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aumenta cultivo de coca en los andes


Pese a la ayuda norteamericana, aumentan los cultivos de coca en los Andes.
[Juan Forero y Joshua Partlow] Coroico, Bolivia. Benito Cocarico confiesa que algunas de las hojas de coca que cultiva para vender como infusión y como estimulante tradicional son canalizadas hacia el amplio flujo del comercio mundial de cocaína. Pero mientras recorre penosamente los embarrados senderos de su chacra, ubicada en una región donde la materia prima de la droga crece en angostas terrazas, explica lo central que es su cultivo para la supervivencia de su familia.
"Los precios de las naranjas, de las mandarinas, del café y otros productos son demasiado bajos, y no te dan para sobrevivir", dijo Cocarico, 50, agregando que piensa duplicar el tamaño de su plantación de coca. "Estamos obligados a plantar coca".
En toda la región de los Andes, el cultivo de coca ha aumentado en un dieciocho por ciento en los últimos cinco años, un período durante el cual Estados Unidos ha gastado cuatro mil millones de dólares en programas antinarcóticos. Pero ahora que los campesinos están utilizando pesticidas y sistemas de riego modernos para mejorar el rendimiento de los cultivos, la cantidad de cocaína producida en Colombia, Perú y Bolivia -países que son la fuente de prácticamente toda la oferta mundial- ronda las mil cien toneladas el año, según un informe reciente de Naciones Unidas.
Aquí en la exuberante región de Yungas al oeste de Bolivia, los campesinos pueden plantar legalmente un total de casi doce mil hectáreas de coca -hojas que son vendidas luego en el mercado nacional para hacer infusiones y para ser masticada y apagar el hambre. Pero aquí la producción excede de lejos ese umbral, y gran parte del excedente se destina al comercio de cocaína que prospera gracias, en parte, a la nueva demanda regional de la emergente clase media latinoamericana.
La oferta de cocaína andina ahora excede la cantidad producida en los años noventa cuando los legisladores norteamericanos impulsaron la ayuda antinarcóticos en la región para contrarrestar a los poderosos carteles colombianos. En 1993, cuando una unidad de policía respaldada por Estados Unidos mató al barón de la droga Pablo Escobar en su ciudad natal de Medellín, los Andes producían doscientas toneladas menos de cocaína que la producción del año pasado.
"Si estudias la época de Escobar, los nombres han cambiado, pero hay tanta o más cocaína que proviene de los Andes en general como en el punto álgido de la guerra contra las drogas en Medellín", dijo John Walsh, de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, un laboratorio ideológico que ha criticado las políticas antinarcóticos de Estados Unidos en la región. "Estamos hablando casi veinte años después".
En lo que va de esta década, Estados Unidos ha invertido casi ocho mil millones de dólares en la guerra contra las drogas, financiando las campañas de erradicación manual en Bolivia y en el vecino Perú, y las campañas aéreas con herbicidas en Colombia, que ha cubierto más de un millón de hectáreas desde 2000.
En Colombia, donde Estados Unidos ha gastado la mayor parte de la ayuda, el cultivo de coca aumentó en un veintisiete por ciento entre 2006 y 2007, a cerca de cien mil hectáreas. Eso equivale a más del cincuenta por ciento de toda la coca producida en la región. Las plantaciones de coca en Bolivia y en Perú también aumentaron en casi un cinco por ciento en cada país. En total, Naciones Unidas informó sobre un aumento del dieciséis por ciento en la producción de coca en los Andes en 2007.
"Damos tres pasos adelante, y dos pasos atrás", dijo David Murray, científico jefe de la Oficina Nacional de Políticas de Control de Drogas [Office of National Drug Control Policy] en Washington. "Pero en realidad ha habido algún progreso, en los Andes y en Colombia".
Murray atribuyó el aumento en el cultivo de coca a un cambio en la metodología de Naciones Unidas. La ayuda antinarcóticos para Colombia ha contribuido a fortalecer al gobierno central allá, debilitando a los grupos rebeldes y paramilitares implicados en el tráfico de drogas, dijo Murray, mientras que informes de agencias policiales norteamericanas indican que se ha hecho más difícil comprar la droga.
"Están perdiendo terreno, ese es nuestra impresión, las plantaciones de coca son más pequeñas, son más remotas, tienen más trabajo intensivo y para ellos es más difícil vivir de la cocaína", dijo. "El mercado de la cocaína está declinando".
Mientras el presidente colombiano Álvaro Uribe es admirado en Washington por su dura postura contra el tráfico de cocaína, el gobierno de Bush ha tenido fuertes diferencias con el presidente boliviano Evo Morales, un ex campesino cocalero que todavía dirige la federación de productores de coca. Morales llegó al poder gracias a la fuerza de su liderazgo entre los cocaleros, que se organizaron contra lo que consideraban las dañinas campañas de erradicación de Estados Unidos.
"No hay duda de que Evo Morales ha debilitado expresamente esa campaña que ya existía cuando asumió el poder, y eso también se refleja parcialmente en el aumento de los cultivos", dice John P. Walter, encargado de la política antidrogas de la Casa Blanca.
Desde que fuera elegido presidente en diciembre de 2005, Morales ha fomentado la hoja de coca como símbolo del nacionalismo boliviano, al mismo tiempo que ha enfatizado la necesidad de luchar contra la producción de cocaína. Su gobierno continúa erradicando la coca ilegal -plantaciones con conocidos vínculos con el comercio de la droga y cultivada en parques nacionales, por ejemplo. Durante el gobierno de Morales, la cantidad de cocaína decomisada anualmente ha aumentado a casi veinte toneladas en lo que va de año, de acuerdo a cifras oficiales.

