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violencia amenaza a gorilas


Violencia en el Congo amenaza a especie en peligro de extinción: los gorilas de montaña.
[Jeffrey Gettlleman] Bulengo, Congo. Jean-Marie Serundori se despierta todos los días pensando en los gorilas.
"Me lavo la cara, miro las montañas y pienso en ellos", dijo. "Son como nuestros primos".
Pero Serundori, un guardabosques congoleño encargado de la protección de algunos de los animales más majestuosos -y más amenazados- del planeta, está lejos de los corpulentos gorilas de montaña que adora.
En lugar de eso, está empantanado en un húmedo y sucio campamento para personas desplazadas donde la única fauna son las cucarachas que corretean por el suelo de barro. Es una de las cientos de miles de personas sin nada que hacer y destituidos por el más reciente estallido de violencia en el este del Congo, y en este caso las consecuencias podrían ser funestas e irreversibles.
El este del Congo es el hogar de casi un tercio de los últimos setecientos gorilas de montaña del planeta (el resto vive en zonas cercanas en Ruanda y Uganda). Ahora ya no hay guardabosques profesionales para protegerlos. Más de 240 guardabosques congoleños han sido expulsados de sus puestos, incluyendo a algunos que escaparon por poco de un repentino avance rebelde el mes pasado y se arrastraron trabajosamente durante tres días en la selva, alimentándose de hojas y bebiendo lodo para hidratarse.
"Pensábamos que si los gorilas comían hojas, nosotros también podíamos", dijo Sekibibi Desire, que vive en una tienda cerca de otros guardabosques.
Esta es apenas una crisis dentro de una crisis. Los gorilas del Congo viven en uno de los territorios más disputados y empapados de sangre de África. Su hogar -el Parque Nacional Virunga- está en las tierras altas -en las montañas cubiertas de niebla y puntudos volcanes-, a lo largo de la porosa frontera entre el Congo y Ruanda, donde se sospecha que los rebeldes reciben armas de Ruanda. El año pasado murieron en Virunga diez gorilas, algunos de ellos ejecutados de un balazo en la nuca, dijeron funcionarios del parque.
La reserva era el paraíso de los naturalistas, el hogar de más de dos mil especies de plantas, 706 de pájaros y 218 de mamíferos, incluyendo tres grandes simios: el gorila de montaña, el gorila de tierras bajas y el chimpancé.
Ahora Virunga es una zona de guerra.
Soldados rebeldes controlan las cumbres de las montañas. Los soldados de gobierno les disparan fuego de morteros, destruyendo el precioso hábitat de los gorilas, que de todos modos está desapareciendo rápidamente debido a la deforestación y al comercio ilegal de carbón.
"Hay grupos armados ocultándose en el parque, se preparan en el parque, y, lo más importante, comen en el parque", dijo Samantha Newport, portavoz del Parque Nacional Virunga.
Newport dijo que hace dos años, en uno de los lagos del parque, una milicia local salió de cacería y mató con ametralladoras a cientos de hipopótamos.
"El lago se puso rojo", dijo.
El este del Congo ha estado atascado en ciclos de derramamiento de sangre durante más de diez años. El problema empezó en 1994, con el genocidio en Ruanda, que costó la vida a ochocientas mil personas y envió oleadas de refugiados hacia el Congo, junto con las sanguinarias milicias. Desde entonces, varios grupos armados y países vecinos han luchado por el control de esta tierra impresionantemente bella, colmada de oro, diamantes y otros recursos preciosos. El mes pasado, una fuerza rebelde de la que se sospecha está siendo apoyada por las tropas enviadas por el gobierno de Ruanda se acercó a la estratégica ciudad de Goma, decidida a capturarla, cuando los rebeldes declararon una tregua.
La tregua sigue siendo frágil. El domingo, el mismo día que el líder de los rebeldes, Laurent Nkunda, juró respetar la tregua, estallaron fuertes enfrentamientos al norte de Goma. Las tropas congoleñas dispararon proyectiles. Los rebeldes respondieron con morteros. Una vez más, los guardabosques quedaron el medio. Han disparado contra sus familias.
El mes pasado, la hija de catorce años de un guardabosques recibió un disparo en el estómago durante un tiroteo cerca de un puesto de guardabosque en la selva. "Le tomé en brazos y corrí", dijo su padre, Mberagabo Rukundaguhaya. "Pensé que estaba muerta". La niña sobrevivió, pero no sabe cuándo podrá su familia volver a casa.
Funcionarios del Parque Nacional Virunga están pidiendo a los rebeldes y a tropas del gobierno que les permitan volver a su trabajo. Los rebeldes insisten en que los gorilas están seguros.
"Los estamos protegiendo", dijo Babu Amani, portavoz de los rebeldes.
Serundori dijo que en sus veinte años como guardabosques ha visto más de cien veces a los gorilas.
"Pero lo que me impresiona es lo frágiles que son", dijo. "Podrían ser exterminados en cosa de minutos".

2 de febrero de 2009
18 de noviembre de 2008
©new york times 
cc traducción mQh
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