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una activista llamada fearing


La carrera de Jennifer Fearing empezó con la aprobación de la Propuesta 2, que alivia el confinamiento de las  gallinas y otros animales de granja. Su inverosímil carrera la llevó de su bien pagado empleo como consultora en Los Angeles a representante de la Sociedad Protectora de Animales de Estados Unidos en Sacramento. Y todo empezó con un perro callejero.
[Eric Bailey] Sacramento, California, Estados Unidos. Su alarma interna suena antes del amanecer, mucho antes de que su perro Yoda emerja de su nido nocturno entre las mantas de la cama, antes de que el proverbial gallo empiece a cacarear y empiece el día para los diecinueve millones de gallinas ponedoras cuyas vidas se ha esforzado por cambiar.
Son las cinco de la mañana y Jennifer Fearing está empezando otro día como la joven promesa del movimiento de protección animal de California.
La representante de la Sociedad Protectora de Animales de Estados Unidos coge su iPhone de la mesita de noche y escribe el primero de los cientos de emails que enviará hoy. Fearing, criada como mocosa de la Fuerza Aérea, llama a su horario de trabajo "una bendición en tiempos de guerra y una maldición en tiempos de paz".
Pero es una rutina para la mujer de 37 años cuya carrera empezó con el histórico referéndum en el que los votantes en California aprobaron este otoño pasado aliviar el confinamiento de las gallinas y otros animales de granja. Todavía disfrutando de la victoria como coordinadora de esa campaña, y con sus diecinueve horas al día, se instaló como cabildera de la sociedad protectora en el Golden State.
Recorre blogs y páginas de noticias y el correo, preparándose para el largo día que le espera. Será como las maratones en las que suele participar cuando tiene tiempo.
"Jennifer es dueña de un motor extraordinario", dice su jefe, el director ejecutivo de la sociedad, Wayne Pacelle, que llega a menudo a su oficina en Washington para encontrar una montaña de emails de Fearing.
Fearing destaca entre los activistas por los derechos animales en el Capitolio -un grupo apasionado, aunque a veces desaliñado- con su elegante pelo rubio, tacos altos y un currículum jalonado de éxitos. Se graduó en Harvard, tiene un bien pagado pasado como consultora de una firma en Los Angeles y una impresionante hoja de servicio en todos los niveles del movimiento de protección animal.
Fue criada como presbiteriana y republicana del Midwest. Cuando era adolescente, fue presidente del club de fans de la cantante cristiana Amy Grant. Hizo su práctica trabajando para el primer gobierno de Bush y votó por el segundo. Entre los liberales de la sociedad protectora, Fearing es considerada todavía como una republicana ejemplar, aunque hace algunos años se desilusionó de los republicanos y se inscribió como independiente.
Bromeando, sus amigos obsequiaron una vez a la chica de la hermandad femenina una muñeca de plástico de Elle Woods, el dínamo con Chihuahua que triunfa sobre los estereotipos en la película ‘Legalmente rubia’ [Legally Blonde].
Sin embargo, Fearing sigue siendo una novata en el laberinto de los espejos que es el Capitolio de la ciudad. Se preocupa.
"Probablemente me van a comer viva", dice.
De momento, Fearing y sus cohortes preocupan a sus enemigos.
La aplastante victoria de la Propuesta 2 dejó a los productores de huevos definitivamente ansiosos sobre su futuro. Mencionan las tácticas callejeras que Fearing ayudó a definir, incluyendo un litigio que paralizó tres millones de dólares de su dinero y una demanda contra dos investigadores de la industria de la Universidad de California en Davis, el alma mater de Fearing durante sus primeros años de estudio.
Los dirigentes de la industria agrícola del estado no están acostumbrados a perder. Pero los partidarios de la Propuesta 2 "nos dieron una buena paliza", dijo Arnold Riebli, un productor de huevos de cuarta generación del condado de Sonoma.
Fearing y sus tropas -formó en California un ejército de campaña de cuatro mil voluntarios- "tienen el celo de los misioneros", dijo Riebli, "y en algunos casos eso es lo que son: fanáticos de lo que llaman el bienestar animal".
