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mortífero legado en libia


Hassan Nahassi murió la misma noche en que se suponía que no debía pasarle nada. Lo mató uno de sus hijos cuando celebraba la captura de un hijo de Gadafi. 


[C.J. Chivers] Misurata, Libia. Era el 20 de octubre. Un hombre de edad mediana convertido en comandante rebelde, Nahassi había vuelto en la tarde a su casa desde el frente de guerra en Sirte para darse un respiro. Quería descansar con su esposa e hijos.
Entonces oyeron la noticia. Muatassim al-Gadafi, un hijo del coronel Moamar al-Gadafi, había sido capturado en el frente que Nahassi había dejado sólo horas antes.
Muatassim era aborrecido y temido. La noticia de su captura provocó euforia en las filas de sus enemigos. En los alrededores de Misurata los paramilitares empezaron a disparar contra el cielo nocturno, celebrando un hito histórico en el lento e inevitable desmembramiento del clan Gadafi.
En casa de  Nahassi, su  hijo Sadiq, de catorce años, preguntó si podía disparar una ráfaga. “Por favor, padre”, suplicó el hijo. “Necesito el rifle, necesito el Kalash”.
Nahassi, contó su familia, había pasado toda su vida trabajando en las grandes acerías de la ciudad. La cautela era parte de su vida. Pero esta noche, sintiéndose cerca de la victoria, se ablandó.
Cogió un rifle, llevó al chico al antejardín, insertó un cargador, introdujo un cartucho y puso el arma en modo automático. Le alcanzó el arma a su hijo. “Y yo disparé al aire”, dijo Sadiq.
El hermano de Sadiq, Alí, de doce años, estaba durmiendo dentro. Los tiros lo despertaron y salió de casa. Preguntó si también podía disparar.
En los segundos siguientes, la familia Nahassi cambió para siempre.
Alí no estaba habituado al golpe de un rifle, o el modo en que, cuando se dispara, levanta la boca. Apretó el gatillo, pero tenía el arma cogida muy suavemente.
“Con el primer disparo, el cañón se sacudió y lo golpeó detrás de su oreja izquierda”, contó Sadiq. “Estaba mareado y cayéndose y mi padre se lanzó contra él”. Pero entonces Alí giró sobre sí mismo. El rifle siguió disparando. Su boca osciló en el aire, arrojando balas a medida que se movía. Una bala atravesó el hombro de Sadiq. Varias más impactaron en el abdomen y pecho de Nahassi.
Herido mortalmente, el padre se derrumbó en el suelo. Media hora después, Hassan Nahassi fue declarado muerto.
Este año Libia ha proporcionado un interminable flujo de historias tristes. Pero lo que le pasó a la familia Nahassi sirvió como otra penosa viñeta del sangriento coste de una revolución. Enmarcó los persistentes peligros y elusivas soluciones de una población que derrocó a su gobernante y se apoderó de las armas de los militares, pero que ahora no sabe cómo crear orden o seguridad, o qué hacer con las armas.
Durante las varias semanas de duelo, la reacción de la familia Nahassi frente al accidente capta la amplia ambivalencia en Libia sobre cómo quitar las armas a una población que no siempre se comporta de manera responsable.
Las armas, dicen muchos libios, los liberaron. Y frente a un futuro incierto y todavía frescos los recuerdos de la persecución, casi nadie está seguro en cuanto a entregar las armas, incluso aunque reconocen que gran parte del arsenal del gobernante depuesto debería ser retirado de circulación.
El primo de Sadiq, Abdullah Kamal bin Hameda, 22, que debido al accidente del parricidio se ha convertido en uno de los encargados de la familia Nahassi, lo dijo de este modo: los adultos han puesto las armas fuera del alcance de los niños. Pero no las entregarán.
“Es estos momentos es difícil deshacerse de las armas, porque todavía no puedo distinguir entre amigos y enemigos”, dijo Hameda. “Cuando tengamos un nuevo gobierno que sea fuerte y en el que confiemos, entonces entregaremos las armas. Pero no ahora, no al CNT”.
El CNT, o el Consejo Nacional de Transición, es el gobierno interino libio que muchos libios han aceptado como las únicas autoridades temporales.
Hameda estudiaba microbiología. Dijo que estaba ansioso por volver a la vida civil, y dejar atrás la guerra. También dijo que mantendría una pequeña armería en su casa, donde ya guarda cinco rifles automáticos requisados a las derrotadas tropas libias, hasta saber qué va a pasar.
“Mi casa es como una base militar”, dijo.
Las armas de fuego militares –rifles de asalto y ametralladoras- son sólo una parte de la historia. En Misurata, como en toda Libia, muchas otras armas de guerra modernas han desaparecido en incontables alijos: granadas de mano, morteros, ametralladoras anti-aéreas, misiles buscadores de calor, proyectiles antitanque e incontables municiones convencionales, prácticamente de todos los  tipos.
Los últimos meses de vida de Nahassi ofrecen un retrato de toda una clase de libios que fueron transformados por la guerra.
Hasta el momento en que la rebelión cambió su trayectoria, era un calvo y pulcro tecnócrata, un jefe de planta por formación y experiencia. Le gustaba afeitarse bien y las corbatas rojas.
Cuando la población de la ciudad protestó contra el régimen de Gadafi en febrero, se incorporó a una célula local de paramilitares y empezó a ayudar a recuperar Misurata del ejército de su propio país.
Y cuando las tropas libias fueron obligadas a retirarse, las facciones se separaron y formaron sus propias organizaciones. Nahassi, acostumbrado a cargos de responsabilidad, se convirtió en comandante con una milicia paramilitar propia.
La milicia tenía más de cien hombres y una flotilla de camiones blindados. Persiguieron a las tropas libias en el este, oeste y sur.
Para entonces muchos ya no reconocían a Nahassi en su nuevo aspecto. Ya no llevaba corbatas rojas ni tenía las mejillas pulcramente afeitadas. Llevaba  sombrero de selva, uniforme de camuflaje y una larga barba canosa. Se había convertido, como llamaba la gente de Misurata a los combatientes, en uno de los leones de la ciudad.
Cuando murió en los últimos instantes de la rebelión, dejó una vida que había dedicado a construir durante décadas, incluyendo a su hijo menor, Alí, un niño que, hace unos días, estaba sentado en un rincón de la sala de estar de su casa.
En la entrada al patio, los impactos de las balas disparadas por el niño mostraban grietas y agujeros en la puerta y en las paredes de cemento.
Dentro, Alí estaba sentado sin decir nada, la mirada inteligente pero triste, con un celular en la mano con una foto de su padre en la pantalla tomada poco antes de su muerte.
Hameda le apartó y luego sirvió té verde.
Tras lo ocurrido en esta casa, dijo, esperaba que Misurata, y Libia, hubiera aprendido la lección. Libia necesitaba las armas, pero no esto.
“Ahora la gente tiene más cuidado”, dijo. “Ya no disparan al aire como antes. Aprendieron de sus errores”.
Interrogado sobre cuándo volverían las armas a las depósitos, solo pudo exhalar ruidosamente, y encogerse de hombros.
“No muy pronto”, dijo. “Estamos esperando para ver qué gobierno tendremos”.
15 de diciembre de 2011
7 de diciembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

