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elizabeth taylor


Legendaria actriz de cine y teatro.
[Elaine Woo] Murió Elizabeth Taylor, la glamorosa reina de las estrellas del cine americano, cuyos logros como actriz fueron a menudo eclipsados por su arrobadora belleza y sus dramas en la vida real. Tenía 79 años.
Hospitalizada hace seis semanas por una unsificiencia cardiaca congestiva, Taylor murió en la mañana del miércoles en el Cedars-Sinai Medical Center de Los Angeles, acompañada por sus cuatro hijos, informó la publicista Sally Morrison.
Durante una carrera que se extendió por más de seis décadas, la legendaria belleza con ojos de color violeta ganó dos premios Oscar y actuó en más de cincuenta películas, compartiendo tablas con actores como Spencer Tracy, Montgomery Clift, Marlon Brando y Richard Burton, con el que se casó dos veces. Se dejó inspirar por un ‘Who’s Who’ de directores, incluyendo a George Cukor, Joseph L. Mankiewicz, George Stevens, Vincente Minnelli y Mike Nichols.
Después de desaparecer de la pantalla, siguió siendo un personaje fascinante, bendecida y maldecida a la vez por la extraordinaria fama que moldeó su vida en todas sus fases: Fue una niña estrella que floreció con gracia para convertirse en una chica ingenua; una mujer fatal en la pantalla y en la vida real; una astuta buhonera de perfumes caros; una de las primeras activistas en la lucha contra el SIDA.
Algunas actrices, como Katharine Hepburn e Ingrid Bergman, ganaron más premios y elogios de la crítica, pero ninguna se acercó al poder de la Taylor sobre el imaginario colectivo. En la mente del público, era una enigmática diosa para la que hacer de Cleopatra como lo hizo ella con tanta notoriedad, no implicaba una diferencia muy grande de la realidad.
Taylor, escribió una vez el crítico del New York Times, Vincent Canby, "creció a plena vista de un público voraz para el que los triunfos y desastres de su vida personal se convirtieron automáticamente en extensiones de sus actuaciones en la pantalla. Ella es diferente a todos nosotros".
Sus pasiones fueron leyenda. Le encantaba comer, lo que, a medida que pasaban los años, condujo a publicitadas guerras contra el sobrepeso. Adoraba a los hombres, llegando a salir con muchos de los más ricos y famosos del mundo, incluyendo a Frank Sinatra, Henry Kissinger y Malcolm Forbes, y se casó ocho veces, incluyendo dos visitas al altar con Burton.
Adoraba las joyas, coleccionado enormes y caras chucherías del mismo modo que los niños coleccionan juguetes.
"Sería muy elegante reencarnarse como un gran anillo en un dedo de Elizabeth Taylor", bromeó una vez Andy Warhol sobre la mujer que era dueña del anillo de diamantes Krupp de 33 carates -un regalo de Burton que ella lucía a diario. Transmitía al mundo que era una dama con terribles ganas de vivir.
Pero Taylor también atrajo la mala fortuna. De acuerdo a un cronista, sufrió más de setenta enfermedades, lesiones y accidentes que requirieron hospitalización, incluyendo una apendicetomía, una traqueotomía de urgencia, un esófago perforado, una histerectomía, disentería, un ojo ulcerado, vértebras rotas, flebitis, cáncer a la piel y una operación de trasplante de cadera. En 1997 se hizo extirpar un tumor cerebral benigno. Según contaba, estuvo cuatro veces a punto de morir.
En 2004 reveló que tenía una insuficiencia cardiaca congestiva y agobiantes problemas espinales que le provocaban constantes dolores. Durante gran parte de su vida luchó con el alcohol y los barbitúricos.
Fue descrita a menudo como la típica heroína de Tennessee Williams, una caracterización que Taylor no refutó.
Quiere decir, le dijo una vez a Los Angeles Times, "[que soy una persona] fogosa, llena de dramas. Estoy segura de que lo dicen con simpatía. Las heroínas de Tennessee son todas nerviosas. Están todas al borde del desastre".
