espía no se arrepintió
27 de octubre de 2009
Las memorias no ofrecen demasiadas informaciones sobre los detalles del espionaje de Blunt -sobre lo que dijo poco en público antes de su muerte en 1983. Su principal interés, de acuerdo a historiadores, reside en la versión de Blunt sobre su reclutamiento de otro espía soviético, Guy Burgess, cuando estudiaban ambos en la Universidad de Cambridge en los años treinta, y en la exposición de sus motivos y sentimientos, incluyendo su desilusión del marxismo y la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial.
El tomo de memorias, que Blunt presentó como testamento a familiares y amigos, fue entregado a la biblioteca por el albacea testamentario de Blunt, John Golding, a condición de que se mantuviese en secreto durante veinticinco años. Frances Harris, la directora de manuscritos históricos modernos de la biblioteca, dijo a la BBC el jueves que su existencia estuvo tan celosamente guardada que incluso ella sólo lo leyó últimamente.
El tono de lamento en las memorias por el precio que Blunt tuvo que pagar personalmente por traicionar a su país, acoplado con la ausencia de cualquier disculpa a los que sufrieron como resultado de sus acciones, incluyendo a agentes secretos que trabajaban para Gran Bretaña cuya identidad fue delatada a los rusos durante la Segunda Guerra Mundial, contribuyó a las duras críticas que, el jueves, recibió la publicación de parte de historiadores y comentaristas británicos.
En entrevistas antes de su muerte a la edad de 75 años, Blunt rechazó sugerencias de que debía ofrecer disculpas a los que había traicionado, diciendo, de hecho, que su interpretación personal de la moral colocaba la lealtad hacia sus amigos, incluyendo a colegas espías, por encima de todo lo demás, incluyendo el amor que, más tarde en su vida, diría que sentía por Gran Bretaña y su modo de vida.
Después de que agencias de inteligencia británicas desenmascararan a Blunt a mediados de los años sesenta como el "cuarto hombre" de una organización de espionaje soviética que incluía a Burgess, Donald Maclean y H.A.R. Philby, que era conocido como Kim, le garantizaron inmunidad -y durante los siguientes quince años, en el subentendido de que su traición no sería expuesta públicamente- a cambio de que cooperara con la inteligencia británica. Perdió su fachada en 1979 cuando fue expuesto públicamente como espía por la primera ministro Margaret Thatcher.
Al describir su reclutamiento para la NKVD, predecesora de la KGB, cuando Blunt era tutor y Burgess estudiaba en el Trinity College en 1935 y 1936, Blunt dice en sus memorias que en esa época en Cambridge abundaban los simpatizantes marxistas. "Enfrentado al advenimiento al poder de Hitler y más tarde a la Guerra Civil Española", dijo, se dio cuenta de que "la torre de marfil ya no proporcionaba un refugio seguro".
Describe que fue presionado intensamente por Burgess -descrito en historias de ese periodo como un tipo egoísta, bebedor y pretencioso, aunque en el libro de memorias es "una persona extraordinariamente convincente"- para que se uniera a él en la inteligencia soviética. "El ambiente en Cambridge era tan intenso, el entusiasmo por la lucha antifascista era tan grande, que cometí el mayor error de mi vida", escribió.
La memoria también revele que Blunt contempló suicidarse cuando se enteró, en los años setenta, que había sido descubierto. La declaración de Thatcher sobre sus actividades como espía condujo a su despido como Inspector de las Pinturas de la Reina -curador de la colección de arte de la Casa Real- y a la pérdida del título de Caballero que le había sido conferido por sus servicios a la monarquía. Era conocido entre estudiosos del arte como un experto en el pintor francés Nicolás Poussin, un clásico del siglo diecisiete.
Pero incluso en su discusión del suicidio, dicen los que han leído las memorias, Blunt parece haber pensado primero en sí mismo, y en sus amigos y parientes, y no en la gente a la que traicionó. "Mucha gente dirá que esa habría sido una ‘salida honorable’", escribió. Pero dijo que había decidido que el suicidio era una "solución cobarde" porque dejaría a aquellos cercanos a él a cargo de tratar su exposición como espía, y con el sentimiento de pérdida por su muerte.
También, dijo, quería terminar su trabajo en varios proyectos en historia del arte.
La memoria describe el cambio de las convicciones políticas de Blunt después de la Segunda Guerra Mundial, cuando, como agente del M15, el servicio de inteligencia nacional británico, entregó los nombres de agentes británicos a sus enlaces soviéticos. Pero incluso entonces, dijo, no pudo librarse de sus jefes soviéticos debido a su lealtad hacia otros espías británicos, incluyendo a Burgess y Maclean -el que, como diplomático en Washington, había estado implicado en los años cuarenta y principios de los cincuenta en la entrega de secretos atómicos de Occidente a Moscú.
"De hecho, el marxismo y Rusia me habían desilusionado" escribió Blunt. "Lo que quería personalmente era no saber nada más de mis amigos rusos y volver a mi vida académica normal. Por supuesto, no eran tan simple, porque estaba el hecho de que yo estaba al tanto de las continuas actividades de Guy, Donald y Kim. "Finalmente los tres escaparon hacia la Unión Soviética, poniendo en movimiento la cadena de acontecimientos que terminó con la exposición de Blunt.
Christopher Andrew, historiador de Cambridge especializado en asuntos de inteligencia, dice que la memoria refleja la incapacidad de Blunt de reconocer el daño que causó espiando para Stalin. "Lo que nunca pudo aceptar después fue que, en realidad, se había puesto al servicio de uno de los hombres más malvados de la historia europea", dijo Andrew a la BBC. "Él simplemente lo describe como un ‘error’".
23 de julio de 2009
©new york times
©traducción mQh
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