tiranía de narcos en la frontera
Tiranía del narcotráfico en la frontera. Carteles mexicanos ejercen control con armas, dinero y salvajismo.
[Manuel Roig-Franzia] Tijuana, México. Los asesinos entraron a Loma Bonita con el frío de la madrugada.
En la cima, recorrieron en silencio un laberinto de chozas de madera de una calle de tierra en el empobrecido vecindario de Tijuana, dice la policía. Estaban buscando a Margarito Saldaña, un despreocupado comandante de policía de distrito de 43 años. Encontraron una casa llena de gente durmiendo.
Los vecinos temblaron con el restallido de los rifles de asalto AK-47 que resonaron en la pequeña casa de Saldaña. Rafael García, un obrero desempleado que vive cerca, dijo que pensó que eran "fuegos artificiales", y luego se metió debajo de la cama, asustado.
Al matar no solamente a Saldaña, sino también a su mujer, Sandra, y a su hija de doce años, Valeria, los asesinos de Loma Bonita violaron una de las reglas rara vez quebrantadas en el bajo mundo del narcotráfico mexicano: No se toca a la familia. Los asesinatos se produjeron en cinco horrorosas horas durante las cuales persiguieron sistemáticamente y mataron a otros dos agentes de policía y asesinaron por error a un niño de tres años y su madre.
La brutalidad de lo que ocurrió aquí en la noche del 14 de enero y madrugada del 15, es una tenebrosa marca de una crisis que ha arrojado una capa de humo sobre el vecino sureño de Estados Unidos. Sucesos en tres ciudades fronterizas en los últimos tres meses ilustran el poder económico y militar de los carteles mexicanos, y de su alcance en una sociedad sacudida por el temor.
Más de veinte mil tropas mexicanas y de la policía federal están participando en una guerra de múltiples frentes contra ejércitos privados de barones de la droga rivales, un conflicto que está siendo librado a lo largo de toda la frontera entre México y Estados Unidos. La proximidad de la violencia ha atraído al gobierno de Bush, que ha propuesto un paquete de ayudas de quinientos millones de dólares al año para ayudar al presidente Felipe Calderón a combatir lo que un informe de la Oficina de Contabilidad del Gobierno calcula que es un negocio en drogas de veintitrés mil millones de dólares anuales.
Un total de más de 4.800 mexicanos fueron asesinados en 2006 y 2007, elevando la tasa de homicidios en cada uno de esos años al doble de la de 2005. Funcionarios policiales y periodistas, políticos y campesinos han sido matados a tiros en la ola de violencia, que incluye ejecuciones en masa, como el asesinato de cinco personas cuyos cuerpos fueron encontrados este mes en un rancho en las afueras de Tijuana.
Como el creciente número de mexicanos que se dirigen con temor al otro lado de la frontera, la violencia misma se está filtrando hacia Estados Unidos, donde hace poco mataron a un agente de la Patrulla Fronteriza mientras trataba de detener a sospechosos de narcotráfico.
Mediante el poder de fuego, bestiales intimidaciones y dinero, los carteles han logrado hacerse con el control de partes claves de la frontera, asegurándose rutas de contrabando para el noventa por ciento de la cocaína que llega a Estados Unidos, de acuerdo al Departamento de Estado. Al mismo tiempo, soldados mexicanos recorren las calles en tanquetas blindadas, helicópteros de ataque patrullan los cielos, y lanchas recorren las aguas de la costa.
"La situación está empeorando", dijo en una entrevista Victor Clark, activista de derechos humanos y experto en drogas. "Los narcotraficantes están haciendo una campaña de terror. Está en juego la seguridad del país".
Dominado por un Ejército Privado
Más de tres mil kilómetros al sudeste de Tijuana, la ciudad de Reynosa se extiende desde el sur de Texas siguiendo a Río Grande. Esto es terreno del cartel del Golfo, una región dominada por el ejército privado del cartel, Los Zetas. Su arsenal corresponde al de una brigada militar, sobrepasando el de algunas unidades militares mexicanas.
