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el expediente que quema


Ping pong entre magistrados federales por denuncias en causas de terrorismo de estado. Son las denuncias que pesan sobre Jorge Diab y Domingo Morales. El primero acusado por otro militar y el segundo por una víctima.
[Juan Carlos Tizziani] Santa Fe, Argentina. Dos denuncias que pesan sobre el segundo jefe y el número tres del Destacamento de Inteligencia Militar 122 durante la dictadura, tenientes coroneles Jorge Roberto Diab y Domingo Morales, desataron un ping pong entre los jueces del fuero federal. En el juicio oral y público a los represores santafesinos, el ex coordinador del Area 212, Juan Calixto Perizzotti reveló que Diab le entregó a fines de marzo de 1977, en un descampado de Santo Tomé, diez mujeres con capuchas que estaban secuestradas en un centro clandestino de detención, por orden del entonces jefe del Area 212, coronel Juan Orlando Rolón. Mientras que una de las declarantes en las audiencias, Cecilia Mazzetti, identificó a Morales como uno de sus torturadores en la comisaría 4ª, cuando ella tenía 17 años y estaba embarazada, en setiembre de 1976.
A pedido de los fiscales Martín Suárez Faisal y José Ignacio Candioti, el Tribunal Oral remitió a primera instancia las copias -en video y audio de la indagatoria de Perizzotti y del testimonio de Mazzetti para que se instruya la causa. La fiscal Cintia Gómez hizo el requerimiento de instrucción ante el juez federal Nº 1, Reinaldo Rodríguez, pero el magistrado consideró que le correspondía intervenir a su colega Nº 2, Francisco Miño, que estaba en turno. Rodríguez cree que todas las denuncias que se planteen en el juicio al ex juez Víctor Brusa y a los otros cinco policías que comparten el banquillo deberían ser investigadas por otro juez porque él ya fue apartado por la Cámara Federal de Rosario y por lo tanto debería quedar al margen de estas causas y evitar planteos de la defensa.
El doctor Miño recibió entonces el expediente, pero se lo devolvió a la fiscal Gómez para que precise si las denuncias contra Diab y Morales se instruyen por separado, se agregan a otra investigación en curso o las tramita el juez federal Nº 4 de Rosario, Carlos Vera Barros, quien subroga a Miño en una causa en la que éste ya se apartó por lazos familiares con una de las víctimas. Así que ahora podría adoptar el mismo criterio porque una de las mujeres que Diab le entregó a Perizzotti es pariente de Miño.
El ping pong judicial sorprendió en la Fiscalía, que esta semana insistirá para que se investiguen las denuncias contra los oficiales del Destacamento de Inteligencia Militar que era comandado por el coronel Domingo Manuel Marcellini, quien zafó del juicio a Brusa y compañía por su estado de salud.
Diab y Morales fueron indagados esta semana por el juez Rodríguez en una megacausa que investiga crímenes de lesa humanidad, pero no los interrogó sobre la revelación de Perizzotti ni las denuncias de Mazzetti. "No hubo preguntas sobre estos temas", dijo el abogado defensor Néstor Oroño.
En la indagatoria ante el Tribunal Oral, Perizzotti dijo que a fines de marzo de 1977, en las afueras de Santo Tomé, Diab le entregó diez mujeres que llegaron a bordo de tres automóviles. Estaban con vendas y capuchas y las manos atadas. "Señor, ¿les sacamos las vendas?", le preguntó. "Si les saca las vendas se la pongo a usted", dijo que fue la respuesta de Diab.
Perizzotti dijo que el operativo se hizo por orden de Rolón, lo comandó Diab y participaron, entre otros, el chofer de un camión del Servicio Penitenciario, "un sargento ayudante de apellido Leonardi". Después, las mujeres fueron trasladadas a bordo de ese vehículo hasta la Guardia de Infantería Reforzada. "Eran diez detenidas", recordó Perizzotti. Y las mencionó: (Anatilde) Bugna, (Patricia) Traba, (Ana María) Cámara, (Graciela Virginia) Aguirre, (Hilda) Benavídez y (Silvia) Abdolatif. "No recuerdo a las demás, pero eran diez", precisó. Las otras cuatro eran Stella Maris Vallejos, Raquel Juárez, la "Negra" Caminos y Teresita Miño. Nueve de ellas, excepto Caminos, están citadas a declarar en el juicio a Brusa en las próximas semanas.
Morales fue identificado por una de sus víctimas, Cecilia Mazzetti, quien dijo que la torturó -junto a otro represor en la comisaría 4ª en setiembre de 1976, cuando ella tenía 17 años y estaba embarazada. Lo último que recuerda de esa sesión de tortura fue un fuerte golpe en la cabeza. "Me desperté en la sala Policial del hospital Cullen. Estuve cuatro días sin levantarme de la cama porque no me podía mover", relató.
Cecilia dijo que después volvió a ver a Morales, otra vez en la seccional 4ª y las siguientes en la oficina de Perizzotti, en la Guardia de Infantería Reforzada. "Un día cuando salimos al recreo (en el patio) se acercó y me dijo que era el capitán Morales. Estaba de civil. Y me dijo: `Te vas a podrir acá’. Tiempo después, cuando recuperó la libertad y vivía a la vuelta del Departamento Informaciones de la Policía (D 2), ubicado en San Martín y Obispo Gelabert, Mazzetti volvió a cruzarse ?con el capitán Morales y otro señor que era (Nicolás) Correa", un ex suboficial de Inteligencia Militar fallecido que se recicló en la democracia y fue el número dos de la Subsecretaría de Seguridad Pública en el primer gobierno de Jorge Obeid. "Me saludaron: ’Hola, Cecilia’. Y nunca más los ví".

5 de octubre de 2009
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