interrogado por el director de la cia
11 de abril de 2010
"Me interrogó nada menos que el director general de la CIA". Carlos ‘Negro’ Jorquera, el periodista más longevo del medio, está pronto a retirarse de la Cancillería, donde lleva dos décadas trabajando. Pero por alguna razón, hoy no quiere opinar de política.
[Inbal Landau] Santiago, Chile. Al entrar, la primera mesa a mano izquierda en Las Lanzas es "la" de Carlos Jorquera. "Yo no pido nada, porque me lo traen. Ése es el reglamento", dice apenas se sienta. A los cuantos minutos llega la mesera con una botella pequeña de cabernet sauvignon.
En el mundo socialista es más conocido como el "Negro" Jorquera. Fue asesor de prensa de Allende y trabajó como periodista en la Cancillería durante los cuatro gobiernos de la Concertación. A sus 85 años, está a punto de dejar el edificio de Teatinos 180.
Jorquera es un entrevistado difícil. A estas alturas del partido la memoria le falla y tiene sus momentos de nostalgia. También es irónico y, para peor, terco como él solo, y en reiteradas ocasiones sus respuestas son "no opino de eso" y "no pongas eso". Encima de todo, es malo para la comida. A pesar de las complicaciones, es una entrevista con alguien que vivió en carne propia algunos momentos ya escritos en los libros de historia de Chile.
¿Qué le gusta comer acá?
No, no, de comida no. Como lo que el español (el dueño) ordena.
Pero, ¿qué le gusta comer?
Soy un mal comedor, soy mejor dormitorio.
Algo le debe gustar comer...
Los porotos.
¿Por qué le gusta este lugar?
Aquí me tratan como si fuera de la familia y siempre me encuentro con amigos. El que me trajo aquí la primera vez fue el Perro Olivares.
Veo que le trae nostalgia…
Él murió a mi lado, fue el primer muerto de La Moneda. Eso de La Moneda fue tremendo. Es algo que no se puede describir. Y después, a la vuelta del exilio, conocí al oficial que me salvó (el día del golpe militar): Rafael González Verdugo (procesado por el homicidio de un periodista estadounidense).
¿Supo por qué lo salvó?
De eso no opino. Esas cosas las responde Rafael. Hace años fue noticia, vinieron de varios países, EEUU y de Europa… a entrevistarnos al salvador y al salvado, y varias entrevistas se hicieron aquí (en Las Lanzas).
¿Lo conocía?
No nos conocíamos, nos conocimos después y nos hicimos amigos al regreso del exilio. Él me ubicó ahí. Es que yo era bastante conocido porque había tenido un programa de televisión tres años antes.
¿Cómo conoció a Allende?
Allende fue cuatro veces candidato a la presidencia. Ganó la cuarta y yo trabajé en todas sus campañas durante mi juventud. El que me metió en esos líos fue el flaco Tohá, José Tohá, que era íntimo del Chicho y uno de los amigos más cercanos que he tenido.
Para el golpe de Estado usted estaba en La Moneda…
Sí, fui el último vivo en salir, del último grupo que quedó ahí en la calle Morandé. Trajeron a otros compadres que habían tomado detenidos. Se produjo un milagro que todavía no tiene explicación. Me sacaron de ese grupo y me llevaron al Ministerio de Defensa. Ya Salvador estaba muerto. Nadie puede imaginarse cómo fueron esos momentos. Ya había muerto el amigo más querido que he tenido en mi vida, que fue el (Augusto) Perro Olivares (otro asesor de prensa de Allende, que se suicidó ese mismo día) (…) Los del último grupo quedamos botados (en La Moneda), no porque éramos unos pequeños burgueses y queríamos descansar, sino porque habían milicos apuntándonos en la calle Morandé.
¿Qué pasó luego de ese día?
Al día siguiente o a dos días de que me llevaran al ministerio, nos trasladaron a la Isla Dawson (…) Después estuve en un calabozo en un regimiento en Santiago, sin saber si era de día o de noche, sin radio, sin televisor, sin hablar con gente, salvo el milico que entraba a darme la comida… Un día me vistieron, hicieron que me afeitara y me interrogó nada menos que el director general de la CIA (…) y eso no se supo. De ahí me mandaron al exilio a Venezuela, luego de que los venezolanos me sacaran por petición directa del Presidente Jaime Lusinchi, gran amigo.
¿Cómo conoció a Lusinchi?
Cuando fui al exilio en Venezuela, todos esos compadres que habían estado antes exiliados en Santiago, pobres como ratas, expulsados de su país… eran en su mayoría figuras políticas, senadores, diputados, ministros… y uno era Presidente. Cuando Lusinchi era presidente electo, tuvo que venir a no sé que acto a Argentina o Perú… y pasó por aquí, por Santiago, habló con Pinochet y le pidió mi libertad, eso lo vine a saber después (…) (Pero) Ahí me cambió la vida, el trato, porque no sé cuántos meses llevaba y de pronto entraron, me pusieron un televisor en el calabozo y mejoró la comida. Y a los pocos días unos médicos me sacaron de ahí con un trato maravilloso y me llevaron al Hospital Militar (…) Estuve unos días en la casa, me avisaron que me esperaban en Venezuela y me pasaron a buscar una mañana.
¿Qué le parece que ahora haya un gobierno de derecha?
Eso significa hacer un análisis de la situación política actual y sobre eso no voy a opinar.
¿No tiene nada que opinar?
Qué voy a opinar, ¡si hace 20 años que todo el mundo sabe lo que pasó! Siempre he estado metido en el mundo político, pero nunca he ejercido la política. Me he cuidado, a pesar de que nunca he escondido mi posición, pero eso es otra cosa, eso es distinto al trabajo.
¿Se está retirando voluntariamente de la Cancillería?
No, se cumplió el contrato. Me voy a fines de mayo.
©la nación
1 comentario
claudio lisperguer -
Lo dice todo sobre Chile. Y deja muy mal parada nuestra identidad. Sobre este capítulo quizás no tengamos nunca justicia, y no sabemos si baste con verdad y memoria.