al general lutz lo mataron
[Jorge Escalante] Dos altos oficiales (R) de inteligencia lo confirmaron a su hija. Confesiones: Al general Lutz lo mataron. Las revelaciones hermanan aún más los casos Augusto Lutz y Frei Montalva. En el del Presidente, la contramuestra ratificaría la presencia de gas mostaza.
Chile. El alto oficial de inteligencia esperó unos segundos antes de soltar sus palabras: "A tu padre lo ayudaron a morir en el Hospital Militar". Fue la frase elegante con la que el oficial, ya retirado del servicio, reemplazó el "lo mataron".
Patricia, hija del general Augusto Lutz, había buscado por años la confesión que confirmara las sospechas sobre la extraña muerte de su padre el 28 de noviembre de 1974. Ahora la tenía al frente, cerca de 30 años después. "Dame tiempo para investigar, Patricia", le dijo cuando lo visitó para pedírselo.
Un mes después, ‘Vicente Aguirre' como llamaremos al informante que no ha autorizado revelar su identidad la llamó.
Días después, Patricia Lutz recogió otras redes lanzadas también dentro de la inteligencia retirada del Ejército. La respuesta fue coincidente, aunque más críptica, como si esas palabras quemaran. Esta vez fue un alto oficial retirado que un día creó fama. Ambos conocían a su padre, aunque no compartieron su decisión de enfrentar un día de 1974 al dictador en una reunión del cuerpo de generales, para enrostrarle los crímenes de la DINA. Sobre todo no lo compartía ‘Arturo Benavente', como denominaremos al segundo informante.
La confesión de Vicente Aguire, no conocida públicamente hasta hoy, hermana aún más la muerte de Lutz con la del Presidente Eduardo Frei Montalva.
En ambos casos, una septicemia generalizada después de una operación de escaso riesgo, y dos historiales clínicos perdidos. El de Frei, desaparecido al menos respecto de lo que ocurrió con él en las últimas horas en la Clínica Santa María.
Pero el general Lutz no tenía ninguna enfermedad como Frei, simplemente se desplomó al suelo después de acudir a un cóctel militar.
Una inequívoca confesión como la hecha a la hija de Lutz no existe hasta ahora en el proceso por la muerte del líder democratacristiano. Nadie ha confesado ni la más mínima participación sobre lo que le provocó la muerte. Tampoco un testigo directo o indirecto, o un informante de alto rango, como ahora existe en el caso del general Lutz.
Ningún juez investiga la muerte del ex jefe de inteligencia del Ejército, pero esta vez podría abrirse un proceso que, probablemente, remecería a los viejos estandartes. Esto dependerá de que la familia Lutz interponga o no una querella que, posiblemente, llegaría a las manos del juez Alejandro Madrid, el mismo que indaga la muerte del Presidente Frei.
El Fin del Caso Frei
La indagatoria de la muerte de Frei Montalva está cerca de concluir. Los resultados de la contramuestra mandada a hacer en Europa para saber si se confirma o rectifica el informe conocido a comienzos de año, elaborado por una universidad también europea, están prácticamente listos. El primer informe determinó que en las piezas óseas y restos de tejido analizados pertenecientes al Presidente existen rastros de elementos del agente químico mostaza azufrada, conocido como gas mostaza.
Trascendió que la contramuestra confirma esta presencia, aunque aún no llega al juez Madrid. Sin embargo, eso no basta y el juez debe determinar la responsabilidad criminal. Tarea difícil en este proceso porque no existen confesiones. Por ello sólo resta la presunción fundada, suficiente para encausar.
En la pizarra de Madrid hacen fila como candidatos al procesamiento el general (R) Eduardo Arriagada Rehren, jefe del Laboratorio de Guerra Bacteriológica del Ejército (LGBE) que operó en Carmen 339 (actual Archivo Judicial); el coronel (R) Sergio Rosende Ollarzu (veterinario), como segundo del LGBE; el médico con grado de oficial (R) de Sanidad del Ejército Pedro Valdivia Soto, y los médicos de Anatomía Patológica de la Universidad Católica Helmar Rosenberg y Sergio González.
El desenlace final para el caso Frei se espera para marzo de 2008, aunque la idea del juez era resolverlo antes del fin de este año.