En la noche del 6 de octubre de 1991, dos docenas de helicópteros con fotógrafos y periodistas revolotearon por el cielo sobre el rancho del cantante Michael Jackson en el condado de Santa Bárbara. Pese a una armada de balones de aire caliente lanzados como escudo contra miradas intrusas, un paracaidista con una cámara adosada a su casco logró aterrizar a unos metros de la novia de 59 años y su novio de 39.
Así se casaron Taylor y el obrero de la construcción Larry Fortensky -en medio del bullicio de Hollywood y conjeturas sobre si el octavo matrimonio de la estrella de cine no sería su último.
¿Quién podría saberlo? Lo único seguro era que Elizabeth Taylor adoraba a los hombres.
"Yo soy más la mujer de mi esposo", confesó una vez.
Tenía diecisiete cuando el Marido No. 1 puso sus ojos en ella. Era Conrad Nicholson Hilton Jr., el atractivo vástago del clan hotelero Hilton. Su matrimonio de 1960, abrumado por la fama de Taylor y la adicción a las apuestas, alcoholismo y conducta agresiva de Hilton, duró ocho meses.
El No. 2 fue Michael Wilding, un actor británico veinte años mayor que ella, cuya amabilidad ofreció a Taylor un puerto seguro. Tuvieron dos hijos: Michael Howard, nacido en 1953, y Christopher Edward, nacido en 1955. Se divorciaron en 1957, después de cinco años de matrimonio.
El No. 3 fue Mike Todd, un elegante productor (‘La vuelta al mundo en ochenta días’ [Around the World in 80 Days]), que sería uno de los dos grandes amores de su vida. Después de un monólogo de más de una hora sobre por qué deberían casarse y sellar el acuerdo con un diamante de treinta carates, decidieron casarse en 1957. Llevaban casados algo más de un año cuando, el 22 de marzo de 1958, Todd murió en un accidente de avión en Nuevo México, dejando a Taylor viuda a los veintiséis años.
En los días posteriores a la muerte de Todd, Eddie Fisher -el ídolo de la canción que era el mejor amigo de Todd y marido de la actriz Debbie Reynolds- pasó largas horas junto a Taylor, llorando con ella mientras leían las miles de cartas y telegramas de condolencia. Cuando el consuelo mutuo se convirtió en romance, Fisher rompió con Reynolds y se casó con Taylor en 1959.
Después de la boda, la carrera de Taylor alcanzó nuevas alturas, pero la de Fisher decayó, lo que creó una apertura para el segundo gran amor en la vida de Taylor.
El futuro Marido No. 5 conoció a Taylor un domingo tarde en una piscina. "Decidí que era la mujer más asombrosamente independiente, bella, distante e inaccesible que había visto en mi vida", escribió Burton en una entrada en su diario de vida citada en la biografía del actor de Gales de Melvyn Bragg, de 1988. Era, dijo Burton, "más bella que cualquier fantasía pornográfica".
Él y Taylor empezaron una tumultuosa aventura en Roma en el plató de ‘Cleopatra’, la película épica sobre la reina egipcia que murió de amor. Debido a que ambos eran grandes estrellas casadas con otros, su adulterio causó un escándalo mundial. Un miembro del Congreso introdujo un proyecto de ley para prohibirles la entrada a Estados Unidos y el Vaticano condenó su "vagancia erótica".
La mala publicidad, escribió la columnista de Hollywood Louella Parsons, "tendría que haberlos matado". Otros bromearon que sólo estimulaba a las estrellas enamoradas. Después de una separación de dos años, Taylor se divorció de Fisher a principios de 1964 y se casó con Burton.
El suyo fue un matrimonio a gran escala. Ella le regaló un Van Gogh, él la colmó de invalorables gemas, incluyendo el gigantesco diamante Krupp y un pendiente de diamantes, rubíes y esmeraldas en forma de corazón de veinticinco carates, hecho originalmente para la novia del hombre que construyó el Taj Mahal. Burton también sobrepujó al magnate del transporte marítimo, Aristóteles Onassis, en la puja por adquirir un anillo de diamantes de 69 carates de 1.1 millones de dólares de Cartier, en Nueva York, que llegó a ser conocido como el diamante Taylor-Burton.
