los agentes italianos de la cia
21 de mayo de 2009
Un día de otoño de 2002, el estadounidense hizo una explosiva revelación. Le dijo a D’Ambrosio que, pese a sus objeciones, un equipo de la CIA estaba en Milán reconociendo el terreno para la "entrega" de un ideólogo extremista egipcio. El americano estaba preocupado de que la arriesgada operación pudiera arruinar sus alianzas construidas tan cuidadosamente, dijo D’Ambrosio años después, y se podría producir incluso una balacera entre norteamericanos e italianos si las cosas salían mal.
Con una mirada urgente, de espía a espía, Lady dijo: "Habla con tu gente".
D’Ambrosio recuerda que recibió el mensaje tácito: "En otras palabras, dice... ‘Este asunto es tan absurdo que si... dos jefes operacionales en el terreno, que conocen la zona, que trabajan en este territorio, dicen que una acción es completamente loca, probablemente desistirán’".
Cuatro meses después de la conversación en Milán, la CIA secuestró al clérigo y lo llevó a Egipto, donde fue torturado durante meses. Estalló un conflicto internacional: los secuestradores acusados dejaron un reguero de huellas de llamadas telefónicas, movimientos de sus tarjetas de crédito y fotos que permitieron a las autoridades de Milán imputar en ausencia a veintiséis estadounidenses, incluyendo al ahora retirado Lady y siete agentes italianos.
El descaro de la entrega ha recibido gran parte de la atención. Pero el juicio ha revelado también que las drásticas tácticas del gobierno de Bush estremecieron el mundo de la inteligencia norteamericana en el extranjero. Entre los testimonios se han oído extraordinarias revelaciones de peleas y conductas desviadas. Aparentemente el caso hizo y deshizo carreras y regó traiciones y sospechas entre agentes antiterroristas italianos y estadounidenses.
D’Ambrosio, en el estrado de los testigos, lo resumió así: "Estábamos entre la tragedia y la ridiculez".
El caso fue la utilización de una práctica extrajudicial conocida como ‘entrega extraordinaria’, en la que funcionarios de la inteligencia estadounidense secuestran ilegalmente a sospechosos de terrorismo y los trasladan a recintos de detención secretos o a países que someten a los detenidos a duros interrogatorios y a veces los torturan.
A menos que se diga de otro modo, la siguiente versión se basa en testimonios durante el juicio, que ha venido prolongándose por casi dos años.
Figura Trágica
Lady parece más bien una figura trágica en el corazón del caso: un veterano espía que, después de los atentados del 11 de septiembre se convirtió en el hombre clave de la guerra contra los militantes extremistas islámicos. Aunque corrió riesgos para tratar de impedir el secuestro, al final se convirtió -según se dice- en uno de sus arquitectos más diligentes.
Lady, 55, barbudo de pelo enroscado, hablaba muy bien el italiano. Germinaba en la agradable cultura de la policía italiana, haciendo negocios en una cafetería y en largos almuerzos, invitando a parrilladas. Cultivaba lazos con unidades de agencias antiterroristas que desconfían unas de otras: el servicio de espionaje SISMI, los carabinieri paramilitares y la policía nacional. Entregaba valiosas pistas de interceptaciones de Estados Unidos y ofrecía dinero y equipos de alta tecnología para costosas vigilancias.
"Todos teníamos excelentes relaciones con él porque era una persona muy amable y muy accesible profesionalmente", declaró Luciano Pironi, un teniente de Carabinieri que confesó haber desempeñado un papel práctico en el secuestro. "Creo que le había regalado recuerdos de la CIA a la mitad de los milaneses".
Lady también formó a sus propios agentes en una mezquita que era un centro europeo de al Qaeda, concentrándose en una red sospechosa de enviar militantes a campos de adiestramiento en el norte de Iraq. Ayudó a la policía antiterrorista de Milán a preparar la acusación contra el blanco de la entrega: Abu Omar, considerado el vehemente ideólogo del grupo.
Sin embargo, en un encuentro con D’Ambrosio en octubre de 2002 Lady dijo que sus jefes en la CIA decidieron evitar a la policía y secuestrar a Abu Omar, supuestamente con la esperanza de convertirlo en informante. Como consecuencia, Lady se enredó en un feudo en su propia agencia. El americano le dijo a D’Ambrosio que tenía una relación "espantosa" con el jefe de estación de la CIA en Roma, que resentía las críticas de Lady a la entrega que se planeaba y envió a un rudo delegado a Milán para asegurarse de que obedeciera sus órdenes.
