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en perú adoran a chávez


[Patrick J. McDonnell] Chávez es un héroe en el altiplano peruano. Muchos en este mísero enclave en el sur se sienten espiritualmente más cerca de Venezuela que de Lima y Washington.
Puno, Perú. En su oficina privada tiene una foto tamaño natural del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Luce una camisa rojo brillante, en imitación del color característico de Chávez. Se llama a sí mismo un orgulloso soldado de la revolución bolivariana de Chávez.
Pero el más alto funcionario elegido de este impresionante, pero mísero rincón del sur de Perú niega rotundamente que Chávez esté financiando su opción por la izquierda.
"Me gustaría que Venezuela pudiera ayudarnos", dijo Hernán Fuentes, presidente regional, o gobernador, de la provincia de Puno. "Podríamos usar su gasolina para nuestros camiones... Tendríamos más maestros, más doctores".
A lo largo de América Latina, funcionarios norteamericanos y de gobiernos aliados se muestran inquietos por la creciente influencia de Chávez, sea en los ámbitos político, diplomático o económico. De México a Chile, Washington y Caracas compiten por influencia en la arriesgada guerra por el corazón de los latinoamericanos.
A la altura de los desatados improperios que emergen de las dos capitales se encuentran las luchas por poderes en ciudades universitarias, sindicatos, ayuntamientos y salas de recibo. Los grupos de solidaridad y las juntas de vecinos pro-Chávez conocidos como círculos bolivarianos condenan el "imperialismo" yanqui, mientras que los críticos denuncian el modelo de Chávez como muestra de un escalofriante autoritarismo.
Cuando Colombia, un estrecho aliado de Estados Unidos, atacó este mes un campamento rebelde colombiano en el vecino Ecuador, Chávez movilizó sus tropas y se preparó para la guerra. Colombia, a su vez, acusó a Chávez de respaldar a las guerrillas de izquierda.
Pero el más importante conflicto ideológico de América Latina a inicios del siglo 21 ha sido mayormente un campo de batalla de palabras y amenazas.
La nueva versión latinoamericana de la Guerra Fría es especialmente virulenta aquí en Perú, donde el presidente Alan García -un incendiario líder antinorteamericano durante su primer mandato presidencial de 1985 a 1990- es ahora un aliado incondicional de Washington y apóstol del libre comercio. La presidencia de García en Perú en los años ochenta dejó al país al borde de la ruina y asolado por una guerra de guerrillas, resultados que según los expertos probablemente inclinaron al presidente hacia una postura política más pragmática y más de centro-derecha.
Como el presidente colombiano pro-norteamericano Álvaro Uribe, García detesta a Chávez, al que ridiculizó como un "dictador enano con una gran billetera" durante la terriblemente furibunda campaña presidencial peruana de 2006. Chávez, a su vez, dijo que García era un mentiroso, un ladrón y un lacayo de Estados Unidos. Finalmente García derrotó al candidato partidario de Chávez, provocando un profundo suspiro de alivio en la Casa Blanca.
Sin embargo, la influencia del presidente venezolano sigue siendo fuerte en Perú, especialmente en los desolados altiplanos del sur del país, a lo largo de las riberas del Lago Titicaca, la tierra ancestral de los pueblos quechua y aimara. La mayoría de los habitantes de la región son de origen indígena; casi ocho de diez viven en la pobreza.
Aquí y en otros lugares en las tierras altas del sur de Perú predomina una ruda tendencia regional de izquierda. Las protestas antigubernamentales cierran a intervalos regulares carreteras y ciudades, incluyendo una el mes pasado que cerró la meca turista del Cuzco. Funcionarios en Lima creen que son obra de simpatizantes chavistas. La militancia política es producto de décadas de distanciamiento del gobierno central, del activismo religioso e indigenista, de la guerra de guerrillas y de violentos enfrentamientos por la tierra. Abunda la retórica antinorteamericana y García es ampliamente despreciado.
Este frío y mísero Perú está lejos de la templada y próspera capital -Lima, una ciudad que vive de la exportación. Muchos en el sur se ganan la vida como agricultores de subsistencia, y plantan patatas, frijoles y otros cultivos y crían vacas y corderos. Sus hijos emigran a las ciudades.