La pareja más famosa de Estados Unidos no solamente gastaba de manera extravagante su dinero, sino también peleaban y bebían en exceso. Cuando finalmente su unión terminó, Burton dijo al London Daily Mail: "No puedes golpear un cartucho de dinamita contra otro y esperar que no estallen". Fueron divorciados por una corte suiza el 26 de junio de 1974.
Al año siguiente volvieron a unirse ante un jefe tribal en Botsuana, África. Menos de un año después, en 1976, se volvieron a separar en Haití, pero su amor continuó.
Taylor dijo que si Burton no hubiese sufrido una fatal hemorragia cerebral en Ginebra en 1984, probablemente se habrían casado por tercera vez. "Estuve terriblemente enamorada de él hasta el día de su muerte", dijo. Tiempo después de su muerte, guardaba una copia de su última carta -escrita tres días antes de su deceso- en mesita de noche. Permitió que muchas de las cartas fueran publicadas en el libro ‘Furious Love’, de Sam Kushner y Nancy Schoenberger (2010).
El Marido No. 6 apareció cuando la diosa de la pantalla necesitaba un acompañante para un banquete en homenaje a la Reina Isabel y el entonces presidente Ford. La embajada británica la apareó con John Warner, un rudo ex secretario de la Armada y culto granjero de Virginia. Se casaron en 1976. En 1978 fue elegido al Senado de Estados Unidos.
Aunque Taylor fue una dedicada activista de la campaña, concluyó que no estaba preparada para el papel de esposa de un político. Mientras Warner pasaba largas horas en Washington, ella mataba el tiempo mirando televisión y comiendo hasta que su peso alcanzó los 81 kilos en un cuerpo de un metro sesenta. "Creo que nunca me sentí tan sola en mi vida como cuando fui esposa de un senador", escribió en ‘Elizabeth Takes Off’, su autobiografía y libro de dieta de 1988.
Buscando algún alivio en la actuación, trabajó en la producción de ‘The Little Foxes’ de Lillian Hellman en Broadway, y pasó un año de gira. En 1982 puso término a su carrera como esposa del senador y se mudó a una mansión en Bel-Air.
Para fines de 1983, estaba quemada, abotagada y abusando del alcohol y las pastillas. Confrontada por su familia y estrecho amigo Roddy McDowall, se internó en el Betty Ford Center en Rancho Mirage, donde durmió en un dormitorio colectivo, siguió una rutina de limpieza y, como contó más tarde a la escritora Dominick Dunne, fue "pelada hasta el fondo" en sesiones de terapia de grupo. Su anuncio público de que estaba siguiendo un tratamiento por abuso de substancias estimuló a otros famosos, incluyendo a Liza Minnelli, a revelar sus propios problemas.
La nueva y sobria Taylor mantuvo su salud recuperada durante unos años, hasta que el dolor que le ocasionó una vértebra aplastada la envió de vuelta a las pastillas y al alcohol. De acuerdo a una investigación algunos años después del fiscal general de California, sus adicciones fueron facilitadas por tres de sus médicos personales, que le recetaron más de mil prescripciones de analgésicos, tranquilizantes, antidepresivos y estimulantes durante siete años.
En su segunda visita al Betty Ford Center en 1988, conoció a Fortensky, un obrero de la construcción casado dos veces que estaba siendo tratado por su adicción al alcohol. Después de salir de la clínica, Taylor lo invitó a varias parrilladas de fin de semana en Bel-Air y asistió con él a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Más tarde le contaría a la columnista de chismes Liz Smith, que le atraía Fortensky porque "no era un chulo, y yo tampoco soy una chula".
