quiere saber la verdad
22 de junio de 2009
La viuda dice tener plena confianza en la capacidad investigadora del juez Jorge Zepeda y espera ahora a que el magistrado fije la fecha para la diligencia y cite a todos los que allí deben estar.
En la investigación judicial se han acumulado una gran cantidad de contradicciones entre los actores uniformados y civiles, presentes y testigos de aquellos días en ese hospital del Ejército.
Tras la muerte de su esposo, Moy estuvo cinco años exiliada en México con sus hijos. Pero regresó a Chile en 1979, "a ayudar a la recuperación de la democracia".
Luego del fin de la dictadura, fue nombrada embajadora en Honduras, después fue agregada cultural en México por siete años, y volvió a ser embajadora, esta vez en El Salvador. Hoy trabaja en el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas en Chile.
¿Cuál es su sentimiento ante la reconstitución de escena solicitada?
Es algo que, a pesar de los años, me remueve el alma y los recuerdos nuevamente. Pero son pasos que hay que dar, que queremos dar, y que es bueno que estemos avanzando.
¿Hasta dónde cree que se podrá avanzar?
A la verdad que hemos esperado tantísimos años. Todo se vuelve a juntar y produce una profunda emoción interna que es difícil ponerla en palabras. Hay que haber vivido lo que se ha vivido, para darse cuenta de lo doloroso que es todo esto.
¿Cree en la versión oficial del suicidio de su esposo?
No. Si estamos donde estamos en el juicio, es porque no creo que haya sido un suicidio.
¿Piensa que, además de la verdad de los hechos, se podrá llegar a identificar al o los autores materiales e intelectuales?
Yo tengo plena confianza en el juez Jorge Zepeda. Es uno de los jueces más profesionales y acuciosos que tenemos en Chile. Tengo además una enorme confianza en el abogado Nelson Caucoto, de una gran experiencia en todos los juicios de derechos humanos.
¿Se sabrá toda la verdad producto de la investigación judicial?
Creo que vamos a llegar a una verdad, no creo que lleguemos a toda la verdad. Han pasado demasiados años y los autores intelectuales están muertos, o con algún daño producto de la edad. Sabremos parte de la verdad. Y por último, que quede al descubierto que no fue un suicidio, sino uno de los tantos asesinatos que se cometieron en Chile, encubiertos por muchos años con la impunidad que daba el régimen autoritario. En democracia tenemos una obligación con la historia y el futuro de nuestro país, para descubrir esta verdad como absoluta.
¿Sólo la verdad le interesa?
La verdad es lo más importante, y la justicia que opere hasta donde pueda operar.
¿Usted quedaría conforme con conocer que fue un crimen y cómo sucedió?
Eso me dejaría en paz con José, porque hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para llegar a la verdad. Siento que los pasos que se han dado este último tiempo con lo de Víctor Jara y el ex Presidente Frei Montalva ayudan a pensar que es posible llegar a esa verdad parcial.
¿Independientemente de que los autores intelectuales y materiales no vayan a la cárcel?
Insisto, en este momento para mí lo fundamental es saber la verdad. Si la justicia llega a los autores intelectuales y materiales, mejor aún, pero yo con la verdad quedo más tranquila y en paz, y creo que mis hijos también.
¿Qué diría a quienes todavía guardan información valiosa para aportar en esta investigación?
Yo le rogaría a la gente que vivió la situación de José en el Hospital Militar, en el Hospital de la FACh, y en los centros de tortura donde lo llevaron para vejarlo, humillarlo y torturarlo, que hable, que nos dé información. Yo no ando en caza de brujas, no persigo a nadie. Quiero que me ayuden a encontrar la verdad, porque creo que esta familia se merece saberla y nuestro país también.
¿Cómo pueden entregar esa información?
Mi teléfono está abierto, y también el del abogado Caucoto y el de mi hija Carolina. Y los canales que ellos quieran usar para entregar una información o una denuncia, van a ser bienvenidos y profundamente agradecidos.