 

milicias deben marcharse de trípoli


Autoridades libias dan plazo de dos semanas a las milicias para que entreguen las armas y abandonen Trípoli, corriendo el riesgo de crear nuevas tensiones entre los islámicos y los grupos laicos del nuevo gobierno.
[Ruth Sherlock] Trípoli, Libia. Las milicias paramilitares tienen hasta el 20 de diciembre plazo para abandonar la capital, dijo el presidente del concejo de Trípoli, Abdul Rafiq Buhajar. Amenazó con prohibir el tráfico, excepto los vehículos oficiales de los ministerios del Interior y Defensa, si no acataban.
Fue respaldado por el nuevo primer ministro, Abdulrahman al-Keib, en una decisión que será vista en parte como una victoria de los islámicos. Aunque todo el mundo está de acuerdo en que las milicias finalmente deben marcharse, el decreto provocaría la retirada de las poderosas brigadas en gran parte laicas de Zintán y Misurata, dejando la capital en manos de la milicia de Trípoli, dirigida por el más poderoso islamita de Libia, Abdulhakim Belhadj.
Grupos rebeldes de todos los rincones de Libia se agolparon en torno a la capital en agosto para el asalto final contra el coronel Moamar Gadafi. Al ocupar casas opulentas de personeros del antiguo régimen, edificios gubernamentales y oficinas públicas para convertirlos en cuarteles, y sintiéndose con los derechos que da la victoria, las milicias se muestran reticentes a la hora de volver a roles civiles.
El miércoles, cientos de vecinos de Trípoli protestaron contra su conducta frecuentemente delictiva.
El fiscal general, Abdel AzzizAl-Hassady, dijo que hombres armados lo sacaron a empellones de su coche a plena luz del día y amenazaron con matarlo si no sacaba de la cárcel a uno de sus amigos. Dijo que escapó arrebatando el arma a uno de los atacantes y apuntando a la cabeza de otro hasta que pudo meterse en un coche.
Entre otros incidentes pandillas fuertemente armadas se concentraron en vehículos en las afueras de las prisiones para irrumpir en ellas y liberar a sus compañeros.
En las semanas que han pasado desde el fin de la rebelión libia, las organizaciones tienden cada vez más a identificarse con tendencias islámicas o laicas.
El mes pasado, Osama Jueili, jefe de la Brigada de Zintán y recién nombrado ministro de Defensa, dijo al Daily Telegraph que pensaba mantener a sus hombres en las calles de Trípoli hasta que se formara una fuerza policial.
"Es deber del ministro de Interior garantizar la seguridad y formar una fuerza policial que se haga cargo en lugar de los revolucionarios. Estos no se retirarán sino cuando exista un cuerpo de policía", dijo.
Algunos analistas dicen que las milicias mantienen una fuerte presencia en todas las ciudades más importantes de Libia, incluyendo la capital de la rebelión, Bengasi, y que sus líderes quieren convertir su potencia militar en poder político cuando se establezca el nuevo sistema político en los próximos meses.
Fawzi Bukatif, dirigente islámico que, como Belhadj, fue apoyado por Qatar durante toda la guerra civil, es ahora jefe de la auto-denominada Unión Rebelde para el este del país.
8 de diciembre de 2011
7 de diciembre de 2011
©telegraph
cc traducción c. lísperguer

que abandonen trípoli


Cientos de manifestantes exigen que paramilitares abandonen la capital de Libia.
Trípoli, Libia. Cientos de jueces y abogados protestaron en Trípoli el miércoles contra los desmanes provocados en la capital por grupos de paramilitares, sobre los que dicen que deberían marcharse de la ciudad y volver a sus ciudades.
Las variopintas milicias se unieron para derrotar a Moamar Gadafi y han llenado el vacío dejado por el colapso de su gobierno de 42 años en la capital hace tres meses. El nuevo gobierno interino las está presionando para que se marchen a casa y dejen el trabajo de mantener el orden público a la policía y al nuevo ejército que está en formación.
Jueces y abogados dijeron que decidieron protestar después de que el martes un grupo paramilitar irrumpiera en el despacho del fiscal general.
La multitud, de unas 250 personas, con pancartas con textos como: "No a las armas. Sí a la justicia", se reunió frente a un tribunal de Trípoli antes de marchar hacia la Plaza de los Mártires en el centro. "Nos estamos manifestando para expresar nuestra indignación por lo que ocurrió ayer", dijo Adel M’salati, juez presidente del tribunal de Trípoli, refiriéndose al ataque contra el despacho del fiscal general.
"Estos son individuos que vienen de la cárcel. Salieron de la cárcel, se pusieron uniformes de paramilitares y empezaron a robar en las calles y a atacar comisarías de policía", dijo en un discurso ante los manifestantes.
"Ahora le pedimos a las fuerzas armadas que ocupen su lugar y a la policía que haga lo que tiene que hacer, que es brindar justicia y seguridad al país y a la gente", dijo M’salati.
Khalifa Abuda, un abogado que participaba en la manifestación, dijo que los participantes no se marcharían sino cuando se satisfagan sus demandas. "Esta protesta es para proteger a la justicia y la imparcialidad", dijo.