Después de la boda en 1991, Fortensky trató de reanudar su rutina como trabajador, levantándose antes del alba para dirigirse a su trabajo en unas obras. Al final del día dejaba sus botas sucias junto a la puerta de la mansión, se duchaba y se sentaba a cenar con su esposa a eso de las seis de la tarde. El régimen le parecía exótico a Taylor, que en 1992 contó a la revista Life: "Yo acostumbraba a acostarme a la una o dos de la mañana. Pero ahora estábamos acostándonos a las diez de la noche, y tengo que admitir que me gustaba".
Pero el encanto desapareció cuando Fortensky dejó de trabajar. Invocando diferencias irreconciliables, Taylor pidió el divorcio en 1996 y abjuró del matrimonio.
"No quiero ser un símbolo sexual", dijo una vez. "En lugar de eso me gustaría ser el símbolo de una mujer que quizás comete errores, pero de una mujer que ama".

Elizabeth Rosemond Taylor nació en Londres el 27 de febrero de 1932 como hija de padres americanos. Su madre, una ex actriz de teatro llamada Sara Sothern, y su padre, marchante Francis Taylor, la llevaban a ella y su hermano Howard a pasar las vacaciones junto al mar, rodeados de criadas y montones de juguetes. Los adultos consentían a la pequeña Elizabeth, que tenía ojos luminosos, piel de alabastro en un rostro enmarcado por mechones negro azabache y una pequeña mancha de nacimiento en su mejilla derecha que su madre resaltaba con un lápiz cosmético.
Cuando tenía siete años, su familia se mudó a Beverly Hills, donde Francis administró una galería de arte en el Beverly Hills Hotel. Con su atrayente aspecto de mujercita y una madre que la empujaba agresivamente a participar en audiciones, Elizabeth fue descubierta por un cazador de talentos y pronto firmó un contrato con Universal Pictures. En 1942, a los diez años, debutó en el cine en una comedia que no llamó la atención, ‘There’s One Born Every Minute’. Pronto estuvo ganando más que su padre, cuyo resentimiento por esto profundizó su dependencia del alcohol, llevándolo también a golpear ocasionalmente a su hija. "Dejé de ser niña desde el momento mismo en que empecé a trabajar en películas", le contó al escritor Paul Theroux en 1999.
Cambió de estudio en 1943 cuando la Metro-Goldwyn-Mayer necesitaba a una chica inglesa, amante de los perros, para un pequeño papel en ‘Lassie, la cadena invisible’ [Lassie Come Home]. Elizabeth se hizo con el rol y se convirtió en una de las actrices de reparto de MGM.
Los críticos no la detectaron sino después de que MGM la incluyera en el reparto de ‘Fuego de juventud’ [National Velvet] como Velvet Brown, una niña que sueña con correr en la carrera de obstáculos Grand National de Inglaterra. "No diría que sea particularmente dotada como actriz", escribió James Agee en The Nation en 1944. "Sin embargo, me impresionó, si puedo utilizar una apreciación conservadora, su vertiginosa belleza. Apenas si me interesa que sepa actuar o no".
Después del éxito de ‘Fuego de juventud’, fue difícil para Taylor controlar su vida. Su contrato, contó más tarde, "me convirtió en parte del mobiliario de MGM" durante los siguientes dieciocho años. El estudio elegía sus roles, controlaba sus apariciones en público, seleccionaba sus amigos y se encargó de su primera boda. Después de una serie de papeles como adolescente, tuvo su primer papel principal con Robert Taylor en el desdeñable melodrama ‘Traición’ [Conspirator] (1950). Tuvo suficiente éxito como para ser observada por el Harvard Lampoon, que la fastidió por "persistir tan valerosamente en su carrera, pese a una total incapacidad para actuar".
En 1951 contestó a esos escépticos con su trabajo en ‘Un lugar en el sol’ [A Place in the Sun], dirigida por Stevens. Con el papel de una inquieta y sexualmente ansiosa chica de la alta sociedad que se siente atraída por un joven amante de clase baja, Taylor ganó los primeros elogios de la crítica como actriz adulta.
Shelley Winters, que fue la rival de clase baja de Taylor en la película, dijo en 1985 que ‘Un lugar en el sol’ todavía "era lo mejor que había hecho. Elizabeth tenía una profundidad y una simpleza que eran realmente extraordinarios".
