la caída de santelices
26 de abril de 2009
Pero la versión con que el militar intentaba distanciarse de los crímenes de la siniestra comitiva no tuvo eco en el juez Víctor Montiglio, quien el lunes de 20 abril, y tras 14 meses de investigación, lo procesó y ordenó su arresto por su responsabilidad en dichos 14 homicidios, al igual como hizo con el coronel (R) Patricio Ferrer Ducaud y el teniente (R) Pablo Martínez Latorre.
Ese día, Santelices llegó en su automóvil personal, conducido por un familiar, hasta el Batallón de Policía Militar en Peñalolén. Lo esperaban el ministro Montiglio y efectivos de la Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones, que, junto al juez, realizaron las diligencias que condujeron a su encausamiento y detención. En ese momento, el general en retiro fue notificado oficialmente de su prisión preventiva.
El trámite de ingreso al sector VIP de ese centro de reclusión transitorio para altos oficiales de Ejército incluyó el fichaje del prontuario, también ordenado por el juez.
Lo que hundió a Santelices fueron los términos de su declaración del 24 de septiembre de 2002. En ella, el oficial había admitido su participación en una de las fases de este crimen masivo, aunque en esa ocasión entregó su testimonio sólo en calidad de testigo.
Seis años después, el 27 de enero de 2008, LND reveló que esa noche de octubre de 1973, Santelices y Martínez Latorre secuestraron a los 14 prisioneros desde la cárcel de Antofagasta, los trasladaron en dos camiones hasta un sector de la pampa denominado Quebrada del Way, los formaron frente a los vehículos con las luces encendidas y se los entregaron al escuadrón comandado por el general Sergio Arellano Stark, para que diera cuenta de ellos.
Luego, los entonces jóvenes oficiales recogieron los cuerpos semidestrozados, los cargaron en los mismos camiones y los condujeron hasta la morgue donde, en un espectáculo aterrador, fueron identificados por sus familiares.
Una vez publicada la información, y luego de una semana de tratativas entre el Gobierno y el Ejército, el entonces comandante de la Guarnición Militar de la Región Metropolitana fue obligado a abandonar las filas de la institución. Se abría así un largo camino hasta que la espada de la justicia cayera sobre él.
El Crimen
El proceso con que el juez consiguió acreditar la responsabilidad penal del ex comandante de la Guarnición Metropolitana, en uno de los episodios más crueles del exterminio masivo de la represión militar tras el golpe de Estado, fue intenso. Decenas de extensos interrogatorios, careos y diligencias en terreno, dentro y fuera de Santiago, conformaron el puzzle judicial.
La primera indagatoria tomada a Santelices por el juez después de que se reveló su participación, ocurrió ya no en calidad de simple testigo, sino de inculpado en los hechos.
A esa fecha ya se encontraban procesados por estos crímenes los integrantes de la Caravana de la Muerte, incluidos su jefe, el general Arellano, y el director de la Escuela de Blindados de Antofagasta en 1973, entonces coronel Adrián Ortiz Gutmann. Este fue el principal responsable local de la matanza, y quien puso a disposición de Arellano y su gente toda la infraestructura necesaria para cometer los asesinatos. Ortiz fue también uno de los que disparó esa noche. De los integrantes del escuadrón de la muerte, quienes participaron en la ejecución fueron el teniente coronel Marcelo Moren Brito, el coronel Sergio Arredondo, el capitán Juan Chiminelli y el teniente Armando Fernández Larios.
Las víctimas eran Mario Arqueros Silva, Alexis Valenzuela Flores, Dinator Ávila Rocco, Darío Godoy Mancilla, Segundo Flores Antivilo, Marcos de la Vega Rivera, José García Berríos, Héctor Silva Iriarte, Washington Muñoz Donoso, Guillermo Cuello Álvarez, Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, Danilo Moreno Acevedo, Luis Alaniz Álvarez, y Miguel Manríquez Díaz.
Antes del minuto de la muerte, Manríquez pidió a Fernández Larios que no le vendaran los ojos y lo conminó a que fuera él quien le disparara, por la amistad que los unía. El dramático diálogo fue reproducido en el proceso por quien era en esa fecha el jefe del departamento de Inteligencia de la Primera División de Ejército, el entonces mayor Ferrer Ducaud, quien estuvo ahí aquella noche.
Camino al Cadalso
Los careos que ordenó el juez Montiglio fueron escenario de tensos enfrentamientos entre los involucrados. Como ocurrió cuando Santelices afirmó que esa noche no había podido ver cómo murieron los detenidos, explicando que minutos antes Ortiz le había ordenado retirarse con su gente a cien metros de distancia detrás de los camiones. Fue el mismo Ortiz quien lo desmintió: "No estoy de acuerdo con que lo haya ordenado", dijo al juez. También descartó que su entonces subordinado no se hubiese enterado cuál sería el destino final de los prisioneros que había sacado desde la cárcel: "Me parece raro que a Santelices no le explicaran la misión a que iba, ya que la situación era grave".
Santelices se mantuvo siempre frente al juez, sosteniendo que jamás escuchó gritos de los prisioneros. Sin embargo, careado con el suboficial (R) Samuel León, presente en la matanza, y al escuchar que éste declaró que los detenidos comenzaron a "gritar y pedir piedad", el general (R) cambió su versión. "Yo no tengo en mi memoria la imagen de los fusilamientos, sí recuerdo el ruido de los balazos, ráfagas y griterío".
Los abogados querellantes intentarán ahora que la Corte de Apelaciones de Santiago recalifique la calidad de cómplice de Santelices y los otros, por la de coautor. Mientras, el ministro Montiglio continúa investigando este episodio junto a la policía civil. Hay antecedentes que indican la existencia de un grupo de oficiales encubiertos que servían en Antofagasta, quienes también habrían tomado parte en esta acción de exterminio.
©la nación
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