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señores de la guerra santa


[Erich Follath] Un asilo de pobres y una potencia nuclear, un aliado de los Estados Unidos y una incubadora de la violencia fundamentalista, Pakistán es un país de contradicciones y supone un peligro para el mundo. Washington apoya a Musaraf, que tolera a los mulás radicales pero permite que las fuerzas especiales de la CIA den caza a Bin Laden.
Traición, gritan los miembros del congreso. Y los de la Comisión Nacional sobre Actos Terroristas contra los Estados Unidos están convencidos de que saben quién es el traidor. En un informe que causa actualmente conmoción en Washington, los políticos alegan que el ex jefe de la inteligencia paquistaní, Hamid Gul, prometió a los líderes talibanes, en julio de 1999, que les daría "tres o cuatro horas de ventaja" antes de cada ataque con misiles de los americanos.
Estas son acusaciones embarazosas, especialmente en momentos en que todo el mundo está hablando de la alianza Islamabad-Washington y sobre Paquistán, el más importante aliado de los Estados Unidos en la lucha de George W. Bush contra el terrorismo.
¿Traicionó realmente a los aliados americanos el ex jefe del servicio secreto de Pakistán? ¿Y los continúa traicionando hoy, cuando las tropas de élite de Islamabad dan caza, junto a los asesores militares americanos, a Osama Bin Laden y sus compatriotas de Al Qaeda en la violenta y montañosa región a lo largo de la frontera con Afganistán, encontrándose siempre con un enemigo asombrosamente bien preparado?
¿Es Gul responsable del hecho de que Ayman al-Zawahiri, el lugarteniente de Bin Laden, lograra eludir a sus perseguidores escapando a última hora por un túnel?
Un lujoso bungalow en Rawalpindi, cesped inglés, elegantes muebles de ratán. Este es el refugio de los ricos y poderosos de Paquistán, un lugar donde el antiguo jefe del servicio secreto y teniente general, Hamid Gul, vive un retiro dorado. El acusado se encoge de hombros y dice, "Ah, los americanos", como si eso explicara todo, antes de pedir que le lleven el té.
Entonces, orgullosamente, muestra recuerdos del pasado. La esterilla para rezar que le regaló su antiguo colega, el jefe del servicio secreto saudí, el príncipe Turki Ibn al-Faisal ("un gran amigo de los talibanes y de Bin Laden"); la placa conmemorativa del servicio secreto alemán (Bundesnachichtendienst), que contiene un pedazo del Muro de Berlín y la leyenda, "A nuestro respetado aliado, por su valiosa contribución".
Por supuesto, Gul, que simpatiza con los fundamentalistas, dice que conoce bien a Bin Laden, al que llama "un guerrero modesto y brillante". Dice que fue huésped de honor de los talibanes, una posición de gobierno en Kabul. "Sin embargo, yo no me salí de la línea. Fueron los americanos y los europeos los que cambiaron. Antes, estaban todos de acuerdo a favor de la guerra santa, y la yihad era uno de sus movimientos favoritos. En los años ochenta, cuando los muhadiyín estaban combatiendo a los soviéticos en Afganistán, no podían enviarles suficientes armas y continuaron más tarde sus tratos con los talibanes. En esa época, los Estados Unidos usaron mis servicios. Ahora me están difamando. Hace mucho tiempo que no tengo acceso a información privilegiada".
Suena el teléfono. Invitan a Gul a una exclusiva conferencia paquistaní sobre problemas de inteligencia y seguridad. Gul dice que se lo pensará.
En su opinión, Pervez Musaraf, el presidente paquistaní, está transformándose en el lacayo de George W. Bush, y, por ello, cavando su propia tumba. "Los soldados americanos en nuestro territorio..., nuestro orgulloso pueblo no se lo perdonará". Entonces el antiguo jefe de espías, transformado en un teórico de las teorías conspirativas, se echa hacia adelante y susurra: "Algunos de mis colegas de la CIA, del ejército americano y la Mosad israelí deben de haber sabido de antemano sobre los ataques contra las Torres Gemelas". De otro modo, dice, ¿por qué despegaron tan tarde los bombarderos?