Más tarde Stevens la contrató para otro exigente papel en ‘Gigante’ [Giant] (1956), una película épica sobre dos generaciones de tejanos. Fue la esposa del ganadero Rock Hudson, y James Dean, que murió en un accidente de automóvil antes del estreno de la película, era en la película un salvaje y joven vaquero. Los críticos saludaron su talento, su "asombrosa revelación de insospechados dones", escribió el Times de Londres.
Sus siguientes tres películas le reportaron tres nominaciones a un Oscar.
La primera fue por ‘El árbol de la vida’ [Raintree County], una producción de 1957 dirigida por Edward Dmytryk, en la que Taylor es una fogosa belleza del sur al borde de la locura.
La siguiente nominación fue por su retrato de Maggie en ‘La gata sobre el tejado de zinc’ [Cat on a Hot Tin Roof] (1958), de Tennessee Williams. Taylor fue la guapa e insaciable esposa de Paul Newman, el hijo, alcohólico y homosexual latente, del propietario de una plantación en Mississippi. Aunque la actriz quedó viuda en medio del rodaje cuando el avión de Todd se estrelló, logró convertir su trabajo en una actuación que sería considerada ampliamente como la mejor de su carrera adulta.
"Era una actriz intuitiva", dijo Newman años después sobre la mujer que nunca tuvo una clase de actuación. "Siempre me sentí espantado por su ferocidad, y por cómo podía usar sus emociones tan rápidamente. Mirarla actuar era un privilegio".
Su tercera nominación reconoció su trabajo en ‘De repente, el último verano’ [Suddenly, Last Summer], otra historia de Williams, que exploraba la locura, la homosexualidad y el canibalismo. El éxito comercial de ‘De repente, el último verano’, puso a Taylor por primera vez entre los primeros diez éxitos de taquilla. Siguió estando entre las primeras diez todos los años durante la década siguiente.
En 1961 ganó su primer Oscar por su retrato de una prostituta en un atormentado romance con un hombre casado en ‘Una mujer marcada’ [Butterfield 8]. Aunque odiaba su rol y el guión, lo aceptó porque así terminaban sus obligaciones contractuales con MGM.
Su siguiente proyecto fue ‘Cleopatra’ para la Twentieth Century Fox. Taylor no quería el papel principal y exigió un millón de dólares. Según Fisher, finalmente ganó siete millones de dólares cuando le pagaron sus derechos y otros honorarios.
Con un costo final sin precedentes de 62 millones de dólares, la película inició una nueva era de excesos en Hollywood. Casi llevó a la ruina a Fox, que se vio obligada a vender su plató de exteriores colindante con Beverly Hills a una inmobiliaria, que convirtió esos 800 mil metros cuadrados en Century City.
La producción también dio inicio al periodo más turbulento de la vida de Taylor. Durante el rodaje en Roma, contrajo neumonía y fue sometida de urgencia a una traqueotomía. Estuvo durante días cerca de la muerte.
Después de su recuperación, cuando volvió al plató de ‘Cleopatra’ los titulares de los diarios en todo el mundo empezaron a revelar detalles sobre su aventura con Burton. Cuando la película fue finalmente estrenada en 1963, las reseñas fueron brutales, pero el público concurrió en masa a ver a sus desvergonzadas estrellas.
Taylor apareció con Burton en varias películas, incluyendo ‘Hotel Internacional’ [The V.I.P.s] (1963); ‘Castillos en la arena’ [The Sandpiper] (1965); ‘Doctor Fausto’ [Doctor Faustus], ‘Los comediantes’ [The Comedians] y ‘La mujer indomable’ [The Taming of the Shrew] (todas de 1967); ‘Boom!’ (1968); ‘Bajo el bosque lácteo’ [Under Milk Wood] y ‘Pacto con el diablo’ [Hammersmith Is Out] (ambas de 1972); y una película para la televisión titulada aptamente ‘Se divorcia él, se divorcia ella’ [Divorce His, Divorce Hers] (1973). Los críticos consideraron la mayoría de sus colaboraciones como insignificantes.
