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botulina, el otro veneno de la dictadura


Encargada por el coronel Eduardo Arriagada Rehren, jefe del Laboratorio de Guerra Bacteriológica de la DINE, esta toxina fue utilizada en el envenenamiento de reos en la Cárcel Pública hace 28 años. Es el mismo oficial que tuvo contactos con Patricio Silva, uno de los seis procesados por el juez Madrid y luego liberado por la Corte de Apelaciones, en el caso Frei Montalva, mientras la salud del Mandatario se agravaba.
[Jorge Escalante] Santiago, Chile. El químico farmacéutico Marcos Poduje Frugone se subió al automóvil del Instituto Bacteriológico para dirigirse a la Cancillería.Allí pasó el control de la guardia y entró a una oficina. Un funcionario civil le entregó un pequeño reforzado paquete, que Poduje guardó celosamente. Salió del lugar. El encargo había llegado esa mañana por valija diplomática desde el Instituto Bacteriológico de Sao Paulo en Brasil. La letal toxina botulínica elaborada por la bacteria Clostridium botulinum llegaba a Chile. El calendario marcaba uno de los primeros días de agosto de 1981.
Poduje regresó al instituto, rompió el envoltorio y apareció un contenedor en cuyo interior había un tubo marcado con la identificación del arma química. Lo dejó en un sitio seguro y se fue a hablar con el subdirector de la entidad, teniente coronel Jaime Fuenzalida Bravo, quien lo había enviado a retirar la toxina. En el Instituto Bacteriológico (IB), actual Instituto de Salud Pública, no contaban hasta entonces con la botulina.
Ninguno de los dos sabía quién había ordenado el envío desde Brasil. Tampoco el jefe del laboratorio, doctor Julio Lobos Romero, a quien Poduje le consultó esa tarde de viernes cuando ya casi todos se habían ido. Esperaron entonces hasta el lunes para hablar con el director, el coronel Joaquín Larraín Gana.
Larraín montó en cólera cuando Lobos le informó del asunto. A sólo días de su importación, una parte importante de los funcionarios se había enterado del mortal contenido del paquete, contrariando la instrucción de que no más de dos personas supieran de su existencia. El jefe de laboratorio ordenó que le llevaran el contenedor y no dio explicaciones por muchos años. Sólo sus confesiones al juez Alejandro Madrid, a cargo de esclarecer el caso de envenenamiento de miristas y reos comunes en la Cárcel Pública en diciembre de 1981, ha permitido armar esta historia mortal. Es el mismo magistrado que hace unas semanas dictaminó el procesamiento de seis implicados en el crimen de Eduardo Frei Montalva, Dos de ellos fueron dejados en libertad por falta de méritos por la Corte de Apelaciones.
Después del golpe militar de 1973, los servicios de inteligencia y represivos del Ejército coparon estratégicamente el IB. Ese mismo lunes, cuando Larraín todavía golpeaba su escritorio enrabiado por la poca discreción de sus subalternos ante el peligroso "pasajero", el director llamó al coronel Eduardo Arriagada Rehren.
-El paquete llegó bien, le dijo.
Y Arriagada fue a retirarlo. Su destino: el Laboratorio de Guerra Bacteriológica del Ejército (LGBE) de calle Carmen 339, del cual Arriagada era el jefe y el coronel Sergio Rosende Ollarzú, de especialidad médico veterinario, el segundo. Sin informar el motivo, ambos habían visitado unas semanas antes a Larraín para demandar la toxina, pero éste les dijo que no la tenían, aunque la encargaría a Brasil.
El LGBE dependía directamente de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), a la que pertenecían Arriagada y Rosende. Por su parte, Larraín había sido instalado en la jefatura del IB en 1975 por Augusto Pinochet como hombre de su confianza, pues había sido su ayudante durante un tiempo.

Vínculos Fatales
El LGBE comenzó a probar el efecto de la botulina en ratas y un tipo de conejo blanco neozelandés, especies que obtenían en el instituto de Larraín. El resultado fue el esperado: los animales morían por asfixia debido a una parálisis progresiva de la musculatura respiratoria. A veces, además, se ahogaban en sus propios vómitos.
Así llegó el 7 de diciembre de 1981. Ese día, en la Cárcel Pública de Santiago, cuatro prisioneros militantes del MIR -Ricardo y Elizardo Aguilera Morales, Guillermo Rodríguez Morales y Adalberto Muñoz Jara-, junto a los reos comunes Héctor Pacheco Díaz y Víctor Corvalán Castillo, fueron envenenados con la toxina inyectada en alimentos que provenían desde el exterior. Los miristas se salvaron tras dolorosa lucha por su vida, pero Pacheco y Corvalán murieron.
Al día siguiente, el ex Presidente Eduardo Frei Montalva entraba en un agudo shock séptico en la Clínica Santa María, que lo condujo a la muerte un mes y medio después. Ahora se conoce que fue envenenado, aunque con elementos químicos distintos.
En días anteriores a su agravamiento, la tecnóloga médica que entonces trabajaba en el IB, María Soledad Prat Miranda, recibió llamadas telefónicas de colegas que se desempeñaban en la Clínica Santa María en relación con el Mandatario DC. Al IB llegaron muestras de sangre de Frei que ella sostiene se analizaron allí.
Entre esa clínica y el Laboratorio de Guerra Bacteriológica del Ejército hubo comunicación acerca de lo que ocurría con el principal referente de la oposición a Pinochet. A medida que Frei se fue agravando, el coronel Arriagada Rehren mantuvo conversaciones directas con el coronel de Sanidad Patricio Silva Garín acerca de su evolución. Silva fue el médico jefe del equipo a cargo de las tres reoperaciones por las que Frei transitó hacia la muerte y es uno de los procesados por su homicidio.
El ex jefe del LGBE lo admitió ante el juez Madrid en el proceso. "Conversé con el doctor Silva, a quien le pregunté sobre el tema", dijo Arriagada al magistrado.

Ántrax y Hanta
Bajo la tuición de Pinochet y el mando de los coroneles Arriagada y Rosende, la inteligencia del Ejército no sólo experimentó con la toxina botulínica en ese laboratorio militar, sino además "con el ántrax y el virus hanta", según palabras de Arriagada al juez. Con el ántrax, los experimentos arrojaron como resultado que los animales inoculados morían bajo "una septicemia con hemorragias internas debido a que esa bacteria se multiplica por el organismo a través de la sangre", como lo explicó en el proceso por el crimen de Frei el coronel Rosende.
Si bien la investigación del juez Madrid está avanzada respecto de lo que sucedió alrededor de Frei Montalva antes de su muerte y las actividades de los sindicados como los más directos culpables, el magistrado no sabe aún de dónde provino el talio y los componentes químicos del gas mostaza encontrados en sus restos. Hay sospechas que se busca comprobar.
Aunque ahora Madrid sabe bien de dónde provino la toxina botulínica que mató a los dos reos comunes y dejó secuelas en algunos de los cuatro ex prisioneros políticos. Y en este caso el juez está pronto a dictar los primeros procesamientos.

20 de diciembre de 2009
©la nación
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