Fecha Límite
El presidente del gobierno local en Trípoli, en el hasta la fecha más decisivo esfuerzo por refrenar la influencia de las milicias paramilitares de fuera, han llamado a manifestaciones diarias hasta que las milicias vuelvan a sus ciudades y pueblos.
El funcionario dijo que si las milicias no habían abandonado Trípoli para el 20 de diciembre, el gobierno prohibiría el tráfico en la ciudad, excepto los vehículos que pertenezcan a los ministerios de Interior y Defensa.
Los paramilitares de ciudades como Misurata y Zintán se encuentran entre las organizaciones armadas más poderosas en la capital libia. Instalan puestos de control, recorren la ciudad en camionetas y han instalado bases en edificios oficiales.
Los analistas dicen que las milicias todavía permanecen en Trípoli porque quieren convertir su poderío militar en poder político en el nuevo sistema de gobierno que será redactado en los próximos siete meses.
Un comandante paramilitar de Zintán, cuyos hombres se encargan de la seguridad del Aeropuerto Internacional de Trípoli dijo el miércoles que sus hombres se entregarían a las fuerzas de seguridad tan pronto como recibieran órdenes del gobierno central.
"Si nos piden que nos entreguemos, nos entregaremos. Eso es lo que hemos acordado", dijo Ali Ejda, a cargo de la milicia en el aeropuerto.
"Apoyamos a la gente de Trípoli en su llamado a retirar las armas de las calles", dijo.
"Anhelamos que se nos releve de este deber extraordinario y podamos volver a nuestras vidas civiles".
8 de diciembre de 2011
7 de diciembre de 2011
©khaleej times
cc traducción c. lísperguer

protestas contra paramilitares libios


Libios protestan contra paramilitares.
Trípoli, Libia. Cientos de residentes y agentes de policía de Trípoli han protestando juntos contra los ex rebeldes que derrocaron a Moamar Gadafi, pero todavía están acampando en la capital y haciendo alarde de sus armas.
Hombres, mujeres y niños ondeando la bandera nacional libia y gritando lemas contra las milicias se reunieron en la histórica Plaza de los Mártires de Trípoli en una manifestación organizada por el concejo municipal y respaldada por el gobierno interino.
"Habrá seguridad cuando no haya armas", dijo la maestra Salwa Lamir, envuelta en una túnica negra, sosteniendo un letrero con el texto: "No queremos armas en Trípoli".
"Estamos protestando contra las armas y contra la gente que las usa. Quiero que las milicias que vinieron de fuera de Trípoli se marchen. Tienen que volver a sus casas y volver a la escuela", dijo.
Alrededor suyo, los manifestantes gritaban: "La gente quiere seguridad".
El martes, el gobierno interino hizo público su firme respaldo a una fecha límite de dos semanas para que las milicias abandonen Trípoli, respaldando una amenaza del concejo municipal de bloquear la ciudad si no lo hacen antes del 20 de diciembre.
Los paramilitares, en general de las ciudades de Misurata y Zintán, participaron en el asalto contra Trípoli en agosto y han estado desde entonces en la ciudad, a menudo ocupando edificios para instalar sus sedes.
Han instalado puestos de control de vías claves y también en recintos como el aeropuerto internacional de la capital.
La presión para desarmar a los ex rebeldes en Trípoli ha crecido después de que la prensa local informara sobre varios enfrentamientos entre facciones rivales las últimas semanas.
El 5 de octubre el nuevo gobierno del país ordenó que las armas pesadas fueran retiradas de Trípoli, advirtiendo que su prolongada presencia podría dar una mala imagen a la revolución que derrocó a Gadafi -que fue asesinado más tarde el 20 de octubre.
"Esas milicias intervienen incluso con el trabajo de la policía, pidiéndonos a menudo que liberemos a sus compañeros detenidos por nosotros. Esto obstaculiza la implementación de las leyes", dijo el miércoles un agitado agente de policía, Mustafa Salem.
Detrás de él, decenas de agentes desfilaron por la plaza, gritando: "Ahora Libia es libre, las milicias deben marcharse", mientras otros hacían sonar las bocinas de los coches patrulleros.
Otro residente, Mohammed Seghaier, dijo que la capital se había puesto peligrosa.
"Están causando problemas. Queremos que los rebeldes de fuera de Trípoli se marchen, porque la ciudad se está poniendo peligrosa", dijo, agregando que la seguridad debe quedar ahora en manos de la policía y del ejército nacional.
Cuando se le preguntó si la policía y el ejército podían garantizar la seguridad, dijo: "Sí. Con la ayuda de los rebeldes de Trípoli, la policía puede ofrecer seguridad".
Pero un rebelde de Misurata, la tercera ciudad más grande de Libia, responsabilizó de los incidentes a miembros de la "quinta columna de Gadafi" que dijo que habían infiltrado las milicias paramilitares.
"Es la quinta columna la que está creando estos problemas, no nosotros", dijo Hamza Ghanem, cuyos camaradas de Misurata capturaron y asesinaron a Gadafi en la ciudad natal del dictador en Sirte el 20 de octubre pasado.
Ghanem, él mismo veterano del asalto de Sirte, dijo que él y otros paramilitares de Misurata en Trípoli estaban ayudando a proteger la ciudad.
"Nuestro grupo está protegiendo el edificio de la Compañía Nacional del Petróleo y ofreciendo seguridad a sus empleados. Estamos listos para dejar Trípoli apenas nos lo digan nuestros comandantes", dijo, negando que tuviera las armas con las que fue visto patrullando las calles en un vehículo motorizado.
Decenas de abogados y jueces también protestaron el miércoles frente al principal tribunal de Trípoli, pidiendo protección.
"Queremos protección para los jueces y abogados. Estas milicias deben marcharse de Trípoli", dijo Abdelhakim al-Arabi, un juez de la ciudad.
El martes, testigos dijeron que decenas de hombres armados y civiles se hicieron camino en el tribunal e irrumpieron en la oficina del fiscal general, Abdelaziz al-Hasadi, exigiendo la liberación de un paramilitar presuntamente implicado en un asesinato.
El fiscal huyó antes de que los manifestantes pudieran capturarlo. Querían que firmara una orden para ponerlo en libertad.
8 de diciembre de 2011
©sidney morning herald
cc traducción c. lísperguer