Dirigidos por Heriberto Lazcano, Los Zetas son una organización mercenaria altamente especializada y compuesta por ex tropas de elite mexicanas, incluyendo a oficiales entrenados por las fuerzas armadas norteamericanas antes de que desertaran. El grupo se ha convertido en una obsesión para el gobierno de Calderón, que ha enviado más de mil soldados a Reynosa y otras ciudades circundantes.
Los soldados llenan los angostos puentes de canales que cruzan Reynosa, paran a conductores al azar y vigilan la ciudad con sus dedos en el gatillo de armas pesadas. La tensa atmósfera ha provocado así algunos errores.
El 16 de febrero, unos soldados hirieron fatalmente a Sergio Meza Varela, un hombre de 28 años sin vínculos aparentes con el narcotráfico, cuando el coche que conducía no paró en un puesto de control. "Tenemos miedo de salir de casa", dijo Alejandra Salinas, prima de Meza, en una entrevista en la acera de la tienda de neumáticos de la familia. "Nosotros estamos en el medio".
En Tijuana, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo, el creciente cartel de Sinaloa está luchando con rivales por el control de las rutas de contrabando. Pero en Reynosa, dice la policía, sólo los soldados mexicanos amenazan el control del cartel del Golfo.
Para prepararse para la batalla, Los Zetas han llenado sus casas de seguridad con armas antitanques, rifles de asalto y otras armas pesadas, incluyendo algunas que las autoridades policiales mexicana creen que pertenecieron antes al ejército norteamericano.
"¿Cómo puedo pelear contra ellos?", dijo Juan José Muñoz Salinas, jefe de policía de Reynosa. "Es imposible".
El 7 de febrero, los soldados allanaron el polvoriento rancho ‘El Mezquito' en las afueras de Miguel Alemán, al oeste de Reynosa, y encontraron uno de los arsenales ilegales más grandes de los últimos años: 89 rifles de asalto, 83.355 rondas de municiones, y explosivos plásticos capaces de demoler edificios. Dos días más tarde, en Nuevo Laredo, los soldados hallaron un alijo de armas que incluía ocho uniformes militares para ser usados como disfraces.
La creciente evidencia de que los carteles han infiltrado muchas unidades de la policía fronteriza ha provocado acciones drásticas.
En Reynosa, los soldados desarmaron a toda la fuerza de policía en enero, dejándoles sin armas durante diecinueve días mientras se realizaban las pruebas balísticas. Los agentes de policía, que ganan 625 dólares al mes, fueron obligados a proporcionar muestras de voz para ser comparadas con grabaciones de amenazas hechas en radios de la policía, dijo en una entrevista el alcalde Óscar Luebbert Gutiérrez.
"No vale la pena", dijo Muñoz Salinas, el jefe de policía. "Nos persiguen, pero en realidad son otras autoridades las que están implicadas. Mire la policía del estado, la federal y la militar".
El Enemigo Está en Casa
Era Noche Vieja en Tijuana, la accidentada ciudad en el cruce fronterizo más utilizado de Estados Unidos. Los empleados del ayuntamiento se preparaban las celebraciones, pero Jesús Alberto Rodríguez Meraz y Saúl Ovalle Guerrero, ambos veteranos agentes de policía, tenían otros planes.
Se querían hacer ricos.
Los agentes robaron una tonelada de marihuana del cartel de Arellano Félix. Pero antes de que pudieran vender la droga, fueron secuestrados. Sus cuerpos fueron hallados cuatro días después, dijo el nuevo jefe de policía de Tijuana, Jesús Alberto Capella, en una entrevista.
Los asesinatos apenas fueron conocidos en México, ignorados en una avalancha de treinta asesinatos de agentes de policía en los últimos tres meses y decenas más en el último año. El caso ilumina el alcance de la corrupción policial creada por el dinero del tráfico.
Uno de cada dos de los agentes de policía asesinado en México hoy está directamente implicado con bandas de narcos, de acuerdo a estimaciones de funcionarios policiales, fiscales y expertos en drogas.
