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niñas contra el matrimonio


En Yemen, la cultura tradicional permite que sus padres casen a sus hijas a edades de hasta ocho años.
[Robert F. Worth] Jibla, Yemen. Una mañana del mes pasado, Arwa Abdu Muhammad Ali salió de casa de su marido aquí y corrió hacia un hospital local, para quejarse de que la había golpeado y violado durante los últimos ocho meses.
Eso sería sorprendente en Yemen, una sociedad árabe profundamente conservadora donde los líos de familia tienden a resolverse en privado. Pero lo que hacía de este incidente algo todavía más inusual era que Arwa tenía nueve años.
En cuestión de días, Arwa -una pequeña y delicada niña- se convirtió en una celebridad en Yemen, donde el matrimonio infantil es común pero rara vez denunciado en público. Era la segunda niña novia que denunciaba su situación en el lapso de un mes; en abril, una niña de diez años llamada Nujood Ali había llegado al tribunal a exigir el divorcio, generando un histórico caso jurídico.
Juntas, las historias de las dos niñas han ayudado a generar un movimiento para poner fin al matrimonio infantil, que es visto cada vez más frecuentemente como parte crucial del ciclo de la pobreza en Yemen y otros países del Tercer Mundo. Sacadas de la escuela y obligadas a tener hijos antes de que sus cuerpos hayan madurado para ello, muchos mujeres del campo yemení terminan analfabetas y con serios problemas de salud. A menudo sus bebés también nacen atrofiados.
La edad promedio para casarse en el campo de Yemen es de doce o trece años, según constató un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de Sana. El país, en el extremo sur de la Península Arábica, tiene la tasa de mortalidad maternal más alta del mundo.
"Este es el primer grito", dijo Shada Nasser, una abogado de derechos humanos que conoció a Nujood, una niña de diez años, cuando esta llegó al tribunal a exigir su divorcio. Nasser decidió ocuparse del caso inmediatamente. "Todos los casos anteriores de matrimonios prematuros fueron vistos por jeques tribales. Con ellos las niñas no tienen ninguna posibilidad".
Pero pese a una creciente oleada de indignación, la lucha contra la práctica no es fácil. La defienden musulmanes fundamentalistas, cuya influencia ha crecido enormemente en las últimas dos décadas, trayendo a colación el matrimonio del profeta Mahoma con una niña de nueve. El matrimonio infantil está profundamente enraizado en las costumbres locales de aquí, e incluso consagrado en un antiguo dicho tribual: "Dame una niña de ocho, y te puedo garantizar" que será un buen matrimonio.
"Han aumentado las voces que se oponen contra este fenómeno y sus resultados catastróficos", dijo Shawki al-Qadhi, imam y miembro de la oposición en el parlamento que ha tratado infructuosamente de reunir apoyo para prohibir legalmente el matrimonio infantil en Yemen en el pasado. "Pero a pesar de que mucha gente lo rechaza, e incluso algunos clérigos, la práctica continúa".
El problema surgió primero debido a Nujood, una niña de ojos brillantes que apenas llega al metro veinte. Sus penurias empezaron en febrero, cuando su padre la sacó de Sana, la capital yemení, para casarla en su villorrio natal. Apenas si la informaron.
"Yo estaba muy asustada y preocupada", dijo Nujood, hablando con su suave e infantil voz, sentada con las piernas cruzadas en la casa de tres cuartos de su familia en una barriada no muy lejos del aeropuerto de Sana. "Yo quería volver a casa".
A medida que contaba su historia, Nujood empezó poco a poco a ganar confianza, sonriendo tímidamente, como si estuviera esforzándose por no echar a reír. Más tarde retiró su velo, revelando sus cabellos castaños que cubrían sus hombros.
El problema empezó en la primera noche, cuando su marido de treinta años, Faez Ali Thamer, le sacó la ropa tan pronto como apagó la luz. Salió llorando y corriendo del dormitorio, pero él la agarró, la llevó al cuarto y la violó. Más tarde también le pegó.
"No me gustaba vivir con él", dijo, mirando el suelo. La boda fue tan rápida que nadie se molestó en contarle cómo es que las mujeres quedaban embarazadas, ni cuál era el papel de una esposa, dijo.
Su padre, Ali Muhammad al-Ahdal, dijo que había aceptado casarla porque las dos hermanas mayores de Nujood habían sido raptadas y obligadas a casarse, y una de ellas había terminado en la cárcel. Ahdal dijo que temía que a Nujood le ocurriera lo mismo, y un matrimonio prematuro le había parecido la mejor alternativa.
Un hombre demacrado, de aspecto abatido, el señor Ahdal trabajó alguna vez como barrendero. Ahora él y su familia mendigan para vivir. Tiene dieciséis hijos, con dos mujeres.
La pobreza es una de las razones por las que muchas familias yemeníes casan a sus hijas a una tierna edad. Otra es el temor de que las niñas sean raptadas y casadas a la fuerza. Pero lo más importante son las tradiciones culturales y la creencia de que las niñas vírgenes pueden ser modeladas para convertirlas en esposas obedientes, según un comprehensivo estudio sobre el matrimonio prematuro publicado por la Universidad de Sana en 2006.