cambios en trípoli


Para mejor o peor. En la foto, una de las muchas pintadas en Trípoli burlándose del coronel Moamar Gadaf y su hijo Saif, y del ex jefe de la inteligencia.
[Clifford Krauss] Trípoli, Libia. Trípoli ya no es la capital de un estado policial. Pero en lo que se ha convertido en apenas unas semanas puede ser a la vez excitante e inquietante.
Los vendedores de hachís pregonan abiertamente su mercadería en el centro de la ciudad, en la Plaza de los Mártires, conocida como la Plaza Verde antes del derrocamiento del coronel Gadafi. Los conductores pasan con rojo sin pensárselo dos veces, mientras que las manifestaciones políticas enredan el tráfico. Miembros de las milicias irregulares que han remplazado a la odiada policía de Trípoli en muchos vecindarios, todavía muestran escasa disciplina con sus armas, disparándolas accidentalmente o al aire demasiado a menudo.
Trípoli es una vibrante ciudad de cerca de dos millones de habitantes con un animado puerto, y está agraciado con ruinas romanas y antiguas murallas de fortificaciones levantadas por los otomanos y otros conquistadores. Pero mientras ha sufrido otros cambios abruptos en el curso de los siglos, lo que está pasando en estos días era impensable hace algunas semanas cuando el coronel Gadafi trataba de controlar los más pequeños detalles de la vida cotidiana.
Los ventanales ahumados estaban prohibidos en los coches; ahora los conductores están pegando plásticos de color verde oscuro en las ventanas de sus coches para mantener fuera al ardiente sol y también como un signo de su nueva libertad. Los vendedores de frutas y verduras no podían vender sus productos en la mayoría de las calles; ahora, multitudes de ellos están vendiendo bananas y naranjas debajo de todos los pasos elevados y en los bordes de las rotondas de tráfico, ayudándoles a alimentar a sus familias, pero también empeorando la congestión.
Durante el régimen del coronel Gadafi el inglés estaba en gran parte prohibido en los letreros públicos. Ahora los letreros en inglés han surgido en todas partes en la ciudad, incluso aunque pocos libios entienden lo que dicen. Los letreros son otra expresión de la liberación, así como de la disposición del país a abrirse al mundo exterior.
"Hoy Trípoli Tiene un Nuevo Latido del Corazón", dice una cartelera que muestra a dos milicianos abrazándose, instalada por el gobierno municipal interino. Incluso gran parte del graffiti revolucionario, que está en todas partes, está en inglés. "Libya Free" es la pintada más común. Algunos incluso dicen: "Gracias, OTAN" por la ayuda militar occidental que fue crucial para derrocar al antiguo gobierno.
Y, por supuesto, hay numerosas y frescas descripciones del difunto dictador vestido de payaso o como la cabeza caricaturizada encima del cuerpo de algún tipo de animal.
La mayor parte de los residentes de Trípoli dicen que nunca habían sido tan felices, pero todavía hay dudas.
"La gente no entiende lo que es la libertad", dijo Sara Abulher, estudiante de derecho en la Universidad de Trípoli, que fue rebautizada recientemente para deshacerse del nombre que le dio el gobierno de Gadafi. "La gente cree que la libertad es hacer lo que quieres, pero la libertad también debe significar que todo el mundo respeta las necesidades de las otras personas. La libertad quiere decir que no cruzarás la línea".
Abulher dijo que la inquietaba que tantas otras estudiantes graduadas estaban repentinamente deshaciéndose de sus pañuelos -el tradicional pañuelo de cabeza musulmán.
Otman Abdelkhalig, enfermera en el pabellón de emergencias del Hospital Central de Trípoli, dijo: "Es un nuevo país. La gente está feliz porque finalmente puede hablar con libertad".
Pero Abdelkhalig también dijo que había un lado desafortunado en toda nueva libertad. Los conductores de Trípoli son conocidos por su velocidad y por cambiar de vía al buen tuntún, pero la conducción peligrosa ha alcanzado nuevas alturas, dijo.
Al menos quince víctimas de accidentes con coches se reportan cada día con brazos rotos, lesiones en la cabeza o costillas rotas, tres veces lo normal, dijo Abdelkhalig, un inmigrante sudanés que vive aquí hace 32 años. Y todos los días, dijo, llega a emergencias un par de personas con heridas de bala. El nuevo gobierno interino está recién empezando a formar un ejército nacional y a organizar sus fuerzas policiales nacional y local. Los agentes de policía de Trípoli que se encargan del tráfico y de delitos menores son cerca de cuatro mil, pero muchos de ellos simplemente dejaron su trabajo y los antiguos jefes han sido despedidos.
El soborno era antes la principal manera con que los policías hacían su dinero, pero esos viejos hábitos parecen estar cambiando, al menos de momento.
"Todavía no es el momento para los billetes", dijo el sargento Mobruk Ali, que estaba sentado en su patrullero en una rotonda cerca del puerto observando la velocidad de los coches. "Primero, tenemos que quitarles las armas a los rebeldes, y luego ponernos a trabajar".
El sargento Ali dijo que fue despedido de la fuerza de policía hace veinte años porque faltaba demasiado, prefiriendo quedarse a resolver asuntos familiares. Pero volvió a la fuerza apenas Trípoli fue liberada. Dice que ahora ser un agente de policía será un trabajo respetable y que el gobierno municipal interino ha prometido subir los salarios.
"Ahora, la gente sonríe cuando nos ven", dijo.
Felizmente, la falta de trabajo policial normal no parece haber producido una ola de criminalidad más allá del aumento del vicio. Algunos se quejan de que hay más robos de coches, pero los residentes dicen que no se sienten amenazados en las calles y los comerciantes dicen que no temen ser asaltados.
"Tenemos una perspectiva religiosa", dijo Sadek Kahil, propietario de una joyería en la antigua ciudadela que exhibe abiertamente elaborados brazaletes nupciales de oro y plata aparentemente sin ninguna medida de seguridad.
"La gente que peleó por su país no se da vuelta y roba tiendas", agregó. "Tenemos problemas, pero ahora que nos deshicimos de ese idiota autoritario todo es posible".
Pero otro tipo de negocio está prosperando en el destartalado vecindario de Gergarg, uno de los más pobres de la ciudad, donde los gatos salvajes revisan la basura en las calles de tierra llenas de baches. La gente vende abiertamente hachís y bohka, un licor hecho en casa destilado de higos, en bolsas de plástico, a la puerta de sus casas.
Vender alcohol y drogas es ilegal, y durante los años de Gadafi los vendedores en Gergarg hacían sus negocios en secreto. Ahora los compradores pasan abiertamente por el barrio y los vendedores apenas tratan de ocultar sus actividades.
"Libia es cien por cien diferente", dijo un vendedor que se identificó sólo por el nombre de pila, Ibrahim, mostrando cajas de Scotch, wodka, vino tinto tunecino y delgadas barras de hachís a un visitante en su garaje. "Todo está bien. Somos libres".
30 de noviembre de 2011
28 de noviembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