Capella, apodado ‘el Rambo de Tijuana' debido a que estropeó de un intento de asesinato poco después de asumir el cargo, calcula que un quince por ciento de los 2.300 agentes de policía de la ciudad trabajan para los carteles de la droga, ganando un estipendio mensual como guardaespaldas, secuestrando y asesinando. Sólo en Baja California funcionarios judiciales mexicanos calculan que el treinta por ciento de la fuerza policial local y federal está en la planilla de algún cartel.
"Tenemos al enemigo en la casa", dijo Capella.
Los asesinatos en Loma Bonita fueron relacionados aquí con un caso de corrupción policial, dijeron Capella y otros funcionarios policiales. Pocos días antes, la policía de Tijuana había matado a un oficial que trabajaba como guardaespaldas para un banda de traficantes que trató de robar un carro blindado.
Utilizando radios policiales, asesinos del cartel juraron vengarse. En una semana, Saldaña, su familia, y otros dos agentes habían sido asesinados.
En algunos asesinatos los criminales dejaron mensajes específicos mofándose de la policía mexicana.
En una semana a mediados de abril, fueron encontrados seis cuerpos con letreros amarrados a ellos con información sobre el número de teléfono y dirección de una oficina del ejército mexicano abierta para recibir denuncias sobre el crimen organizado. De acuerdo a los analistas, esos ‘narco-mensajes', algunos de los cuales fueron tajeados en los cuerpos, debían desestimular a los vecinos a entregar datos.
El decline del dominio del cartel de Arellano Félix en Tijuana ha tenido el inesperado efecto de profundizar la corrupción en la policía.
Después de que un hermano fuera asesinado y otros dos arrestados, estalló una guerra porque los nuevos capos del cartel -incluyendo a la hermana, Enedina- se negaron a compartir territorio con el cartel de Sinaloa, dijo un funcionario policial a condición de conservar el anonimato. Algunos agentes de policía que fueron alguna vez leales a Arellano Félix, se han pasado al otro lado.
"La policía se convirtió en el brazo armado de los carteles en pugna", dijo el funcionario policial.
Al mismo tiempo, después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 se implementó un control fronterizo más estricto que hizo más difícil que los carteles pudieran introducir drogas ilegalmente en Estados Unidos. Así que los carteles desarrollaron un mercado local regalando muestras de drogas, según dijo Clark, el activista de derechos humanos y experto en drogas de Tijuana.
El número calculado de adictos en Tijuana se duplicó de cien mil en 2004, a doscientos mil en 2005, dijo Clark. La cantidad de pequeñas tiendas o casas donde se venden drogas se quintuplicó en ese periodo, y llegó veinte mil locales. Cada local paga dinero de protección a la policía, así que su proliferación significaba más dinero.
En respuesta, la autoridades de Baja California y otros estados fronterizos han empezado a entregar detectores de mentiras a la policía. Las preguntas van desde lo inocuo hasta indagaciones como "¿Ha trabajado alguna vez con algún narcotraficante?"
Rommel Moreno Manjarrez, fiscal general de Baja California, dijo en una entrevista que uno de cada mil agentes fracasaban en la prueba.
"Es imposible que los narcos hagan lo que hacen sin la ayuda de la policía", dijo. "El éxito del narco lo explica la policía".
Transformado por el Dinero
Unos veinte minutos al sur de Tijuana, condominios de edificios bordean la costa cerca de la Playa Rosarito. En el pasado un somnoliento escondite de las estrellas de Hollywood, la ciudad se había convertido en un llamativo magneto de fiestas, atrayendo a la playa a turistas y al estudio donde se filmaron las películas ‘Titanic' y ‘Al otro lado del mundo' [Master and Commander].
La posterior transformación de Rosarito ha sido impulsada por el dinero y cultura de la droga, convirtiendo el paraíso de los surfers en un punto de transbordo clave para la cocaína, marihuana y anfetaminas. Ahora el ayuntamiento es un campamento fortificado. Soldados en tanquetas custodian la entrada principal.
Jorge Eduardo Montero Álvarez, el nuevo jefe de policía, ocupa ahora una oficina dentro del cordón. Su cuartel quedó inhabitable después de un ataque en diciembre.
