves fuertemente custodiados.
Al principio, este nuevo éxodo chino fue impulsado en gran parte boca a boca, cuando pioneros como Yang enviaban a casa noticias sobre abundantes oportunidades en una parte del mundo donde muchas economías son subdesarrolladas o están en ruinas, y donde incluso muchas cosas que se dan por sentado en los países más ricos esperan a constructores e inversores.
Condiciones como estas a menudo disuaden a inversionistas occidentales, pero para muchos de estos jóvenes empresarios chinos, las emergentes economías de África son particularmente atractivas porque son pequeñas y accesibles. La competencia es a menudo débil o no existente, y para los clientes africanos, los bajos precios de muchas mercaderías y servicios chinos los hacen más asequibles que sus equivalentes occidentales.
Expansión China
You Xianwen vendió su firma de instalación de tuberías en Chengdou, al sudoeste de China, para trasladarse a Addis Ababa, la capital de Etiopía, para unirse a una nueva compañía con un socio chino que conoció online. "Somos de una región de gente especialmente independiente", dijo You, 55. "Mis hermanos y hermanas respaldaron mi decisión de venirme aquí. De hecho, dicen que si las cosas me salen bien, ellos también se vendrán a África".
You dijo que había considerado otros países africanos antes de decidirse por Etiopía, incluyendo Zambia. "Felizmente no me marché para allá", dijo, explicando que se había asustado con las recientes protestas contra los chinos en ese país.
Su nueva empresa, ABC Bioenergy, construye aparatos que generan gas combustible de residuos corrientes, proporcionando lo que You dijo que sería una fuente barata de energía alternativa en un país donde el suministro de electricidad es errático y caro.
El socio de You aquí, Mei Haijun, llegó primero a Etiopía hace diez años a trabajar en una fábrica de textiles de construcción china y desde entonces se casó con una mujer etiope, con la que tiene un hijo. "Cuando llegué aquí podías pasarte dos meses sin ver a otro chino", dijo. "Pero ahora es otra época. Hay vuelos a China todos los días".
El aumento del tráfico aéreo entre China y países como Etiopía tiene ahora a las compañías chinas peleándose por agregar nuevas rutas, a medida que el gobierno chino y las grandes compañías chinas aumentan sus intereses en África.
Gran parte de esa actividad refleja un intenso apetito por el petróleo y los recursos naturales africanos que China necesita para su sector manufacturero, aunque las grandes compañías chinas se han convertido en formidables competidores también en otros sectores, especialmente en caros contratos de obras públicas. China está construyendo importantes vías férreas en Nigeria y Angola, grandes represas en Sudán, aeropuertos en varios países y nuevas carreteras casi en todas partes.
Uno de los grandes constructores de carreteras, China Road and Bridge Construction [Constructora de Puentes y Caminos], ha empezado donde las brigadas de solidaridad de una generación anterior dejaron las cosas. La compañía, propiedad del gobierno chino, tiene 29 proyectos en África, muchos de ellos financiados por el Banco Mundial y otros prestamistas, y tiene oficinas en 22 países africanos.
En un reciente vuelo de Aerolíneas Etiopes de Addis Ababa a Pekín colmado de contratistas chinos, trabajadores de Road and Bridge y otras compañías intercambiaron notas sobre las sorpresas que les aguardan en los países en los que trabajan, y discutieron sobre las dificultades en el aprendizaje del portugués y francés en lugares como Mozambique y la Costa de Marfil.
Los africanos ven el flujo de chinos con una mezcla de anticipación y temor. Los dirigentes empresariales en Chad, un país de África central con vínculos petrolíferos profundos con China, se están preparando para lo que sospechan que será un ejército de trabajadores e inversores chinos.
"Estamos esperando un gran flujo de al menos cuarenta mil chinos en los próximos años", dijo Renaud Dinguemnaial, director de la Cámara de Comercio del Chad. "Esta llegada masiva puede ser una ventaja para la economía, pero también estamos preocupados. Cuando lleguen, ¿traerán sus propios trabajadores, se quedarán en sus casas, enviarán el dinero a casa?"
