ayudando a los monos
Angela Maldonado, una ecologista que ha convertido la defensa de los monos nocturnos contra los cazadores indígenas que los venden a laboratorios que investigan enfermedades infecciosas.
[Chris Kraul] Leticia, Colombia. Mirando atentamente entre las ramas de los árboles a treinta metros sobre el suelo de la selva, Angela Maldonado divisa a una familia de monos donde alguien con los ojos menos acostumbrados no vería más que un laberinto de hojas verdes y marrones.
"Son criaturas inteligentes, carismáticas, que expresan felicidad, dolor y pena. Te hacen sentir lo que están sintiendo", dijo Maldonado, mirando con atención y los ojos entrecerrados la canopia de la selva tropical en las afueras de esta sofocante ciudad portuaria a orillas del Amazonas. "Se parecen mucho a nosotros".
Esa empatía explica por qué Maldonado, 36, experta en primates, ha convertido en misión de su vida la defensa de los monos nocturnos de Colombia contra los cazadores indios que los venden a laboratorios que investigan enfermedades infecciosas.
La campaña de Maldonado recibió un empujón en mayo cuando se le otorgó un ‘Oscar Verde’ del Whitley Fund for Nature en una ceremonia en la Real Sociedad Geográfica del Reino Unido. La princesa Ana se encargó de la presentación.
Con el premio de noventa mil dólares, dice Maldonado, hará un estudio de viabilidad de modos de vida alternativos para la tribu tikuna, la que, con permiso del gobierno colombiano, captura hasta mil seiscientos monos nocturnos al año para venderlos a cincuenta dólares cada uno al FIDIC, el Instituto de Inmunología de la Fundación Colombia.
El director de FIDIC, Manuel Elkin Patarroyo, un bien conocido investigador de la malaria que ha donado sus derechos a la Organización Mundial de la Salud, no respondió nuestra petición de comentarios. Su investigación ha sido reconocida internacionalmente y publicada en numerosas revistas médicas.
Los investigadores del FIDIC prefieren a los monos nocturnos a la hora de investigar las vacunas contra la malaria debido a que su respuesta a la enfermedad es similar a la de los humanos, dijo uno de los antiguos empleados que comentó a condición de que no se lo nombrara debido a la sensibilidad política del problema.
Sin oponerse categóricamente a que los pueblos indígenas cacen animales, Maldonado prefiere las capturas reducidas y quiere que el FIDIC haga investigaciones solamente con animales nacidos y criados en cautiverio. Si no, teme que los primates de ojos de platillo y sesenta centímetros de alto estén condenados a desaparecer de la zona (los monos también viven en los países vecinos). Su estudio de viabilidad está explorando cómo ayudar a los indios a ganar dinero vendiendo frutas liofilizadas, incluyendo acai, en lugar de cazar.
Maldonado es sólo una de las ecologistas que trabajan en la protección de especies nativas de América del Sur que se encuentran amenazadas. En la región el comercio en aves silvestres, reptiles, mamíferos e insectos es un negocio de dos mil millones de dólares que en su mayor parte no tiene propósitos médicos, como las colecciones privadas de animales y la industria de la lencería.
La demanda de animales salvajes de parte de laboratorios como el FIDIC sólo aumenta las repercusiones que tienen sobre las especies de monos el tráfico de mascotas y la tala, dice Marta Bueno, profesora de genética y especializada en primates en la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, la capital.
"Estos monos son muy territoriales y viven en familias de siete u ocho que controlan un territorio de una a dos hectáreas. Así que si estás cazando mil seiscientos al año, está teniendo un efecto devastador sobre una enorme parte del ecosistema local", dijo Bueno. En su estudio, Maldonado piensa hacer un censo de las especies de monos nocturnos para calcular qué porcentaje de la población está representada en las ventas anuales a FIDIC.
Factores económicos hacen que la guerra librada por Maldonado para reducir, sino prohibir completamente el comercio en monos vivos, se convierta en una lucha extremadamente difícil, dice Bernardo Ortiz, director para América del Sur de TRAFFIC, una organización dedicada a la conservación de la fauna salvaje, con una sede regional en Quito, Ecuador.
"El uso médico de los animales es sólo un abuso más de una especie que podría ser criada en cautiverio", dijo Ortiz, agregando que todos los primates colombianos, incluyendo a los monos nocturnos, están amenazados. "Pero [FIDIC} se niega a considerarlo porque sus costos serían entonces mucho más altos".
Maldonado dice que los estudios de FIDIC están procediendo a expensas de la "conectividad", o la simbiosis de plantas y animales. Por ejemplo, los monos nocturnos comen y, a través de la defecación, dispersan las semillas de árboles que son parte de la canopia de la selva. A largo plazo, la desaparición de los monos podría reducir la población de árboles, dice.
Maldonado dice que los tikuna están cada vez más cazando -para comer- animales que antes eran tabú, como el oso hormiguero y el venado, debido a que las fuentes tradicionales de alimentación, como tapires, monos grandes y la capibara, un enorme roedor, han sido cazados casi hasta su completa extinción.
Maldonado, como estudiante becaria de la Oxford Brookes University en Inglaterra, defendió este año su tesis doctoral sobre la conservación de primates. Dijo que encontró su vocación a fines de los años noventa, cuando administraba un supermercado, su primer trabajo después de terminar sus estudios universitarios en comercio.
Después de que un chofer de un camión de reparto de abarrotes le diera su mascota, un mono lanudo, a cambio de dinero para poder reparar su vehículo, Maldonado no pudo soportar la idea de mantener cautivo al animal. Decidió soltarlo en la selva al este del estado de Vaupés, donde el biólogo estadounidense Thomas Defler dirigía un centro de rehabilitación de primates.
Cuando volvió a Bogotá debía empezar a trabajar en un cargo administrativo en Coca-Cola. "Pero descubrí que amaba a los animales, amaba la selva", dijo.
Cuando un ataque de la guerrilla obligó a Defler a dejar el Vaupés, Maldonado decidió dejar Coca-Cola y encargarse del centro. Se quedó por tres años.
"Me di cuenta de que pertenezco a la selva", dijo Maldonado. "Trabajar sólo para sobrevivir no tenía ningún sentido".
11 de agosto de 2010
10 de julio de 2010
©los angeles times
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