Los detectives creen que la policía de la Playa Rosarito -trabajando a nombre de los narcotraficantes- están detrás de esos ataques, en los que murió uno de los guardaespaldas de Montero Álvarez. Días después, soldados mexicanos desarmaron al cuerpo de policías de Rosarito compuesto por 149 agentes.
"Ahora tengo más miedo de la policía que de los narcos", dijo Jorge Luis Quiñones, médico y hombre de negocios de Playa Rosarito, reflejando un sentimiento que se ha ido construyendo durante años en muchos de los ciento cincuenta mil vecinos de la zona circundante.
En junio de 2006, unos agentes de policía de Playa Rosarito fueron decapitados. Para Hugo Torres Chabert, descendiente de una familia adinerada que fundó el famoso Rosarito Beach Hotel, fue un espeluznante modo de despertar.
Convencido de que casi todos los niveles del gobierno municipal estaban contaminados por el dinero de la droga, Torres Chabert postuló para alcalde y ganó. Poco después de asumir el cargo en diciembre pasado, despidió a ochenta de los quinientos empleados del ayuntamiento. Pero dice que no ha podido obtener órdenes de detención por falta de pruebas.
"Eran corruptos, pero no estúpidos", dijo.
Para los niños de la Playa Rosairot, los pistoleros de los carteles ya se habían convertido en héroes locales porque conducían los coches más vistosos, se vestían al último grito y se comportaban como si fueran los dueños de la ciudad. "Los comandos negros", los asesinos a sueldo de los carteles empezaron a lucirse con sus armas, esnifar la cocaína y pavonearse en la ciudad balneario.
"Se hizo imposible evitar a los narcotraficantes -tus hijos van a la escuela con los suyos", dijo en una entrevista Aurelio Castañeda, dueño de un bar y funcionario de una asociación de comerciantes de Playa Rosarito. "Si ibas al baño en un bar, te vendían cocaína. Ni siquiera trataban de ocultarlo, y no podías hacer absolutamente nada, ni había nadie a quien recurrir".
El bar de Castañeda, El Torito, concurridísimo en el pasado, a menudo pasa vacío. Dice que su negocio ha bajado, desde 2001, en un ochenta por ciento, cuando la violencia relacionada con las drogas en Playa Rosarito llegó un a nivel tal que espantó a la mayoría de los surfers y otros turistas.
Más allá del brillo de bares y hoteles, Playa Rosarito es un laberinto de barrios pobres, donde los urbanistas, después de sobornar a funcionarios del ayuntamiento, no se dieron la molestia de instalar tuberías o conexiones de electricidad. Las penosas condiciones de vida crearon un terreno fértil para los narcotraficantes, que han encontrado a muchos, dispuestos a transportar por quinientos dólares sus productos al otro lado de la frontera.
Pero grandes cantidades de drogas se quedan en Rosarito y son vendidas en supermercados o casas particulares que prosperan gracias a la protección policial. No hace mucho, un periodista de Baja California empezó a excavar en el problema. Los carteles lo descubrieron y lo llamaron en varias ocasiones para amenazarlo de muerte.
No era la primera vez. Y estaba harto. Aterrado, el periodista abandonó el asunto.
"Me estaba diciendo a mí mismo: ‘Este es un tema importante', dijo el periodista a condición de conservar el anonimato, por temores por su seguridad. "Pero no estaba dispuesto a perder la vida por eso".
En la cima, recorrieron en silencio un laberinto de chozas de madera de una calle de tierra en el empobrecido vecindario de Tijuana, dice la policía. Estaban buscando a Margarito Saldaña, un despreocupado comandante de policía de distrito de 43 años. Encontraron una casa llena de gente durmiendo.
Los vecinos temblaron con el restallido de los rifles de asalto AK-47 que resonaron en la pequeña casa de Saldaña. Rafael García, un obrero desempleado que vive cerca, dijo que pensó que eran "fuegos artificiales", y luego se metió debajo de la cama, asustado.
Al matar no solamente a Saldaña, sino también a su mujer, Sandra, y a su hija de doce años, Valeria, los asesinos de Loma Bonita violaron una de las reglas rara vez quebrantadas en el bajo mundo del narcotráfico mexicano: No se toca a la familia. Los asesinatos se produjeron en cinco horrorosas horas durante las cuales persiguieron sistemáticamente y mataron a otros dos agentes de policía y asesinaron por error a un niño de tres años y su madre.
