cantar a sinatra puede ser fatal
4 de abril de 2010
Después de un día de trabajo en la barbería, Rodolfo Gregorio volvió a su bar de karaoke en su vecindario oliendo todavía a polvos talco. Puso a un lado su vaso de cerveza Red Horse Extra Strong, cogió un micrófono con la confianza de un cliente habitual y por breves momentos llenó el espacio con ‘My Prayer’, de los Platters.
[Norimitsu Onishi] General Santos, Filipinas. Luego cantó a todo volumen canciones de sus ídolos Tom Jones y Engelbert Humperdinck. Pero Mr. Gregorio, 63, testigo de incontables peleas a puñetazos y ocasionales peleas a cuchillo que surgen entre practicantes del karaoke, no se atrevió a elegir a un clásico favorito: la versión de Frank Sinatra de ‘My Way’.
"Me gustaba ‘My Way’, pero después de todos esos problemas, dejé de cantarla", contó. "Me pueden matar por eso".
Las autoridades no saben exactamente cuántas personas han muerto cantando ‘My Way’ en bares de karaoke en Filipinas, o cuántas peleas fatales ha provocado la canción. Pero en los últimos diez años la prensa ha cubierto al menos media docena de víctimas y los han incluido en una subcategoría de homicidios llamada ‘asesinatos My Way’.
Los asesinatos han producido leyendas urbanas sobre la canción y dejado a los filipinos buscando respuestas. ¿Son los asesinatos un subproducto natural de la cultura de la violencia del país -del consumo de alcohol y del machismo? ¿O hay algo inherentemente siniestro en la canción?
Cualquiera sea la razón, muchos bares de karaoke han retirado la canción de sus libros de canciones. Y los numerosos admiradores de Sinatra en el país, como el señor Gregorio aquí en esta ciudad en el extremo sur de Filipinas, se están censurando a sí mismos para poder sobrevivir.
Los asesinatos relacionados con el karaoke no se limitan a las Filipinas. En los últimos dos años solamente, un malayo fue asesinado a puñaladas por acaparar el micrófono en un bar y un tailandés mató a ocho de sus vecinos en un ataque de furia que sufrió después de que ellos cantaran ‘Take Me Home, Country Roads’, de John Denver. Las agresiones relacionadas con el karaoke en Estados Unidos, incluyendo el caso de un bar en Seattle donde una mujer le pegó a un hombre por cantar ‘Yellow’, de Coldplay, después de criticar su versión.
Sin embargo, la probabilidad de morir asesinado en un bar de karaoke puede ser más alta en Filipinas, aunque fuese solamente por la ubicuidad del pasatiempo. Las fiestas informales incluyen siempre karaoke. Máquinas de karaoke para cantar solo se encuentran en los lugares más improbables, incluyendo zonas rurales al aire libre donde se puede ver a los cultores cantando temprano en la mañana. Y los filipinos, que se enorgullecen de su canto, pueden tener menor tolerancia para los malos cantantes.
En realidad, la mayoría de los asesinatos por ‘My Way’ han ocurrido, según se dice, después de que el cantante desafinara, provocando la risa o el abucheo de los otros parroquianos.
"El problema con ‘My Way’", dijo Gregorio, "es que todos la saben y todos tienen una opinión".
Otros, observando que otras canciones igualmente populares no han provocado asesinatos, apuntan a la canción misma. La letra, escrita por Paul Anka para Sinatra como un resumen de su carrera, gira sobre un tipo rudo que "cuando hay dudas" simplemente "lo come y lo escupe". Butch Albarracin, el dueño de Center for Pop, una academia de canto en Manila que ha alentado las carreras de muchos cantantes famosos, cree en lo que llama una "explicación existencial".
"‘I did it my way’ -es tan arrogante", dice Albarracin. "La letra evoca sentimientos de orgullo y arrogancia en el cantante, como si fueras algo cuando en realidad eres un don nadie. Cubre tus fracasos. Es por eso que provoca peleas".
