secretos de las cárceles para inmigrantes
2 de febrero de 2010
Los Angeles Times denuncia tratamiento dado a internos en las cárceles para inmigrantes del servicio de inmigración.
Pese al misterio que las rodea, los estadounidenses saben desde hace mucho que el gobierno mantiene cárceles para inmigrantes en las que los detenidos desaparecen frecuentemente, sin que nadie trate sus enfermedades graves ni se atiendan sus lesiones, sus destinos mantenidos en secreto hasta bien después de sus muertes prematuras e innecesarias.
Lo que no sabíamos, hasta un reciente artículo de Nina Bernstein en el Times, era que el gobierno había hecho enormes esfuerzos por ocultar estas fallas -ocultándoselo a parientes y abogados, desviando responsabilidades, cuestionando normas de calidad rigurosas, supervisión externa y transparencia. Esas deficiencias persisten hasta hoy.
El Times y la Unión Americana por las Libertades Civiles tuvieron que excavar para desenterrar las evidencias. Un detenido con una pierna rota se suicidó; su dolor era intolerable, pero no fue nunca tratado y más tarde alguien falsificó una cartilla de medicamentos para mostrar que él le había dado Motrin. Un portavoz del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas le dijo a un periodista -que había preguntado por un detenido africano herido mortalmente- que no se podía saber nada, incluso aunque el portavoz y los gerentes ya sabían que el hombre se había caído, fracturado el cráneo, había estado trece horas a la espera de ser atendido, estaba en estado de coma y agonizando. Los funcionarios discutían por teléfono cómo evitar la publicidad negativa.
Aquí, como evidencia de la disposición de la agencia, está la advertencia de un vocero a sus jefes sobre un periodista del Washington Post que andaba investigando historias de muertos en detención y la historia de un hombre cuyo cáncer fatal había sido ignorado y dejado sin tratar:
"Circulan historias médicas horribles, y creo que tenemos que dar una respuesta contundente para impedir que se convierta en un caso nacional de consecuencias perjudiciales".
¿Una respuesta contundente? Una ofensiva de relaciones públicas engañosa para demostrar que la tasa de mortalidad en detención era menos grave de lo que era.
El gobierno de Obama ha prometido desde entonces una reforma completa del gigantesco sistema de detención, que fue levantado torpe y apresuradamente durante los años de Bush, en gran parte por contratistas privados que mostraban escasa consideración por la supervisión y las normas. John Morton, director del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, ha prometido crear un sistema de detención civil adaptado para internados que, en su mayoría, no son delincuentes.
Pero a su agencia le hace falta mucho. Y todavía resiste la supervisión externa apropiada y la adopción de normas de detención legalmente vinculantes, insistiendo al contrario que puede cambiar sus propias reglas y disciplinarse a sí mismo. Las nuevas revelaciones sobre la vergonzosa y enraizada cultura del secreto de la agencia no inspiran confianza.
19 de enero de 2010
©new york times
©traducción mQh
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