murió robert hicks
5 de mayo de 2010
Líder de una organización armada de defensa de los derechos civiles.
[Douglas Martin] Alguien llamó para informar que el Ku Klux Klan iba a poner una bomba en la casa de Robert Hicks. La policía dijo que no podía hacer nada. Era la noche del 1 de febrero de 1965, en Bogalusa, Luisiana.
El Klan estaba furioso de que Hicks, un trabajador negro de una fábrica de papel, estuviera alojando en su casa a dos jóvenes activistas blancos por los derechos civiles. Sólo habían pasado seis meses después de que tres jóvenes activistas fueran asesinados en Filadelfia, Mississippi.
Hicks y su esposa, Valeria, hicieron algunas llamadas telefónicas. Unos vecinos alojaron a sus hijos, y pidieron ayuda a sus amigos. Pronto se aparecieron por su casa jóvenes negros, armados. No pasó nada.
Menos de tres semanas después, los líderes de una organización paramilitar clandestina negra, llamada Deacons for Defense and Justice, visitaron Bogalusa. Se había fundado en 1964, en Jonesboro, Luisiana, principalmente para proteger del Klan a los manifestantes desarmados que participaban en la lucha por los derechos civiles. Después de escuchar a los Deacons, Hicks fundó un capítulo en Bogalusa, reclutando a muchos otros que habían ido a su casa para proteger a su familia e invitados.
Hicks murió de cáncer en su casa en Bogalusa, el 13 de abril, a los 81, informó su esposa. Era uno de los últimos líderes de los Deacons sobrevivientes.
Pero su papel el movimiento por los derechos civiles fue más allá de la defensa armada en una esquina del Jim Crow South. Organizó en Bogalusa -entonces una ciudad de veintitrés mil habitantes, de los cuales nueve mil negros- protestas diarias, mes tras mes, para exigir los derechos garantizados en la Ley de Derechos Civiles de 1964. Entabló pleitos que integraron a escuelas y empresas, reformaron las prácticas de contratación en la fábrica y puso a la policía local bajo control de un juez federal.
Fue su rol de liderazgo con los Deacons, sin embargo, lo que llamaba más la atención. Los Deacons, que llegaron a tener capítulos en más de dos docenas de comunidades sureñas, se alejaban pronunciadamente de la no violencia predicada por el Reverendo Martin Luther King Jr. Portaban armas, con la misión de proteger a otros de las agresiones blancas, basándose en la Segunda Enmienda.
Y las usaron. Un Deacon de Bogalusa sacó una pistola a plena luz del día en una marcha de protesta en 1965 y le metió dos balas a un blanco que lo había atacado con sus puños. El hombre sobrevivió. Un mes antes, el primer sheriff negro del país había sido asesinado por blancos.
Cuando James Farmer, director nacional de la organización de derechos humanos Congreso por la Igualdad Racial [Congress of Racial Equality], se unió a las protestas en Bogalusa, uno de los reductos más virulentos del Klan, Deacons armados se encargaron de la seguridad.
King denunció públicamente la "violencia agresiva" de los Deacons. Y Farmer, en una entrevista con la revista Ebony en 1965, dijo que algunos comparaban a los Deacons con el K.K.K. Pero Farmer también acotó que los Deacons no lincharon a nadie ni quemaron ninguna casa. En una entrevista con la revista The New York Times Magazine, se refirió a CORE y los Deacons como "una sociedad de hermanos".
El territorio de los Deacons eran las empobrecidas ciudades sureñas donde los miembros del Klan y agentes de policía luchaban contra los activistas por los derechos civiles. "Al Klan no le gustaba que le dispararan", dijo Lance Hill, autor de ‘The Deacons for Defense: Armed Resistance and the Civil Rights Movement’ (2004).
En julio de 1965, las crecientes hostilidades entre los Deacons y el Klan en Bogalusa llevó al gobierno federal a recurrir a leyes de la era de la Reconstrucción para ordenar a los departamentos de policía locales que protegieran a los activistas por los derechos civiles. Fue la primera vez que se usaron esas leyes en la era de los derechos civiles moderna, dijo Hill.
En su libro ‘Race and Democracy: The Civil Rights Struggle in Louisiana, 1915-1972’ (1995), Adam Fairclough escribió que Bogalusa se convirtió en una "importante prueba de la determinación del gobierno federal de implementar más agresivamente la Ley de Derechos Civiles contra la violenta resistencia de blancos recalcitrantes".
Hicks fue encarcelado por protestar en repetidas ocasiones. Fue testigo de cómo su hijo de quince fue mordido por un perro policial. El Klan exhibió un ataúd con su nombre junto a una cruz en llamas. Persistió, dijo su esposa, por una sola razón: "Era algo que había que hacer".
Robert Hicks nació en Mississippi el 20 de febrero de 1929. Su padre, Quitman, llevaba bueyes para cortar árboles para la fábrica de papel. Jugó fútbol americano en un equipo de la secundaria en un torno estadual para los semi-profesionales Bogalusa Bushmen.
Era conocido por su generosidad: en la congregación baptista donde era diácono, compraba ropa nueva a feligreses más pobres. Como primer capataz negro en la fábrica, pudo reunir bastantes horas extras como para comprar el gran coche con el que había soñado. En toda la ciudad lo llamaban Dad, contó su hijo Charles.
Líder de la N.A.A.C.P. local, y su unión segregada, Hicks fue la opción lógica para encabezar a la Liga Cívica y de Votantes de Bogalusa [Bogalusa Civic and Voters League], cuando se fundó para dirigir la lucha local por los derechos civiles. Fue su primer presidente. Luego fue vicepresidente de los Deacons en Bogalusa.
Además de Valeria Hicks, su esposa durante 62 años, y su hijo Charles, a Hicks le sobreviven otros tres hijos: Gregory, Robert Lawrence y Darryl; su hija, Barbara Hicks Collins; y muchos nietos y biznietos.
Para 1968 los Deacons habían prácticamente desaparecido. Con el tiempo se convirtieron en "difícilmente una nota al pie de página en la mayoría de los libros sobre el movimiento por los derechos civiles", dijo Hill. Lo atribuyó a la "mitología" de que el movimiento cívico fue siempre no violento.
La señora Hicks dijo que estaba feliz de que no lo fuera.
"Me enorgullecí de los hombres negros", dijo. "No se doblegaron ni se rascaron la cabeza. Se portaron como hombres".
24 de abril de 2010
©new york times
cc traducción mQh
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