D’Ambrosio quedó estupefacto. Cuando Lady le dijo que SISMI había enviado agentes italianos para ayudar a un equipo del "grupo de operaciones especiales" paramilitares de la CIA a seguir al egipcio, D’Ambrosio se dio cuenta de que sus propios jefes le estaban ocultando el plan.
Aviso
Lady dijo que avisó a sus superiores de que la idea era un terrible error.
Dijo que "eliminaría de la zona a un sujeto que las fuerzas antiterroristas conocían", dijo D’Ambrosio. "Sabíamos lo que hacía [Abu Omar], a quién veía, dónde se reunía con ellos... Podía provocar un enorme daño, porque en el momento en que Abu Omar fuera substituido de su puesto, tendríamos que empezar todo de nuevo, con el riesgo de que algunos proyectos terroristas, quizás en las fases iniciales, puedan ser puestos en práctica. El sujeto... al que querían secuestrar ciertamente no era un sujeto que representara un peligro inminente. Abu Omar no se paseaba con un AK-47 dispuesto a disparar contra niños".
Los jefes de la CIA desecharon las objeciones y fueron autorizados por altos funcionarios en Washington. D’Ambrosio declaró: "Les diré mi impresión... El único motivo fue mi carrera. Esto es, mostrar en Washington que [el jefe de estación de Roma] era suficientemente duro y preparado para tratar el asunto".
D’Ambrosio dijo que volvió a toda prisa a Boloña para insistir ante su jefe, Marco Mancini, que abortara "una acción en mi territorio... [que] era no sólo errónea sino extremadamente peligrosa y dejé en claro mi oposición".
Mancini parecía sorprendido por el hecho de que el americano había confiado en D’Ambrosio. Semanas después, Mancini ordenó la transferencia de D’Ambrosio a Roma. Condoliéndose en Milán, Lady dijo a su amigo que el jefe de estación de la CIA en Roma había pedido la cabeza de D’Ambrosio. Y Lady hizo un asombrosa revelación sobre Mancini, que pronto se convertiría en el subdirector de la agencia de espionaje italiana.
"Me dijo que Mancini se ofreció a la CIA a sí mismo como agente doble", dijo D’AMbrosio. "Y dijo que la CIA había rechazado la propuesta... Un análisis realizado por psicólogos de la CIA basado en conversaciones con Mancini revelaron, según ellos, que Mancini tenía un carácter extremadamente venal".
Mancini y otros funcionarios italianos niegan la acusación. Además del caso de Abu Omar, Mancini fue acusado de conspiración criminal en un escándalo por corrupción, incluyendo interceptaciones ilegales y una compañía telefónica italiana.
Pese a las objeciones iniciales de Lady, está acusado de montar el secuestro el 17 de febrero de 2003. Se dice que reclutó a Pironi, el teniente de Carabinieri, que confesó haber utilizado su chapa para hacer parar a Abu Omar para que unos hombres enmascarados lo arrastraran hacia una camioneta. Pironi declaró que Lady lo recompensó con un viaje pagado de seis días a Estados Unidos, que incluyó una visita a la sede de la CIA, donde dos altos funcionarios de operaciones europeas agradecieron su trabajo.
Entretanto, el ex jefe de estación de la CIA en Roma -uno de los acusados en el juicio de Milán- fue promovido después de la entrega, dijeron detectives italianos.
Espías estadounidenses e italianos han sido acusados de tratar de encubrir el asunto. Dos semanas después de la desaparición, la CIA envió a las agencias italianas un informe falso indicando que Abu Omar había ido a los Balcanes.
Pasó un año antes que Abu Omar fuera dejado en libertad en Egipto y volviera a emerger. La historia oficial empezó a desentrañarse. Pero las esforzadas alianzas y amistad con policías italianos habían empezado a desmoronarse en medio de sospechas y silencio.
El gobierno de Estados Unidos se ha negado a hacer comentarios. El gobierno italiano ha tratado de parar el proceso en nombre de las leyes que protegen los secretos de estado. Respondiendo a una resolución del alto tribunal sobre una apelación del gobierno, el juez decidirá el miércoles si el juicio puede continuar y qué pruebas podrán ser aportadas.
19 de mayo de 2009
©los angeles times
cc traducción mQh
0 comentarios