Bienvenido a Pakistán, el país de la esquizofrenia y los contrastes marcados: un asilo de pobres (tiene una tasa de analfabetismo de 54 por ciento) y un poder nuclear (tiene hasta 50 cabezas nucleares; es la sede de algunos de los mejores equipos del colonial deporte del cricket, así como del centenario deporte ecuestre buskashi, en el que el objetivo del juego es una ternera decapitada). Es al mismo tiempo el país de Bush y el de Bin Laden: un estrecho aliado de los Estados Unidos, pero también una incubadora del terrorismo fundamentalista.
Paquistán, creado durante la sangrienta división del subcontinente indio en 1947 en una India predominantemente hindú y un "país de los puros" predominantemente musulmán, es el único país del mundo que debe su existencia al islam. Inmediatamente después de su fundación, Paquistán se encontró en el centro de la política global. Siguieron tres guerras con India.
Poc después del 11 de septiembre de 2001, y a la luz de su dramático giro hacia el Occidente, la atención mundial volvió a concentrarse en Paquistán, un país sacudido por el terrorismo, que corre el riesgo de una guerra nuclear con la vecina India y de disolverse.
El semanario suizo Die Weltwoche llama a Paquistán "el país más peligroso del mundo", y el asesor de la CIA, Robert Galluci, dice que es "la más grande amenaza futura de los Estados Unidos". De los 620 sospechosos de terrorismo detenidos en la base naval de Guantánamo, en la bahía de Guantánamo, Cuba, 540 fueron capturados en suelo paquistaní.
Islamabad ha alcanzado los titulares mundiales tres veces en los últimos tres meses, y en todas las ocasiones lo fue por incidentes cada vez más alarmantes. En diciembre hubo, en el lapso de doce días, dos intentos de asesinato del presidente Musaraf, 60. En ambos casos, escapó por un pelo a los atentados, planeados aparentemente por un miembro de su círculo más íntimo. En febrero, respondiendo a la presión internacional, el científico nuclear Abdul Qadeer Khan hizo un juramento de confesión. Admitió haber entregado secretos nucleares a Corea del Norte, Libia e Irán, supuestamente actuando por sí mismo y sin el conocimiento del establishment militar o político de Paquistán. Un día después de su confesión, el presidente perdonó al pecador, refiriéndose a él como "mi héroe".
Washington aceptó la farsa, y el secretario de Estado, Colin Powell, durante su visita a Islamabad a mediados de marzo, le dio incluso un regalo especial a Musaraf: Paquistán fue promovido a la privilegiada posición de "aliado de fuera de la OTAN", un estatus del que gozan aliados tradicionales como Israel, Corea del Sur y Japón, pero no India, su archi-enemigo de larga data. Este estatus permite a Paquistán comprar lo último en armamento americano a precios preferentes. Musaraf aceptó más que encantado: fue el primer pacto faustiano.
A cambio, aparentemente, Musaraf dio rienda libre a los americanos para combatir el terror. Asesores militares de Washington y la Unidad 121 de las Fuerzas Especiales, que ya estaba en parte a cargo de la captura de Sadam, están desempeñando un papel clave en la operación actual. Sin embargo, es una operación que también está costando numerosas víctimas civiles. Los políticos americanos hablan orgullosamente de su nuevo "enfoque de martillo y yunque" a ambos lados de la frontera. Con la ayuda del ejército de Musaraf y de guerreros tribales regionales, tratarán de empujar a los combatientes de Al Qaeda hacia los pasos montañosos de Paquistán y a su trampa en Afganistán.
Washington juzgó este plan de tan prometedor que el gobierno americano está tratando a Musaraf, que llegó al poder mediante un golpe de estado en octubre de 1999, con guantes de seda, e incluso lo está elogiando por sus "pasos hacia la democracia".
"¿Cuáles serían esos pasos?", pregunta Samina Ahmed, una científica social que trabaja para el Grupo Internacional de Crisis en Islamabad.