Hoy, esa campaña está en el espejo retrovisor de Fearing. Con un latte de soja en la mano, conduce hacia su primera cita. Su Prius luce una pegatina de parachoque: ‘Menea más el rabo, ladra menos’.
Al volante, Fearing despotrica contra los males de la venta de perros en la red y los peligros de las fábricas de cachorros: "Esos animales son tratados nada más que como cultivos comerciales".
Y habla sobre sí misma.
"Me cuesta ordenarme", confiesa Fearig. "Soy como un derviche dando vueltas".
Su primera cita es en su oficina extraoficial: una mesa en un café bohemio no muy lejos del Capitolio.
Va a tomar un té con dos representantes del Consejo de Iglesias de California, para hablar sobre la relación moral entre la protección animal y el cristianismo.
Fearing les habla de la campaña para convencer a los consumidores a comprar huevos de gallinas de granja. Expresa su esperanza de que las iglesias apoyen un proyecto de ley que prohíba la amputación de los rabos de las vacas lecheras. Esas prácticas están muy alejadas de las intenciones de Dios, dice Fearing mientras sus interlocutores asienten en silencio.
Su propia biblia sobre protección animal es ‘Dominion’, un libro de Matthew Scully, escritor de discursos del ex presidente George W. Bush, que dice que los cristianos y los conservadores deberían unirse para representar mejor los intereses de todas las criaturas, grandes y pequeñas.
Fearing mira su reloj: tiene cinco minutos para llegar a la reunión en el Capitolio, a cuatro cuadras del lugar. Sale apresurada, evitando los charcos que ha dejado una tormenta hace poco. Recupera el aliento antes de entrar a la oficina de la senadora del estado, Fran Pavley (demócrata de Agoura Hills), miembro del Comité de Agricultura y Alimentación.
Se dan la mano, y Fearing recita su currículum.
"Oh, usted hizo la Propuesta 2", dice Pavley, manifestando su admiración.
Este año, la protección animal está en el centro de la atención en Sacramento, donde más de tres docenas de proyectos sobre el tema avanzan todavía por la legislatura.
De gatillo rápido, Fearing pide a la senadora que la ayude a reprimir las peleas de perro, las tiendas itinerantes de mascotas y los huevos importados de gallinas enjauladas. "Tenemos que arreglar cuentas con los tipos malos", dice, moviendo las manos.
Veinte minutos después, Pavley luce una tensa sonrisa, desconcertada por la avalancha. Fearing concluye: "Todavía se pueden hacer muchas cosas".
Si logra algo, se sabrá en los próximos meses. La única medida de éxito en el Capitolio es que los proyectos se conviertan en ley, dice Virginia Handley, una cabildera de los derechos animales de toda la vida. "La prueba es la aprobación".
Fearing parecía destinada a una carrera como una bien pagada consultora financiera. En su último año en Los Angeles ganaba 250 mil dólares al años en una firma consultora.
Entonces conoció a un perro vago.
Eso fue hace diez años, y había sido trasladada recién a la oficina de la firma en Sacramento. Fearing y una amiga encontraron al chucho perdido un domingo por la tarde.
El refugio animal estaba cerrado, así que consiguieron dejarlo en la consigna nocturna del local. Cuando al día siguiente volvió para ver cómo estaba el perro, entró al sucio recinto y se encontró con decenas de perros destinados a la muerte.
Empezó a trabajar como voluntaria los fines de semana. Pasó de limpiar los caniles a coordinar campañas de recaudación de fondos, organizando un programa de esterilizaciones para dueños de mascotas de bajos ingresos al año y pidiendo mejores instalaciones al ayuntamiento y a los funcionarios del condado.
En 2003 abandonó su trabajo para dedicarse a la causa, y empezó a trabajar ganando un quinto de su antiguo salario para United Animal Nations, una organización sin fines de lucro de Sacramento que ayuda a los animales durante desastres. En 2005, ayudó a rescatar mascotas después de que el Huracán Katrina inundara Nueva Orleans. También conoció a una gallina.