forman gabinete de unidad en libia


En un intento de apaciguar a las decenas de milicias, primer ministro cede ministerios de Interior y Defensa a cabecillas militares.
Clifford Krauss. Trípoli, Libia. El martes, cediendo a la presión de una milicia local que tiene en su poder -como prisionero- al hijo del coronel Moamar al-Gadafi, el primer ministro Abdel Rahim el-Keeb nombró como nuevo ministro de Defensa al cabecilla de los paramilitares. El nombramiento se produjo durante la formación del nuevo gabinete después de semanas de negociaciones con ciudades, tribus y milicias rivales que formaban la fragmentada coalición que derrocó al gobierno de Gadafi y que ahora luchan por una cuota de poder.
La elección de Osama al-Juwali, presidente del consejo militar en Zintán, para dirigir el Ministerio de Defensa, quizás la función más crítica del gobierno, no sorprendió, pero subrayó la debilidad del gobierno interino.
Ahora será responsabilidad de Juwali desarmar y fundir las diferentes milicias paramilitares de todo el país en un ejército unificado y una fuerza policial nacional. Su socio en ese intento será Fawzi Abdelal, el poderoso jefe paramilitar de la ciudad de Misurata, al que Keeb nombró ministro del Interior en un intento de aplacar al grupo competidor.
El nuevo gabinete gobernará hasta la elección de una nueva asamblea nacional programada para mediados del próximo año.
Los combatientes de Zintán fueron cruciales en la guerra para la creación de un frente sur y en la toma final de Trípoli, la capital. Pero desde entonces se han mostrado cada vez más agresivos para demostrar su independencia de la autoridad interina central. Han montado puestos de control en las calles en toda la capital y desobedecen órdenes del Consejo Nacional de Transición de abandonar Trípoli.
Durante el fin de semana los líderes en Zintán aumentaron la presión después de que sus paramilitares capturaran a Seif al-Islam al-Gadafi, hijo del ex dictador y, en el pasado, su probable heredero, el sábado, en una ciudad oasis en el desierto. Se negaron a entregar a Gadafi a las autoridades centrales, hasta que estén convencidos de que hay un gobierno fuerte en el poder y un poder judicial funcionando.
No está claro si ahora entregarán a Gadafi al gobierno central o exigirán más
concesiones.
Paramilitares de Misurata también han demostrado su poder levantando barricadas en todo el país, lejos de la ciudad e independientes del nuevo ejército nacional.
Keeb dijo que las elecciones de su gabinete tenían por objetivo "avanzar en la reconciliación nacional", agregando que el nuevo gobierno buscaría "la libertad, la democracia, el desarrollo, la justicia y un estado de derecho e instituciones".
Ejecutivos de la industria petrolera están también fuertemente representados en importantes ministerios. Abdulrahman Ben Yezza, ex ejecutivo de la compañía petrolera italiana Eni, el más grande productor extranjero en el país, será el nuevo ministro del petróleo. Hassan Ziglam, un ejecutivo de la compañía nacional del petróleo, fue nombrado ministro de Hacienda.
Mientras Keeb y el Consejo Nacional de Transición alcanzaban un acuerdo sobre la formación del gabinete, también tuvieron que hacer frente a las preguntas de dónde y cuándo llevar a juicio a Gadafi y en qué condiciones. Esas preguntas se han convertido en una preocupación internacional.
Luis Moreno-Ocampo, fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, llegó a Trípoli el martes para revisar con funcionarios libios el trato dado a Gadafi y si puede ser juzgado. Moreno-Ocampo dijo que Gadafi, así como el ex jefe de inteligencia del régimen del coronel Gadafi, pueden ser juzgados en Libia siempre y cuando la CPI esté implicada. No quedó inmediatamente claro si las observaciones del procurador significaban que la corte debía acceder a entregar su acusación contra los detenidos a las autoridades libias, o si los jueces internacionales participarían en los procedimientos dentro de Libia.
Funcionarios del nuevo gobierno libio insisten en que no enviarán a ninguno de los dos a la corte internacional en La Haya. "En dos palabras, no los entregaremos", declaró el ministro interino de Justicia, Mohammed al-Alagi.
Lo que está en juego son los diferentes juicios planeados contra Gadafi y Senussi.
En junio, la corte internacional emitió una orden de detención contra los dos detenidos, así como una contra el coronel Gadafi, por cargos muy precisos de crímenes contra la humanidad.
Los cargos incluyen la presunta violenta represión del gobierno de Gadafi contra manifestantes civiles y disidentes en febrero, que se convirtió en una rebelión [apoyada por la OTAN, que lanzó veinte mil bombardeos] que derrocó al coronel Gadafi. Fue asesinado el mes pasado cuando estaba bajo la custodia de paramilitares rebeldes, haciendo aparecer discutible la acusación contra él en La Haya.
Los miembros del consejo transicional de Libia habían prometido entregar a los acusados a la corte internacional si llegaban a ser capturados. Pero más recientemente, frente a una creciente oposición, han dicho que quieren juzgar a los ex funcionarios en Libia por muchos más cargos, incluyendo delitos como corrupción, desfalco de fondos públicos, torturas y homicidios –acusaciones que cubren varios años."La ley dice que el poder judicial nacional tiene prioridad", dijo Moreno-Ocampo en Trípoli. "Si lo juzgamos aquí, tendremos que discutir cómo informar a los jueces y ellos pueden hacerlo. Pero nuestros jueces tienen que estar involucrados".
[Marlise Simons contribuyó al reportaje desde París.]
26 de noviembre de 2011
23 de noviembre de 2011
©new york times
traducción c. lísperguer


