le llegó la hora al capellán demoníaco
[Sebastián Abrevaya.] Mañana se conocerá el fallo del juicio a von Wernich. El primer sacerdote juzgado por su participación en violaciones a los derechos humanos.
Christian Federico von Wernich nació el 27 de mayo de 1938. Vivió 65 años en libertad hasta 2003, cuando el juez federal Arnaldo Corazza ordenó su detención, tras la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Cuatro años después, el 5 de julio pasado, comenzó el juicio en el que se lo acusa de siete homicidios, 31 casos de torturas y 42 secuestros. Mañana, el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata deberá decidir la suerte del primer cura en ser juzgado por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar. La querella expondrá hoy sus alegatos, y el mismo día del fallo lo hará la defensa. Será la primera sentencia desde la desaparición de Julio López, testigo clave en el juicio al represor Miguel Etchecolatz, mano derecha del jefe de la Policía Bonaerense, Ramón Camps. Organismos de derechos humanos se concentrarán frente a los tribunales platenses para observar y escuchar las exposiciones y la sentencia en una pantalla gigante que se instalará en el lugar, a partir de las 10. La Iglesia Católica, hasta ahora, nunca habló oficialmente de la situación de Von Wernich.
En todo el proceso declararon más de setenta personas, de las cuales 41 fueron sobrevivientes de centros clandestinos, 18 familiares de desaparecidos y 15 testigos de secuestros o denominados ‘de concepto'. Además se realizaron inspecciones oculares en cuatro centros clandestinos de detención del llamado Circuito Camps, donde los testigos reconocieron los lugares en los que se movía "libremente" el ex capellán. Salvo en una oportunidad, Von Wernich prefirió no escuchar las audiencias en donde se relató, entre otras cosas, que fue manchado con la sangre de un desaparecido golpeado antes de su asesinato, que bautizó a una beba nacida en cautiverio, cuya madre está desaparecida, y que formó "parte de la patota que interrogaba y torturaba".
"Vamos a demostrar que Von Wernich es una de las piezas del genocidio que se cometió en el país, algo que logramos que el Tribunal reconociera en el fallo condenatorio a Etchecolatz", aseguró la abogada querellante de Justicia Ya, Guadalupe Godoy, que deberá exponer hoy sus argumentos ante Carlos Rozanski, Norberto Lorenzo y Horacio Isaurralde, los miembros del tribunal. Los integrantes del espacio conformado por los organismos de derechos humanos, al igual que el representante de Héctor Timerman –hijo del director de La Opinión, Jacobo Timerman–, afirmaron que pedirán la pena de reclusión perpetua del ex capellán.
Desde que comenzó el juicio, el sacerdote prefirió el silencio. Sólo utilizó su derecho a hablar cuando decidió descalificar a Luis Velazco, uno de los querellantes y testigos más importantes. Lo acusó de colaborar con la dictadura como hombre de inteligencia del Batallón 601. Velazco relató lo que le había escuchado decir en distintos campos de concentración: "Hijo mío, la vida de los hombres la deciden Dios y tu colaboración"; "los hijos deben pagar la culpa de los padres"; "ustedes no tienen que odiar cuando los torturan". Aprovechando una de sus pocas presencias en la audiencia, les pidió a los magistrados que le preguntaran dónde están muchos de sus compañeros, a los que Von Wernich había visitado.
A través de los distintos testimonios se pudo representar la participación de Von Wernich en los siete homicidios por los que está acusado. Domingo Moncalvillo, María del Carmen Morettini, Cecilia Idiart, María Magdalena Mainer, Pablo Mainer, Liliana Galarza y Nilda Susana Salomone formaban parte de lo que se llamó "El grupo de los siete". Graciela Fernández Meijide, entonces secretaria de Actas de la Conadep, ratificó la confesión de Julio Emmed, el custodio de Etchecolatz que participó en los dos operativos realizados para fusilarlos. "Según se les había prometido, irían a Brasil previo paso por Uruguay o Paraguay", consta en la declaración de Emmed incorporada a la causa. Algunos de los detenidos fueron llevados a un "paraje arbolado con mucha vegetación", donde "el médico (Jorge) Bergés les aplicó dos inyecciones a cada uno directamente al corazón de un líquido rojizo, que era veneno". Von Wernich no sólo tenía conocimiento de lo sucedido: le había dicho al oficial que lo que había hecho "era un acto patriótico y que Dios sabía que era para el bien del país".
También se conoció cómo Von Wernich bautizó a la hija de una de las integrantes de ese grupo, Liliana Galarza. Nacida en cautiverio, María de las Mercedes fue luego entregada a sus abuelos, a quienes el cura les decía que "no pidieran un hábeas corpus, que no la buscaran, que no le contaran nada a nadie, que esperaran aproximadamente un año, porque ella iba a buscar la manera de comunicarse desde el exterior donde supuestamente estaba y que si no lo hacía, siguieran esperando". Para la abogada Godoy, éste fue uno de los ejemplos de encubrimiento por parte del sacerdote, porque "les decía a los familiares que no denunciaran, que se callaran, que esperaran". Godoy remarcó que "la presencia de Von Wernich era necesaria porque permitió que los familiares confiaran, que los detenidos creyeran".
El otro eje de los argumentos de la querella estaba centrado en la imposibilidad de realizar una "labor pastoral" dentro de los centros clandestinos. Se supone que ése puede ser el principal argumento de los abogados defensores Juan Martín Cerolini y Marcelo Peña. El filósofo, teólogo y ex cura Rubén Dri explicó ante el Tribunal que "es una aberración aceptar trabajar en un lugar donde se violan todos los derechos cristianos", que el cura "tiene la obligación de denunciarlo", y rechazó totalmente que en esas condiciones puedan realizarse confesiones. Ese mismo día, el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, relató todas las veces que intentó acercarse tanto a la Iglesia Católica como al Vaticano para denunciar las violaciones a los derechos humanos. "Hubo concepciones ideológicas e intereses que han llevado a sectores de la Iglesia a comprometerse con la dictadura y con la represión", aseguró.