Nujood se quejó repetidas veces ante los familiares de su marido y más tarde ante sus propios padres después de que la pareja volviera a su casa en Sana. Pero le dijeron que no podían hacer nada. Romper un matrimonio expondría a la familia a la deshonra. Finalmente, su tío le dijo que fuera al tribunal. El 2 de abril, dijo, salió de casa y paró a un taxi.
Era la primera vez que viajaba sola a algún lugar, recordó Nujood, y tenía miedo. Al llegar al tribunal, le dijeron que el juez estaba ocupado, así que se sentó en una banca y esperó. Repentinamente lo vio parado frente a ella, imponente en su toga negra. "¿Tú estás casada?", le dijo. Su voz revelaba su asombro.
La invitó a pasar la noche en la casa de su familia, dijo, porque el tribunal ya no volvería a sesionar ese día. Allá, pasó horas mirando televisión, algo que no conocía en el apartamento de su familia en la barriada, que ni siquiera cuenta con agua potable.
Cuando se trató el caso de Nujood al domingo siguiente, el tribunal estaba atestado de periodistas y fotógrafos que habían sido informados por la abogado. Su padre y su marido también estaban ahí; el juez los había hecho detener la noche anterior para asegurarse de que comparecieran ante el tribunal. (Los dos fueron dejados en libertad al día siguiente). "¿Quieres separarte, o quieres un divorcio permanente?", le preguntó el juez Muhammad al-Qadhi a la niña, después de oír su testimonio y el de su padre y su marido.
"Quiero un divorcio permanente", contestó, sin dudarlo. El juez se lo otorgó.
Después de eso, la señora Nasser, la abogado, llevó a Nujood a una fiesta de celebración en las oficinas de un periódico local, donde fue inundada con muñecas y otros juguetes. Después del veredicto, Nujood vivió con su tío durante un tiempo, pero luego insistió en volver a casa de su padre. "Lo he perdonado", dijo. Jura que nunca se volverá a casar y quiere llegar a ser una abogado de derechos humanos, como Nasser, o quizás periodista.
Pese a la victoria, Nasser y otros activistas dicen que están preocupados sobre la falta de medios legales para combatir el matrimonio prematuro. El caso de Nujood sólo llegó al tribunal porque la niña misma hizo algo extraordinariamente inusual y porque se topó con un juez comprensivo.
"Con este juez tuvimos suerte", dijo Nasser. "Otro ni siquiera la habría aceptado en el tribunal y habría llamado a su padre o hermano a declarar en lugar de ella" y hoy Nujood probablemente todavía estaría casada.
Una ley yemení de 1992 fijó la edad mínima legal para casarse a los quince. Pero en 1998 el parlamento la revisó, permitiendo que las niñas se casen antes a condición de que vivan con sus maridos hasta que alcancen la madurez sexual.
Ese cambio reflejó el triunfo de la cultura musulmana más conservadora del norte de Yemen sobre la cultura secular y marxista del sur del país después de que Yemen del Sur y Yemen del Norte se unificaran en 1990. En Yemen del Sur, en 1979 el gobierno aprobó una ley que fijó la edad para casarse en dieciséis para las mujeres y dieciocho para los hombres. Una amplia campaña de concientización pública, con canciones y anuncios en televisión con títulos como ‘La hija víctima de la tribu’ y ‘Tradiciones y ritos’ contribuyeron a educar a la gente sobre los peligros que representa el matrimonio y embarazo prematuros.
Pero en Yemen, como en Afganistán -otro país donde el matrimonio infantil es común- la lucha contra el comunismo terminó con el triunfo de una de las tendencias fanáticas del islam. Después de que estallara la guerra de 1994, Ali Abdullah Saleh, entonces presidente de Yemen del Norte, envió a yihadistas a luchar contra Yemen del Sur. Algunos críticos dicen que quedó en deuda con los musulmanes conservadores.
Después de que el caso de Nujood se hiciera público, Nasser dijo que recibió enfadadas cartas de mujeres conservadores criticándola por su participación en el caso. Pero también ha recibido llamadas sobre niñas, algunas más jóvenes que Nujood, que tratan de escapar de sus matrimonios.
Una de ellas fue Arwa, que fue casada a los ocho años aquí en la antigua ciudad de Jibla, a cuatro horas al sur de Sana. Como en el caso de Nujood, la situación de Arwa provocó indignación social y en círculos jurídicos.
Parada aquí frente a la casa de un pariente, con las manos cogidas por delante, Arwa contó lo sorprendida que quedó cuando su padre la casó, hace ocho meses, con un hombre de treinta y cinco. Como Nujood, no sabía nada sobre los hechos de la vida. El hombre la golpeó y violó.
Finalmente, después de meses de sufrimiento, escapó hacia un hospital. Los empleados la llevaron a una comisaría de policía. Un juez local que se ocupó de su caso hizo encarcelar brevemente al juez que había autorizado su matrimonio. Arwa está viviendo con familiares mientras se resuelve el caso. Pero sus parientes rara vez a dejan salir de casa, por temor a que el marido, que se ha negado a comparecer ante el juez, pueda secuestrarla.
Interrogada sobre su fuga después de tantos meses, Arwa levantó la vista con una intensa y desafiante mirada en sus ojos.
"Pensé sobre eso", dijo, con una voz serena y firme. "Pensé sobre eso".

7 de octubre de 2008
29 de junio de 2008
©new york times
cc traducción mQh
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