libia quiere ejército propio


Que pueda marchar derecho y descolmillar a las milicias. Paramilitares en un desfile la semana pasada,  organizado por el consejo militar de Trípoli.
[Clifford Krauss] Trípoli, Libia. Las marchas pueden difícilmente ser llamadas correctas en momentos en que el nuevo Ejército Nacional Libio entrena diariamente en un base abandonada de la fuerza aérea.
Los soldados todavía no llevan el paso ni se mantienen derechos en las formaciones. Algunos responden sus celulares cuando deberían estar recibiendo órdenes. Algunos fuman en medio de los ejercicios. Otros empujan y dan empeñones cuando estallan peleas personales por una u otra cosa.
"Todavía no tenemos militares buenos, realmente buenos", dijo, supervisando el entrenamiento, el general Abdul Majid Fakih, instructor de la academia militar durante el gobierno del coronel Moamar al-Gadafi, que más tarde desertó: "Estamos empezando a construir recién".
Libia no ha tenido nunca un ejército nacional realmente profesional -una piedra angular en la construcción de un estado moderno-, uno que no fuera la herramienta personal de un rey o un dictador y mantenido débil y dividido aposta para prevenir golpes de estado. Y el intento de construir uno por el combativo nuevo gobierno interino puede ser su más difícil e importante tarea.
Sólo un ejército respetado será capaz de convencer u obligar a desarmarse a las varias milicias fuertemente armadas y rivales en el país y unirlas bajo una dirección unificada. El reto fue subrayado durante el fin de semana cuando una milicia de la ciudad de Zintan capturó a Seif al-Islam el-Qaddafi, hijo del coronel Gadafi y su heredero político, sin ayuda del ejército, y luego se negó a entregarlo al gobierno central.
El ejército está tratando de construir respeto organizando desfiles en todo el país, incluyendo saltos en paracaídas y sobrevuelos de aviones de guerra MIG de la era soviética y helicópteros Mi-8. Pero incluso los oficiales de la nueva fuerza dicen que hacen frente a los retos que conlleva la construcción de respeto por los militares, así como romper los antiguos hábitos del amiguismo y lealdad a uno u otro caudillo.
El nuevo ejército, que cuenta algunos miles e incluye a muchos soldados que desertaron de las fuerzas armadas del coronel Gadafi, necesita barracas, uniformes, vehículos, botas, radios, incluso linternas, dicen los oficiales. Más que tener un mando central unificado, está formado por distintos comités en diferentes ciudades, según el modelo de las diversas malicias que libraron guerra contra la dictadura. Y quizá más inquietante es que, en todo el país, las milicias ya no aceptan órdenes.
En su primera misión hace apenas una semana , el ejército envió cien soldados a Al Maya, una aldea justo al occidente de la capital, para separar a dos milicias rivales, y recuperar la antigua base del ejército que ahora es un montón de edificios bombardeados y tanques oxidados. Su éxito en la negociación de un acuerdo tentativo entre las milicias después de cuatro días de combate, que dejó al menos trece muertos, fue alabado como un modelo para construir un nuevo ejército que pueda servir como una fuerza unificadora.
Pero una de las milicias, de Zawiyah, ya rompió su promesa de mantener las armas en casa y montó un control policial en la vía principal a algunos kilómetros al oeste de una base del ejército, como resistencia. Armados con ametralladoras pesadas montadas en camiones, los milicianos dicen que no van a ninguna parte. Entretanto las tropas del ejército se están quedando en la base, pintando de blanco las murallas y empezando a limpiar el terreno.
"No podemos decirles que entreguen sus armas", dijo el capitán Hakim el-Agouri, el comandante de ejército de aquí en Al Maya. Se encogió de hombros. "Hay gente que no entregará sus armas, y si ese es el caso, no habrá estabilidad en Libia".
Diederik Vandewalle, experto en Libia del Dartmouth College, dijo que será difícil para el nuevo ejército cumplir con "la primera exigencia de todo estado moderno: tener el monopolio de la violencia". Agregó: "Uno de los elementos que se debe infundir en los soldados es el sentimiento de identidad nacional, y esa identidad tiene que existir a nivel nacional. Pero las milicias tienen una identidad unida a su propio grupo o ciudad".
El ejército se ha convertido en uno de las varias fuerzas armadas que ansían poder, tanto militar como político. Abdel Hakim Belhaj, el comandante del ejército en Trípoli, le dijo al primer ministro Abdel Rahim el-Keeb, en un discurso la semana pasada, que esperaba que mantuviera su promesa de incluir a ex rebeldes en puestos de gabinete cuando Keeb estaba formando su gobierno.
En una entrevista, Belhaj, un musulmán que luchó contra la Unión Soviética en Afganistán pero ahora critica a al Qaeda, dijo que el ejército daría a los paramilitares a elegir entre "incorporarse al Ministerio de Defensa o a la policía, o entregar las armas y volver a la vida civil".
Dijo que tenía confianza en que el ejército podría cumplir esa misión dentro de un par de meses.
"No podemos tener un ejército que obedezca a agendas personales", agregó. "En Libia, el ejército tiene que ser profesional y leal", y su principal misión es la defensa de las fronteras contra la amenaza que representa la inestabilidad en los cercanos Chad, Malí y Sudán, así como la infiltración de al Qaeda desde Argelia".
Comandantes del ejército dijeron que su fuerza ahora estaba mayormente entrenando, pero también protegiendo edificios de gobierno y persiguiendo a pequeños grupos de ex partidarios de Gadafi que todavía no se han rendido.
Dijeron que pensaban construir el ejército metódicamente. Primero, se están formando comités en las ciudades en todo el país para entrevistar a los milicianos y decidir quién debería ir al ejército, quién a la policía y quién no está calificado para ninguno de los dos. La gente con experiencias o capacidades especiales, como conocimiento en informática, será asignada a tareas especiales.
Los milicianos con experiencia militar formal aparte de la rebelión aprenderán las tácticas adecuadas y los antiguos miembros de las fuerzas armadas deberán volver a entrenarse, dijeron oficiales.
"Hay que cambiar muchas cosas", dijo el general Fakih, el instructor. "Antes, el ejército adiestraba a terroristas. Eso se acabó. Tenemos que cambiar el modo en que los soldados tratan a la gente, y los oficiales a los soldados".
Al mismo tiempo, los oficiales dicen que se están preparando para convencer a las varias milicias a entregar sus ametralladoras pesadas, armas antiaéreas y lanzacohetes, los que dijeron que no se necesitan en los puestos de control en las calles.
Los líderes civiles dicen que quieren que las milicias se desarmen totalmente en el plazo de un mes, pero los oficiales responden que eso no se podrá hacer durante varios meses. El general Fakih dijo que el ejército estaba preparando "muchos planes" para desarmar a las milicias si estas no entregaban sus armas voluntariamente, pero no especificó qué milicias eran.
Esos planes quizá sean necesarios.
Más abajo en el camino desde la base aérea Al Maya, Ali Dow Mohammed, comandante de una milicia en Zawiyah a cargo de los puestos de control pesadamente fortificados, dijo que sus fuerzas dejarían las armas sólo cuando hubiera un nuevo gobierno, "y todavía no hay gobierno".
""El consejo de Zawiyah decidirá qué haremos con nuestras armas", agregó Mohammed. "Estamos aquí para mantener la paz".
23 de noviembre de 2011
21 de noviembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

