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secuestros en la frontera


Inmigrantes que tratan de cruzar hacia Estados Unidos caen en trampas montadas por pandillas con extensas redes, dicen las autoridades.
[Richard Marosi] Tecate, México. Los desaliñados inmigrantes se estaban haciendo camino entre rocas y matorrales cuando fueron atacados por un grupo de hombres fuertemente armados a pocos metros de la frontera entre California y México. Obligaron al grupo de inmigrantes compuesto por diez hombres y una mujer, a dirigirse hacia una caverna.
Estas escarpadas tierras dejadas de la mano de Dios en las montañas al este de Tijuana abundan en bandoleros y violadores, pero estos delincuentes sólo pidieron números de teléfono. Empezaron a llamar a los familiares de los inmigrantes en Pomona, San Diego y Bakersfield: Envíennos dinero, o los mataremos, les dijeron.
El secuestro de varios días en mayo ilustra una creciente tendencia: bien organizadas  bandas itinerantes de hombres fuertemente armados han empezado a atacar a inmigrantes ilegales, convirtiendo la ruta hacia el norte en un viaje todavía más peligroso.
En la orgía de secuestros, que empezó hace dos años, delincuentes armados mantienen en cautiverio a personas hasta que sus familiares en Estados Unidos envían transferencias de hasta cinco mil dólares a cuentas en México. Algunos inmigrantes fueron golpeados; varios han sido asesinados, incluyendo a dos hermanos de Ciudad de México. Muchos se pierden al cruzar la frontera y se entregan voluntariamente a los agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. Otros terminan en refugios de inmigrantes en Tijuana, demasiado asustados como para denunciar los casos a la policía mexicana.
Se sabía poco sobre cómo operaban los delincuentes hasta que en los últimos meses las autoridades mexicanas desmantelaron dos bandas, una de ellas la de mayo, cuando once sospechosos fueron arrestados después de una balacera y una persecución a pie a través de las montañas.
Las detenciones brindaron a las autoridades una rara mirada en las redes criminales, que se estiran desde la frontera hasta ciudades en todo Estados Unidos y México. Se cree que la banda era dirigida por un delincuente profesional de Nayarit e incluía a un ex soldado del ejército mexicano. Reconocieron haber secuestrado a más de cien inmigrantes en los últimos dieciocho meses, reteniéndolos en cavernas remotas, campamentos improvisados y ranchos.
"Amenazábamos a las familias con que si no pagaban, mataríamos a los inmigrantes", dijo José Flores Romero, el presunto cabecilla de la banda, en su declaración ante detectives refiriéndose a los secuestros en mayo.
Las autoridades creen que varias bandas continúan operando. Con una red de miraderos instalados en puntos claves en un territorio accidentado y aislado de cerca de cien kilómetros, pocos inmigrantes logran introducirse sin que ellos lo sepan.
"Conocen todos los senderos que llevan a la frontera -desde Tijuana a Tecate" y la cordillera La Rumorosa, dijo Fermín Gómez, fiscal asistente de Baja California. "Saben exactamente hacia dónde van, cuántos son, y son todos interceptados".
La situación actual es producto de una convergencia de factores en Estados Unidos y México que ejercen creciente presión sobre los grupos tradicionales de contrabando de personas en la zona, de acuerdo a las autoridades de ambos países.
Padrinos del crimen organizado en Tijuana, apretados por la guerra de las drogas, empezaron a exigir rescates más altos, mientras que las autoridades estadounidenses, agregando vallas y personal para la custodia de la frontera, hacían más difícil que los inmigrantes pudieran ingresar.
Con una estructura ya instalada para el contrabando de personas, para los criminales fue fácil y rentable dedicarse a los secuestros. Las autoridades federales en Estados Unidos advirtieron de inmediato la peligrosa tendencia. Muchos inmigrantes empezaron a llegar a la frontera pidiendo ayuda médica en lugar de tratar de eludir a los agentes.
"Están traumatizados", dijo Robert C. Rodgers, supervisor del Servicio de Inmigración y Aduanas en San Diego, que investiga a organizaciones de contrabandistas en la zona. "Saltan las vallas para pedir ayuda en Estados Unidos".
Los viajes empiezan bastante bien. En Tijuana, los reclutadores revisan los moteles de mala muerte que alojan a inmigrantes que están a la espera de poder cruzar la frontera. Ofreciendo un pasaje seguro, los reclutadores transportan a los inmigrantes hacia las granjas al este de la ciudad. Muchos de los reclutadores son mujeres que llevan a sus hijos para inspirar confianza entre los inmigrantes.
En las zonas de seguridad, los guías llevan a los inmigrantes hacia las montañas a través de transitados senderos, para entregarlos a los bandoleros. "Para los guías es una proposición irresistible: No tienen que cruzar la frontera, ni corren el riesgo de ser capturados por la Patrulla Fronteriza, y encima les pagan", dijo un agente federal mexicano, a condición de conservar el anonimato porque no estaba autorizado para hablar con la prensa.
El engaño no termina aquí. Una banda, desmantelada en abril, introducía a uno de sus miembros en el grupo de inmigrantes. Cuando se le pedía un número de teléfono, lo entregaba inmediatamente y era recompensado con buenos tratos. Otros inmigrantes hacen lo mismo, para evitar ser golpeados.

"Te salvaste", le dijo un secuestrador a un miembro de la banda disfrazado de inmigrante, de acuerdo a una víctima en una entrevista en video con autoridades que protegieron su identidad. "Actuaba como inmigrante, pero más tarde descubrimos que no lo era. Nos dimos cuenta de que no le habían golpeado".
En el secuestro de mayo, once inmigrantes caminaban por las montañas frente a la carretera de peaje Tecate-Tijuana cuando fueron rodeados por hombres armados. Fueron robados, amarrados y vigilados por los bandoleros mientras se contactaban con sus familias y les pedían que giraran dos mil dólares a miembros de la banda en México.
Días después, las autoridades mexicana sorprendieron a una banda durante una patrulla de rutina. En la balacera que estalló, el subdirector de la policía de Tecate fue herido en una pierna por un disparo con un AK-47. Finalmente el grupo fue capturado, y los detenidos delataron al jefe de la banda, Flores.
Las publicitadas detenciones han alertado a los inmigrantes sobre los peligros. Cupartín Sánchez, 27, entrevistado en un refugio de inmigrantes en Tijuana, dijo que varios contrabandistas le habían prometido dejarlo al otro lado de la frontera. No confía en ninguno de ellos, así que se vuelve a Guerrero.
"No le tengo miedo a la Patrulla Fronteriza", dijo Sánchez. "Le tengo miedo a los secuestradores".

27 de julio de 2010
18 de julio de 2010
©los angeles times 
cc traducción mQh
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