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calle conferencia 32 años después


A 32 años del secuestro de la dirigencia comunista. Viviana Díaz recuerda la dramática verdad del caso Calle Conferencia.
[Jorge Escalante] Santiago, Chile. Hace un año y meses Jorgelino Vergara, mozo del ‘Mamo’ Contreras, reveló la identidad de 67 ex agentes -desconocidos hasta entonces- que participaron en el exterminio de la dirección del PC, en el cuartel Simón Bolívar.
Mayo es el mes en que en 1976 la DINA secuestró e hizo desaparecer a la dirección clandestina del Partido Comunista. A 32 años de ese crimen, la verdad del trágico destino final de esos hombres y mujeres está hoy más cerca de completarse.
Los 67 ex agentes procesados por el ministro Víctor Montiglio, casi todos desconocidos hasta hace un año, fueron revelando poco a poco un secreto que la dictadura de Augusto Pinochet y sus organismos represivos guardaron celosamente juramentados por más de treinta años.
Así lo recuerda la vicepresidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Viviana Díaz, cuyo padre, Víctor Díaz, secretario general del PC en ejercicio en la clandestinidad, fue una de esas víctimas.
"Siempre supimos que los habían secuestrado y los llevaron a Villa Grimaldi, pero nunca supimos qué pasó con ellos después. Ahora ya lo sabemos por dramático que sea todo lo que hemos conocido", dice recordando lo que debió escuchar, junto a otros familiares, en las largas audiencias durante el último año en la Corte de Apelaciones de Santiago.
Durante los alegatos para ir resolviendo las libertades provisionales de los procesados, los abogados fueron destapando partes importantes del expediente Montiglio en el caso Calle Conferencia, la vía pública de Santiago donde apresaron a la mayoría.
El secretismo, unipersonalismo judicial y la muy escasa transparencia del antiguo sistema procesal penal que rige para todas las causas abiertas por las violaciones a los derechos humanos durante la opresión militar, no logró que a los familiares de los caídos y a los ciudadanos se les siguiera ocultando por más tiempo la verdad de cómo murieron los prisioneros.
El exterminio comunista en el cuartel Simón Bolívar, a manos de la Brigada Lautaro y su Grupo Delfín, fue tal vez la forma más cruel de morir bajo el mando de Pinochet. Apaleados, quemados sus rostros con soplete, robado el oro de sus dentaduras con alicates y aceleradas sus muertes con cianuro, para terminar en el fondo del mar ensacados y atados a un trozo de riel.
"Ni siquiera hubo una bala para ellos", reflexiona Viviana Díaz en una frase que le sale desde lo más hondo rememorando a su padre y su destino fatal. Y agrega otra que dice le marcó el resto de su vida, "la de aquellos agentes que dijeron en el proceso que nunca más pudieron olvidar el olor a carne humana quemada que a veces había en ese cuartel".
La dirigenta sostiene que "hay que agradecer al ministro Víctor Montiglio por la exhaustiva investigación que ha hecho y que nos permitió conocer estas terribles verdades, pero también hay que decir que esperamos que esta vez no aplique la amnistía al momento de dictar su sentencia. Y si lo hace, estamos seguras que la Corte de Apelaciones lo anulará".
La operación para aniquilar a la dirigencia comunista es quizás aquella en la que más fuerza aunaron las distintas ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros, integrando sus agentes codo a codo la Brigada Lautaro y su selecto Grupo Delfín.
A fines de 1976, se sumó la segunda dirección clandestina del PC, que Montiglio indaga en el caso conocido como ‘Los 13’, y cuyos miembros sufrieron el mismo destino, por la salvedad de que sus cuerpos fueron arrojados a una mina abandonada en Cuesta Barriga, ante la alerta por la aparición del cuerpo de Marta Ugarte varado en una playa.

La Luz en el Túnel
Un día de enero de 2007, policías de la Brigada de Derechos Humanos de Investigaciones llegaron a la casa de Jorgelino Vergara. Más subido de peso y con calvicie incipiente, ante la persistencia y buen tacto de los oficiales, el hombre comenzó a contar todo lo que había visto en el cuartel Simón Bolívar como adolescente agente de la Brigada Lautaro, desde que tenía 16 años. Jorgelino lo sabía todo. Y fue nombrando uno a uno a los que permanecerían todavía ocultos de la justicia. Desde los 14 años sirvió como mozo en la casa del temible "Mamo" Contreras, quien lo premió incorporándolo a la DINA y enseñándole a disparar.
Destapada la olla, los que fueron cayendo comenzaron finalmente a completar el puzzle, ayudando, aunque a veces con mentiras, a develar el secreto que habían jurado guardar para siempre.

20 de mayo de 2008
©la nación
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