Los defensores de ‘My Way’ dicen que es víctima de su propia popularidad. Debido a que a menudo es más cantada que la mayoría de las otras canciones, dice el razonamiento, la violencia asociada al karaoke es más probable que ocurra cuando la gente la está cantando. Las verdaderas razones detrás de la violencia son violaciones de la etiqueta karaoke, como apoderarse del teléfono, reírse de las canciones de los otros o escoger una canción que ya ha sido cantada.
"Filipinas en una sociedad sumamente violenta, de modo que el karaoke desencadena lo que ya existe cuando se quebrantan ciertas reglas sociales", dice Roland B. Tolentino, experto en cultura popular en la Universidad de Filipinas. Pero incluso él dudó, observando que el espíritu "triunfalista" de la canción podría contribuir a la violencia.
Algunos practicantes de karaoke ya no se arriesgan, ni siquiera en reuniones de familia.
En Manila, Alisa Escanlar, 33, y sus parientes, se reúnen invariablemente ante una máquina de karaoke, pero han excluido ‘My Way’ después de que un tío, escuchando cantar la canción a un amigo en un bar, se enfureció por las risas que provenían de una mesa vecina. El tío, que era agente de policía, sacó su revólver, después de lo cual los clientes de la mesa pagaron la cuenta y se marcharon.
A flor de agua en más de un millón de armas ilegales, los filipinos han sufrido toda la vida de todo tipo de violencia, desde la política hasta la privada. Parroquianos cautelosos de clase media gravitan hacia clubes de karaoke con cubículos que los aíslan de desconocidos.
Pero en los bares de karaoke donde una canción cuesta cinco pesos, o diez centavos de dólar, los desconocidos a menudo están hombro a hombro, a veces incómodamente. Un tipo de bares de karaoke con G.R.O. -abreviatura de guest relations officers, un eufemismo para prostitutas- a menudo emplean a homosexuales, que son vistos como neutrales, para mitigar las tensiones subyacentes entre los clientes. Debido a que los homosexuales no son considerados rivales por la atención de las mujeres -o rivales en el canto, que las máquinas de karaoke puntúan y ordenan-, pueden usar el humor para impedir enfrentamientos machistas entre los clientes.
En uno de estos bares en Quezon City, junto a Manila, los parroquianos cantan karaoke en mesas en la planta baja y pueden acompañar a las prostitutas a la segunda. A menudo estallan peleas cuando los clientes de una mesa miran a los clientes de otra, dice Mark Lanada, 20, el encargado.
"Esa es la mayor fuente de tensión", dice Lanada. "Es por eso que hay un homosexual como yo en todos los locales".
Bares de karaoke comunes, como el Nelson Carenderia, una sola habitación con paredes de contrachapado descubiertas, exige que un cantante entregue el micrófono después de tres canciones seguidas.
Una tarde hace poco, en la mesa más cercana a la máquina de karaoke, Edwin Lancaderas, 62, entonaba una canción Tagalog, ‘Fight Temptation’ -sobre un hombre casado que renuncia a una aventura con una mujer mientras disfruta de sus ‘momentos robados’. Su amigo Dindo Auxlero, 42, fue el siguiente en coger el micrófono para berrear canciones de los Scorpions y Dire Straits. Varias botellas vacías de Red Horse coronaban su mesa.
"En Filipinas la vida es difícil", dijo Auxlero, que repara relojes en un quiosco en la calle, mientras despotricaba contra la corrupción del gobierno y una economía débil que ha llevado a muchos filipinos a trabajar en el extranjero, incluyendo a su esposa, que trabaja como criada en El Líbano. "Pero, sabes, tenemos un dicho: ‘No te preocupes por tus problemas. Deja que ellos se preocupen por ti".
Los dos hombres roncaron de risa.
"Es por eso que venimos aquí todas las noches -para sacarnos los excesos de nuestras cabezas", dijo Lacanderas, agregando, empero, que los dos han adherido siempre a la etiqueta karaoke y, por supuesto, no cantan ‘My Way’.
En su opinión, lo que está detrás de los asesinatos My Way son "malentendidos y celos", dijo. "Espero que no ocurra aquí".
6 de febrero de 2009
©new york times
©traducción mQh
0 comentarios