petróleo libio ya fluye hacia occidente


En la refinería de petróleo de Zawiyah, los paramilitares soldaron las válvulas  cerradas y asignaron guardias para su protección. Pero tomará un tiempo antes que la producción llegue a los niveles que alcanzó antes de la guerra.
[Clifford Kraus] Zawiyah, Libia. Los impactos de bala en los tanques de petróleo han sido parchados, el dañado generador de respaldo está siendo reparado y, lo más importante, el oleoducto que alimenta la gigantesca refinería de petróleo ha sido reabierto.
La producción de petróleo está siendo restaurada rápidamente en Zawiyah y en  todo el país, debido en gran parte a que tanto el régimen de Gadafi como los paramilitares, que ahora forman el gobierno interino de Libia, se esmeraron para evitar que la industria más importante del país fuera dañada permanentemente durante la guerra civil que duró seis meses.
"Gadafi quería mantener abierta la refinería porque necesitaba el combustible y los rebeldes la querían porque pertenece al pueblo libio", dijo Khaled Rashed, coordinador de turnos en la sala de control de la refinería de Zawiyah.
La producción de petróleo de Libia sigue estando un 60 por ciento por debajo del nivel que había alcanzado antes de la rebelión. Pero de acuerdo a funcionarios libios y expertos internacionales, ninguno de los cuarenta campos de gas y petróleo más importantes del país fue dañado irremediablemente durante la guerra. Ahora la mayoría de los puertos y refinerías petroleras, prácticamente ociosas por las sanciones internacionales y meses de conflicto, han reanudado sus faenas.
Funcionarios del nuevo gobierno predijeron atrevidamente que para junio el país estará nuevamente pompeando sus 1.6 millones de barriles al día, aunque expertos independientes dicen que eso es posible sólo si el país puede evitar volver a caer en la violencia.
El rápido ritmo de recuperación de la industria es un rayo de esperanza en momentos en que el gobierno interino se esfuerza por desarmar las milicias paramilitares, impedir que las tribus rivales vuelvan a enfrentarse y reconstruir las ciudades destruidas [por los combates y los bombardeos].
El petróleo es el elemento básico de la economía libia –antes de la guerra daba cuenta del veinticinco por ciento del rendimiento económico del país, del ochenta por ciento de los ingresos fiscales y del 95 por ciento de los ingresos por exportación, de acuerdo a estimaciones del gobierno de Estados Unidos.
"En un país como Libia, el petróleo es todo", dijo Paolo Scaroni, director ejecutivo de Eni, la compañía petrolera italiana que es de lejos el mayor productor extranjero en el país. "A fin de cuentas, el gobierno gasta la mayor parte de su tiempo ocupándose del petróleo".
Si la producción de petróleo no vuelve a los niveles de antes del conflicto, la economía y la estabilidad política del país pagarán las consecuencias. Inversamente, si la producción de petróleo aumenta substancialmente, los 6.6 millones de libios podrían empezar a vivir muy bien –a diferencia de los países más pobres cuyos gobiernos fueron derrocados durante la Primavera Árabe. La economía de Egipto, por ejemplo, se ha estancado desde que colapsara el régimen de Mubarak.
La corrupción sigue siendo un riesgo. Miembros del nuevo gobierno libio acusan al coronel Moamar al-Gadafi de robar billones de dólares de los ingresos del petróleo. El ministro interino del petróleo, Ali Tarhouni, dijo que las autoridades estaban investigando más de veinte cuentas bancarias de la Compañía Nacional del Petróleo para ver si se había cometido fraude. "Investigaremos cada centavo gastado", dijo.
Con el precio del barril de petróleo de cerca de cien dólares en los mercados internacionales, restaurar la producción del petróleo libio también aliviará la presión sobre la demanda en los mercados globales.
Expertos extranjeros advierten que incluso si se puede volver a los niveles de producción de un millón de barriles al día de antes de la guerra, el gobierno interino libio debe poner fin a la violencia que está impidiendo que las compañías petroleras extranjeras lleven al país a técnicos extranjeros. En un informe la semana pasada, la Agencia Internacional de Energía pronosticó que a fines de 2012 la producción libia del petróleo no superaría el 1.2 millones de barriles al día.
La semana pasada al menos seis personas perdieron la vida en un tiroteo entre dos milicias paramilitares rivales que tuvo lugar en los alrededores de Zawiyah. En el desierto al sudoeste del país, donde se encuentran algunos de los campos petrolíferos más grandes del país, se produjo hace poco un altercado entre una milicia y miembros de las tribus tuareg que asaltaron un depósito de armas del régimen de Gadafi para robar unos morteros.
Eni, Total (de Francia) y Repsol (de España) han empezado a enviar a algunos empleados esencialmente para reiniciar la producción offshore de los campos mediterráneos lejos de toda violencia. BP, que había planeado prometedores proyectos de exploración, de momento no está enviando a nadie al país.
En general, de acuerdo a funcionarios de la Compañía Nacional del Petróleo, que es socio de compañías extranjeras, sólo cerca de veinte de los dos mil trabajadores extranjeros en la industria del petróleo, que desempeñaban críticas funciones técnicas para la exploración y producción antes de la guerra.