Los dueños de una granja de huevos Gilroy habían abandonado su negocio en bancarrota. Fearing y dos miembros de la organización llegaron con un camión alquilado y encontraron doscientas mil gallinas encerradas en hileras de jaulas, del tamaño de un cajón de archivador.
Fearing -que teme a las aves y no había tocado nunca a un pollo- se armó de valor y cogió la primera jaula. En su confortable refugio de sus manos enguantadas, la gallina ni parpadeó.
El grupo cargó a las gallinas una por una en el camión, para enviarlas luego a hogares adoptivos donde muchas de ellas todavía viven.
Sus esfuerzos en United Animal Nations llamaron la atención de Pacelle en la Sociedad Protectora de Animales de Estados Unidos. En 2006, se aproximó a Fearing para proponerle el cargo de economista jefe.
A veces, cuando el tiempo lo permite, Fearing almuerza en un famoso mesón vegetariano al sur del Capitolio. Como muchos de sus colegas en la sociedad protectora, es vegana. Eso despierta las sospechas de granjeros como Riebli, que cree que el grupo tiene un programa secreto para llevar al mundo hacia el veganismo y "terminar con la agricultura animal".
Su preocupación más inmediata son las acusaciones de la sociedad protectora de que la industria del huevo está coludida para fijar los precios. Los granjeros responsabilizan a Fearing.
Cuando preparaba la campaña de la Propuesta 2, tropezó con documentos de la industria del huevo que, dice, mostraban que los productores estaban manipulando el mercado, poniéndose de acuerdo para reducir la oferta y así hacer subir los precios. Lo informó a los abogados de la sociedad, que convencieron a los abogados de acciones judiciales colectivas para que presentaran casi dos docenas de querellas y llevaron a inspectores federales y del estado a iniciar tres investigaciones.
Riebli, cuya firma es una de las demandadas, dice que las acusaciones son tonterías. Los productores de huevos del país, dijo, están protegidos por la Ley Capper-Volstead Act, una ley federal de 1922 que permite que la industria opere como una cooperativa agrícola para mantenerla a flote.
Los abogados de la sociedad dicen que la industria del huevo perdió el derecho a las protecciones de la ley al iniciar alianzas con negocios externos que no producen huevos -por ejemplo, los fabricantes de jaulas y los abastecedores de aves- y ahora está violando las leyes estadounidenses contra el monopolio.
Otro día hace poco Fearing estuvo en un canal de televisión de Sacramento para ofrecer en adopción a Fiona, una chihuahua tuerta, y promoviendo su nuevo libro,’Dogs at Work’.
"Fiona ha estado practicando para convertirse en un perro de oficina", dijo Fearing, sonriendo mientras sostiene al chucho del tamaño de una botella de una pinta como si fuera un bebé. "Puedes llevar a Fiona al trabajo contigo. Pero tienes que prometer que no te olvidarás de llevarla a casa".
Más tarde explica que el libro es producto de una victoria personal: convencer a su jefe de que admitiera perros en la sede de la sociedad protectora de Washington cuando se mudó allá en 2006.
Para demostrar que tenía razón, Fearing presentó a Pacelle un informe de cincuenta páginas y una presentación con PowerPoint destacando, entre otras cosas, la hipocresía de una organización de defensa de los animales que excluía a sus representados.
"Simplemente lo abrumé. Fue un ataque demoledor", dice Fearing, con la misma sonrisa de estudiante que luce en los pasillos del Capitolio.
Al final del día, vuelve a casa y saca a pasear a Yoda en su parque canino favorito junto al American River. Arroja un palo a las poco profundas aguas del arroyo y Yoda salta detrás de él.
"Hay algo que me obliga a representar a las criaturas sin voz y vulnerables", dice Fearing, sonriendo mientras mira al chucho. "Para mí, son el último grupo de interés".

2 de mayo de 2009
20 de abril de 2009
©los angeles times
cc traducción mQh
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