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guerra en la frontera


[Mary Jordan y Kevin Sullivan] El asesinato del jefe de policía es uno de los 600 cometidos este años, a pesar de agresivas medidas.
Ciudad de México, México. Nadie quería el cargo de jefe de policía en Nuevo Laredo, una ciudad en la frontera entre Estados Unidos y México plagada por las violentas bandas de narcotraficantes. Finalmente, Alejandro Domínguez, 52, empresario y padre de tres hijos, se ofreció para el puesto y ayudar así a su asediada ciudad. El miércoles pasado, horas después de haber jurado su cargo, Domínguez fue asesinado por hombres que dispararon con rifles de asalto desde un convoy de Chevrolet Suburbans.
Esta semana tropas federales y la policía ocuparon esta ciudad de 300.000 habitantes, cuando el número de bajas alcanzaba las 50 víctimas en esta guerra contra las drogas, y el embajador norteamericano, Antonio O. Garza Jr., advirtió de una "situación en rápido deterioro en la frontera". Toda el cuerpo de policía local fue sacado de las calles después de que agentes de la ciudad se enfrentaran a balazos con la policía federal de investigaciones el sábado, que dejó un saldo de un agente federal gravemente herido.
El coste humano de la agresiva guerra de México contra el tráfico de drogas está subiendo rápidamente en momentos en que el país pasa por el peor estallido de violencia relacionada con las drogas en años. Más de 600 personas han sido asesinadas este año, a menudo de manera extraordinariamente descarada y sangrientas ejecuciones, de acuerdo a informes de la prensa nacional y de criminalidad en los estados.
Nuevo Laredo es apenas un punto álgido en un espantoso conflicto que se ha extendido por todo el país. En los últimos meses un campesino del estado de Sinaloa en la costa del Pacífico fue matado a balazos cuando visitaba la tumba de sus padres, y un padre de Monterry, en el norte de México, fue asesinado frente a su hijo en una videoteca. Las autoridades han encontrado cuerpos con brazos y piernas cercenados y barriles de ácido que creen que los traficantes usaron para disolver el cuerpo de sus víctimas.
"El viejo código de matar en privado -arreglando cuentas en privado- ha terminado", dijo Ana María Salazar, un ex funcionario de antinarcóticos del Pentágono que es ahora politólogo en México. "Ahora matan en la calle, en los centros comerciales y en los restaurantes".
Mientras muchas víctimas de la violencia de los traficantes parecen haber estado implicadas en el tráfico ilícito, como miembros de bandas rivales que han muerto en balaceras, un número creciente son funcionarios públicos que, como Domínguez, hicieron frente al crimen organizado, dijeron funcionarios de gobierno.
Esta semana las autoridades mexicanas revelaron por primera vez que habían muerto 90 soldados en incidentes violentos relacionados con las drogas desde que el presidente Vicente Fox asumiera el cargo en diciembre de 2000, prometiendo una "guerra sin cuartel" contra los carteles de la droga mexicanos. Además, murieron al menos 65 agentes de la Agencia Federal de Investigaciones desde su formación en 2002.
Algunos murieron en enfrentamientos con traficantes de drogas en las calles de la ciudad; otros murieron cuando sus helicópteros fueron atacados por traficantes y los echaron abajo o los estropearon colgando cables pesados en los angostos valles donde se cultiva amapola y marihuana.
En una entrevista hace poco, Fox comparó la "explosión de asesinatos del crimen organizado" en México con la era de Al Capone en Chicago. "Recordemos Chicago en los años veinte. Quiero decir, tomó años deshacerse de las mafias, tomó años deshacerse del crimen organizado", dijo. Fox dijo que las autoridades mexicanas estaban colaborando para enfrentarse a los delincuentes que controlan "millones y millones y millones de dólares".
Funcionarios federales dijeron que sus enemigos a menudo no son solamente los carteles de la droga, sino también las policías locales que han sido corrompidas por el dinero de las drogas. Ese problema ha provocado una creciente batalla entre agentes de la policía federal, muchos de ellos adiestrados por policías norteamericanos, y sus contrapartes locales, subrayado por el reciente choque en Nuevo Laredo.
"Es evidente que hay fuerzas policiales que han sido infiltradas por el crimen organizado", dijo el lunes el portavoz de la presidencia, Rubén Aguilar Valenzuela.
En la última década, numerosos agentes federales y de la policía de los estados, así como soldados, se han visto implicados en el tráfico de drogas.
Aguilar anunció que cientos de soldados y agentes federales fueron enviados a áreas asoladas por la violencia de las bandas. También llamó a las autoridades norteamericanas a ayudar a parar el flujo de armas en México. Dijo que gran parte de las armas de alto poder y otras tecnologías usadas por los carteles mexicanos son introducidas desde Estados Unidos.