Morales también apoya una política implementada hace cuatro años que permite que los campesinos cocaleros de la región del Chapare en Bolivia, donde el cultivo de coca no era legal, siembren la planta en un tercio de cada media hectárea de tierra, llamado cato. Los críticos dicen que la política ha provocado un fuerte aumento en la producción de coca porque los campesinos cocaleros no temen ser castigados si sobrepasan ese límite. Cifras de Naciones Unidas muestran que el año pasado el cultivo de coca en Bolivia superó lo permitido por el gobierno -el límite de veinte mil hectáreas- en casi un cincuenta por ciento.
"En Bolivia lo que hemos tenido es básicamente la percepción de los cocaleros de que un cato por familia se traduce como un cato por persona", dijo Eduardo Gamarra, experto en la industria de la coca, nacido en Bolivia, que enseña estudios latinoamericanos en la Universidad Internacional de Florida en Miami. "El efecto neto ha sido un crecimiento neto".
Entre los campesinos cocaleros del Chapare, Morales es considerado un héroe. En la muralla de la sede del sindicato de cocaleros en la ciudad de Chimore en las tierras bajas, las palabras "¡Evo, Sí!" están pintadas junto a un retrato del Che Guevara, el revolucionario argentino. En la parte trasera de la sede, los empleados meten hojas de coca en sacos de veintidós kilos que luego son cargados en los buses que esperan.
"Antes, esto era una lucha tremenda. Nosotros plantábamos coca y las autoridades nos la quitaban", dijo Luis Endara, secretario general del sindicato de campesinos cocaleros de Chimore. "Ahora hay libertad. El ejército ya no nos molesta. Ahora todas las comunidades se controlan a sí mismas".
Entre 1996 y 2003, sesenta personas murieron en el Chapare en enfrentamientos entre los cocaleros y las autoridades bolivianas, y más de setecientas resultaron heridas, de acuerdo a la Red de Información Andina, un grupo de investigación con sede en Bolivia. Hoy, los enfrentamientos cada vez menos frecuentes y sólo implican el lanzamiento de piedras y gases lacrimógenos. En los últimos meses no ha muerto nadie.
"Antes, la policía nos perseguía", dijo Flora Sanabria, 33, que estaba sentada junto al camino con sus hojas de coca secas. También cultiva plátanos y naranjas, pero la coca, con sus tres o cuatro cosechas al año, le proporciona un ingreso estable para su familia. "Ahora estamos mucho mejor. Ahora tenemos un cato de coca, y antes no teníamos casi nada".
El remonte de la coca en Bolivia, combinado con el aumento de la demanda de cocaína en países latinoamericanos como Brasil, ha provocado un auge del tráfico de drogas.
El vice-ministro de defensa social de Bolivia, Felipe Cáceres, dijo que en los últimos años, el número de narcotraficantes que operan en la frontera boliviano-brasileña se ha quintuplicado a cincuenta o sesenta. "Desgraciadamente", dijo, "la demanda de la droga en Brasil ha aumentado de modo espectacular".
El consumo doméstico en Bolivia -en gran parte como infusión o como hojas para mascar- equivale al 2.5 por ciento del producto nacional bruto, cinco veces más que en Perú o Colombia. Pero los proyectos del gobierno boliviano de nacionalizar la industria de la coca -para hacer pasta de dientes, galletas, licor y otros productos para la exportación- todavía no se han concretado.
Entretanto, los laboratorios clandestinos que son usados para producir la cocaína boliviana están proliferando más allá de las principales regiones de cultivo de coca del Chapare y Yungas, de acuerdo con René Sanabria Oropeza, director de la policía antinarcóticos boliviana. Su organización ha estado desbaratando laboratorios de procesamiento de coca incluso en los barrios suburbanos pobres de La Paz y El Alto, una enorme ciudad satélite adyacente a la capital.
Un joven de La Paz, Miguel Ángel, que pidió que no revelásemos su apellido, dijo que ahora los traficantes pagan a los vecinos para procesar coca en sus casas. Hace poco su familia recibió quinientos dólares por permitir que un grupo de hombres usaran su cocina para procesar hojas de coca durante una semana.
"Nos dijeron: ‘Ahora estamos en su casa, pero no mudaremos a otra’", dijo Miguel Ángel. "Así evitan que los capturen".

5 de octubre de 2008
3 de septiembre de 2008
©washington post 
cc traducción mQh
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