la confesión del teniente magaña
La confesión del teniente Andrés Magaña sobre su participación en el asesinato de 22 campesinos de Paine.
Paine, Chile. Terminadas las detenciones, todos fueron subidos a un camión y se inició la larga marcha hacia la zona del lago Rapel, sector elegido por el teniente para matar a los prisioneros. Ubicado el lugar de ejecución -que resultó ser la Quebrada Los Arrayanes, en el sector Los Quillayes, en los alrededores del lago-, se produjo la matanza y el entierro clandestino.
El coronel Leonel König Altermann llamó al teniente Andrés Magaña y le dijo:
-Mira, ‘Chico', saliste elegido para matar a todos los que están en esta lista que te voy a entregar. Y la orden es matarlos en el mismo lugar donde los detengas.
Magaña le respondió al comandante de la Escuela de Infantería de San Bernardo:
-Mi coronel, no se les puede matar frente a sus hijos y sus mujeres, le propongo traerlos aquí y los damos de baja en el cuartel.
Magaña contó en su declaración judicial que además le dijo a su comandante que no estaba de acuerdo en matar a esas personas y preguntó si habían sido juzgadas por un Consejo de Guerra. El coronel cambió el tono de voz y replicó:
-Teniente, no pregunte, cumpla la orden y mátelos como quiera y donde quiera, pero elimine a esta gente, son todos subversivos peligrosos.
El joven teniente salió del despacho y formó al grupo de suboficiales y conscriptos para ejecutar la orden. La madrugada del 16 de octubre de 1973 estaba pronto a comenzar. Camuflados, de cara pintada y otros cubiertos con pasamontañas, los integrantes del comando llegaron a Paine.
Ayudados por un joven civil fueron ubicando los domicilios y sacando a los indicados. Cada vez, Magaña tiqueaba el nombre correspondiente en la lista.
En un momento, el joven condujo al teniente a un lugar indicándole que allí había dinamita oculta. "Encontré unas cincuenta barras en un cajón escondido bajo unas piedras con sus detonadores puestos, lo que me convenció que entonces debió existir un Consejo de Guerra que tenía justificación", afirmó Magaña en el proceso.
Terminadas las detenciones, todos fueron subidos a un camión y se inició la larga marcha hacia la zona del lago Rapel, sector elegido por el teniente para matar a los prisioneros. Ubicado el lugar de ejecución -que resultó ser la Quebrada Los Arrayanes, en el sector Los Quillayes, en los alrededores del lago-, se produjo la matanza y el entierro clandestino.
Ya había despuntado el alba cuando la orden del coronel König quedó cumplida.
Cordero al Desayuno
El comando inició el largo regreso al cuartel, pero por el camino Magaña propuso pasar a una quinta de recreo de Melipilla a comer cordero. "Mis hombres tenían hambre", dijo.
Magaña dice que después volvió varias veces al lugar para recorrerlo, y que en 1978 entregó un plano del sitio para que personal de la ‘inteligencia militar' desenterrara los cuerpos para lanzarlos al mar.
En su confesión del 17 de octubre de 2005, admitió que antes "mentí mucho" porque "recibí instrucciones de mis superiores de hacerlo". Un día el coronel Pedro Montalva Calvo le dijo:
-Mira, ‘Chico', te están citando de tribunales, así es que tenís que morir la rueda no más.
"En los careos con los familiares de los ejecutados siempre mentí y dije que ellos eran quienes mentían, pero ahora reconozco que ellos decían la verdad y yo era el que mentía", reconoció.
El coronel König nunca llegó a prestar testimonio en el proceso. Se suicidó el 12 de junio de 1979, de un balazo que se dio dentro de su propia oficina, después de recibir la citación judicial.
El coronel Leonel König Altermann llamó al teniente Andrés Magaña y le dijo:
-Mira, ‘Chico', saliste elegido para matar a todos los que están en esta lista que te voy a entregar. Y la orden es matarlos en el mismo lugar donde los detengas.
Magaña le respondió al comandante de la Escuela de Infantería de San Bernardo:
-Mi coronel, no se les puede matar frente a sus hijos y sus mujeres, le propongo traerlos aquí y los damos de baja en el cuartel.
Magaña contó en su declaración judicial que además le dijo a su comandante que no estaba de acuerdo en matar a esas personas y preguntó si habían sido juzgadas por un Consejo de Guerra. El coronel cambió el tono de voz y replicó:
-Teniente, no pregunte, cumpla la orden y mátelos como quiera y donde quiera, pero elimine a esta gente, son todos subversivos peligrosos.
El joven teniente salió del despacho y formó al grupo de suboficiales y conscriptos para ejecutar la orden. La madrugada del 16 de octubre de 1973 estaba pronto a comenzar. Camuflados, de cara pintada y otros cubiertos con pasamontañas, los integrantes del comando llegaron a Paine.
Ayudados por un joven civil fueron ubicando los domicilios y sacando a los indicados. Cada vez, Magaña tiqueaba el nombre correspondiente en la lista.
En un momento, el joven condujo al teniente a un lugar indicándole que allí había dinamita oculta. "Encontré unas cincuenta barras en un cajón escondido bajo unas piedras con sus detonadores puestos, lo que me convenció que entonces debió existir un Consejo de Guerra que tenía justificación", afirmó Magaña en el proceso.
Terminadas las detenciones, todos fueron subidos a un camión y se inició la larga marcha hacia la zona del lago Rapel, sector elegido por el teniente para matar a los prisioneros. Ubicado el lugar de ejecución -que resultó ser la Quebrada Los Arrayanes, en el sector Los Quillayes, en los alrededores del lago-, se produjo la matanza y el entierro clandestino.
Ya había despuntado el alba cuando la orden del coronel König quedó cumplida.
Cordero al Desayuno
El comando inició el largo regreso al cuartel, pero por el camino Magaña propuso pasar a una quinta de recreo de Melipilla a comer cordero. "Mis hombres tenían hambre", dijo.
Magaña dice que después volvió varias veces al lugar para recorrerlo, y que en 1978 entregó un plano del sitio para que personal de la ‘inteligencia militar' desenterrara los cuerpos para lanzarlos al mar.
En su confesión del 17 de octubre de 2005, admitió que antes "mentí mucho" porque "recibí instrucciones de mis superiores de hacerlo". Un día el coronel Pedro Montalva Calvo le dijo:
-Mira, ‘Chico', te están citando de tribunales, así es que tenís que morir la rueda no más.
"En los careos con los familiares de los ejecutados siempre mentí y dije que ellos eran quienes mentían, pero ahora reconozco que ellos decían la verdad y yo era el que mentía", reconoció.
El coronel König nunca llegó a prestar testimonio en el proceso. Se suicidó el 12 de junio de 1979, de un balazo que se dio dentro de su propia oficina, después de recibir la citación judicial.
27 de septiembre de 2007
©la nación
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