El LGBE fue creado en 1977, cuando el Ejército chileno descubrió que la dictadura argentina contaba con un laboratorio similar donde se producían armas químicas y bacteriológicas para un eventual ataque a Chile a raíz del conflicto limítrofe.
Desde ese laboratorio militar chileno salieron sustancias para provocar la muerte de personas, así como desde la casa de Lo Curro de los Townley salió el gas sarín fabricado por la DINA.
El médico militar Pedro Valdivia trabajó adscrito a la DINA en las clínicas clandestinas Santa Lucía y London, y después operó para la CNI. Cumplía funciones en la Clínica Santa María mientras Frei Montalva estuvo internado y está encausado por el crimen del agente DINA Manuel Leyton, asesinado en 1977 con sarín en la Clínica London.
Los médicos de la UC Rosenberg y González son autores de la autopsia realizada al Mandatario sin conocimiento de la familia. Se defienden afirmando que se les pidió intervenir el cadáver para retardar su descomposición ante lo extenso del funeral. Pero vaciaron el cuerpo con fines desconocidos. El resultado de la autopsia fue ocultado y permaneció 20 años escondido.
Los médicos cercanos a la familia Frei, Patricio Rojas y Patricio Silva Garín, este último directivo del Hospital Militar en 1974 cuando murió el general Lutz y todavía en 1982 cuando falleció el líder DC, lugar donde continuó trabajando después, guardan silencio hasta hoy. Rosenberg y González afirman que informaron de la autopsia a Rojas y Silva, pero ellos nunca se lo comunicaron a la familia.
Error Clínico
Respecto de la muerte de Frei Montalva está también la explicación del error clínico en la primera operación, posición sustentada por casi todos los médicos del entorno familiar que lo trataron en la Clínica Santa María, encabezados por Alejandro Goic.
Éstos sostienen que la infección generalizada se desarrolló a partir de este error atribuido al médico Augusto Larraín, quien al suturar habría pinchado algo que provocó el flujo de microbios al organismo del Presidente.
Algunos insisten en que el propio Larraín, "apesadumbrado", lo reconoció por aquellos días. Pero ahora Larraín se cambió de carril sumándose a la tesis del crimen.
La explicación del error clínico pesa en el juez, que sabe que lo que dictamine debe ser sólido y coherente para resistir el examen de la Corte de Apelaciones de Santiago y la Sala Penal de la Corte Suprema.
El juez también debe adquirir convencimiento en otro tema: la coincidencia entre los síntomas clínicos que presentó Frei antes de morir con aquellos causados por el gas mostaza, sustancia que puede presentarse en forma líquida o sólida.
Miristas y Comunes
Lo que sí el ministro Madrid ya tiene establecido y quizás lo informe antes de su resolución respecto del Presidente, es que los miristas Ricardo y Elizardo Aguilera, Guillermo Rodríguez y Adalberto Muñoz, además de los entonces reos comunes Víctor Corvalán y Héctor Pacheco, fueron envenenados en 1981 en la Cárcel Pública con la toxina botulínica salida desde el LGBE que dirigía Arriagada Rehren, oficial que además trabajaba para la inteligencia del Ejército. La toxina fue introducida en latas de alimento en conserva.
Los militantes del MIR sobrevivieron, pero Corvalán y Pacheco murieron. El juez tiene una lista de candidatos a ser procesados por este crimen.
Grabadora en la Guerrera
Poco antes de morir, el general Augusto Lutz enfrentó a Pinochet en una reunión del cuerpo de generales. Su hija Patricia sostiene que allí firmó su sentencia de muerte. Lutz ingresó al salón con una grabadora escondida en su guerrera. Junto al general Óscar Bonilla enrostraron a Pinochet los delitos de la DINA dirigida por el entonces coronel Manuel Contreras, personaje que acechaba a sus detractores.
Los gritos de la reunión quedaron registrados en la cinta que después Lutz escuchó a solas encerrado en su casa, espiado a través de la puerta del salón por Patricia, la que sospechó que algo grave inquietaba esa tarde a su padre.
¡Señores, la DINA soy yo! gritó Pinochet golpeando la mesa . ¿Alguien más quiere pedir la palabra?
