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infancia llena de dioses y gurús


[William Grimes] Memoria de una infancia interesante, llena de dioses y gurús.
Las familias pueden ser tan pesadas. Imaginad las agonías de una adolescente cuya casa se ha infestado de hippies de todo el mundo locos por India, cuyo irónico padres camina a tropezones envuelto en una bruma de alcohol y cuya madre se echa a los pies del primer swami que ve. Y no olvidemos a la abuelita, que sostiene largas conversaciones con su vaca y se encontró una vez con una cobra albina de mil años, de bigote y con un rubí en la frente.
Dioses, gurús y excéntricos parientes compiten por la primacía en la encantadora memoria de su infancia en Bombay de Kirin Narayan. El título, que alude a ‘Mi familia y otros animales' de Gerald Durrell, se originó como acto de venganza. Narayan, aburrida de la inclinación de su familia hacia las ashrams y las búsquedas espirituales, se tornó hacia su madre y la advirtió: "Cuando crezca, voy a escribir un libro titulado ‘Mi familia y otros santos', y te pondré en él". Y así fue.
La rabia adolescente ha desaparecido, pero la infantil sensación de asombro permanece. Narayan, ahora profesora de antropología cultural en la Universidad de Wisconsin, Madison, se crió en extraordinarias circunstancias, como la hija de una madre bohemia norteamericana y un padre indio profundamente infeliz, ingeniero de profesión pero esteta de corazón. Se llamaban el uno al otro, con un afectado acento americano, Maw y Paw. Sus dos niños y dos niñas, complementados por un huérfano tibetano adoptado, heredaron su pasión por el arte y su devoción a la cultura india y a una pléyade de problemas.
Como la menor, Narayan escuchaba y observaba todo. Había un montón de cosas que aprender. Su hermano mayor, Rahoul, visitó la Gods' Eye Shop en Bombay, donde compró ojos de todos los tamaños para crear pequenos tótems domésticos que Narayan llama ‘seres Rahoul'. Cuando creció su hambre espiritual, se unió, y más tarde toda la familia, al Joven Swamiji, un gurú gordinflón que se creía bebé y ofrecía una alegre respuesta para todo, que se convirtió en un refrán de la familia: "Es buueno".
En realidad, no todo era tan bueno en lo que Narayan llama el ‘Sendero Guay'. Aunque en los años sesenta el hospitalario caos convirtió la casa de Narayan en cuartel de viajeros europeos y norteamericanos a la búsqueda de experiencias alucinantes ("Se pasaban mi dirección a todo lo largo de la ruta del hachís", le anunció su madre una vez orgullosamente), las tensiones internas estaban socavando lentamente la estructura familiar.
Paw bebía solo en su cuarto, leyendo a sus autores favoritos como Borges y Kafka. Cuando surgían necesidades económicas, vendía otra parcela de la hacienda de su familia. Maw, un espíritu libre que ganaba dinero ocasionalmente trabajando como decoradora de interiores, se entregaba cada vez más a la astrología y el misticismo.
Cuando Rahoul anuncia su intención de abandonar la escuela, diciendo: "Quiero dedicarme a ser", Maw lo aprueba. "Sé cómo te sientes", le dice.
Narayan echa humo. Ultra responsable, hace sus deberes religiosamente, adora a Jane Austen y se preocupa por sus notas. Cuando Maw proyecta un viaje familiar para visitar al Joven Swamiji en su templo en la selva, Narayan protesta. ¿Qué pasará con sus exámenes en la escuela? "Cabezona, nunca vas a recordar más que unos pocos días en la escuela", le dice su madre. El extraordinariamente práctico Joven Swamiji, en contraste, la estimula a que prosiga sus estudios.
Aunque reprendida por su madre por ser demasiado burguesa, Narayan comparte el profundo amor de sus padres por el lenguaje, el color y la fábula. Entreteje en todo el libro sus historias religiosas, fragmentos de poesía tradicional, y las altamente personalizadas historias sobre dioses y diosas contadas por su abuela materna, Ba, que parece tener habilidades para reconocer a dioses disfrazados.
La cultura india tan saturada de dioses, que Paw ridiculiza, se filtra por los poros de Narayan. Al mismo tiempo, trata de interpretar la cultura americana en términos indios, una constante fuente de confusión. "¿Era ‘It's All Over Now, Baby Blue' un aviso al azul bebé Krishna de que su malvado tío el Rey Kamsa le estaba mandando demonios?", se pregunta. ¿Y por qué decía Bob Dylan, en otra inquietante canción, que todo el mundo iba a ser bombardeado con piedras?
El idilio se oscurece cuando Narayan se acerca al día en que, como sus hermanos, debe partir hacia Estados Unidos, para iniciar sus estudios universitarios. Paw no lo acepta. Las finanzas de la familia se deshilachan. El matrimonio se avinagra y Rahoul, que descubrió que era homosexual cuando vivía en San Francisco, contrae el VIH a principio de los ochenta. Hacia el fin se acerca al Joven Swamiji, que le dice: "Pase lo que pase, enfréntalo sin temor".
La vida india de Narayan se desvanece como un sueño bonito. La caravana hippie se marcha, los parientes mueren, la casa en la playa la venden a una inmobiliaria.
Nos habría gustado saber algo más de Paw. Es difícil resistirse a un hombre que, cuando estudiaba en la universidad en Estados Unidos, se fanfarroneaba de que su novia era una belleza de largas pestañas, voluptuosas curvas y piel rosada. Entonces mostraba una instantánea de un cerdo de feria.
Ese es el tipo de padre que te gustaría tener para alejar a tus amigos. Para no mencionar al resto de la familia. Pero Maw tenía razón. "Cuando crezcas", le dijo a su hija, "vas a estar agradecida de haber tenido una infancia tan interesante".

Libro reseñado
My Family and Other Saints
Kirin Narayan
Ilustrado
236 pp.
University of Chicago Press
$22.50

26 de diciembre de 2007
©new york times
cc traducción mQh
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