"Aquí en Puno es como vivir en otro país", dijo Fuentes, 47, en Juliaca, en la emisora de radio que posee su familia, donde una foto gigante de él y Chávez miran desde la pared. "Aquí no se ve la bonanza económica de Lima. Los beneficios no gotean hacia acá".
Apenas algo más allá está Bolivia, un país de demografía y geografía similares (Puno está a unos 3.660 metros sobre el nivel del mar). Un amigo íntimo de Chávez, Evo Morales, es su presidente. Como Morales, Fuentes ha rechaza la política antidrogas de Estados Unidos, pidiendo una mayor legalización de la planta de la coca, con cuyas hojas se produce la cocaína.
Abogado por formación y uno de siete hermanos de una familia campesina, Fuentes se hizo popular localmente como una especie de Rush Limbaugh de la izquierda enfadada. Sus peroratas en el aire son tiradas antinorteamericanas y apologías de Chávez y Morales.
Fuentes movilizó a los campesinos indígenas para ayudar a asegurar la elección de Morales en 2006, ganando con menos del veinte por ciento de los votos contra una división dividida. Su exaltación de Chávez pronto alarmó a Lima e hizo fruncir el ceño en la embajada de Estados Unidos.
"Algunas autoridades en Puno quieren hipotecar Perú a una potencia extranjera", dijo el primer ministro Jorge del Castillo a una radio peruana en una alusión directa a Fuentes.
Pero Fuentes niega recibir ayuda económica de Venezuela. Tampoco hay ninguna prueba de que sea así. Se llama a sí mismo un peruano patriota. Sin embargo, Fuentes dice que lo tratan como si fuera un agente extranjero.
Los gobiernos regional y federal intercambian insultos con bastante regularidad, y Fuentes favorece la alternativa bolivariana.
El año pasado el gobernador visitó Caracas para asistir al cónclave anual de la unión regional de Chávez, la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, conocida por su abreviatura en español, ALBA. La alianza, que incluye a Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba, es la respuesta de Chávez a los bloques regionales de libre comercio respaldados por Estados Unidos.
En las tierras altas del sur de Perú proliferan las llamadas casas ALBA, desde donde se difunde el chavismo -la versión de Chávez del socialismo. Funcionarios en Lima lo consideran una penetración venezolana.
"El aparato de inteligencia del gobierno está siempre vigilándonos", dice Marcial Maydana Vilca, el arquitecto que es presidente de la red ALBA en Perú. Trabaja en una oficina en el centro de la ciudad, donde se exhiben los inevitables carteles de Chávez y el Che Guevara.
Las casas del ALBA en Perú, dijo Maydana, no reciben dinero de Venezuela. Subsisten con el dinero de las donaciones de sus miembros, fundamentalmente grupos sociales y políticos. Aunque abiertamente chavistas, funcionan en gran parte como facilitadores de servicios sociales, dijo.
La red consigue que miles de peruanos pobres reciban atención médica gratuita, desde médicos cubanos que trabajan en Bolivia con la Operación Milagro, una iniciativa médica de Chávez. Educadores cubanos en Bolivia también están formando a voluntarios peruanos para una campaña de erradicación del analfabetismo.
Aunque Fuentes apoya la iniciativa ALBA, es una persona non grata entre estos militantes chavistas.
"Sólo piensa en sus propios intereses", dijo Maydana sobre Fuentes.
El gobernador es considerado una amenaza subversiva en Lima. En casa, sin embargo, muchos lo tienen por incompetente y corrupto. Lleva apenas algo más de un año en el cargo, pero ya se ha alienado el apoyo de sus antiguos aliados y hace frente a una elección por su retiro.
En una encuesta del diario local, Los Andes, el índice de desaprobación de Fuentes fue de casi el setenta por ciento, sólo ligeramente menor que el voto de censura del presidente García.
Aquí los críticos llaman demagogo a Fuentes, diciendo que se ha acercado a Chávez como parte de una trama para aferrarse al poder.
Desde el punto de vista de Fuentes, sus opositores en casa son malos perdedores, y sus enemigos en el país títeres imperialistas.
"El gobierno me sataniza", dijo Fuentes. "Es la misma casta que ha gobernado siempre. Deberían dedicar más tiempo a reducir la pobreza y preocuparse menos de mí y de Hugo Chávez".

patrick.mcdonnell@latimes.com

13 de marzo de 2008
9 de marzo de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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