"George W. Bush no aceptaría semejante ausencia de democracia de ningún otro aliado", dice esta decidida mujer. Y entonces expone sus quejas: fraude electoral masivo durante el referéndum para la extensión del mandato presidencial del general Musaraf y durante las elecciones parlamentarias; la ley de la blasfemia, que deja el camino libre al despotismo religioso; la ordenanza hudud, con la que, ante tribunales, el testimonio de una mujer, incluso en el caso de delitos sexuales, vale apenas una fracción que el de un hombre (por ello es que el 88 por ciento de las mujeres que cumplen penas de prisión en Paquistán han sido condenadas por "delitos sexuales", a pesar incluso de que investigaciones realizadas por fiscales independientes hayan demostrado que todas fueron violadas o maltratadas).
Musaraf no es considerado un hombre particularmente devoto. Le gusta disfrutar de su whisky nocturno, propugna un islam más tolerante, y, en una entrevista con Der Spiegel en abril de 2002, se define a sí mismo como un admirador de Atarturk, el reformador secular. En la disputa sobre Cachemir, ha iniciado pasos cautos hacia un acercamiento con India. Pero esto no le impide, por razones puramente políticas, violar su promesa más importante: su auto-proclamada "guerra santa contra el extremismo".
Casi ninguna de las escuelas islamitas radicales del país se halla registrada. A las madrasas, que educan a más de un millón y medio de jóvenes, no se les exige que entreguen programas de los cursos que se imparten. Después de haber sido puestas fuera de la ley, las organizaciones extremistas que promueven la violencia simplemente han renovado sus operaciones bajo nuevos nombres, y ninguno de sus líderes ha sido llevado a juicio. A pesar de haber sido acusado de complicidad con el terrorismo en veinte casos pendientes, se permitió al extremista Azam Tariq que se postulara candidato para un escaño en el parlamento; después de ser elegido ha apoyado al gobierno de Musaraf.
El general continúa excluyendo Benazir Bhutto y Azam Tariq, a los líderes políticos de partidos de oposición seculares, que han sido obligados a exiliarse. En diciembre último, cerró un dudoso pacto con el partido de oposición Muttahida Majlis-i-Amal (MMA), una alianza de seis partidos musulmanes. El MMA aceptó la presidencia de Musaraf hasta 2007, provisto que renuncie a su posición de jefe de las fuerzas armadas a fines de 2004: es el pacto faustiano número dos.
Pero no es probable que los intentos del general de ganarse el favor de los extremistas religiosos le sirvan de algo, al menos no si la madrasa Jamia Darull Uloom Haqqania ("Verdad y Realidad"), en la ciudad de Akora Khattak, se transforma en el modelo educacional de las escuelas religiosas del país.
El verdadero propósito de la escuela queda en claro ya a la entrada, donde unos afiches retratan a su director, Sami ul-Haq, de 66 años, dirigiéndose a cientos de sus seguidores con un corán en la mano y un kalashnikov en la otra. El hombre, con el título religioso de maulana, es tenido por uno de los líderes parlamentarios del ala radical del MMA, y partidario tanto de Al Qaeda como de los talibanes. Ocho antiguos ministros recibieron en esta escuela educación religiosa y posiblemente también militar. Durante muchos años el mulá Omar envió saludos a esta West Point del movimiento fundamentalista. Se dice que Bin Laden prefiere enviar a sus partidarios árabes a esta escuela.
El vehículo oficial del senador paquistaní Sami ul-Haq, es un enorme sedán Toyota. Sin embargo, la mayor parte del tiempo conduce su recién estrenado SUV turbo, un regalo de unos fieles saudíes.
El maulana se ha atrasado, y el sobrino de Sami ul-Haq me invita a entrar a su casa a por masitas y naranjas. Hace apenas dos años, uno de los últimos visitantes occidentales que estuvo en este simple salón de recibo, amueblado sólo con cojines, fue el reportero del Wall Street Journal, Daniel Pearl. La acusación de que su secuestro y asesinato poco tiempo después tenga algo que ver con su visita a la ‘Universidad de la Yihad' pertenece al reino de la imaginación.
Llega Sami ul-Haq. Es un hombre solemne, con una larga barba negra, gafas sin marcos y una voz sorprendentemente suave. Dice que su padre fundó la madrasa en 1947 y que hoy en el campus viven tres mil estudiantes que estudian el corán. El más pequeño tiene cinco años. Según los profesores jefes, la escuela se financia exclusivamente por donaciones, que incluyen ordenadores "que nos llegan de varias fuentes". Dice que la escuela no acepta deliberadamente subvenciones del gobierno, porque quiere seguir siendo independiente.
