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duke en el corredor de la muerte


Este es un caso de 2007, que entonces fue acompañado en el New York Times del siguiente texto: "Se le acaba el tiempo y el indulto no llega". Todavía no sabemos cómo terminó, pero entrega valiosos materiales de reflexión sobre el tema de los perros peligrosos.
[Paul Vitello] Bay Shore, Nueva York, Estados Unidos. En los documentos presentados el miércoles a la División de Apelaciones de la Corte Suprema del estado, los contradictorios retratos del prisionero parecen describir a dos individuos diferentes.
Es o un vicioso depredador con toda una historia de ataques, o es el tipo de individuo que ni siquiera muestra los dientes cuando le jalas las orejas.
Después de tres años y medio de estar en el corredor de la muerte canino, Duke, un pit bull terrier americano de cinco años, es el tema de un inusual y desesperado recurso para revertir la ‘orden de destrucción’ de un juez por sus ataques al perro del vecino en dos ocasiones en dos meses en 2003. Su abogado dice que Duke fue condenado injustamente y sentenciado severamente sobre la base de una ley que entró en vigor el 1 de enero de 2004, dos semanas después del ataque -una ley que convirtió los ataques de perros contra perros en acciones de severos castigos. Antes de eso, sólo los perros que atacaban a humanos eran castigados severamente.
"Se nos acaban las opciones", dijo la abogado Amy Chaitoff. "Y sería una terrible injusticia".
El caso de Duke ha llamado considerablemente la atención en Long Island. Organizaciones de rescate animal han montado una manifestación en el Ayuntamiento de Islip en 2005, exigiendo su liberación. Y durante una audiencia en 2006, una multitud de unas sesenta personas se reunió frente al tribunal para mostrar su solidaridad con los dueños de Duke, Denise y Chanse Menéndez, de Hauppauge.
Pero si los jueces de la División de Apelaciones del estado en Brooklyn resuelven esta vez contra él, Duke, que ha estado confinado a su última jaula en la segunda hilera del Canil No. 1 en el Refugio Animal Municipal de Islip desde el 26 de diciembre de 2003, probablemente comerá aquí su último bizcocho. (Su jaula está junto al pequeño cuarto donde los funcionarios administran inyecciones letales a cerca de una docena de perros a la semana).
De algún modo, dicen juristas, Duke representa una nueva clase de perros en el corredor de la muerte. Nueva York es uno de una docena de estados que, en los últimos diez años, han cambiado las leyes para hacer posible incautar a perros con dueño para aplicarles la eutanasia por morder a otros perros.
Ledy VanKavage, director de legislación para la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales, dijo que las disposiciones más estrictas reflejaban varios factores: el creciente número de perros como mascotas en las familias estadounidenses, la creciente preocupación por casos altamente publicitados de casos de perros agresivos, y lo que llamó el "vínculo siempre en movimiento entre humanos y animales".
"La idea es: ‘Mi perro es miembro de mi familia. Si atacas a mi perro, atacas a mi familia’", dijo.
Pero VanKavage dijo que esta era una lógica torcida, observando que, "después de todo, los perros son depredadores".
El alegato opuesto se encuentra en los documentos presentados a nombre de la antigua vecina de Duke, Dominick Motta, que declaró que el 23 de octubre de 2003 Duke y su hermana pit bull, Shelby, persiguieron el bulldog de Motta, Daisy, y que Duke la mordió.
Después de la audiencia, Duke fue definido como "perro peligroso" por la juez de distrito Madeleine A. Fitzgibbon, del condado de Suffolk. Resolvió que sus dueños lo mantuvieran en casa o en el patio, en un canil construido especialmente.
Cuando Duke se soltó el 13 de diciembre de 2003, y nuevamente persiguió y mordió a Daisy, Motta, que entonces tenía tres hijos entre los dos y siete años, presentó una segunda demanda, que resultó en la orden de destrucción de la juez Fitzgibbon.
"Mi cliente no pidió que el perro fuera eutanasiado, sino que fue decisión del juez", dijo el abogado de Motta, John L. Belford Jr., de St. James, en una entrevista. "Y la decisión de la juez no tenía por objetivo proteger solamente a mi cliente".
Si Duke comparte con algunos residentes humanos en el corredor de la muerte el tipo de personalidad misteriosa que puede parecer tenebrosamente peligrosa para algunos e intrigante para otros, también comparte lo que parece la ecuanimidad de alguien que está en paz consigo mismo.
"Mira, voy a hacer algunas cosas que no toleraría ningún perro agresivo", dijo Jeff Kolbjornsen, etólogo que participó en las manifestaciones a favor de Duke, en una visita al refugio el otro día.
Sujetó con una mano el hocico del perro. Lo empujó. Lo pisó -aunque ligeramente. Le golpeó la cabeza, suavemente.
Duke -cuyo cráneo es del tamaño de un melón y cuyo cuello es tan grueso como el muslo de un hombre, y cuya boca va de oreja a oreja- se sentó sobre sus piernas traseras, jadeando, su lengua estirada sobre su pecho. Le dio un empujón y luego lamió la mano de Kolbjornsen.
"Este es el perro más bueno y tranquilo con el que he trabajado y llevo aquí siete años", dijo Joanne Daly, una empleada del refugio.
En el expediente entregado el miércoles a la corte por Chaitoff, la abogado de los dueños de Duke, se incluyeron declaraciones de Daly y de Matt Caracciolo, el director del refugio, elogiando la naturaleza amistosa y apacible del perro.
Pero la idea central de su alegato es que la ley según la cual se le procesó, la Sección 108 de la Ley Agrícola y de Mercados del estado, que define a los "perros peligrosos", cambió desde la época de los ataques a la época de su juicio.
En 2003, la ley definía como perro peligroso al que atacaba a una persona o a ciertos tipos de perros de servicio, como los perros lazarillos. Fue en 2004 que la ley se amplió para incluir a los ‘animales de compañía’, mascotas como la de Motta, Daisy.
Por eso, dijo Chaitoff, a los ojos de la ley, así como a los ojos de sus amigos, "Duke es un perro inocente".

10 de agosto de 2009
12 de abril de 2007
©new york times
cc traducción mQh
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