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bailando con los diablos


[Simón Romero] Venezuela baila ritmos demoníacos para fomentar el turismo.
San Francisco de Yare, Venezuela. Con trajes color de sangre y demoníacas máscaras de papel maché que harían sonreír a una gárgola, cientos de fieles disfrazados de diablos recorrieron bailando las calles de aquí el jueves en uno de los rituales religiosos más exaltados de Venezuela.
Edgar Serrano trabajó en su máscara para prepararse para el Baile de los Diablos, que empezó en el siglo dieciocho como un ritual afro-venezolano.
Una tradición afro-venezolana en las parroquias de los alrededores de la costa caribe del país desde el siglo dieciocho, el Baile de los Diablos han recibido apoyo del gobierno del presidente Hugo Chávez como parte de su campaña por crear conciencia sobre el folclore venezolano y fomentar nuevas formas de turismo.
Esta pequeña ciudad fundada en 1718 por esclavistas que poseían plantaciones de cacao y caña de azúcar cercanas, ahora atraen a miles de visitantes cada año para el festivo católico de Corpus Christi. Miran a los diablos retorcerse al ritmo de tambores en un ritual descrito por los vecinos como un baile de resistencia cultural.
"Hay muchas historias sobre su origen, pero sabemos que era sobre todo un modo para que nuestros ancestros participaran en la vida de la iglesia", dijo Pablo Azuaje, 57, el capataz del baile.
Historiadores y antropólogos que han estudiando el Baile de los Diablos dijeron que tradiciones similares existieron en la Europa medieval y todavía se podían encontrar en algunos países, como Bolivia y México. En las pequeñas parroquias venezolanas, e incluso en Caracas a hasta fines del siglo diecinueve, el Baile de los Diablos se convirtieron en símbolos de la lucha del bien contra el mal.
Aquí en Yare, como se conoce a esta ciudad al sur de Caracas, el baile de los diablos da una vuelta por la plaza antes de descansar a la puerta de la iglesia blanqueada. Tras la misa de la mañana, sucumben en un acto de devoción ante la Eucaristía, la representación del cuerpo y la sangre de Cristo por la hostia y el vino, antes de bailar por toda la ciudad con paradas para rezar en una docena de altares.
Rafael Strauss, historiador que ha estudiado los bailes del diablo en varias comunidades venezolanas, dijo que tenían su raíz en los intentos de los esclavos, marginados por el rígido sistema de castas colonial, de tener funciones importantes en la vida religiosa. Una vez regañados por los funcionarios de la iglesia, hoy los diablos son tolerados y eventualmente celebrados.
"Los Bailes del Diablo del siglo dieciocho difieren poco de los artistas del reggaetón hoy", dijo Strauss, autor del libro ‘El diablo en Venezuela', refiriéndose a un baile contemporáneo con connotaciones sexuales explícitas que se popularizaron en Puerto Rico antes de extenderse por América Latina y Estados Unidos.
Mientras que la prohibición de que hombres y mujeres bailen juntos ha persistido en los bailes de diablos, continuando la tradición que empezó cuando el ritual era considerado como abiertamente sensual, Strauss dijo que el baile desde que Venezuela aboliera la esclavitud en 1854. Aunque en algunos pueblos chicos sólo participan negros, en ciudades más grandes como Yare bailan personas de varias etnias.

En su fomento del baile de los diablos, principalmente mediante publicidad, el gobierno de Chávez sigue el ejemplo de Rómulo Gallegos, el novelista que fue presidente de Venezuela en 1948 antes de ser derrocado por un golpe de estado. Los diablos ganaron renombre mundial cuando el gobierno de Gallegos los llevó para actuar en Caracas, como parte de una campaña para llamar la atención sobre las tradiciones folclóricas en momentos en que los más altos ingresos por el petróleo estaban modernizando al país.
"Ahora estamos tratando de crear un turismo de inclusión", dijo Teorggeena Pérez, coordinadora de turismo para Yare, explicando que estimular a los visitantes a dormir en las casas de los bailarines y de los otros habitantes del pueblo también forma parte del programa de ‘desarrollo endógeno' de Chávez, un programa de erradicación de la pobreza para ayudar al crecimiento económico de comunidades marginadas.
En realidad, el rojo no es solamente el color de la ropa del diablo, sino también de los sombreros y camisetas, adornados con lemas a favor de Chávez y las iniciales de su partido socialista, que llevan muchos de los que vinieron aquí a mirar el baile y vender sus productos a otros visitantes.
"Para nosotros es un bello día para hacer negocios y ver cosas nuevas", dijo Irma Romero, 55, miembro de la Cooperativa Pioneros de la Resurrección, un grupo de Caracas que hace ropa y recibe financiamiento del ministerio de Economía Comunal para comercializar sus mercaderías en eventos culturales en todo el país.
Funcionarios del estado de Miranda, que incluye a Yare y es gobernado por un estrecho aliado de Chávez, repartieron panfletos con una lista de los apellidos de las familias que poseyeron esclavos en el pasado de aquí y describieron en detalle los orígenes y características del baile de los diablos.
Aquellos que participan en el ritual parecían dichosamente ignorantes, al menos por un día, de los polarizadores cambios políticos en Venezuela, como la creación de Chávez de un solo partido socialista con sus seguidores. Otros vestidos de rojo eran los empleados de Brahma, la cervecería que el jueves vendió copiosas cantidades a los visitantes de Caracas y otras ciudades.
Con pequeñas cruces hechas de frondas enganchadas a sus camisas, los diablos sudaron y bailaron en un estado similar al trance antes de descansar al mediodía con un almuerzo de mondongo, una sopa hecha de tripas cocidas a fuego lento y manitas de cerdo. Luego siguieron bailando hasta la tarde.
"He pasado toda mi vida dedicado a los diablos", dijo Juan Vicente Morgado, 53, uno de los principales fabricantes de máscaras de Yare, en su taller donde cuelgan de las paredes decenas de máscaras. "Es una de esas cosas en la vida en la que buscamos lo grotesco, para encontrar algo positivo".

2 de octubre de 2007
12 de junio de 2007
©new york times
©traducción mQh

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