¡Hijo de puta! escuchó Patricia refunfuñar a su padre dentro del salón, según relata en su libro ‘Años de viento sucio'.
Cuatro meses después, el 3 de marzo de 1975, Bonilla también murió, en este caso se trató de un sospechoso accidente de helicóptero.
Patricia, hija del general Augusto Lutz, había buscado por años la confesión que confirmara las sospechas sobre la extraña muerte de su padre el 28 de noviembre de 1974. Ahora la tenía al frente, cerca de 30 años después. "Dame tiempo para investigar, Patricia", le dijo cuando lo visitó para pedírselo.
Un mes después, ‘Vicente Aguirre' como llamaremos al informante que no ha autorizado revelar su identidad la llamó.
Días después, Patricia Lutz recogió otras redes lanzadas también dentro de la inteligencia retirada del Ejército. La respuesta fue coincidente, aunque más críptica, como si esas palabras quemaran. Esta vez fue un alto oficial retirado que un día creó fama. Ambos conocían a su padre, aunque no compartieron su decisión de enfrentar un día de 1974 al dictador en una reunión del cuerpo de generales, para enrostrarle los crímenes de la DINA. Sobre todo no lo compartía ‘Arturo Benavente', como denominaremos al segundo informante.
La confesión de Vicente Aguire, no conocida públicamente hasta hoy, hermana aún más la muerte de Lutz con la del Presidente Eduardo Frei Montalva.
En ambos casos, una septicemia generalizada después de una operación de escaso riesgo, y dos historiales clínicos perdidos. El de Frei, desaparecido al menos respecto de lo que ocurrió con él en las últimas horas en la Clínica Santa María.
Pero el general Lutz no tenía ninguna enfermedad como Frei, simplemente se desplomó al suelo después de acudir a un cóctel militar.
Una inequívoca confesión como la hecha a la hija de Lutz no existe hasta ahora en el proceso por la muerte del líder democratacristiano. Nadie ha confesado ni la más mínima participación sobre lo que le provocó la muerte. Tampoco un testigo directo o indirecto, o un informante de alto rango, como ahora existe en el caso del general Lutz.
Ningún juez investiga la muerte del ex jefe de inteligencia del Ejército, pero esta vez podría abrirse un proceso que, probablemente, remecería a los viejos estandartes. Esto dependerá de que la familia Lutz interponga o no una querella que, posiblemente, llegaría a las manos del juez Alejandro Madrid, el mismo que indaga la muerte del Presidente Frei.
El Fin del Caso Frei
La indagatoria de la muerte de Frei Montalva está cerca de concluir. Los resultados de la contramuestra mandada a hacer en Europa para saber si se confirma o rectifica el informe conocido a comienzos de año, elaborado por una universidad también europea, están prácticamente listos. El primer informe determinó que en las piezas óseas y restos de tejido analizados pertenecientes al Presidente existen rastros de elementos del agente químico mostaza azufrada, conocido como gas mostaza.
Trascendió que la contramuestra confirma esta presencia, aunque aún no llega al juez Madrid. Sin embargo, eso no basta y el juez debe determinar la responsabilidad criminal. Tarea difícil en este proceso porque no existen confesiones. Por ello sólo resta la presunción fundada, suficiente para encausar.
En la pizarra de Madrid hacen fila como candidatos al procesamiento el general (R) Eduardo Arriagada Rehren, jefe del Laboratorio de Guerra Bacteriológica del Ejército (LGBE) que operó en Carmen 339 (actual Archivo Judicial); el coronel (R) Sergio Rosende Ollarzu (veterinario), como segundo del LGBE; el médico con grado de oficial (R) de Sanidad del Ejército Pedro Valdivia Soto, y los médicos de Anatomía Patológica de la Universidad Católica Helmar Rosenberg y Sergio González.
El desenlace final para el caso Frei se espera para marzo de 2008, aunque la idea del juez era resolverlo antes del fin de este año.
El LGBE fue creado en 1977, cuando el Ejército chileno descubrió que la dictadura argentina contaba con un laboratorio similar donde se producían armas químicas y bacteriológicas para un eventual ataque a Chile a raíz del conflicto limítrofe.