¿Predica el terror? Cuando oye la pregunta, la boca de Sami ul-Haq se tuerce en una sonrisa suficiente. "Bueno, primero debemos definir qué es terrorismo. Los talibanes y Al Qaeda luchan contra la opresión americana. Sus métodos no son siempre los nuestros, pero tienen el derecho a luchar. Bush debería preguntarse a sí mismo qué es lo que lleva a la gente joven a sacrificar lo más sagrado que pueden dar: sus vidas".
El senador Sami ul-Haq lo ha intentado en política, como miembro del MMA, pero ahora no cree en el gobierno parlamentario. "Al tomar el lado de los americanos, Musaraf ha abandonado toda causa común", dice el manager de la guerra santa, terminando la conversación.
Suena como si el destino del presidente ya estuviera decidido.
La escuela coránica está sólo a una hora de camino de Penshawar, la capital de la provincia de la frontera noroeste. Esta frontera es el Salvaje Oeste de Paquistán, una región montaraz e inaccesible habitada casi exclusivamente, como las provincias afganas al otro lado de la frontera de Kunar, Nangarhar, Paktia y Khost, por pashtúns. Las tropas de Alejandro Magno, los grandes mogoles y los gobiernos coloniales británicos fueron incapaces de domar, incluso de someter a estos orgullosos y obstinados guerreros. Sus truculentas y sangrientas contiendas tribales, disputas sobre "zar, zan y zamin" ("oro, mujeres y tierra") son contrapesadas por un código de honor que otorga a los huéspedes protección incondicional. Y casi todos los hombres portan armas, algo tan común que un hombre se sentiría castrado sin ellas.
Peshawar, la parada más importante antes del legendario Paso Khyber, fue siempre una indómita ciudad de frontera, llena de mercaderes de armas y traficantes de opio, vendedores de noticias news dealers y espías, y su lugar de encuentro favorito era el Qissa Khawani, el mercado de los cuentistas. El lunes pasado, no lejos de esta tradicional morada de la exageración, el portavoz militar paquistaní emitió una declaración según la cual el ejército, durante una importante ofensiva en la regiones tribales autónomas del sur de Waziristán, cerca de Wana, perdió cincuenta soldados en feroces batallas con combatientes extranjeros. Según la declaración, las tribus locales lograron un éxito importante. El ejército alegó haber detenido a 163 militantes, incluyendo a 73 extranjeros, y que "el jefe de inteligencia de Al Qaeda, el señor Abdulá, fue matado".

Pero ¿qué pasa con la captura de esos "objetivos verdaderamente importantes" mencionados por el mando militar paquistaní, especialmente Ayman al-Zawahiri?
Ya no se cree que sea completamente verdad que el delegado de Bin Laden se haya encontrado entre los cerca de quinientos militantes que fueron rodeados por los paquistaníes. La semana anterior, poco después de que Al-Zawahiri estuviera supuestamente bajo sitio, la red de televisión Al Jazeera emitió un mensaje grabado. En él, Al-Zawahiri declaraba que derrocar a Musaraf era un deber de todos los paquistaníes. Y el terrorista de Uzbek, Tahir Yuldash, el número diez de Al Qaeda, parece que escapó a sus perseguidores, a pesar de haber sido aparentemente herido. Presumiblemente, fue trasladado hacia zonas más seguras a través de un laberinto de túneles en la montaña, si es que estuvo alguna vez ahí.
Esa noche, de entre los extranjeros presentes en el club de Peshawar, un americano ebrio sacudió la cabeza y dijo: "Lo que nuestros amigos quieren vendernos como si fueran grandes éxitos son historias como estas sobre el señor Abdulá, que nadie conoce". Desde que los extremistas del MMA llegaron al poder en el parlamento provincial, hasta los hoteles han sido obligados a cerrar sus bares reservados a clientes no musulmanes. Este club es el único lugar de la ciudad donde se sirven bebidas alcohólicas. Los discos compactos de música también han desaparecido de los mercados, como también afiches de películas "no musulmanas" con retratos de bellezas indias y maniquíes de vidrieras "sexualmente sugerentes". Han sido remplazados con caramelos Bin Laden, afiches de Bin Laden y tarjetas telefónicas Bin Laden.