La brutalidad de lo que ocurrió aquí en la noche del 14 de enero y madrugada del 15, es una tenebrosa marca de una crisis que ha arrojado una capa de humo sobre el vecino sureño de Estados Unidos. Sucesos en tres ciudades fronterizas en los últimos tres meses ilustran el poder económico y militar de los carteles mexicanos, y de su alcance en una sociedad sacudida por el temor.
Más de veinte mil tropas mexicanas y de la policía federal están participando en una guerra de múltiples frentes contra ejércitos privados de barones de la droga rivales, un conflicto que está siendo librado a lo largo de toda la frontera entre México y Estados Unidos. La proximidad de la violencia ha atraído al gobierno de Bush, que ha propuesto un paquete de ayudas de quinientos millones de dólares al año para ayudar al presidente Felipe Calderón a combatir lo que un informe de la Oficina de Contabilidad del Gobierno calcula que es un negocio en drogas de veintitrés mil millones de dólares anuales.
Un total de más de 4.800 mexicanos fueron asesinados en 2006 y 2007, elevando la tasa de homicidios en cada uno de esos años al doble de la de 2005. Funcionarios policiales y periodistas, políticos y campesinos han sido matados a tiros en la ola de violencia, que incluye ejecuciones en masa, como el asesinato de cinco personas cuyos cuerpos fueron encontrados este mes en un rancho en las afueras de Tijuana.
Como el creciente número de mexicanos que se dirigen con temor al otro lado de la frontera, la violencia misma se está filtrando hacia Estados Unidos, donde hace poco mataron a un agente de la Patrulla Fronteriza mientras trataba de detener a sospechosos de narcotráfico.
Mediante el poder de fuego, bestiales intimidaciones y dinero, los carteles han logrado hacerse con el control de partes claves de la frontera, asegurándose rutas de contrabando para el noventa por ciento de la cocaína que llega a Estados Unidos, de acuerdo al Departamento de Estado. Al mismo tiempo, soldados mexicanos recorren las calles en tanquetas blindadas, helicópteros de ataque patrullan los cielos, y lanchas recorren las aguas de la costa.
"La situación está empeorando", dijo en una entrevista Victor Clark, activista de derechos humanos y experto en drogas. "Los narcotraficantes están haciendo una campaña de terror. Está en juego la seguridad del país".
Dominado por un Ejército Privado
Más de tres mil kilómetros al sudeste de Tijuana, la ciudad de Reynosa se extiende desde el sur de Texas siguiendo a Río Grande. Esto es terreno del cartel del Golfo, una región dominada por el ejército privado del cartel, Los Zetas. Su arsenal corresponde al de una brigada militar, sobrepasando el de algunas unidades militares mexicanas.
Dirigidos por Heriberto Lazcano, Los Zetas son una organización mercenaria altamente especializada y compuesta por ex tropas de elite mexicanas, incluyendo a oficiales entrenados por las fuerzas armadas norteamericanas antes de que desertaran. El grupo se ha convertido en una obsesión para el gobierno de Calderón, que ha enviado más de mil soldados a Reynosa y otras ciudades circundantes.
Los soldados llenan los angostos puentes de canales que cruzan Reynosa, paran a conductores al azar y vigilan la ciudad con sus dedos en el gatillo de armas pesadas. La tensa atmósfera ha provocado así algunos errores.
El 16 de febrero, unos soldados hirieron fatalmente a Sergio Meza Varela, un hombre de 28 años sin vínculos aparentes con el narcotráfico, cuando el coche que conducía no paró en un puesto de control. "Tenemos miedo de salir de casa", dijo Alejandra Salinas, prima de Meza, en una entrevista en la acera de la tienda de neumáticos de la familia. "Nosotros estamos en el medio".
En Tijuana, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo, el creciente cartel de Sinaloa está luchando con rivales por el control de las rutas de contrabando. Pero en Reynosa, dice la policía, sólo los soldados mexicanos amenazan el control del cartel del Golfo.