La excepción ocurrió en 1966, cuando la elegante pareja fue contratada para ‘¿Quién le teme a Virginia Woolf?’ [Who’s Afraid of Virginia Woolf?], el drama de angustias maritales de Edward Albee.
Taylor engordó once kilos y se puso una peluca canosa y relleno extra para representar a Martha, la desaliñada, deslenguada y muy educada esposa del calzonudo profesor universitario que era Burton. Se dice que la aterraba el reto de darle vida a un personaje tan alejado de su propia elegante persona.
Nichols y los Burtons y los otros dos miembros del reparto -George Segal y Sandy Dennis- se aislaron para ensayar en privado y cerraron el plató durante el rodaje. Poco a poco, contó Taylor, se fue sintiendo tan cómoda en su ‘traje de Martha’, que la pudo interpretar más espontáneamente.
Los críticos derrocharon elogios sobre su actuación, calificándola como la mejor de su carrera. La película ganó cinco estatuillas, incluyendo la segunda de Taylor a la mejor actriz. También ganó premios de la National Board of Review, la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, el Círculo de Críticos de Cine de Nueva York y lo que es ahora la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión.
Su siguiente película, ‘Reflejos de un ojo dorado’ [Reflections in a Golden Eye] (1967), con Brandon, mostró a Taylor como una actriz seria, pero lo que siguió fue una avalancha de malas películas que facilitaron que los críticos la volvieran a ignorar. Su voz, débil e inflexible, era considerada una de sus principales limitaciones.
Sin embargo, tuvo un rango sorprendentemente amplio de roles, incluyendo una traviesa actuación como la pesada esposa de la película ‘Salvaje y peligrosa’ [X Y & Zee], de 1972. La crítico de cine Pauline Kael, de la revista New Yorker, dijo que Taylor opacó "totalmente a los otros dos buenos actores [Michael Caine y Susannah York]".
Taylor retrató a una estrella de cine avejentada en ‘El espejo roto’ [The Mirror Crack’d] (1980), una adaptación estelar de la novela de Agatha Christie. También chapoteó en películas para la televisión y volvió al teatro, cosechando tibias reseñas en Broadway por su papel en ‘The Little Foxes’ [La loba], en 1981. En 1983 se reunió profesionalmente con Burton en la farsa ‘Private Lives’ [Vidas privadas] de Noel Coward, una obra sobre una pareja divorciada cuyo romance vuelve a encenderse tras un encuentro casual. "En ‘Vidas privadas’ la vida no imita al arte", escribió el crítico del New York Times, Frank Rich. "Lo borra".
Al decaer su carrera como actriz, se volcó a los negocios. En 1987 introdujo el perfume Elizabeth Taylor’s Passion, que se vendía en un frasco púrpura con forma de corazón a 165 dólares la onza. Llegaría a convertirse en una de los cuatro perfumes femeninos mejor vendidos en Estados Unidos, con beneficios de unos setenta millones de dólares al año. En los años noventa introdujo otro perfume exitoso, White Diamonds.
Entre sus últimas actuaciones se cuenta el modesto rol como suegra de Fred Flintstone en el estreno de ‘Los Picapiedra’ [The Flinstones] en 1994, la versión con actores reales de Universal de la serie de dibujos animados. El crítico Leonard Maltin describió su actuación como "deliciosamente divertida". También prestó su voz a un personaje de la popular serie animada, ‘Los Simpsons’ [The Simpsons], en Fox Television.
En 2001, fue protagonista con Debbie Reynolds en la película de ABC ‘Esas chicas fabulosas’ [These Old Broads], en la que Reynolds es una envejecida actriz de Hollywood y Taylor, su agente. La película -escrita por Carrie Fisher, la hija de Reynolds con el hombre que la había abandonado por Taylor hace cuatro décadas- puso un final feliz a uno de las peleas más famosas de Hollywood.