¿Está convencida de que no es poca la gente que sabe lo que realmente ocurrió ese día?
Hay gente que sabe, los enfermeros de entonces lo saben. Cuando José murió, uno de ellos que estaba muy conmovido, tuvo la imprudencia de llamarme por teléfono a mi casa desde el Hospital Militar cuando José estaba en la urna en la casa, para decirme "señora, no crea que él murió como dicen, yo quiero hablar con usted y decirle toda la verdad, juntémonos mañana a las cinco de la tarde en el puente Pío Nono".
¿Y usted fue?
Sí, yo fui pero él no llegó. Presumo que como estábamos todos vigilados, y con mayor razón un centro como el Hospital Militar, seguramente la llamada fue interceptada y no sé qué pasó con esa persona, a quien yo conocí físicamente porque nos recibía cosas para José, como la pasta de dientes, dulces o cigarrillos. Entonces, yo sé que hay gente que sabe más y que puede ayudarnos. Quiero que me digan lo que saben y si quieren guardar reserva de su nombre, no me importa, lo que me importa es que hablen.
¿Por qué cree que se ordenó la muerte de su esposo?
Yo no sé cuáles fueron los motivos de los militares en ese momento, pero le voy a entregar una carta personal que me escribió el general Carlos Prats, en que él hace una interpretación de por qué cree que mataron a José. Es importante el juicio de un militar democrático, no comprometido entonces con la Unidad Popular en lo profundo e ideológico, que hace un análisis, creo, tan certero como el que hace Prats en esa carta. Eso tiene mucho más valor que elucubraciones que yo pueda hacer como viuda y una persona herida con la situación. De esa carta se pueden sacar las conclusiones necesarias.
¿Fue una carta que él le escribió desde el exilio en Buenos Aires?
La escribió unos días antes de morir en Buenos Aires. (La carta tiene fecha 29 de agosto de 1974, justo un mes antes de que lo asesinaran junto a su esposa Sofía Cuthbert).
¿Cree que Augusto Pinochet ordenó asesinar a su esposo?
Por los rangos que José tenía, por la relación personal que Pinochet tenía con nosotros, porque había sido un general segundo en la jerarquía del alto mando durante el período en que José fue ministro de Defensa, y por último porque José había sido vicepresidente de la república, no creo que Pinochet haya delegado en mandos menores una decisión de esa envergadura, de eliminar a una persona así como así.
O sea, cree que efectivamente fue Pinochet quien ordenó su muerte.
Creo que él tuvo que haber tomado la decisión.
¿Cómo es esa escena cuando Pinochet se entera en un banquete en Brasil de la muerte de su esposo?
Fue en el banquete oficial del cambio de mando en Brasil, en 1974. Cuando después del golpe de Estado Orlando Letelier volvió a Venezuela, luego de pasar por las cárceles en Chile, allí se encontró con una autoridad del gobierno venezolano que asistió a ese banquete estando Pinochet presente. Fue el 15 de marzo de 1974, el día en que murió José. Esa autoridad venezolana le contó a Orlando que en un momento Pinochet le comentó que estaba muy conmovido, porque en Chile recién se había muerto un amigo personal suyo, y que por eso estaba tan afectado.
¿Cree en esa conmoción que habría demostrado Pinochet?
Me cuesta pensar que alguien a quien tuvieron en la situación de José, haya conmovido tanto a Pinochet como para no saber lo que estaba pasando con él. Pinochet tuvo que saber perfectamente qué pasaba con él en el Hospital Militar.
No salvó Pinochet de las torturas a su tan querido amigo personal.
Por supuesto, eso es todo parte de la teatralización de la vida de Pinochet.
En estos 35 años transcurridos desde la muerte de su esposo, ¿dónde guarda su recuerdo?
En el primer lugar. Le voy a mostrar mi casa para que lo vea. (Efectivamente, impresiona la retratada presencia absoluta del fiel amigo de Allende en los lugares más íntimos de ese silencioso lugar).
