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nueva fase en guerra contra narcos


El reciente asesinato del jefe de policía del país ha provocado una represión. Pero los carteles han respondido con más violencia.
[Héctor Tobar] Ciudad de México. Para responder a los narcotraficantes de los que se sospecha que ordenaron el asesinato del jefe de la policía antinarcóticos de México, el presidente Felipe Calderón envió dos mil tropas del ejército y de la policía federal al territorio de la organización, el estado de Sinaloa al oeste del país.
Los traficantes respondieron con un ataque paramilitar contra una comisaría de policía, y provocaron a las tropas recién llegadas con burlescos letreros colgados en las calles.
Los analistas dicen que esas acciones de la semana pasada muestran que el asesinato de Edgar Millán Gómez, el 8 de mayo, ha abierto una nueva y peligrosa fase en la lucha del país contra las drogas prohibidas.
Millán Gómez, 41, director interino de la policía federal de México, sabía que se había convertido en un blanco de los traficantes y se trasladaba constantemente entre sus tres casas en un intento de burlar a su enemigo: Arturo Beltrán Leyva, el capo de una de las facciones del llamado cartel de Sinaloa.
La policía oficial perdió esa batalla.
Desde que fuera acribillado a balazos, los funcionarios han revelado que los asesinos de Millán Gómez probablemente sabían que dormía en más de una casa. Incluso tenían las llaves de su puerta principal, una inquietante ilustración de la destreza de los carteles a la hora de reunir información sobre operaciones oficiales.
Funcionarios y analistas dicen que el asesinato fue en realidad un síntoma de debilidad. Presionado por el gobierno, argumentan, el cartel de Sinaloa está en retirada y desordenado, dividido en grupos que luchan unos contra otros. Varios miembros de nivel medio y alto de la organización han sido arrestados y las tropas del ejército desplegadas en la región han incautado envíos de drogas, destruido plantaciones de opio y requisado más de cien avionetas que se cree eran usadas por los narcotraficantes.
El asesinato del tercer funcionario en importancia de la seguridad pública fue un acto implacable cometido por criminales arrinconados, dice el gobierno.
"Hemos perjudicado sus operaciones económicas y logísticas", dijo Calderón el domingo. "Y eso aparentemente ha provocado esos actos criminales de desesperación en el que tratan de recuperar los espacios que han perdido".
Millán Gómez, que coordinaba los esfuerzos conjuntos del ejército y la policía federal, había propinado varios golpes al cartel de Sinaloa. El más grande fue la incautación de veintitrés toneladas de cocaína en octubre, en el puerto de Manzanillo, en el Pacífico.
Pero la investigación del asesinato de Millán Gómez también ha revelado el poder y alcance del cartel.
En Ciudad de México, los guardaespaldas y varios ayudantes de Millán Gómez fueron obligados a someterse al detector de mentiras. Los detectives creen que un alto funcionario cercano a Millán Gómez debe haberlo traicionado.
Al menos un agente de la policía federal ha sido detenido en relación con el asesinato: José Antonio Montes Garfias, un veterano que llevaba catorce años en la sede regional de la policía federal en Culiacán, la capital del estado de Sinaloa.
También han salido a superficie detalles sobre el grado en que las organizaciones de narcotráfico de México dependen de ex soldados y agentes de policía en servicio activo.
El cartel de Sinaloa es uno de los más antiguos de México. Fundado por unas pocas familias estrechamente unidas y que en el pasado dominaba el comercio de drogas de México, en la última década ha sido retado por el llamado cartel del Golfo, con sede en el estado fronterizo al nordeste, Tamaulipas. Pero los traficantes de Sinaloa todavía controlan las rutas de transporte del Pacífico que, según funcionarios estadounidenses, se ha convertido en la más popular para el envío de cocaína colombiana a Estados Unidos.
Joaquín ‘el Chapo’ Guzmán, el fugitivo [fue aprehendido hace unas semanas] capo de la organización está peleando por el control de la organización con su ex matón, Beltrán Leyva, dicen funcionarios. La hostilidad entre las facciones puede haber resultado en el asesinato del hijo de Guzmán, Edgar, 8 de mayo, el día que mataron a Millán Gómez.