Funcionarios policiales atribuyen la actual violencia a la detención por el gobierno de Fox de 15 jefes de organizaciones criminales multimillonarias. Bandas rivales han tratado de penetrar y tomar violentamente sus territorios. También ha habido sangrientas batallas dentro de los carteles debido a que los lugartenientes pelean entre sí para subir en el escalón ocupando las nuevas vacantes en el tope, dijeron funcionarios mexicanos.
Funcionarios en Washington han elogiado repetidas veces los esfuerzos de Fox, observando que ha encarcelado a más cabecillas de carteles que cualquier presidente en la historia mexicana. Desde que asumió el cargo, el gobierno mexicano ha arrestado a más de 46.000 personas por cargos relacionados con el tráfico de drogas, destruido numerosas pistas de aterrizaje clandestinas y erradicado miles de hectáreas de campos de amapola y marihuana.
Sin embargo, los nuevos y agresivos esfuerzos de equipos de la elite de la policía federal para combatir el tráfico de drogas a menudo han terminado en tragedia. El mes pasado, por ejemplo, un agente de la policía federal que perseguía a un Ford Expedition blindado en la fronteriza ciudad de Matamoros, fue atacado y matado por sus ocupantes, que escaparon a pie. En el vehículo se encontraron cuatro granadas, cinco rifles AR-15, tres ametralladoras MP5, dos telescopios, 11 móviles y más de 2.000 cartuchos de municiones.
En el pasado, dijeron funcionarios mexicanos y norteamericanos, los agentes no habrían perseguido a nadie, por temor o porque estaban en la planilla de los carteles de traficantes. Los funcionarios creen que Ezequiel ‘Tony Tormenta', hermano del encarcelado jefe del cartel Osiel Cárdenas Guillén, era uno de los pasajeros en el SUV.
"La guerra continúa, y estamos en el lado bueno", dijo Carlos Díaz, 22, colega del agente asesinado. "Quizás no todo el mundo sea suficientemente valiente como para venir y trabajar aquí, pero mucho sí lo es, y son muy valientes. Conoces el peligro. Sabes al salir de casa que quizás no vuelvas".
Varios analistas han empezado a señalar que muchos de los elogiados esfuerzos de Fox en la lucha contra los traficantes de drogas no ha reducido la oferta de drogas que llegan a las calles norteamericanas desde México. En lugar de eso, dijeron, todo lo que México ha recibido por sus esfuerzos ha sido más violencia y el problema de un creciente y rápido aumento del consumo de drogas.
"La buena noticia es que hay más capos en la cárcel; la mala, es que no cambia nada", dijo Jorge Chabat, un académico que estudias problemas judiciales. "No ha habido cambios en la cantidad de drogas disponible en la calle, y tenemos más violencia. La pregunta lógica es: ‘¿Para qué estamos haciendo esto?'"
José Luis Santiago Vasconcelos, el fiscal más prominente del país contra el crimen organizado, dijo en una entrevista que era importante impedir que México llegase a ser como Colombia, donde en los años ochenta los traficantes de drogas se apoderaron de gran parte del país vía sobornos, intimidación o asesinando a políticos, agentes de policía, jueces y fiscales. Si México no ataca a los narcotraficantes, dijo, "nuestros hijos sufrirán mañana, cuando los grandes narcotraficantes traten de dominar... nuestras instituciones, de dominar el sistema judicial, los medios de comunicación, incluso nuestras vidas".
En la actualidad el más notorio barón de la droga de México es Joaquín ‘El Chapo' Guzmán, que se fugó de una prisión de máxima seguridad en enero de 2001, un mes después de que Fox asumiera la presidencia. Salazar observó que el débil sistema penitenciario no había sido capaz de contener a los cabecillas, varios de los cuales escaparon, mientras otros que siguen encerrados fueron descubiertos hace poco ordenando por teléfono cargamentos de cocaína y encargos de asesinatos.
"No pueden controlar a los capos en la cárcel, ¿cómo van a controlar la calle?", dijo Salazar.
Se cree que Guzmán está escondido en las montañas de Sinaloa, su estado. El gobierno norteamericano ha ofrecido una recompensa de 5 millones de dólares por su detención. Funcionarios dijeron que la policía local y vecinos han estado ocultando a Guzmán e informándoles toda vez que se aparece la policía.
Vasconcelos lamentó que Guzmán, de quien dijo que repartía dinero en los barrios pobres, muchos en su estado natal lo consideren un héroe. El fiscal imploró a los medios de comunicación mexicanos que lo ayudaran a "cambiar esa imagen".
"Quiero que me ayuden a que la gente se de cuenta que el dólar que recibes de un narcotraficante está empapado en sangre".

19 de junio de 2005
16 de junio de 2005
©washington post
©traducción mQh

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