Para prepararse para la batalla, Los Zetas han llenado sus casas de seguridad con armas antitanques, rifles de asalto y otras armas pesadas, incluyendo algunas que las autoridades policiales mexicana creen que pertenecieron antes al ejército norteamericano.
"¿Cómo puedo pelear contra ellos?", dijo Juan José Muñoz Salinas, jefe de policía de Reynosa. "Es imposible".
El 7 de febrero, los soldados allanaron el polvoriento rancho ‘El Mezquito' en las afueras de Miguel Alemán, al oeste de Reynosa, y encontraron uno de los arsenales ilegales más grandes de los últimos años: 89 rifles de asalto, 83.355 rondas de municiones, y explosivos plásticos capaces de demoler edificios. Dos días más tarde, en Nuevo Laredo, los soldados hallaron un alijo de armas que incluía ocho uniformes militares para ser usados como disfraces.
La creciente evidencia de que los carteles han infiltrado muchas unidades de la policía fronteriza ha provocado acciones drásticas.
En Reynosa, los soldados desarmaron a toda la fuerza de policía en enero, dejándoles sin armas durante diecinueve días mientras se realizaban las pruebas balísticas. Los agentes de policía, que ganan 625 dólares al mes, fueron obligados a proporcionar muestras de voz para ser comparadas con grabaciones de amenazas hechas en radios de la policía, dijo en una entrevista el alcalde Óscar Luebbert Gutiérrez.
"No vale la pena", dijo Muñoz Salinas, el jefe de policía. "Nos persiguen, pero en realidad son otras autoridades las que están implicadas. Mire la policía del estado, la federal y la militar".
El Enemigo Está en Casa
Era Noche Vieja en Tijuana, la accidentada ciudad en el cruce fronterizo más utilizado de Estados Unidos. Los empleados del ayuntamiento se preparaban las celebraciones, pero Jesús Alberto Rodríguez Meraz y Saúl Ovalle Guerrero, ambos veteranos agentes de policía, tenían otros planes.
Se querían hacer ricos.
Los agentes robaron una tonelada de marihuana del cartel de Arellano Félix. Pero antes de que pudieran vender la droga, fueron secuestrados. Sus cuerpos fueron hallados cuatro días después, dijo el nuevo jefe de policía de Tijuana, Jesús Alberto Capella, en una entrevista.
Los asesinatos apenas fueron conocidos en México, ignorados en una avalancha de treinta asesinatos de agentes de policía en los últimos tres meses y decenas más en el último año. El caso ilumina el alcance de la corrupción policial creada por el dinero del tráfico.
Uno de cada dos de los agentes de policía asesinado en México hoy está directamente implicado con bandas de narcos, de acuerdo a estimaciones de funcionarios policiales, fiscales y expertos en drogas.
Capella, apodado ‘el Rambo de Tijuana' debido a que estropeó de un intento de asesinato poco después de asumir el cargo, calcula que un quince por ciento de los 2.300 agentes de policía de la ciudad trabajan para los carteles de la droga, ganando un estipendio mensual como guardaespaldas, secuestrando y asesinando. Sólo en Baja California funcionarios judiciales mexicanos calculan que el treinta por ciento de la fuerza policial local y federal está en la planilla de algún cartel.
"Tenemos al enemigo en la casa", dijo Capella.
Los asesinatos en Loma Bonita fueron relacionados aquí con un caso de corrupción policial, dijeron Capella y otros funcionarios policiales. Pocos días antes, la policía de Tijuana había matado a un oficial que trabajaba como guardaespaldas para un banda de traficantes que trató de robar un carro blindado.
Utilizando radios policiales, asesinos del cartel juraron vengarse. En una semana, Saldaña, su familia, y otros dos agentes habían sido asesinados.
En algunos asesinatos los criminales dejaron mensajes específicos mofándose de la policía mexicana.
En una semana a mediados de abril, fueron encontrados seis cuerpos con letreros amarrados a ellos con información sobre el número de teléfono y dirección de una oficina del ejército mexicano abierta para recibir denuncias sobre el crimen organizado. De acuerdo a los analistas, esos ‘narco-mensajes', algunos de los cuales fueron tajeados en los cuerpos, debían desestimular a los vecinos a entregar datos.