Millán Gómez estaba dirigiendo una operación contra Beltrán Leyva apenas a horas de ser asesinado, dicen funcionarios. Sus agentes habían arrinconado al barón de la droga en una autopista en las afueras de Cuernavaca, al sur de Ciudad de México. Pero fueron dominados por un bien coordinado equipo de guardaespaldas, dirigido por ex miembros del Batallón de Infantería 43, del ejército mexicano.
Murieron dos hombres de cada lado, dijeron las autoridades. Nueve de los guardaespaldas de Beltrán Leyva fueron arrestados.
Pero Beltrán Leyva escapó. Esa noche, su plan de deshacerse del tenaz Millán Gómez avanzaba hacia su consumación, dijeron las autoridades. De acuerdo a la policía federal, el líder del cartel encargó el asesinato de Millán Gómez a una banda criminal de Ciudad de México.
El horario de Millán Gómez era un secreto celosamente guardado, conocido sólo por algunos colegas, dijeron los funcionarios. Pero cuando se acercaba a casa acompañado de dos guardaespaldas en un todoterrenos blindado, cuatro asesinos a sueldo del cartel lo estaban esperando detrás de la puerta.
Los guardaespaldas dejaron a Millán Gómez, que entró solo a su casa. Segundos más tarde, oyeron disparos.
Aunque herido por al menos ocho tiros, Millán Gómez fue capaz de coger a uno de los atacantes, dijeron los funcionarios.
"¿Quién te mandó?", preguntó. "¿Quién te mandó a matarme?" Murió en un hospital, el tercer funcionario de alto rango de la policía federal en ser asesinado esta semana en México.
Sus guardaespaldas quedaron heridos en un intercambio de fuego con los atacantes que escapaban. Uno de ellos, un delincuente de poca monta con dos condenas por robo de autos, fue detenido. Escaparon al menos tres.
Varios analistas dicen que México está entrando en una nueva fase de la guerra de las drogas. La ofensiva del gobierno, dijeron, ha provocado escasez de dinero y divisiones en los carteles.
El columnista Jorge Hernández Menéndez comparó los aprietos de los traficantes mexicanos con los del barón de la droga colombiano, Pablo Escobar y su cartel de Medellín durante su ocaso a fines de los ochenta y principio de los noventa.
"Mientras más débil se volvía Escobar, más enemigos tenía... y mientras menos dinero tenía, más recurría a la violencia para vengarse de sus enemigos y asustarlos", escribió Fernández Menéndez en el diario Excelsior.
El martes, el ‘gabinete de seguridad’ de Calderón, incluyendo a los ministros del Interior y de Defensa y al fiscal general, viajaron a la capital de Sinaloa para una reunión. Entonces enviaron tropas.
"Si fuera necesario, traeremos más tropas", dijo el ministro de Defensa Guillermo Galván. "El crimen organizado no es, y no puede ser nunca, más fuerte que México".
Los funcionarios actuaron con rapidez para cerrar veinte de las veintidós oficinas de cambio de Culiacán para auditar sus operaciones. Esos negocios son usados a menudo por los traficantes para lavar su dinero.
Los narcotraficantes respondieron con ataques de guerra de guerrillas contra la comisaría de policía.
El miércoles unos cuarenta operativos del cartel lanzaron un ataque contra una comisaría de policía en Guamuchil, una ciudad a 97 kilómetros al noroeste de Culiacán. Llegaron en diez camionetas último modelo, y llevaban chaquetas con la chapa de la agencia de policía federal.
Cuando la media docena de agentes en el interior corrieron a buscar cobertura, los atacantes rociaron el edificio con balas de armas semiautomáticas y lanzaron al menos dos granadas. Dos agentes resultaron heridos antes de que los atacantes huyeran, dejando varios cientos de cartuchos utilizados.
Los traficantes también colgaron unos carteles en las esquinas de Culiacán que ridiculizaban los esfuerzos del gobierno.
"Pequeños soldaditos de plomo, generales de paja", decía una pintada en una tela.
"Este es territorio de Arturo Beltrán".

17 de julio de 2008
18 de mayo de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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