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éxodo en chiapas


[Chris Kraul] Muchos mexicanos pobre están siendo reubicados fuera de la zona controlada por los rebeldes. Se quejan de estancamiento económico y de los métodos de los zapatistas.
Marqués de Comillas, México. Como muchos de los que viven en agobiante pobreza en las selvas controladas por los rebeldes en el sur de México, Eliás Guillén se cansó de esperar una vida mejor. Así que votó con sus pies.
Una década después de que el movimiento zapatista ocupara sectores de Chiapas y sacudiera a la clase política mexicana, la vida de Guillén en este rincón del sureño estado no ha mejorado. Los servicios públicos son prácticamente inexistentes. Ninguno de sus nueve hijos, de entre 12 y 31 años, ha aprendido a leer, en parte debido a un decreto zapatista que prohíbe la asistencia del gobierno en el área.
Cuando el ministerio de la Reforma Agraria ofreció a los pobres que viven en su villorrio la posibilidad de ser reubicados en un asentamiento con electricidad, calles y una escuela, 26 familias, incluyendo la de Guillén, aceptaron encantadas.
"Cuando empezaron los zapatistas, hablaron de cosas sobre las que nadie había hablado antes: libertad, tierra, techo y trabajo. Dijeron que nos sacarían de la pobreza, pero en 10 años los resultados son casi nada", dijo Guillén, 56. "Mucha gente ha dejado de creer".
Se cree que las deserciones de gente como Guillén pueden ser un factor en la serie de comunicados emitidos por los rebeldes esta semana. Las declaraciones culminaron el miércoles con una declaración del enigmático líder del movimiento, el subcomandante Marcos, en la que dice que los rebeldes pondrán fin a una década de aislamiento y se embarcarán en una acción políticas más abiertas y tradicionales.
El giro es parte de una tendencia que ha presenciado la emigración de grandes contingentes de vecinos de Chiapas hacia Estados Unidos. En la última década, Chiapas ha pasado casi al último de lugar (11) de la lista de 31 estados mexicanos y la capital federal en recibir transferencias de inmigrantes en Estados Unidos, de acuerdo al Banco de México.
"Desde 2002 ha habido un enorme aumento de gente de Chiapas que se han marchado a Estados Unidos", dijo Pablo Romo, fundador del Centro de Derechos Humanos Padre Bartolomé de Las Casas, un grupo con sede en San Cristóbal de Chiapas, que aboga por los derechos de los pueblos indígenas. "Han surgido tensiones debido a las promesas incumplidas".
Pero muchos como Guillén simplemente se están asentado en otros lugares de Chiapas, tratando de escapar de la puritana ideología de los rebeldes, la política de tierras comunales, el militarismo y la prohibición de los servicios gubernamentales.
La nueva casa de Guillén en la esquina sudeste del estado, a 210 kilómetros de su antiguo pueblo de San Francisco de Caracol, no es ideal. La tierra es árida, y remota. Su primera cosecha de maíz y frijoles fue un fracaso.
"Pero es nuestra", dijo Guillén, que era un okupa en Caracol, ubicado en la reserva ecológica de Montes Azules.
Marcos reconoció el descontento en sus comunicados. Dijo que el desarrollo económico había sido "desigual" en la selva lacandona, donde se estima que viven unos 250.000 indígenas en áreas controladas por los zapatistas. También reconoció que algunos miembros del ejército zapatista se han extralimitado, usurpando roles que es mejor dejar a entidades "democráticas".
Marcos no llegó a anunciar el desarme del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, pero dijo que el grupo había decidido recientemente buscar alianzas con grupos de trabajadores, estudiantes y profesores en todo México.
El presidente Vicente Fox, hablando en una rueda de prensa en Belice el miércoles, acogió el anuncio diciendo "a su servicio, señor Marcos".
El jueves, Marcos fue un poco más lejos y dijo que dentro de poco los zapatistas enviarían una delegación por el país para promover la "creación de una gran alianza de izquierda para fomentar una nueva constitución mexicana".
En 2001 los zapatistas marcharon sobre Ciudad de México para promover una enmienda constitucional para proteger los derechos indígenas, pero dijeron que la ley aprobada no fue demasiado lejos.Algunos analistas creen que los anuncios de los zapatistas son un esfuerzo para recuperar algo de su dañada estatura política.
La victoria del alcalde de Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, de izquierda, en las elecciones presidenciales del próximo año, debilitaría la fuerza de la postura de los revolucionarios zapatistas, escribió el analista Fernando Escalante en una columna de diario.
Juan Pedro Viqueira, profesor del Colegio de México en Ciudad de México, dijo que Marcos puede estar simplemente aburrido y tratando de recuperar su "presencia nacional" después de haber permanecido en silencio una gran parte desde 2001.
Marcos anunció en mayo, quizás en son de broma, que los rebeldes aceptarían la propuesta de un equipo de fútbol italiano de jugar un par de partidos "fraternales". Los partidos no han sido todavía programados.
Los rebeldes también pueden estar tratando de recuperar algo del apoyo financiero externo, principalmente de simpatizantes en Europa, que se ha reducido en los últimos años.
De acuerdo a fuentes de la inteligencia mexicana, los zapatistas reciben ahora menos de un tercio de los 15 millones de dólares en donaciones que recibían anualmente en los años posteriores a su insurrección de 1994.
La socióloga María Dolores París, de la Universidad Autónoma Metropolitana, dijo que los zapatistas eran constantemente acosados por el ejército mexicano, y que podrían simplemente haberse cansado.
Romo, del centro de derechos indígenas, dijo que la pobreza crónica y el asedio de la vida moderna estaban empujando a la gente a abandonar la zona zapatista.
"Hay más televisión y más caminos en la zona, así que la gente sabe más. Especialmente los jóvenes ven vaqueros y zapatillas de tenis que, como cualquier joven, quieren tener, pero no tienen dinero", dijo Romo.
Otros enfatizan las dificultades del modo de vida que han impuesto los zapatistas. Muchos de los que han dejado el movimiento han estado viviendo en granjas colectivas llamadas "nuevos centros de población" que los zapatistas crearon con las -según se calcula- 1.700 propiedades de Chiapas ocupadas o abandonadas después de los sucesos de 1994.
Aunque han proporcionado a los indios pobres acceso a tierras agrícolas, esos centros están divididos por conflictos étnicos. Algunos vecinos dicen que resienten los métodos dictatoriales de los zapatistas.
En Altamirano, un pueblo en las montañas al oeste de la selva lacandona que es todavía un bastión zapatista, los vecinos que hablaron a condición de preservar el anonimato, dijeron que 200 familias habían abandonado las comunas cercanas por una variedad de razones, incluyendo el deseo de poseer su propia tierra y no estar sujetos a los dictados de los zapatistas sobre qué cultivar.
Dos hermanos dijeron que el número de familias en su granja colectiva había caído en picado, de 40 a 18. Cuando fueron incapaces de dirimir una disputa con una familia vecina, los zapatistas los castigaron, dijeron, imponiéndoles 10 días de duros trabajos.
"Queremos producir lo que queremos -cerdos, cabras y pollos-, pero no nos dejan", dijo un hermano que, como otros, quiere que la comuna sea subdividida para que cada familia posea la tierra que trabaja. "Los que no tenemos nada terminamos trabajando para los que no trabajan".
Guillén perdió la esperanza de que los zapatistas mejoren las condiciones de vida de la gente. "Di este paso por mi propia cuenta para dar a mis hijos una mejor posibilidad", dijo.

2 de julio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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