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cinco mitos sobre el crack


[Craig Reinarman] La legislación punitiva contra el crack se basa en mitos que producen injusticias.
¿Deberían tener los jueces la discreción de apartarse de las instrucciones sobre la dictación de sentencias si conducen a resultados injustos? El 2 de octubre la Corte Suprema se debatió con esta pregunta durante los alegatos orales en un caso relacionado con el crack, el de Kimbrough versus Estados Unidos. El caso se ha filtrado en los tribunales de primera instancia porque el juez se negó a imponer la sentencia recomendada que pensó que era profundamente injusta.
En el punto más álgido sobre la alarma de crack de cocaína de mediados de los años ochenta, el Congreso aprobó toda una serie de leyes que exigen sentencias de prisión más prolongadas. Una de esas leyes creó un disparidad de cien a uno entre los delitos por cocaína y los delitos por crack. Te tienen que sorprender con quinientos gramos de cocaína en polvo -pero sólo cinco gramos de crack de cocaína- para que puedan sentenciarte a un mínimo de cinco años.
El crack es a menudo utilizado en los barrios en el centro de la ciudad, y la policía concentra allá sus esfuerzos. ¿El resultado? Sentencias racialmente discriminatorias que han llenado las cárceles con afro-americanos. Muchos jueces de estado y distrito coinciden en que la disparidad es injusta, y sólo trece de los cincuenta estados todavía distingue legalmente entre cocaína y crack de cocaína. De hecho, las leyes contra el crack de hace veinte años, se basan en mitos:

1 El crack es diferente a la cocaína.
Cuando empezó la epidemia de crack a mediados de los años ochenta, los políticos y la prensa compitieron por ver quién contaba más historias de horror sobre este nuevo cuco químico. Hablaron del crack como si fuera una droga completamente diferente a la cocaína, pero eso es una falacia farmacológica. El crack es simplemente la forma básica del polvo de clorhidrato de cocaína que se fuma. La cocaína es crack que es inhalado en forma de polvo. La única diferencia es que cuando se la fuma, la cocaína llega más rápidamente al cerebro, del mismo modo que el vodka te embriagará más rápidamente que el vino. Fumar crack es simplemente un intenso modo nuevo de ingerir una droga antigua. Incluso el director del Instituto Nacional sobre la Drogadicción declaró en 2006 que "los efectos farmacológicos de la cocaína son iguales, independientemente de si se ingiere bajo la forma de clorhidrato de cocaína [polvo] o crack de cocaína".

2 El crack produce una adicción inevitable e instantánea.
Funcionarios de control de drogas justificaron las nuevas leyes afirmando que el crack era "la substancia más adictiva que se conoce en el mundo". Por supuesto, esto se ha dicho también de otras drogas en otras alarmas por drogas, empezando por la cruzada de la temperancia contra el alcohol. Sin embargo, expertos y ex drogadictos dicen que el crack de cocaína produce un poderoso colocón y es fácil de caer en el abuso; muchos usuarios se han empachado con crack y terminado con serias lesiones.
Pero la inmensa mayoría de la gente que probó el crack, ya no continúa usándolo. Durante veinte años, la Encuesta Nacional sobre el Uso de Drogas y la Salud ha constatado que cerca del ochenta por ciento de los que han probado el crack, no lo han vuelto a hacer en el año pasado. Y un estudio reciente en el Journal of the American Medical Association muestra que el crack de cocaína no es significativamente más adictivo que el polvo de cocaína.

3 La plaga del uso del crack se extendió rápidamente en todos los sectores de la sociedad.
Esto no ocurrió nunca. Cualquiera sean sus atractivos, el crack nunca se difundió demasiado lejos en las secundarias suburbanas, en las ciudades universitarias o en las clases medias y trabajadoras. El uso del crack se concentró en un pequeño segmento de la parte más vulnerable de la población: la gente pobre marginada.
Cuando esta moda de ingerir cocaína apareció primero entre los ricos de Wall Street, atletas profesionales, estrellas del rock y gente de Hollywood, se llamó freebasing. Cuando algunos de ellos se metieron en dificultades por su uso, se extendieron los programas de tratamiento. Pero cuando la práctica empezó a aparecer en guetos y barrios bajo el nombre callejero de crack, provocó una ola de encarcelamientos. De hecho, su uso entre los que se describía ya como la ‘clase peligrosa' es parte de la razón de por qué el crack era visto como esencialmente peligroso.

4 El crack es la causa directa de crímenes violentos.
Los políticos citaron repetidas veces la asociación entre el crack y la delincuencia para justificar leyes draconianas. Es verdad que muchos usuarios de crack han cometido delitos. Al principio, todo el mundo asumió que este vínculo entre el crack y la delincuencia se derivaba de la necesidad del adicto por el potente colocón del crack, pero resulta que la cadena de causalidad es más compleja. Estudios de expedientes de la policía de Nueva York fundados por el ministerio de Justicia mostraron que la mayoría de los ‘homicidios relacionados con el crack' tenía que ver con el contexto de barril de pólvora donde se vende el crack: alto desempleo, angustiante pobreza, mercados ilícitos terriblemente rentables y armas de fuego fácilmente disponibles. El crack ya no está en el foco de atención de la prensa, pero su uso ha persistido en casi los mismos niveles de hace veinte años; entretanto, los delitos violentos se han reducido dramáticamente en la última década.

5 Las sentencias severas en casos de crack son necesarios para disuadir a traficantes "serios" e "importantes".
Esto fue lo que dijo el Congreso cuando aprobó las leyes, pero definió el tráfico "serio" en cinco gramos. Las cifras de la Comisión de Sentencias han mostrado durante largo tiempo que más de tres cuartos de los capturados son simplemente usuarios y vendedores de poca monta capturados con cantidades diminutas. Y son abrumadoramente afro-americanos. Perversamente, los vendedores de poca monta reciben penas cinco veces más largas que los vendedores de polvo de cocaína capturados con la misma cantidad, que pueden incluso haberles suministrado ellos mismos.
Estas leyes han ayudado a aumentar el número de personas recluidas en relación con drogas en las cárceles norteamericanas en casi nueve veces, de unas cincuenta mil cuando asumió el gobierno el presidente Ronald Reagan en 1981 a más de 450 mil hoy. Han contribuido a triplicar la población carcelaria y dado a Estados Unidos la tasa de encarcelación más alta del mundo. Esto cuesta a los contribuyentes estadounidenses billones de dólares al año, pero no ha logrado nunca siquiera abollar nuestros problemas más serios con las drogas.
No podemos encarcelar nuestra ruta hacia una ‘sociedad sin drogas'.

craigo@ucsc.edu

Craig Reinarman es profesor de sociología en la Universidad de California en Santa Cruz y co-autor de ‘Crack in America: Demon Drugs and Social Justice'.

29 de octubre de 2007
14 de octubre de 2007
©washington post
©traducción mQh
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