Jean-Daniel Blasco, vicepresidente de Total para la exploración y producción en África del Norte, dijo que el retorno de sus trabajadores "dependerá de la situación de seguridad, y en eso podrían ocurrir eventos políticos importantes. Esto es un signo de interrogación".
Los técnicos extranjeros son cruciales para reiniciar labores en algunos de los campos de petróleo más antiguos que fueron cerrados abruptamente. Otros pozos tienden a llenarse de agua o cera cuando permanecen ociosos durante un largo tiempo, y deben ser inyectados con nitrógeno y vapor –una tediosa operación que exige personal con experiencia para la reparación de las plataformas.
Sin embargo, la guerra dejó los campos petrolíferos e instalaciones libias en mucho mejor forma que en revoluciones antiguas y actuales en Irán, Iraq y Yemen.
El daño más serio lo sufrieron los campos cuando un ataque aéreo de la OTAN dirigido contra tropas libias destruyó un transformador en el campo Messla en el oriente del país. Las reparaciones están en camino y la producción ya alcanza al setenta por ciento del nivel previo. El puerto petrolero de As Sidrah fue afectado por un sistema de medición estropeado, pero los trabajadores han superado el problema calculando la cantidad de petróleo en los tanques y buques petroleros antes o después de que sean cargados. Los compresores de gas en la refinería de Brega fueron dañados durante el conflicto, pero otras refinerías están tomando el relevo.
En la refinería de Zawiyah no hay daños, excepto la producción de un remolcador lleno de soldados libios que trataban de escapar. Los paramilitares, antes que volar un importante oleoducto entre dos gigantescos campos de petróleo y la refinería, soldaron dos válvulas que estaban cerradas y luego pusieron guardias para asegurarse de que nadie las abra hasta que la guerra haya terminado.
"Todo se puede arreglar porque no hay mucho por reparar", dijo Rashed, de la refinería de Zawiyah. "Creo que es un milagro que nuestra industria del petróleo no haya sido dañada".
Abulgassen Shengheer, gerente general para la exploración y producción de la Compañía Nacional del Petróleo, dijo que los empleados libios de Halliburton, Baker Hughes y otras compañías extranjeras estaban en estado de efectuar la mayor parte de las reparaciones necesitadas.
Los trabajadores deben vivir sin aire acondicionado en el desierto y en salas de control improvisadas bajo la protección armada de las milicias paramilitares. Las compañías petrolíferas extranjeras están arrimando el hombro ayudando a Libia a adquirir nuevos camiones, ordenadores y repuestos, y Shengheer predijo que a principios del próximo año los trabajadores extranjeros volverían en masa.
"No puedo decir que podemos hacer todo", reconoció. "Algunos empleados extranjeros ya deberían estar aquí".
Gigantes extranjeros de la industria, como las compañías estadounidenses Marathon y Hess, ciertamente quieren estar en Libia, y las maniobras para posicionarse ya han empezado para tener la oportunidad de perforar nuevos campos en condiciones rentables.
El primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, y la secretaria de estado Hillary Rodham Clinton viajaron todos a Trípoli inmediatamente después de que los rebeldes entraran a la ciudad para encontrarse con el nuevo gobierno interino, y los ejecutivos de compañías petroleras extranjeras esperan que las buenas relaciones diplomáticas les ayudarán a hacerse con lucrativos contratos en el futuro.
Con reservas confirmadas de 46.6 billones de barriles –las más grandes de África-, Libia es una importante presa. Pero históricamente el país ha sido una desilusión para las compañías petrolíferas extranjeras. Durante su largo gobierno, el coronel Gadafi autorizó derechos de perforación a extranjeros en sólo pequeños campos y les hizo firmar contratos que daban al país la mayor parte de los beneficios, dejándoles también la mayor parte de las cuentas. Décadas de sanciones occidentales mantuvo fuera a la mayor parte de las compañías hasta 2006.
Ahora podría iniciarse una nueva era para un país que hace cincuenta años producía tres millones de barriles al día –prácticamente el doble de la producción de los últimos años- y podría implicar un retorno a esos elevados niveles con amplias inversiones y nuevas tecnologías para explotar antiguos campos y otros por descubrir en lo más profundo del Sahara.
Tarhouni, el ministro interino del petróleo, dijo que la prioridad del nuevo gobierno era reiniciar la producción y eso podría dejar cualquier renegociación de los contratos existentes o la emisión de nuevos en manos del futuro gobierno aún por elegir. "No creo que el gobierno interino tome decisiones importantes", dijo.
Scaroni, el director ejecutivo de Eni, ya está urdiendo nuevos negocios. Su compañía, que producía 280 mil barriles de petróleo y gas en Libia antes de la guerra, era de lejos el productor extranjero más grande del país y contaba con Libia como una importante fuente de beneficios en los últimos años.
Scaroni visitó en abril pasado a los líderes rebeldes en Bengasi, en un helicóptero que despegó desde un buque de guerra italiano, y ha estado entrando y saliendo de Libia.
"Los países que han ayudado al nuevo gobierno libio para derrocar a Gadafi tendrán una relación más fuerte con el país", dijo. "Libia sigue siendo un país donde queremos estar y queremos aumentar nuestra producción".
20 de noviembre de 2011
16 de noviembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer