tres disparos del corazón
[Horacio Cecchi] Acusan a la amante de un cardiólogo de asesinarlo. Trabajaban juntos en la Obra Social de los Bancarios. El médico, Rubén Farah, había decidido cortar la relación meses antes.
Buenos Aires, Argentina. Las detonaciones sorprendieron a vecinos y transeúntes, testigos involuntarios del crimen. La confusión, los disparos, la caída de la víctima, la fuga del agresor envuelto en una bufanda. ¿O era una mujer? Al costado del Parque Rivadavia, sobre la calle Chaco casi esquina Doblas, allí ocurrió el crimen, el martes alrededor de las ocho y media de la noche, cuando en el parque ya son escasos los paseantes y en una calle donde el movimiento es leve. Después de la corrida del agresor, poco demoraron los vecinos en descubrir que se trataba del médico Rubén Ángel Farah, cardiólogo del Hospital Rivadavia y de la Obra Social de los Bancarios. Farah vivía en el tercer piso de Doblas 129, a escasos metros de donde fue asesinado. Los testigos creyeron que era un hombre, pero la forma de correr y la contextura, quizás alguien que oyó la discusión previa, les hizo pensar que podía tratarse de una mujer. Al mediodía de ayer, la policía hacía pie en las sospechas: detenía a Gloria Nélida Opaso, cuando entraba a su departamento del 9º piso de Marcelo T. de Alvear 952. Según los investigadores, "el crimen fue pasional, la mujer era su amante y hacía seis meses que él había cortado la relación".
Rubén Angel Farah tenía 52 años, se había recibido como médico y seguido la especialidad en cardiología, hipertensión arterial para más detalle. Trabajó un breve período, hace años, en sus inicios, para el club Gimnasia y Esgrima (Geba), desde julio del '94 figuraba en las plantillas del Gobierno de la Ciudad y en marzo del '97 se incorporó a la Obra Social de los Bancarios. En el '96, dos años después de entrar a los planteles porteños, la resolución 89 de la Secretaría de Salud creaba en el Rivadavia el Centro de Hipertensión Arterial y Farah quedó como a cargo.
Atendía además su consultorio particular en Acoyte y Rivadavia, a cinco cuadras de su departamento del tercer piso de la calle Doblas.
Y en los consultorios externos que la Obra Social de los Bancarios tiene en Sarmiento al 300. Gloria Opaso, de 55 años, había llegado desde Venado Tuerto, Santa Fe, y hace poco más de diez años, en marzo del '97, entraba a trabajar como empleada administrativa para la Obra Social de Bancarios. La coincidencia hizo que ingresara en los mismos consultorios externos en los que, para la misma fecha, empezaba a trabajar Farah.
Según los vecinos, una mujer estuvo durante la tarde del martes sentada o apoyada en el reborde de cemento del parque o caminando cerca de la puerta de casa del cardiólogo. Falta determinar si esa mujer es la misma que la detenida. Pero las sospechas policiales están concentradas en ella.
Alrededor de las 20.30, llegó Farah. La mujer se adelantó y lo llamó. El, según algunos testimonios, la reconoció. La conversación subió de tono. A veinte metros, la esposa y la hija del médico aguardaban su llegada al piso de Doblas. La discusión derivó en gritos. Después, no hubo más. El intentó girar y dar por terminado todo. Ella sacó de su bolso una pistola. Aparentemente se trataba de una calibre .380. Sin dar tiempo de nada, le disparó dos balazos en el costado izquierdo del rostro y uno en la espalda.
El eco de los disparos llamó la atención. Algunos vecinos y transeúntes alcanzaron a mirar hacia el lugar y vieron a una persona escapando a la carrera. Tenía el rostro cubierto por una bufanda y la cabeza tapada por un gorro. Algunos dijeron que estaba vestida de hombre.
Voces del círculo íntimo de Farah revelaron a los investigadores que desde hacía varios meses (señalaron como mínimo, seis) el médico recibía llamados de una mujer que lo "tenían muy nervioso y lo venía molestando".
Con esos datos, los investigadores rastrillaron todos los datos posibles de los lugares de trabajo del médico. Así, de acuerdo con testimonios de compañeros de trabajo, en los consultorios externos de Sarmiento al 300, al menos desde hacía seis meses, Farah había decidido terminar una relación oculta. La mujer que señalaban estas versiones sería Gloria Opaso. La investigación comenzó a encontrar coincidencias.
Pero, previamente, un equipo de federales esperó la llegada de Opaso sin llamar la atención, frente al edificio de Marcelo T. de Alvear 952, donde en el 9º piso vive Opaso. La mujer fue detenida por el equipo. Dentro del departamento las pruebas que hallaron tienden a comprometer a la mujer: una pistola .380, comprada hace pocos meses por la dueña de casa, una caja de balas, y una bufanda y una gorra aparentemente iguales que las descriptas por los vecinos como la que cubrían las facciones de la agresora.
El caso recayó en el juez de instrucción porteño Juan Ramos Padilla. Una de las medidas a tomar en las próximas horas será que los testigos determinen si se trata de la misma mujer. También se realizarán pericias sobre la bufanda y, además, pericias balísticas que dirán si la pistola .380 hallada en poder de Opaso fue la que disparó a quemarropa al médico cardiólogo.
Rubén Angel Farah tenía 52 años, se había recibido como médico y seguido la especialidad en cardiología, hipertensión arterial para más detalle. Trabajó un breve período, hace años, en sus inicios, para el club Gimnasia y Esgrima (Geba), desde julio del '94 figuraba en las plantillas del Gobierno de la Ciudad y en marzo del '97 se incorporó a la Obra Social de los Bancarios. En el '96, dos años después de entrar a los planteles porteños, la resolución 89 de la Secretaría de Salud creaba en el Rivadavia el Centro de Hipertensión Arterial y Farah quedó como a cargo.
Atendía además su consultorio particular en Acoyte y Rivadavia, a cinco cuadras de su departamento del tercer piso de la calle Doblas.
Y en los consultorios externos que la Obra Social de los Bancarios tiene en Sarmiento al 300. Gloria Opaso, de 55 años, había llegado desde Venado Tuerto, Santa Fe, y hace poco más de diez años, en marzo del '97, entraba a trabajar como empleada administrativa para la Obra Social de Bancarios. La coincidencia hizo que ingresara en los mismos consultorios externos en los que, para la misma fecha, empezaba a trabajar Farah.
Según los vecinos, una mujer estuvo durante la tarde del martes sentada o apoyada en el reborde de cemento del parque o caminando cerca de la puerta de casa del cardiólogo. Falta determinar si esa mujer es la misma que la detenida. Pero las sospechas policiales están concentradas en ella.
Alrededor de las 20.30, llegó Farah. La mujer se adelantó y lo llamó. El, según algunos testimonios, la reconoció. La conversación subió de tono. A veinte metros, la esposa y la hija del médico aguardaban su llegada al piso de Doblas. La discusión derivó en gritos. Después, no hubo más. El intentó girar y dar por terminado todo. Ella sacó de su bolso una pistola. Aparentemente se trataba de una calibre .380. Sin dar tiempo de nada, le disparó dos balazos en el costado izquierdo del rostro y uno en la espalda.
El eco de los disparos llamó la atención. Algunos vecinos y transeúntes alcanzaron a mirar hacia el lugar y vieron a una persona escapando a la carrera. Tenía el rostro cubierto por una bufanda y la cabeza tapada por un gorro. Algunos dijeron que estaba vestida de hombre.
Voces del círculo íntimo de Farah revelaron a los investigadores que desde hacía varios meses (señalaron como mínimo, seis) el médico recibía llamados de una mujer que lo "tenían muy nervioso y lo venía molestando".
Con esos datos, los investigadores rastrillaron todos los datos posibles de los lugares de trabajo del médico. Así, de acuerdo con testimonios de compañeros de trabajo, en los consultorios externos de Sarmiento al 300, al menos desde hacía seis meses, Farah había decidido terminar una relación oculta. La mujer que señalaban estas versiones sería Gloria Opaso. La investigación comenzó a encontrar coincidencias.
Pero, previamente, un equipo de federales esperó la llegada de Opaso sin llamar la atención, frente al edificio de Marcelo T. de Alvear 952, donde en el 9º piso vive Opaso. La mujer fue detenida por el equipo. Dentro del departamento las pruebas que hallaron tienden a comprometer a la mujer: una pistola .380, comprada hace pocos meses por la dueña de casa, una caja de balas, y una bufanda y una gorra aparentemente iguales que las descriptas por los vecinos como la que cubrían las facciones de la agresora.
El caso recayó en el juez de instrucción porteño Juan Ramos Padilla. Una de las medidas a tomar en las próximas horas será que los testigos determinen si se trata de la misma mujer. También se realizarán pericias sobre la bufanda y, además, pericias balísticas que dirán si la pistola .380 hallada en poder de Opaso fue la que disparó a quemarropa al médico cardiólogo.
5 de septiembre de 2007
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