"¡Qué desastre militar!", prosigue el parroquiano del bar. "Y a pesar de todo nuestro apoyo logístico con satélites y, más recientemente, con hombres..." El parroquiano calla. A juzgar por las miradas de reproche que está recibiendo, ya ha dicho demasiado.
Tanto Washington como Islamabad han forzado a los americanos a moverse a la región fronteriza con Paquistán y a hacerse tan invisibles como posible. El avistamiento de militares americanos en la zona de operaciones, que ya ha sido cerrada para los periodistas, podría crear problemas a Musaraf y provocar un levantamiento. Nada menos que el embajador de los Estados Unidos en Kabul mencionó despreocupadamente que "unos pocos de los más importantes de Al Qaeda" se encuentran ya al lado paquistaní de la frontera y que deberían darles caza ahí, lo que motivó a que Islamabad se apresurara a negarlo vehementemente.

Los asesores militares americanos han retirado sus centros de comando, construidos no lejos de los aeropuertos que están usando en Mainwali y Kohat. Si tenemos que creer en un informe del servicio secreto, el último enemigo número uno de Osama Bin Laden, el contralmirante William McRaven, jefe de la Unidad 121 de las Fuerzas Especiales, pasó los últimos días en Kohat, una ciudad a noventa kilómetros al sur de Peshawar.
Las unidades especiales clandestinas incluyen a agentes secretos de la unidad pashtún de la CIA, a veteranos de la Delta Force del ejército, y a expertos de la fuerza aérea y la marina. Se dice que serán capaces de responder "con la velocidad de un rayo" si acaso un avión de reconocimiento localiza a Bin Laden, con una de sus avionetas Predator no tripuladas.
Como en el caso de la lograda captura de Sadam Husein, las fuerzas especiales americanas también ofrecen dinero por las denuncias que recogen sus agentes entre contactos locales.
Cada aparición de una figura clave de Al Qaeda se apunta en un mapa, como toda relación familiar. La mayoría de los afganos árabes que rodean a Osama Bin Laden han vivido en regiones pashtún durante décadas y se han casado con mujeres locales. A petición de los americanos, los militares paquistaníes se están también concentrando en detener mujeres, para saber más de los jefes de Al Qaeda y sus posibles paraderos. Usan como estímulo el dinero (una recompensa de 50 millones de dólares por Bin Laden y 25 millones por Al-Zawahiri), así como armas nuevas, escuelas y caminos.
El líder de las fuerzas especiales, McRaven, es considerado en Washington como un niño maravilla. Ha escrito un libro sobre las fuerzas especiales y, después de 2001, se ha transformado en uno de los asesores clave del contra-terrorismo en la Casa Blanca., "Si alguien es lo suficientemente listo como para capturar a Bin Laden, ése es McRaven y sus fuerzas especiales", dijo el general Wayne Downing a Newsweek, que citó a un viejo comandante diciendo que McRaven está también físicamente en óptimas condiciones. De acuerdo al comandante, "puede clavar un cuchillo entre las costillas de un enemigo en un nanosegundo".
Pero ¿es posible desarrollar una telaraña en Waziristán, una telaraña como la que se usó en Iraq para atrapar finalmente al objetivo número uno? ¿No es aquí Bin Laden infinitamente más popular que Sadam Husein en su terreno, y no es este terreno, con sus pasos montañosos y cavernas, mucho más difícil?

De acuerdo a un informe reciente, no confirmado, Bin Laden fue visto cerca del pueblo fronterizo de Arnawai, cruzando la provincia afgana de Kunar. El líder talibán, el mulá Omar, fue herido durante un bombardeo americano. Dependiendo de la fuente, sus heridas son ligeras, moderadamente severas, o de peligro para su vida. Han aparecido folletos de shabnamah, cartas con instrucciones personales, supuestamente introducidas en la región por mensajeros. ¿Son auténticas? Si es así, ¿significa que su detención es una cuestión de negociaciones financieras? Se dice que "los pashtún no se venden". En el comando central, McRaven y los suyos han agregado aparentemente de su propia cosecha la interpretación, "Pero a veces se alquilan".

5 abril 2004
©der spiegel ©traducción mQh

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