El decline del dominio del cartel de Arellano Félix en Tijuana ha tenido el inesperado efecto de profundizar la corrupción en la policía.
Después de que un hermano fuera asesinado y otros dos arrestados, estalló una guerra porque los nuevos capos del cartel -incluyendo a la hermana, Enedina- se negaron a compartir territorio con el cartel de Sinaloa, dijo un funcionario policial a condición de conservar el anonimato. Algunos agentes de policía que fueron alguna vez leales a Arellano Félix, se han pasado al otro lado.
"La policía se convirtió en el brazo armado de los carteles en pugna", dijo el funcionario policial.
Al mismo tiempo, después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 se implementó un control fronterizo más estricto que hizo más difícil que los carteles pudieran introducir drogas ilegalmente en Estados Unidos. Así que los carteles desarrollaron un mercado local regalando muestras de drogas, según dijo Clark, el activista de derechos humanos y experto en drogas de Tijuana.
El número calculado de adictos en Tijuana se duplicó de cien mil en 2004, a doscientos mil en 2005, dijo Clark. La cantidad de pequeñas tiendas o casas donde se venden drogas se quintuplicó en ese periodo, y llegó veinte mil locales. Cada local paga dinero de protección a la policía, así que su proliferación significaba más dinero.
En respuesta, la autoridades de Baja California y otros estados fronterizos han empezado a entregar detectores de mentiras a la policía. Las preguntas van desde lo inocuo hasta indagaciones como "¿Ha trabajado alguna vez con algún narcotraficante?"
Rommel Moreno Manjarrez, fiscal general de Baja California, dijo en una entrevista que uno de cada mil agentes fracasaban en la prueba.
"Es imposible que los narcos hagan lo que hacen sin la ayuda de la policía", dijo. "El éxito del narco lo explica la policía".
Transformado por el Dinero
Unos veinte minutos al sur de Tijuana, condominios de edificios bordean la costa cerca de la Playa Rosarito. En el pasado un somnoliento escondite de las estrellas de Hollywood, la ciudad se había convertido en un llamativo magneto de fiestas, atrayendo a la playa a turistas y al estudio donde se filmaron las películas ‘Titanic' y ‘Al otro lado del mundo' [Master and Commander].
La posterior transformación de Rosarito ha sido impulsada por el dinero y cultura de la droga, convirtiendo el paraíso de los surfers en un punto de transbordo clave para la cocaína, marihuana y anfetaminas. Ahora el ayuntamiento es un campamento fortificado. Soldados en tanquetas custodian la entrada principal.
Jorge Eduardo Montero Álvarez, el nuevo jefe de policía, ocupa ahora una oficina dentro del cordón. Su cuartel quedó inhabitable después de un ataque en diciembre.
Los detectives creen que la policía de la Playa Rosarito -trabajando a nombre de los narcotraficantes- están detrás de esos ataques, en los que murió uno de los guardaespaldas de Montero Álvarez. Días después, soldados mexicanos desarmaron al cuerpo de policías de Rosarito compuesto por 149 agentes.
"Ahora tengo más miedo de la policía que de los narcos", dijo Jorge Luis Quiñones, médico y hombre de negocios de Playa Rosarito, reflejando un sentimiento que se ha ido construyendo durante años en muchos de los ciento cincuenta mil vecinos de la zona circundante.
En junio de 2006, unos agentes de policía de Playa Rosarito fueron decapitados. Para Hugo Torres Chabert, descendiente de una familia adinerada que fundó el famoso Rosarito Beach Hotel, fue un espeluznante modo de despertar.
Convencido de que casi todos los niveles del gobierno municipal estaban contaminados por el dinero de la droga, Torres Chabert postuló para alcalde y ganó. Poco después de asumir el cargo en diciembre pasado, despidió a ochenta de los quinientos empleados del ayuntamiento. Pero dice que no ha podido obtener órdenes de detención por falta de pruebas.
"Eran corruptos, pero no estúpidos", dijo.