En Zambia, donde en los últimos años han surgido sentimientos antichinos, los comerciantes en el mercado central de Lusaka, la capital, dijeron que si los chinos quieren venir al África, deberían hacerlo como inversores, para construir fábricas, y no como pequeños comerciantes que compitan por clientes que ya son escasos por artículos baratos como chancletas y camisetas.
"Los chinos dicen que vienen aquí como inversores, pero están haciendo negocios como nosotros", dijo Dorothy Mainga, que vende zapatillas Puma y camisetas Harley Davidson de imitación en el Mercado de Kamwala en Lusaka. "Están vendiendo las mismas cosas que vendemos nosotros a precios baratos. Nosotros pagamos aranceles e impuestos, y ellos usan sus conexiones para evadir el pago de impuestos".
Aunque los trabajadores chinos del petróleo han sido secuestrados en Nigeria e Etiopía, donde en mayo un movimiento armado separatista mató a nueve de ellos, la creciente presencia china en el continente ha provocado pocos incidentes serios.
Sin embargo, los malentendidos son comunes, e inevitablemente surgen resentimientos. En muchos países los africanos se quejan de que los trabajadores chinos hagan trabajos para los cuales los trabajadores locales están mejor calificados o podrían ser rápidamente adiestrados. "Nos contenta saber que hay chinos aquí", dijo Dennis Phiri, 21, estudiante universitario en Malawi, que está estudiando para ingeniero. "El problema con las compañías chinas es que reservan las buenas posiciones para su propia gente. Los africanos son contratados solamente para funciones insignificantes".
Otra crítica frecuente es que los chinos forman clanes, protegiéndose unos a otros noche y día.
En Addis Ababa, en lo que es un arreglo típico de la mayoría de las grandes compañías, los doscientos trabajadores chinos de la Road and Bridge Corporation viven en un recinto comunal, comen alimentos preparados por cocineros traídos desde China y reciben servicios médicos básicos de un doctor chino.
"Después de un día te preguntas qué estás haciendo aquí, así que seguimos trabajando", dijo Cheng Qian, el gerente nacional de la compañía constructora de caminos en Etiopía. Agregó que su familia no lo había visitado nunca en siete años que llevaba trabajando aquí.
Ambivalencia Africana
A veces el estilo chino ha creado serias fricciones con trabajadores africanos. En un importante hotel aquí en Lilongwe, los huéspedes del desayuno miraban asombrados a un agitado vendedor viajero chino que, transpirando profusamente, gritaba a sus empleados minutos antes de que empezaran sus tiradas sobre los suplementos nutritivos.
"Vosotros decís que no es vuestra culpa, pero el modo en que estáis haciendo las cosas es simplemente estúpida, estúpida", barboteó el hombre frente a un puñado de ayudantes africanos, que se veían humillados. "Es que sois increíbles".
Cuando el vendedor finalmente salió del salón, los miembros del personal del restaurante se reunieron cerca de la puerta y ventilaron su disgusto. "No necesitamos que gente como esa venga aquí y nos colonicen de nuevo", dijo uno.
Después de casi siete años en Malawi, Yang Jie, el fabricante de helados, parecía saberlo mejor. Saludando a sus trabajadores en la fábrica de helados, empieza el día preguntando: "¿Cómo dormisteis anoche?"
Uno respondió rápidamente: "Muy bien", sonando un tanto formal.
"No me mientas", respondió Yang, con una maliciosa y amistosa sonrisa. "Está bien si me cuentas tus problemas".
Howard W. French informó desde Lilongwe y Addis Ababa, Etiopía, y Lydia Polgreen desde Lusaka, Zambia, y Dakar, Senegal.
29 de agosto de 2007
©new york times
©traducción mQh
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