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una americana en perú


De la cárcel hacia el limbo. Lori Berenson, 41, la estadounidense que estuvo encarcelada en Perú durante más de catorce años por su asociación con el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru en los años noventa.
[Simon Romero] Lima, Perú. En palabras de Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima, dejar a Lori Berenson en libertad condicional es "burlarse" del país. Julio Galindo, el fiscal antiterrorista de Perú, dice que Berenson, una neoyorquina condenada por colaborar con una organización revolucionaria marxista, sigue siendo una "irascible" amenaza para la sociedad.
Cuando se enteró de su liberación este años [2010], el vicepresidente Luis Giampietri exclamó: "¡Qué indignación!"
En libertad después de más de catorce años en cárceles peruanas, Berenson, ahora de 41 años, absorbe esos comentarios en el quinto piso del edificio sin ascensor donde vive ahora. Gracias a la avalancha de la cobertura en televisión, el país sabe que el departamento de alquiler está en la esquina de la calle Grau con Italia. En una larga entrevista en su casa en Lima, dijo que pasaba sus días cocinando y tatareando canciones infantiles para su hijo de dieciocho meses, Salvador. Le teme a cosas simples, como caminar por la calle, consciente de las reacciones que provoca su presencia entre los transeúntes.
"La gente en la calle me gritaba que yo era una asesina de niños y cosas como esas", contó una mañana de este mes, describiendo cómo fue saludada por sus vecinos cuando fue dejada en libertad en mayo.
Desde entonces, su existencia se ha definido por una mezcla de esperanza y revuelo. Empezó a usar la red por primera vez, y estudió online con la intención de hacerse de un oficio como traductora. Sigue estando en el limbo y no sabe cuando podrá volver a Estados Unidos, como le gustaría. En agosto, un tribunal peruano ordenó que volviese a la cárcel, sobre la base de un tecnicismo (la policía no había revisado su departamento).
Otro juez reinstauró su libertad condicional este mes, restableciendo una apariencia de libertad, o lo que va por ella. Salió de la cárcel por una puerta lateral y volvió a la ira de sus vecinos. Se encoge con el recuerdo de un incidente reciente cuando caminaba por la calle con su hijo, de la mano.
"El otro día alguien se acercó a mí y me dijo: ‘Estás condenada, y él está condenado. Vas a sufrir toda tu vida, y él te hará sufrir más’", dijo. "Entiendo totalmente a la gente que rechaza a alguien que representa el terrorismo. El problema es que no soy la persona que ellos creen, y nunca lo sabrán".

La historia de cómo la señorita Berenson, hija de profesores universitarios de Nueva York, se convirtió en una de las personas más despreciadas en Perú, sigue siendo extraordinaria en todas sus ideas y venidas. Fue una brillante alumna en la prestigiosa Escuela Secundaria La Guardia en Nueva York y más tarde en el Massachusetts Institute of Technology, y luego volvió a aparecer aquí en 1994.
Una carta de una revista llamada Third World Viewpoint le dio credenciales de prensa y acceso al Congreso de Perú. Pero la policía la arrestó a bordo de un autobús en Lima en 1995, horas antes de que allanaran la casa de cuatro plantas que había arrendado, donde encontraron ocho mil piezas de munición, tres mil cartuchos de dinamita y más de una docena de miembros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, M.R.T.A.
Todavía insiste en que no sabía nada sobre los planes violentos del M.R.T.A. Pero un tribunal militar la sentenció a prisión perpetua por traición. Las autoridades la enviaron a una húmeda celda en Yanamayo, una cárcel en lo alto de los Andes. Su sentencia fue reducida a veinte años en un nuevo juicio en 2001, en el que fue declarada culpable de alquilar la casa que fue utilizada en un complot fallido para secuestrar al Congreso peruano.
La vida continuó tras las rejas. En 2003 se casó con Aníbal Apari, militante del M.R.T.A. al que conoció en la cárcel. Se le permitieron visitas conyugales con Apari, ahora en libertad y que la representa como su abogado, aunque ahora se están divorciando. En 2009 dio a luz a su hijo Salvador, que tiene la doble nacionalidad estadounidense y peruana y ha pasado la mayor parte de su vida en la cárcel con su madre.
Varias cosas hacen que Berenson destaque entre otros estadounidenses que uno puede encontrar en el barrio Miraflores de esta ciudad. Una es su dominio del español, que habla con un distintivo acento peruano. Otra son sus manos, curtidas y resquebrajadas por la exposición a los elementos en las cárceles donde estuvo.
Pero muchos peruanos dicen que se preguntan si de verdad lamenta sus acciones, o si simplemente hace lo que puede para eludir la prisión.
"Obviamente estoy triste, y lamento que haya formado parte de algo que era considerado tan malo", dice, meciendo a su hijo sobre sus rodillas mientras reconoce sus vínculos con el M.R.T.A., ahora un grupo marginal. "Mi participación era como colaboradora. Sabes, yo arrendé una casa. Yo compartía la ideología", agrega, diciendo que nunca tuvo planes de participar en actos violentos.

Sin embargo, gran parte de Perú la ve como símbolo de la agitación que afligió al país en los años ochenta y noventa, cuando casi setenta mil personas perdieron la vida en ese periodo de guerra y rebelión. Una organización maoísta, Sendero Luminoso, fue responsable de más de la mitad de las muertes. Los canales de televisión no dejan de transmitir de vez en vez un video de Berenson de 1996 que ha quedado grabado en la memoria del país. Con los puños apretados, grita en el video: "No hay terroristas criminales en el M.R.T.A. ¡Es un movimiento revolucionario!"
"Mi lógica no era correcta, y el modo en que lo dije lo hizo peor", dice ahora sobre ese estallido de juventud. "Cometí un gran error".
Algunos aquí instan a Perú a avanzar y aceptar estas palabras de una mujer cuando reflexiona sobre los errores que cometió en su pasado. Estas opiniones son a menudo silenciadas, aunque las comparte el presidente del país, que ha expresado su opinión mientras permite que los jueces lleven su caso.
"Todo este miedo por una mujer pequeña que ha pasado quince años en la cárcel..", dijo el presidente Alan García en una entrevista hace poco. "Uno tiene derecho a cometer un error en la vida, y es un derecho ser castigado y dejado libre cuando termine el castigo".
Todavía no está claro cuándo terminará el castigo de Berenson. Galindo, el fiscal antiterrorista, está nuevamente recurriendo su libertad condicional. Se espera que el tribunal resuelva pronto, lo que la podría enviar nuevamente a la cárcel por el resto de su sentencia, hasta 2015. Pensando en las dificultades que le esperan, dijo que a menudo recuerda un libro que leyó en la cárcel, ‘La gesta del marrano’ [The Pig’s Deed], una novela del escritor argentino Marcos Aguinis. Gira sobre la Inquisición española tal como se desarrolló en el Perú colonial, concentrándose en la persecución de un doctor que había reconocido sus orígenes judíos.
"Es muy vívido en el modo en que las cosas continúan en la sociedad’, dijo Berenson, reflexionando sobre el destino de los marginales entonces y ahora. "Creo que la diferencia es que la gente que fue acusada de terrorismo no fue quemada en la hoguera. Pienso que si lo hubiésemos sido, quizás seríamos menos interesantes. Creo que por alguna razón es útil que la gente todavía sea considerada peligrosa".
[Andrea Zárate contribuyó al reportaje].
21 de enero de 2011
26 de noviembre de 2010
©new york times
cc traducción mQh
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