La Carta del general Prats
Querida Moy:
Escuché tu triste mensaje y creo poder dar respuesta a las dudas que tanto te atormentan y que -lo comprendo muy bien- hacen más dolorosa la herida incicatrizable que, para ti y tus hijos, constituye la pérdida de José.
¿Por qué ellos se ensañaron con José?
Porque a cada uno de los cómitres de hoy les torturaba la evidencia de que, dentro de la UP, José era quien mejor los conocía. Los observó humildes y obsecuentes, los vio hacer genuflexiones y supo de sus miserias íntimas, de sus celos interarmas, de su concupiscencia y frivolidad, de sus limitaciones intelectuales y culturales y de la farsa de su lealtad.
José Tohá tenía mucho que decir y cada palabra suya, avalada por su incuestionable autoridad moral, habría tenido la fuerza suficiente para derribar de su autoerigido pedestal a estos apóstatas del profesionalismo militar.
¿Y cómo podrían contraatacar a José? ¿Cómo podrían vituperarlo si hasta la mención de sus convicciones ideológicas iba a serles contraproducente, porque no les resultaba tolerable ni compatible exhibir como marxista a un ser de tanta sensibilidad social, de tanta nobleza y dignidad personal y de tanta misericordia humana?
Ten la certeza de que si hubieran encontrado el más mínimo cargo afrentoso contra él, les habría convenido dejarlo vivir.
En cuanto a la conducta de Pinochet, puedo decirte que su traición no tiene parangón en la historia de Chile. ¿Cómo puede entenderse su trayectoria bonachona y dúctil entre marzo y septiembre de 1973, si él mismo ha reconocido su compromiso, bajo firma, para derrocar a Allende desde aquel mes?
La explicación está en que en su personalidad -como en el caso de un Duvalier- se conjugan admirablemente una gran pequeñez mental con una gran dosis de perversidad espiritual, como lo ha estado demostrando con sus inauditas declaraciones recientes.
Finalmente, quiero referirme a tus acotaciones de que yo podría hacer muchas cosas "sin quemarme o dar la cara" y de que "trate de entender el problema de la gente que lucha contra las armas".
Recojo el cargo que tan sutilmente me formulas.
Mi silencio no se debe a que no quiera "quemarme". Un político no quiere quemarse cuando espera cosechar los frutos que otros siembran. Tú sabes que no soy político. Ni quiero serlo. Sin embargo, tal vez no entiendas que, ante el futuro, sólo siento un gran anhelo: que llegue cuanto antes el día en que la masa de mis ex compañeros de armas se convenzan, por sí mismos, de que han sido engañados y que han incurrido en la equivocación histórica más tremenda, al convertirse en los verdugos del pueblo de su patria; porque sólo en ese momento se puede empezar a recorrer el camino de la liberación.
Toda acción perturbadora mía sería contraproducente para tal propósito, porque daría buenos dividendos a la junta. No te imaginas los esfuerzos que han desplegado para procurar enlodar mi imagen profesional y, especialmente desde enero, ha sido persistente la campaña solapada en mi contra, dentro y fuera de las filas. Incluso, procuraron, sin resultado, involucrarme en el juicio contra Lazo y Schnake.
Por otra parte, recuerda que cuando clamé por una solución política -que pudo evitar todo lo ocurrido- no fui escuchado ni por la UP ni por la oposición. Si se me hubiera creído, no tendríamos que lamentar el martirologio del Presidente ni el calvario de José. De modo que me considero liberado de compromisos políticos, lo que, a la vez, me obliga a concentrarme en trabajar muy duramente para vivir.
Mis compromisos, Moy, son los del afecto personal por personas como tú y la prueba la tienes en esta respuesta que, por su franqueza, te demostrará la confianza que deposito en tu amistad.
No pierdo la esperanza de volver a verte. Entretanto, te deseo de todo corazón la mayor paz espiritual. Sofía me encarga transmitirte sus más cariñosos recuerdos y de mi parte recibe un fuerte abrazo de tu amigo,
Carlos.
©la nación
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