Según la visión de Von Wernich, solamente pasó por las cárceles para "visitar" a los detenidos en su condición de representante eclesial. Si el Tribunal no lo entiende así, desde mañana pasará el resto de su vida en la cárcel, como detenido, por su condición de asesino y torturador.
En todo el proceso declararon más de setenta personas, de las cuales 41 fueron sobrevivientes de centros clandestinos, 18 familiares de desaparecidos y 15 testigos de secuestros o denominados ‘de concepto'. Además se realizaron inspecciones oculares en cuatro centros clandestinos de detención del llamado Circuito Camps, donde los testigos reconocieron los lugares en los que se movía "libremente" el ex capellán. Salvo en una oportunidad, Von Wernich prefirió no escuchar las audiencias en donde se relató, entre otras cosas, que fue manchado con la sangre de un desaparecido golpeado antes de su asesinato, que bautizó a una beba nacida en cautiverio, cuya madre está desaparecida, y que formó "parte de la patota que interrogaba y torturaba".
"Vamos a demostrar que Von Wernich es una de las piezas del genocidio que se cometió en el país, algo que logramos que el Tribunal reconociera en el fallo condenatorio a Etchecolatz", aseguró la abogada querellante de Justicia Ya, Guadalupe Godoy, que deberá exponer hoy sus argumentos ante Carlos Rozanski, Norberto Lorenzo y Horacio Isaurralde, los miembros del tribunal. Los integrantes del espacio conformado por los organismos de derechos humanos, al igual que el representante de Héctor Timerman –hijo del director de La Opinión, Jacobo Timerman–, afirmaron que pedirán la pena de reclusión perpetua del ex capellán.
Desde que comenzó el juicio, el sacerdote prefirió el silencio. Sólo utilizó su derecho a hablar cuando decidió descalificar a Luis Velazco, uno de los querellantes y testigos más importantes. Lo acusó de colaborar con la dictadura como hombre de inteligencia del Batallón 601. Velazco relató lo que le había escuchado decir en distintos campos de concentración: "Hijo mío, la vida de los hombres la deciden Dios y tu colaboración"; "los hijos deben pagar la culpa de los padres"; "ustedes no tienen que odiar cuando los torturan". Aprovechando una de sus pocas presencias en la audiencia, les pidió a los magistrados que le preguntaran dónde están muchos de sus compañeros, a los que Von Wernich había visitado.
A través de los distintos testimonios se pudo representar la participación de Von Wernich en los siete homicidios por los que está acusado. Domingo Moncalvillo, María del Carmen Morettini, Cecilia Idiart, María Magdalena Mainer, Pablo Mainer, Liliana Galarza y Nilda Susana Salomone formaban parte de lo que se llamó "El grupo de los siete". Graciela Fernández Meijide, entonces secretaria de Actas de la Conadep, ratificó la confesión de Julio Emmed, el custodio de Etchecolatz que participó en los dos operativos realizados para fusilarlos. "Según se les había prometido, irían a Brasil previo paso por Uruguay o Paraguay", consta en la declaración de Emmed incorporada a la causa. Algunos de los detenidos fueron llevados a un "paraje arbolado con mucha vegetación", donde "el médico (Jorge) Bergés les aplicó dos inyecciones a cada uno directamente al corazón de un líquido rojizo, que era veneno". Von Wernich no sólo tenía conocimiento de lo sucedido: le había dicho al oficial que lo que había hecho "era un acto patriótico y que Dios sabía que era para el bien del país".
También se conoció cómo Von Wernich bautizó a la hija de una de las integrantes de ese grupo, Liliana Galarza. Nacida en cautiverio, María de las Mercedes fue luego entregada a sus abuelos, a quienes el cura les decía que "no pidieran un hábeas corpus, que no la buscaran, que no le contaran nada a nadie, que esperaran aproximadamente un año, porque ella iba a buscar la manera de comunicarse desde el exterior donde supuestamente estaba y que si no lo hacía, siguieran esperando". Para la abogada Godoy, éste fue uno de los ejemplos de encubrimiento por parte del sacerdote, porque "les decía a los familiares que no denunciaran, que se callaran, que esperaran". Godoy remarcó que "la presencia de Von Wernich era necesaria porque permitió que los familiares confiaran, que los detenidos creyeran".
El otro eje de los argumentos de la querella estaba centrado en la imposibilidad de realizar una "labor pastoral" dentro de los centros clandestinos. Se supone que ése puede ser el principal argumento de los abogados defensores Juan Martín Cerolini y Marcelo Peña. El filósofo, teólogo y ex cura Rubén Dri explicó ante el Tribunal que "es una aberración aceptar trabajar en un lugar donde se violan todos los derechos cristianos", que el cura "tiene la obligación de denunciarlo", y rechazó totalmente que en esas condiciones puedan realizarse confesiones. Ese mismo día, el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, relató todas las veces que intentó acercarse tanto a la Iglesia Católica como al Vaticano para denunciar las violaciones a los derechos humanos. "Hubo concepciones ideológicas e intereses que han llevado a sectores de la Iglesia a comprometerse con la dictadura y con la represión", aseguró.
Según la visión de Von Wernich, solamente pasó por las cárceles para "visitar" a los detenidos en su condición de representante eclesial. Si el Tribunal no lo entiende así, desde mañana pasará el resto de su vida en la cárcel, como detenido, por su condición de asesino y torturador.
8 de octubre de 2007
©página 12
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