Para los niños de la Playa Rosairot, los pistoleros de los carteles ya se habían convertido en héroes locales porque conducían los coches más vistosos, se vestían al último grito y se comportaban como si fueran los dueños de la ciudad. "Los comandos negros", los asesinos a sueldo de los carteles empezaron a lucirse con sus armas, esnifar la cocaína y pavonearse en la ciudad balneario.
"Se hizo imposible evitar a los narcotraficantes -tus hijos van a la escuela con los suyos", dijo en una entrevista Aurelio Castañeda, dueño de un bar y funcionario de una asociación de comerciantes de Playa Rosarito. "Si ibas al baño en un bar, te vendían cocaína. Ni siquiera trataban de ocultarlo, y no podías hacer absolutamente nada, ni había nadie a quien recurrir".
El bar de Castañeda, El Torito, concurridísimo en el pasado, a menudo pasa vacío. Dice que su negocio ha bajado, desde 2001, en un ochenta por ciento, cuando la violencia relacionada con las drogas en Playa Rosarito llegó un a nivel tal que espantó a la mayoría de los surfers y otros turistas.
Más allá del brillo de bares y hoteles, Playa Rosarito es un laberinto de barrios pobres, donde los urbanistas, después de sobornar a funcionarios del ayuntamiento, no se dieron la molestia de instalar tuberías o conexiones de electricidad. Las penosas condiciones de vida crearon un terreno fértil para los narcotraficantes, que han encontrado a muchos, dispuestos a transportar por quinientos dólares sus productos al otro lado de la frontera.
Pero grandes cantidades de drogas se quedan en Rosarito y son vendidas en supermercados o casas particulares que prosperan gracias a la protección policial. No hace mucho, un periodista de Baja California empezó a excavar en el problema. Los carteles lo descubrieron y lo llamaron en varias ocasiones para amenazarlo de muerte.
No era la primera vez. Y estaba harto. Aterrado, el periodista abandonó el asunto.
"Me estaba diciendo a mí mismo: ‘Este es un tema importante', dijo el periodista a condición de conservar el anonimato, por temores por su seguridad. "Pero no estaba dispuesto a perder la vida por eso".
30 de marzo de 2008
169 de marzo de 2008
©washington post
cc traducción mQh
4 comentarios
Anónimo -
la mayoria son gays y estos suelen darse por el culo en lo que ellos llaman carteles donde recogen sus vivencias o mariconadas estos individuos suelen reconocerse por el calibre de sus armas mientras mas grandes mas les han dado por el culo asi pues ejemplo:
el que porte un 50 desert eagle andara con las piernas mas arqueadas que el que porte un 22long.
el otro grupo es el que se folla a la mujer del compañero este grupo es el menos reconocible dado que su semblante suele estar tapado por un grn sombrero.
en fin la mayoria relacionan el sexo con la delincuencia en el sentido mas extricto de la palabra cuando no tienen cojones para ganarse la vida de una manera onrada y tiene que recurrir a dañar al projimo en cualquier sentido.
Anónimo -
como sabes tu que no esta relacionado el sexo con la delincuencia?
Anónimo -
como esta dejadez??
no sabes que este es un sitio serio y que el tema de la delincuencia es algo que no admite estupideces.
espero que no vueva a ocurrir.
estas perdonado.
Anónimo -
una banda de mal nacidos que como no saben ni quiren hacer otra cosa se pasan el dia jodiendo al proljimo en la calles de la ciudad.
el otro dia paseaba por ellas cuando fui sorprendida por unos de allos concretamente por cutro individuos que portaban capuchas y eran muy agresivos me introdujeros en un portal el cual estaba oscuro y sin mediar palabra me incaron de rodillas en el suelo pronto pude deducir lo que estaban buscando y no hice que esta tortura durara mas.
el primero de ellos que era el que me parecio que tenia el mienbro mas grande y circuncidado imajine que era arabe o udio ,mi enfermedad que es la senofobia me produjo que la livido se disparara y mi cuerpo empezo a chorrear mi sexo estaba que no podia mas mi cuerpo solo admitia sex y mas sexo como podia yo pobre de mi dejar que mi cuerpo rechazara tanta violencia si en realidad es lo que me ayuda a correrme.