Desde ese laboratorio militar chileno salieron sustancias para provocar la muerte de personas, así como desde la casa de Lo Curro de los Townley salió el gas sarín fabricado por la DINA.
El médico militar Pedro Valdivia trabajó adscrito a la DINA en las clínicas clandestinas Santa Lucía y London, y después operó para la CNI. Cumplía funciones en la Clínica Santa María mientras Frei Montalva estuvo internado y está encausado por el crimen del agente DINA Manuel Leyton, asesinado en 1977 con sarín en la Clínica London.
Los médicos de la UC Rosenberg y González son autores de la autopsia realizada al Mandatario sin conocimiento de la familia. Se defienden afirmando que se les pidió intervenir el cadáver para retardar su descomposición ante lo extenso del funeral. Pero vaciaron el cuerpo con fines desconocidos. El resultado de la autopsia fue ocultado y permaneció 20 años escondido.
Los médicos cercanos a la familia Frei, Patricio Rojas y Patricio Silva Garín, este último directivo del Hospital Militar en 1974 cuando murió el general Lutz y todavía en 1982 cuando falleció el líder DC, lugar donde continuó trabajando después, guardan silencio hasta hoy. Rosenberg y González afirman que informaron de la autopsia a Rojas y Silva, pero ellos nunca se lo comunicaron a la familia.
Error Clínico
Respecto de la muerte de Frei Montalva está también la explicación del error clínico en la primera operación, posición sustentada por casi todos los médicos del entorno familiar que lo trataron en la Clínica Santa María, encabezados por Alejandro Goic.
Éstos sostienen que la infección generalizada se desarrolló a partir de este error atribuido al médico Augusto Larraín, quien al suturar habría pinchado algo que provocó el flujo de microbios al organismo del Presidente.
Algunos insisten en que el propio Larraín, "apesadumbrado", lo reconoció por aquellos días. Pero ahora Larraín se cambió de carril sumándose a la tesis del crimen.
La explicación del error clínico pesa en el juez, que sabe que lo que dictamine debe ser sólido y coherente para resistir el examen de la Corte de Apelaciones de Santiago y la Sala Penal de la Corte Suprema.
El juez también debe adquirir convencimiento en otro tema: la coincidencia entre los síntomas clínicos que presentó Frei antes de morir con aquellos causados por el gas mostaza, sustancia que puede presentarse en forma líquida o sólida.
Miristas y Comunes
Lo que sí el ministro Madrid ya tiene establecido y quizás lo informe antes de su resolución respecto del Presidente, es que los miristas Ricardo y Elizardo Aguilera, Guillermo Rodríguez y Adalberto Muñoz, además de los entonces reos comunes Víctor Corvalán y Héctor Pacheco, fueron envenenados en 1981 en la Cárcel Pública con la toxina botulínica salida desde el LGBE que dirigía Arriagada Rehren, oficial que además trabajaba para la inteligencia del Ejército. La toxina fue introducida en latas de alimento en conserva.
Los militantes del MIR sobrevivieron, pero Corvalán y Pacheco murieron. El juez tiene una lista de candidatos a ser procesados por este crimen.
Grabadora en la Guerrera
Poco antes de morir, el general Augusto Lutz enfrentó a Pinochet en una reunión del cuerpo de generales. Su hija Patricia sostiene que allí firmó su sentencia de muerte. Lutz ingresó al salón con una grabadora escondida en su guerrera. Junto al general Óscar Bonilla enrostraron a Pinochet los delitos de la DINA dirigida por el entonces coronel Manuel Contreras, personaje que acechaba a sus detractores.
Los gritos de la reunión quedaron registrados en la cinta que después Lutz escuchó a solas encerrado en su casa, espiado a través de la puerta del salón por Patricia, la que sospechó que algo grave inquietaba esa tarde a su padre.
¡Señores, la DINA soy yo! gritó Pinochet golpeando la mesa . ¿Alguien más quiere pedir la palabra?
¡Hijo de puta! escuchó Patricia refunfuñar a su padre dentro del salón, según relata en su libro ‘Años de viento sucio'.
Cuatro meses después, el 3 de marzo de 1975, Bonilla también murió, en este caso se trató de un sospechoso accidente de helicóptero.
2 de diciembre de 2007
©la nación
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