Taylor dijo que le hubiese gustado recibir más roles de carácter, pero el mercado era limitado para reinas del glamour en la tercera edad. Tampoco podía desaparecer poco a poco: cada uno de sus movimientos era todavía munición para la prensa sensacionalista. "Así que pensé, si me vas a cagar, te usaré", dijo a Vanity Fair en 1992. "Podía coger la fama que resentía y utilizarla para algo bueno".
Taylor tenía muchos amigos gays, y a medida que se expandía la epidemia del SIDA, algunos de ellos estaban muriendo. En 1985 se convirtió en la celebridad más prominente en dar su apoyo a lo que era entonces una causa muy poco elegante. Aceptó presidir el primer evento a beneficio de la lucha contra el SIDA, una cena para recoger fondos de la organización sin fines de lucro AIDS Project Los Angeles.
Empezó a llamar a sus amigos para pedirles apoyo. Algunas de las estrellas más grandes de Hollywood (se dice que Sinatra fue uno de ellos) la ignoraron. Taylor redobló sus esfuerzos, acompañada en sus esfuerzos por el asombroso anuncio de que Hudson, el guapo ídolo de matiné y co-estrella de ‘Gigante’ había contraído la temida enfermedad. Estuvo junto a Hudson, del mismo modo que años más tarde ayudaría al ídolo de la canción pop Jackson durante la lucha de este último para defenderse de las acusaciones de abuso sexual infantil.
Gracias a la fama de Taylor y a la simpatía pública por Hudson, los fondos recaudados para la lucha contra el SIDA superaron el millón de dólares y la cena atrajo a dos mil quinientos invitados, incluyendo a la ex Primera Dama, Betty Ford. Hudson estaba demasiado enfermo como para asistir, pero utilizó la ocasión para presentar una declaración pública sobre su enfermedad.
Randy Shilts, que escribió la pionera crónica sobre el SIDA ‘And the Band Played On’, dijo que Taylor marcó un antes y un después.
"Elizabeth Taylor logró que el SIDA fuera tratado en ‘Entertainment Tonight’, y no puedes subestimar el valor de ese tipo de cobertura", dijo Shilts. "Hizo que la enfermedad fuera algo sobre lo que la gente respetable también podía hablar".
Taylor fundó luego, con la doctora Mathilde Krim, la primera organización nacional dedicada a financiar la investigación sobre el SIDA, la American Foundation for AIDS Research, o AmFAR. En 1991 fundó la Elizabeth Taylor AIDS Foundation, que subsidiaba directamente educación y cuidado de pacientes de SIDA. Denunció al presidente George H.W. Bush, acusándolo de no hacer nada sobre el SIDA; apoyó el test del SIDA; y enfatizó la responsabilidad personal en la prevención de la enfermedad. "La gente no debería dejar de tener sexo -yo sería la última en proponerlo-, sino que hacerlo de manera segura", dijo. "Es importante".
Su trabajo sobre el SIDA le significó la Legión de Honor, la más alta distinción civil de Francia, en 1987, y el Premio Jean Hersholt Humanitarian de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en 1993. En 2000, la Reina Isabel la nombró Dame Commander de la Orden del Imperio Británico, un honor equivalente al nivel de caballero.
Gracias a sus esfuerzos finalmente se recaudarían más de 270 millones de dólares para la prevención y cura del SIDA.
A fines de 2007 hizo un raro retorno al teatro para reunir otro millón de dólares en una actuación a beneficio de la amarga ‘Love Letters’, de A.R. Gurney, en Paramount Studios. Los miembros del Gremio de Guionistas de Estados Unidos dejaron provisoriamente sus letreros de protesta para permitir que Taylor y sus invitados apoyaran el evento sin culpa o rencor. Después de que su conmovedora charla pusiera al público de pie, la frágil actriz se levantó de su silla de ruedas para recibir la ovación. Era todavía majestuosa, y le chorreaban los diamantes.
Además de sus hijos Michael y Christopher Wilding, la sobreviven sus hijas Liza Todd y Maria Burton; su hermano Howard Taylor; diez nietos y 4 biznietos.
7 de abril de 2011
23 de marzo de 2011
©los angeles times
cc traducción mQh

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